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Palabras del Presidente Álvaro Uribe durante la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Bogotá
Agosto 12 de 2009 (Bogotá)
     

“Muchas gracias, Presidente Felipe Calderón, por la presencia de su país que tanto nos honra. Los colombianos respetamos profundamente la cultura del pueblo mexicano, su identidad, el apego a todos los rasgos que la caracterizan, su sentido de dignidad.

Muchas gracias a Bogotá, en cabeza suya, señor Alcalde (Samuel Moreno Rojas), por albergarnos en esta nueva oportunidad de la Feria Internacional del Libro y por permitir que Colombia le dé esta señal tan importante al mundo.

Muchas gracias a todos los patrocinadores. A la Cámara Colombiana del Libro. Muchas gracias al Ministerio de la Cultura. A usted, señora Ministra (Paula Marcela Moreno Zapata). Muchas gracias a todos ustedes, autores y editores, presentes en esta nueva versión de la Feria del Libro.

México, nuestro invitado de honor, es el único país que por segunda ocasión acude como invitado de honor a esta gran Feria. Nos honra con una inmensa y calcificada delegación de 40 poetas, privilegiando este género sobre la narrativa, para dar y conocer una tradición poderosa, una representación con figuras de la talla de Sergio Pitol, José Emilio Pacheco, Eduardo Lizalde, Jaime Labastida, Enrique Krauze, Margo Glantz, Sabina Bergman, Denise Dresser, Jorge Volti, Javier Velasco y Luis Felipe Fabre, además de los grupos de teatro, muestras de cine y artes plásticas.

Nos une la historia épica de los pueblos precolombinos, la larga colonia que nos ata indisolublemente a España y la gesta emancipadora inspirada por dos grandes de America: Miguel Hidalgo y Antonio Nariño.

Nuestros pueblos tienen un alma colectiva, un alma gemela. Utilizan los mismos giros lingüísticos. Un alma que canta las mismas canciones y lee por igual a los autores colombianos y mexicanos, como si fuesen hijos de una misma patria. Barba Jacob y Fuentes, García Márquez, Mutis y Rulfo.

Los antecedentes de la literatura de México se encuentran en los pueblos indígenas de Mesoamérica, cuya obra podemos conocer gracias a la labor de los misioneros del centro de México que permitió conservar fielmente la tradición oral de los pueblos, de su habla aborigen.

Recordamos entre quienes permitieron que esa tradición llegara a nuestros días al Rey Poeta, entre 1402 y 1472. Y que junto a la de otros nobles, como Ayocuan, constituyen la muestra más amplia de obras líricas y filosóficas precolombinas recuperadas para la posteridad.

Entre los pueblos prehispánicos floreció la poesía épica, que relataba la vida de personajes como Quetzalcóatl, ser supremo; la fundación de ciudades y las peregrinaciones de tribus; la poesía lírica de tipo religioso, bélico, filosófico; la poesía dramática que mezclaba elementos musicales y dancísticos; la prosa histórica; genealogías en que los viejos instruían a los jóvenes, los maestros, los estudiantes, los padres y los hijos, sobre las normas de conducta, la visión moral, las creencias.

Con la llegada de los españoles, ese proceso de mestizaje se evidenció en la incorporación de términos de uso corriente en el habla local del virreinato, y en los temas que se tocaron en las obras del periodo y que darían paso a una época de criollización de la literatura producida en la Nueva España.

En la literatura colonial de México hay un primer periodo vinculado al momento de las Conquista. Abundan las cartas y las crónicas, como ‘Cartas de Relación de Hernán Cortés’; ‘Historia verdadera de la conquista de la Nueva España’, de Bernal Díaz del Castillo; ‘Historia de la Indias’; ‘Brevísima relación de la destrucción de las Indias’, ‘Apologética historia’, entre obras de Fray Bartolomé de las Casas; ‘Historia general de la Indias’; ‘La conquista de México’, de Francisco López de Gómara.

Durante la época virreinal, Nueva España albergó a escritores barrocos como Bernardo de Valbuena, Carlos de Sigüenza y Góngora, Juan Ruiz de Alarcón y Sor Juana Inés de la Cruz, Fénix de América

Hacia el final del régimen colonial, en Nueva España surgieron figuras como José Joaquín Fernández de Lizardi, el pensador mexicano cuya obra es considerada como emblema de la picaresca mexicana.

Como nación independiente, México, al igual que los demás países del continente, vivió procesos de inestabilidad política que llevaron al declive de la literatura y de todas las actividades artísticas. Sin embargo, se presentaron tres grandes corrientes literarias: el romanticismo, el realismo naturalismo y el modernismo.

Hacia la segunda mitad de ese siglo, la literatura mexicana comenzó a resurgir con obras como ‘Los mexicanos pintados por sí mismos’, un libro costumbrista que nos da una idea aproximada de cómo veían los intelectuales de la época al resto de sus coterráneos.

Y hacia el final del siglo, durante el Porfiriato, los escritores mexicanos se inclinaron hacia las tendencias dominantes de la época, destacándose la pléyade de poetas modernistas, como Amado Nervo y Manuel Gutiérrez Nájera.

La irrupción de la Revolución Mexicana favoreció el desarrollo del género periodístico. Y una vez concluida, aparecieron novelas, cuentos y obras teatrales en las plumas de Mariano Azuela o Rodolfo Usigli, configurándose como antecedente del florecimiento de una literatura nacionalista, que se fortaleció con la obra de escritores como Rosario Castellanos o Juan Rulfo.

También apareció la literatura de corte indigenista y las reflexiones en torno al ser y la cultura nacional, con autores como Miguel Ángel Menéndez Reyes, Ricardo Pozas y Francisco Rojas González.

En los primeros años del Siglo XX siguió predominando en la poesía el modernismo y en la prosa el realismo y el naturalismo. Se presentaron tres corrientes: los contemporáneos, que incorporaban influencias de las vanguardias europeas; un grupo de escritores retomaba temas coloniales, y otros que comenzaron a publicar las llamadas Novelas de la Revolución. La más conocida: ‘Los de Abajo’, de Mariano Azuela.

Y de modo alterno a estas corrientes dominantes, se desarrollaron en el país otros movimientos menos conocidos, como los estridentistas, en 1920, que representaron, por ejemplo, Arqueles Vela y Manuel Maples Arce.

Hasta mediados de los años 40, surgieron dos nuevas generaciones poéticas, agrupadas en torno a la revistas Taller y Tierra Nueva. Y con la publicación ‘Al filo del agua’, de Agustín Yáñez, en 1947, comenzó la llamada novela mexicana contemporánea, que incorporó técnicas entonces novedosas, influencia de escritores estadounidenses, de Faulkner y John Dos Passos, e influencia europea de Kafka.

En esta época predominaron los narradores: Arreola, Rulfo, Fuentes. Surgieron poetas de valía: Rubén Bonifaz Nuño y Rosario Castellanos. La narrativa de América Latina entró en el llamado ‘Boom Latinoamericano’, caracterizado por su cosmopolitanismo y por la experimentación en la novela, en la cual destacan cuatro grandes escritores: Cortazar, García Márquez, Vargas Llosa y Carlos Fuentes. García Márquez y Octavio Paz, nuestros dos Premios Nobel de Literatura.

Nos honra mucho poder tener hoy al México de la historia de la literatura, al México del presente y al México del futuro. Engalanan esta gran Feria del Libro de Bogotá.

Muy apreciados editores y autores: el Gobierno Nacional quiere perseverar en todo lo que es el Plan Nacional de Bibliotecas. Creo que eso va produciendo un fenómeno inercial. A partir de los pequeños incrementos, se va acumulando una masa crítica que nos logrará fundamentales incrementos.

Hemos mantenido la Ley del Libro, que se produjo en administraciones anteriores a la nuestra. Y como vence en el año 2013, creemos que para dar tranquilidad a todos ustedes, el Congreso y el Gobierno deberían desde ya aprobar la ley que la prolongue con una vigencia amplia en el tiempo futuro.

Creo que es mejor dar la señal ya, que crear la incertidumbre de esperar a ver qué ocurre en el año 2013, cuando finaliza la vigencia del texto legal. Seguiremos haciendo todos los esfuerzos.

Pensamos que los inmensos incrementos en las coberturas y los esfuerzos para la calidad de la educación, tendrán que producir también un efecto muy positivo en la vocación de lectura de los colombianos.

Por supuesto, nos preguntamos con asombro por qué en un país en el cual la educación básica en los últimos años ha pasado del 78 al ciento por ciento; en un país que tenía menos de un millón de estudiantes universitarios y hoy se aproxima a un millón 700 mil estudiantes universitarios; en un país que ha pasado de un millón 100 mil estudiantes en formación vocacional a 6 millones de estudiantes por año en formación vocacional, solamente se ha evitado que continuara la declinación en los textos escolares, pero no se ha obtenido un mayor crecimiento.

Eso lo vamos a tener que estudiar cuidadosamente. Mirar cómo se hacen compatibles y no excluyentes los objetivos de la informática, de la conectividad de todas las escuelas del país, y el otro objetivo tan importante: el del aumento de la lectura, como lo decía el doctor Melo, no la lectura por obligación, sino la lectura por amor, la lectura por propia voluntad.

Este año el Gobierno Nacional hace esfuerzos enormes por la gratuidad de la educación, que tiene que facilitar el acceso a los textos. La última reforma constitucional nos lleva a que este sea el segundo año en el cual se garantiza la gratuidad de 5 millones de estudiantes colombianos, además de los esfuerzos que hacen las regiones y las ciudades, el esfuerzo que acabamos de escucharle al señor Alcalde de Bogotá.

Señor Presidente Calderón: llega usted a un país que comparte con su Gobierno todo el esfuerzo para el rescate de la seguridad, la derrota del narcotráfico, de toda la delincuencia que lo rodea y lo protege, la derrota del terrorismo.

Pensamos, señor Presidente Calderón, que la inseguridad es el gran campo que fertiliza la perdida de libertades. Nosotros creemos que es la seguridad lo que garantiza el disfrute real de las libertades.

Creemos que América Latina no puede seguir intentando romperse con la vieja división obsoleta entre izquierda y derecha. Creemos que hay algo nuevo más importante, más inspirador, más emocionante: alcanzar los altos estándares democráticos.

La coordinación que tenemos con el Gobierno del Presidente Calderón para derrotar con común firmeza ese enemigo que es el narcotráfico, el terrorismo, la delincuencia, la inseguridad. En eso, apreciados compatriotas colombianos y mexicanos, no se puede tener declive.

Pero los estándares democráticos nos indican no solamente la necesidad de luchar por la seguridad, que es un valor democrático de una fuente de recursos, sino también por entender que las libertades son la mejor fuente de inspiración.

Van acompañadas la seguridad y las libertades. La inseguridad ha sido la madre que ha albergado las dictaduras. La seguridad es la fuente que inspira las libertades. Las libertades inspiran el desarrollo de los pueblos.

Y luchamos por la cohesión social, que es lo que finalmente valida la seguridad y las libertades. Y nos honramos de tener unos Estados de formación deliberante, de instituciones independientes, en los cuales las viejas categorías del Estado de Derecho han sido superadas por la nueva categoría del Estado de Derecho: el Estado de Opinión, que se expresa plenamente en las libertades de un acontecimiento cultural como la Feria del Libro de Bogotá.

Hay un muy bello texto que quiero compartir con ustedes para finalizar estas palabras. En los años 50, Carlos Fuentes supo de García Márquez. La noticia se la llevó Álvaro Mutis, quien le regaló un ejemplar de ‘La Hojarasca’. En 1962 se encontrarían en México, en la Calle Córdoba 48, donde nació su amistad con la instantaneidad de lo eterno.

Doctor Moisés Melo (Presidente de la Cámara Colombiana del Libro), usted nos recordaba la bella referencia de Porfirio Barba Jacob, que la podríamos extender a todos aquellos grandes de nuestra Patria albergados en México: Mutis, Fernando Botero, nuestro Nobel Gabriel García Márquez. Le aseguro que todos estarían identificados con las palabras Be barba Jacob.

Después de leer Cien Años de Soledad, Fuentes le escribió a Cortazar: ‘Querido Julio: te escribió impulsado por la necesidad imperiosa de compartir un entusiasmo. Acabo de leer Cien Años de Soledad, una crónica exaltante y triste, una prosa sin desmayo, una imaginación liberadora. Me siento nuevo después de leer este libro, como si les hubiese dado la mano a todos mis amigos. He leído El Quijote americano, un Quijote capturado entre las montañas y la selva, privado de llanuras, un Quijote enclaustrado, que por eso debe inventar al mundo a partir de cuatro paredes derrumbadas. Qué maravillosa recreación del universo, inventado y reinventado. Qué prodigiosa imagen cervantina de la existencia convertida en discurso literario, en pasaje continuo y perceptible de lo real a lo divino y a lo imaginario’.

Muchas gracias”.

 

     
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
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