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“Tuve la fortuna, hace 15 años, en un mes de julio, de conocer a Sandra Ceballos. No obstante que por razones de edad puedo ser más que su papá, coincidimos en una universidad, porque a mí las circunstancias de la vida, el asesinato de mí padre, me aplazaron bastante el deseo de hacer un postgrado.
Yo llegaba a clase muy temprano, a sentarme en la primera línea para poder escuchar, y allí llegó una niña pelinegra, muy bonita, muy juiciosa, muy concentrada en el estudio. Después supe que era compatriota, y tuve esa grata posibilidad de ser su compañero, a pesar de la gran brecha generacional, a pesar de esa diferencia de edad de poder ser su papá. Me ayudó mucho, me ayudó mucho con lecturas, con explicaciones.
Ella se había formado en la Universidad Javeriana, había hecho el Master en la Escuela de Derecho. Después participó ampliamente en negociaciones internacionales de conflictos, fue delegada de la OEA (Organización de Estados Americanos) para el proceso de Guatemala.
En 1994, a finales, empezó a ayudarme para lo que finalmente fue un proyecto que en la primera etapa dirigió su profesor Roger Fisher y después lo delegó totalmente en ella, que formó 90 mil personas, casi todos profesores en negociación de conflictos. Ella tuvo esa paciencia de formar 90 mil personas en negociación de conflictos. Nos ayudó mucho.
Quizá el peor estudiante que ella ha tenido en esa materia soy yo. Pero los malos estudiantes no dejamos de reconocer las virtudes de los buenos profesores.
Hizo una tarea muy abnegada, muy noble, con gran dedicación.
Después se vinculó a la dirección de nuestra campaña aquí en Bogotá. Con un gran valor, con gran arrojo, con una gran capacidad de riesgo, lideró esa lista a la Cámara en el año 2002. Y todos aquellos quienes no la conocían, la han podido conocer en su ejemplar desempeño en el Congreso de la República.
Su constancia, sus relaciones humanas, su buen criterio, la capacidad de trabajo cívico.
Sandra es una gran hija, una gran hermana; la devoción por su niña nos ha mostrado en Sandra una gran mamá, es una gran amiga, es una gran estudiante, es una gran profesional.
Así como ha hecho quedar muy bien al Congreso de Colombia, también en las responsabilidades internacionales que ha tenido, como la participación en la solución de los problemas de Guatemala, hizo quedar muy bien a nuestra Patria en la esfera internacional.
Sandra es una gran patriota.
Muchas gracias a ustedes; Senadora Adriana (Gutiérrez), Representante Lucero (Cortés), al Presidente del Senado, el doctor Hernán Andrade, al Presidente de la Cámara, Germán Varón; a ustedes, muy distinguidos senadores y representantes, este homenaje que le hacen a alguien muy joven que ha servido mucho a Colombia.
Cuando uno mira la hoja de servicios de Sandra, se pregunta: ¿A qué horas? Tan joven Sandra y con esa lista de buenos servicios al país. Es un ejemplo de dedicación al servicio público.
Y hace las cosas con amor.
La verdad es que ella, que estudió mucho esa materia y me enseñaba los temas de credibilidad, alguna vez me repetía la lección de la profesora Rosabeth Moss Kanter. Como la credibilidad deviene de un esfuerzo todos los días por estudiar, ella lo práctica, da ejemplo de una gran energía para acometer nuevas iniciativas, ella no cesa en aquello de emprender nuevas y nobles iniciativas, en aquello de proceder con total transparencia -ejemplo insuperable lo es- y ella le ha agregado algo de lo cual su vida es una lección: servir con amor.
Definitivamente servir con amor, en Sandra, es la lección de vida, lo que a todos nos ha enseñado.
Hoy venimos aquí, Sandra, con afecto, con cariño, y de mí parte, que por edad puedo ser tu padre, que he sido tu alumno, tu mal alumno, a quien tienes que reprochar muchas veces, vengo solamente con gratitud y con inmenso afecto a decirte que te admiramos y te queremos”. |
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