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Palabras del Presidente Álvaro Uribe en la ceremonia
de ascensos de subtenientes de la Fuerza Aérea Colombiana

Diciembre 4 de 2009 (Bogotá)
     
 

“Hago llegar a ustedes un saludo con mucho afecto. Cada año, en esta ocasión, cuando se gradúan los subtenientes del Ejército, los subtenientes de la Fuerza Aérea y en la noche se da la graduación en Cartagena, en la Escuela Naval ‘Almirante Padilla’, nace una gran esperanza para la seguridad de la Patria.

Estos 82 oficiales que gradúa la Fuerza Aérea esta tarde, representan lo mejor de nuestra juventud. En este viernes, en lugar de estar ellos en un viernes de parranda, en un viernes de jolgorio –que sería muy entendible por su edad- están graduándose, dando un paso adelante en la tarea de servir a la Patria en esa misión tan difícil, tan riesgosa, que es la seguridad de todos los ciudadanos.

Muy apreciados graduandos, felicitaciones y gratitud. Y quiero destacarlos mencionando a sus compañeros que obtuvieron las distinciones: al subteniente Pedro Andrés Rojas Forero, al subteniente David Arbeláez Restrepo, quienes han recibido las medallas militares ‘Francisco José de Caldas’ y ‘José Edmundo Sandoval’. La medalla a la virtud ha sido entregada al subteniente Edison Cusarai Barón.

Muchas felicitaciones.

Quiero agradecer inmensamente a los papás, a las mamás, a los familiares de los graduandos.

Uno tiene que ponerse en el plan de estos papás y estas mamás, en sus sentimientos, en sus angustias, en sus temores. Ofrendando un hijo a la causa superior de la Patria, con todos los riesgos.

Ustedes sufren mucho, papás y mamás, hacen un gran sacrificio por Colombia. El sacrificio de ustedes es motivo de tranquilidad para el resto de papás y mamás, compatriotas de ustedes, que tenemos la garantía de seguridad, gracias a la presencia de sus hijos en instituciones como la Fuerza Aérea.

Muchas gracias papás y mamás.

Quiero, apreciados graduandos y apreciados compatriotas que nos acompañan, invitarlos a una gran reflexión: Colombia en 200 años de vida independiente escasamente ha tenido 47 años de paz, siete años en el siglo XIX, 40 años en el siglo XX.

Colombia, con buenos gobiernos, buenas políticas públicas, buenos líderes, buenos trabajadores, buenos emprendedores, debería haber superado muchos problemas que aún nos afligen.

Creo yo que una de las causas más determinantes de aquello en que todavía aparecemos atrasados es justamente la violencia.

Esta reflexión es válido realizarla ahora con motivo del Bicentenario.

Creo, además, que el siglo XXI tiene que ser el siglo del desquite, el siglo que nos permita avanzar en prosperidad colectiva. Para ello se requieren muchos elementos, mas hay uno sobresaliente: la seguridad como valor democrático, como fuente de recursos, como fuente de generación de empleo, como elemento para poder tener una sociedad que supere la miseria, la pobreza y construya equidad.

Apreciados subtenientes: quiero llamar la atención de ustedes, graduandos. La esperanza de que este Siglo XXI sea un siglo de oportunidades, siendo un siglo de seguridad, la entregamos hoy en buena forma a sus manos, a la conducción de las armas de la República que encomendamos a ustedes, distinguidos de una generación, apreciados jóvenes.

¿Por qué la violencia?

Tenemos toda la confianza en la labor que van a realizar para que esta Patria cambie ese rumbo de tantos años de violencia.

Violencia en la conquista. Me pregunto muchas veces por qué no pudimos gozar, por qué el país no recogió los frutos plenos de lo que podríamos llamar la ‘Generación de la Iluminación’, aquella generación de los discípulos de Mutis, que murió en el cadalso por la violencia.

¿Por qué la guerra de la independencia demoró más de lo que debió demorarse? Por la violencia intestina, por los enfrentamientos entre nosotros mismos, que produjeron episodios muy graves: la muerte de Piar; el fusilamiento del almirante Padilla, el gran héroe de la batalla naval de Maracaibo; la muerte de José María Córdova, uno de los héroes de Ayacucho.

El Libertador no tuvo todo el tiempo para dedicarse al buen Gobierno, a pesar de sus virtudes y atributos, porque cuando regresaba triunfante del sur, debía ocuparse de los intentos de desintegración de la Gran Colombia, que provenían desde Venezuela, liderada por el general Páez, o desde el Ecuador por el gobierno del general Juan José Flórez.

Otro héroe de Ayacucho, el gran discípulo del Libertador en la fundación de Bolivia, en la elaboración de su Constitución, el mariscal Sucre. Con él empieza Colombia la cadena de magnicidios: Sucre, Arboleda, Uribe Uribe, Gaitán, Galán, Álvaro Gómez Hurtado.

Había regresado Sucre victorioso del sur, había cumplido una misión fallida que le encomendara el Libertador para evitar la separación de Venezuela de la Gran Colombia, regresó a Bogotá, tenía planeado un viaje al Ecuador, a reencontrarse con su esposa y con su niña recién nacida, y a cumplir la tarea última que el Libertador alcanzó a encomendarle: evitar que se desintegrara por el Ecuador la Gran Colombia y que también hiciera parte de esa desintegración Nariño.

Sucre se reúne con don Domingo Caicedo, Vicepresidente de la Nueva Granada. Sucre había pensado hacer el viaje al Ecuador a través de Buenaventura. Don Domingo Caicedo le aconseja que lo haga por Popayán y Pasto. Cuando atraviesa el río Magdalena se presenta el primer atentado contra su vida. La violencia interna. La historia lo adjudica a quien presidía en aquella época el Tolima Grande: al general José Hilario López.

Sucre logra sobrevivir a ese atentado al cruzar el río Magdalena, pero después no sobrevive el atentado fatal en Berruecos, donde cae acribillado el 4 de junio de 1830. Llegan las noticias de su muerte al Libertador, quien ya se encontraba en el viaje póstumo, y todo esto deteriora la salud del padre de la Patria. Habían empezado los magnicidios de Colombia.

Después de la muerte del Libertador regresa el General Santander, realiza un Gobierno con un gran énfasis en educación, pero esa primera revolución educativa alcanza a producir pocos frutos. Viene la violencia, que la Revolución de los Supremos, gobiernos cortos, mucha inestabilidad, mucha violencia.

Obando, acusado de ser uno de los autores intelectuales de la muerte de Sucre, se convierte en uno de los presidentes de los años 1850.

En medio de la violencia el país llega a la constitución descentralista de 1863, una Constitución libertaria, una Constitución Federal. Esa Constitución produce gobiernos de grandes colombianos, como Aquileo Parra, como Murillo Toro, pero la violencia, la inestabilidad, el desorden, impiden los mejores resultados.

Aparece la figura sobresaliente de Rafael Núñez. Venía de ser Presidente del Estado de Bolívar, Presidencia a la cual ascendió por su compromiso con el orden como presupuesto a las libertades.

Una Nación fatigada por el desorden recibe con júbilo la elección del señor Núñez, un prodigio que adelantó 40 años con las teorías de intervención en la moneda y en la banca.

Sabía que para poder consolidar al sector privado, era necesario también introducir las regulaciones y la supervisión que garantizaran la armonía social.

Siete años de paz, florece la agricultura en la Colombia andina, la industria en la Colombia Caribe, pero rápidamente reaparece la violencia. La guerra civil de 1895 aún no se ha terminado, cuando se declara la última guerra civil del siglo XIX, aquella guerra civil de los mil días, realmente fue de mil 128 días; 100 mil muertos en una Nación de escasos 4 millones de habitantes.

La paz se realizó en el último trimestre de 1902, no porque hubiera toda la voluntad de paz, sino porque no había manera de sostener la guerra. El país estaba destruido.

Hubo tres acuerdos de paz: en el Buque Wisconsin, en Panamá; en Chinácota, cerca de Cúcuta y en la finca Neerlandia, en el Magdalena.

Allí dijo el general Rafael Uribe –quien en nombre de las fuerzas insurgentes hizo la paz con el General Florentino Manjarrés, representante del Gobierno- dijo el General Uribe: El país está todo por reconstruir. Nuestros padres y nosotros mismos creímos equivocadamente hacer Patria con las armas destructoras de la violencia. Hoy sabemos que la única manera de hacer Patria es con las herramientas fecundas del trabajo.

Al año se separó Panamá. Una separación en la hermandad, sin producir un solo disparo. En aquella acta de separación los panameños dicen que se separan sin odio, sin rencor, que lo hacen porque han llegado a la mayoría de edad y quieren ejercer los derechos.

¿Por qué se separó Panamá? Creo yo que había fatiga porque Colombia no acudía con sentido de autoridad a cumplir sus deberes en Panamá, porque aquí nos distraíamos en la violencia e incurríamos en un gran descuido. Ese gran descuido nuestro seguramente hace paralelo con la política del gran garrote del Presidente Roosevelt que también influyó en la separación de Panamá.

Panamá se había cansado de que nosotros no atendiéramos los brotes de violencia. Hubo intentos anteriores de separarse. Uno de ellos cuando quedan en la impunidad los incendiarios de Colón (Panamá). El incendio destruyó la ciudad, quebraron las compañías de seguros, quebró toda la actividad económica. Esa separación la evitó la llegada de General Rafael Reyes, quien ejerció autoridad y fue una excepción para la época.

Después de la separación de Panamá vinieron Gobiernos importantes. El Gobierno del Presidente Reyes, el Gobierno del Presidente Pedro Nel Ospina. La inversión en las obras de la indemnización, con los recursos de la indemnización del Canal del Panamá. Ese gran Gobierno de López Pumarejo que concilió los intereses para la modernidad, los intereses de la prosperidad empresarial con la defensa de los derechos de los trabajadores.

Gobiernos muy buenos, pero rápidamente reapareció la violencia. Habíamos pactado la paz en 1902 y reaparece la violencia en los años 40, la violencia partidista que produce el asesinato del doctor Gaitán.

Los ex presidentes Alberto Lleras y Laureano Gómez logran poner fin a esa violencia con los pactos del Frente Nacional.

Y aparece la violencia de las guerrillas marxistas. El propósito de destruir el Estado de libertades y sustituirlo por la dictadura del proletariado. El propósito de eliminar los argumentos en el debate político y reemplazarlos por el odio de clases. Y se genera posteriormente la reacción igualmente cruel del paramilitarismo. Unos y otros cooptados por el narcotráfico.

Las generaciones vivas desde 1940 no han tenido un día completo de paz.

Por eso, apreciados subtenientes, en sus manos encomendamos esa bella lucha, que las generaciones que vengan puedan vivir una Colombia indefinidamente segura, una Colombia indefinidamente en paz, que sea una Colombia de prosperidad.

Nuevas medidas en seguridad

Hago llegar un mensaje a todos mis compatriotas vallecaucanos: nuestra devoción en todas las horas por el Valle del Cauca, por su seguridad. Hemos mejorado, pero falta mucho.

Nos preocupa que se mantiene un alto nivel de asesinatos en la ciudad de Cali. Hoy hemos tomado varias medidas con la Policía, para poder seguir en esa lucha, a fin de eliminar el asesinato.

El país ha progresado, pero no lo suficiente. Cuando empezó nuestro Gobierno teníamos una tasa de 68 a 66 asesinatos por cada 100 mil habitantes, este año puede ser de 32, pero tenemos que bajarla drásticamente para llegar a equipararla con los países desarrollados.

Hemos tomado decisiones: la Policía empezará en breve un reclutamiento de 3 mil jóvenes entre Cali y Medellín, con esta novedad: entran a prestar el servicio a la Policía, se les garantiza formación titulada en el Sena y además, una vez concluyan, se les garantizan posibilidades laborales o de emprendimiento. Vamos a hacer este nuevo esfuerzo.

Se reclama mucho la policía de barrio. En nuestra época se hacen unos esfuerzos que son la versión actual de la policía de barrio: la policía comunitaria.

El señor General Óscar Naranjo, el señor Ministro Gabriel Silva, están en el proyecto de pasar de 7 mil policías comunitarios a 15 mil policías comunitarios.

Ustedes saben que es necesaria la cooperación ciudadana para poder avanzar en seguridad. La Fuerza Pública sola no lo logra. La Policía tiene una gran organización en escuelas de seguridad, en frentes locales de vigilancia. En Cali ayudan mucho.

Pero necesitamos ir más allá, necesitamos que los integrantes de la comunidad que están organizados en los frentes locales de seguridad y en las escuelas de seguridad, ayuden denunciando a los criminales que mantienen esta tasa de homicidios.

Por lo tanto, la Policía debe organizar en esos frentes locales de seguridad unos cuerpos élites de cooperantes que se comprometan a ayudarnos con la denuncia de los homicidas, para derrotar finalmente este delito.

Confío que el Congreso en los días que vienen, apruebe el acto constitucional que ilegaliza el consumo de drogas. No para llevar a la cárcel a los adictos y enfermos que deben ser rehabilitarlos, pero sí para evitar esa permisividad, que tras la legalización de la dosis personal se aprovecha para vincular los jóvenes a la criminalidad.

Creo que el mundo equivocadamente habla de legalización, cuando han legalizado el negocio de la droga hace mucho rato con la legalización del consumo.

Por eso nosotros, para evitar esa impunidad, debemos dar ese paso constitucional de ilegalización, a fin de que no sigan los distribuidores vinculando los jóvenes a la criminalidad, escudándose en la impunidad de la dosis personal.

La seguridad es como un cultivo: hay que mejorarlo todos los días. El campesino no se puede ir al lecho, a reposar en la noche pensando que el cultivo va magníficamente, ignorando los riesgos, el campesino tiene que estar dispuesto al amanecer a quitar las malezas del cultivo, a regarlo, a fertilizarlo. Así mismo tiene que ser la seguridad.

En un país que ha vivido un trecho tan largo de su vida independiente en la violencia, el rescate de la seguridad requiere un esfuerzo de todas las horas. Mejorar, mejoramiento continuo, nuevas ideas todos los días, sin aquietamiento, sin salirnos del caminito, sin abandonar la ruta, sin que las voces de sirenas nos seduzcan a dar bandazos.

Pero sí, nosotros con el compromiso de mejorar todos los días, para que ese gran cultivo de la Seguridad Democrática produzca prosperidad y equidad social para las generaciones que han de venir.

Señor Ministro (de Defensa, Gabriel Silva), señor General Jorge Ballesteros, comandante de la Fuerza Aérea Colombiana: felicitaciones y gratitud a la Fuerza Aérea. Su contribución al avance de Colombia en la seguridad es enorme.

General Ballesteros, mantengan ese alto profesionalismo, la puntería de la Fuerza Aérea que tanto le ha ayudado a Colombia.

Los saludo con afecto, y a todos ustedes, apreciados compatriotas vallecaucanos”.
 
     
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
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