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Palabras del Presidente Álvaro Uribe Vélez en la ‘Conferencia Antiterrorismo Contemporáneo: La Experiencia Colombiana’
Marzo 31 de 2009 (Bogotá)
     
 

“A todos un saludo muy respetuoso. Muchas gracias al Ministro (Juan Manuel Santos) por esta convocatoria; a la Embajada de los Estados Unidos por está gran cooperación; a todos ustedes por su asistencia, que le da muchas luces a Colombia.

Quisiera expresarles a ustedes que desde que empezó el Gobierno, nosotros escogimos una palabra para guiar la acción de Gobierno. Esa palabra ha sido buscar ‘confianza’ en Colombia: confianza para vivir en el país, para estudiar en el país, para trabajar en el país, para emprender en el país.

Y la soportamos en la búsqueda de la seguridad, seguridad siempre con valores democráticos; en dar confianza a la inversión, al emprendimiento, pero con responsabilidad social; en la búsqueda de la cohesión social.

Por eso, van viendo ustedes que va apareciendo todo eso que se llama la acción integral, que tuvieron la oportunidad de mirarlo con el señor Ministro ayer en La Macarena.

Creemos que estos tres pilares de la confianza tienen una relación transitiva. Estamos convencidos de que solamente un marco sostenido en el tiempo de seguridad y de inversión puede generar una situación de prosperidad, que se convierta en cohesión social, en superación de pobreza, en construcción de equidad, lo que, a su vez, se convierte, se constituye en el gran validador de la seguridad, en el gran validador de la inversión.

¿Por qué seguridad con valores democráticos?

Era bastante difícil que los colombianos aceptaran una propuesta política de seguridad.

Las pocas ocasiones en las cuales, en la agitación política de Colombia, se había propuesto la seguridad, había ganado poca aceptación comunitaria y se le señalaba como una postura ideológica militarista; se le decía que era una postura ‘fachista’; se le desestimaba, además de que se le descalificaba con toda clase de adjetivos peyorativos.

Nosotros habíamos llegado a confundir la civilidad con la debilidad. Creíamos que la seguridad era un elemento consecuencia y no un elemento causa. Pensábamos, en alguna forma, que aparecería espontáneamente y que no tenía que ser incorporada como una agenda prioritaria del Estado y de a jefatura del Estado que reposa en el Gobierno.

En alguna forma teníamos también el fantasma de la doctrina de la seguridad nacional, que había recorrido América Latina y que había dejado malos recuerdos y que había llevado a los estudiosos del tema a confundir las propuestas de seguridad con los caminos de la dictadura.

Nosotros les dijimos a los colombianos que nuestra propuesta de seguridad era una propuesta de valores democráticos. Que la seguridad es un valor democrático en sí mismo; un presupuesto para el ejercicio de los otros valores democráticos y una fuente de recursos.

Hicimos una pedagogía, ofreciendo un proyecto de seguridad para todos los colombianos. Un proyecto de seguridad para proteger por igual a los empresarios masivamente afectados por el secuestro, como a los líderes de los trabajadores contra quienes había un propósito sistemático de exterminio. Para proteger por igual a los amigos de las tesis políticas del Gobierno que a sus más duros opositores. Una seguridad para todos los colombianos.

También nos propusimos quitarle las caracterizaciones ideológicas con que se quería sesgar la seguridad para desacreditarla. Hemos expresado que América Latina, más que enfrascarse en una discusión entre derecha e izquierda, polarizante, que en alguna forma ha perdido el sentido después de que todos los países adoptaron la regla democrática, que en la practica hoy muestra pocas diferencias; una división en alguna forma obsoleta, que tenía razón de ser cuando se combatía a las dictaduras que imperaban en algunos países de América Latina, hemos dicho que en lugar de esa división, por aquello que debe luchar el continente es por una democracia moderna, que debe tener los siguientes elementos:

Seguridad, libertades, cohesión social, independencia de las diferentes instituciones que conforman el Estado para que opere el sistema de controles, y transparencia, como factor de confianza de cada individuo en el conglomerado y como factor de confianza de cada individuo y del grupo social en las instituciones del Estado.

Y hemos dicho cómo eso, en el proceso histórico, podía tener diferentes orígenes. La seguridad parecía ser una categoría propuesta desde la derecha. Pero aquellos que se califican de izquierda, la han necesitado para poder constituirse en alternativa.

Las libertades, en algún momento se pensó en América Latina, a tono con las doctrinas del marxismo, que eran simplemente un capricho de la súper estructura, para poder ocultar las dificultades en la economía y en el tejido social.

La historia ha demostrado que todo el mundo necesita las libertades. Que son fundamentales en un pluralismo político.

La cohesión social se presentaba como un reclamo de la izquierda. Pero ninguna orientación ideológica puede hoy aspirar a tener sustentación de opinión, si no hay una lucha diaria por la cohesión social.

Decíamos, ante la réplica, de que se necesitaba combinar todo esto, que parecía excluyente por sus iniciales orígenes ideológicos de diferentes canteras.

Hemos abierto paso con la colaboración de tantos colombianos en esta tarea de hacer de la seguridad una prioridad de la vida nacional, afianzando la seguridad en los valores democráticos.

Intangibles logrados por la Seguridad Democrática

Cuando se habla de cifras es importante complementar ese discurso de las cifras con el discurso de los intangibles.

Creo que hay unos intangibles que ha ganado Colombia, de gran importancia:

Primero, la recuperación del monopolio del Estado para combatir a los criminales.

Aquí se utilizó la palabra ‘paramilitar’ para señalar banda privadas criminales, cuyo propósito era combatir a la guerrilla.

Diría yo que un gran logro es haber recuperado ese monopolio del Estado. Hoy hay unas guerrillas que si bien se han debilitado, también, todavía, constituyen amenaza.

Mis antecesores en el uso de la palabra lo han dicho con toda claridad: hay unas bandas del narcotráfico, hace 30 años en el extremo opuesto a las guerrillas; hoy, en alianza tan profunda con las guerrillas, que parecen fusionados.

Aquellos que han desertado del proceso de desmovilización, provenientes de los antiguos paramilitares o de autodefensas, porcentualmente ha sido (un número) pequeño, pero de todas maneras un número de gente armada en esa cifra absoluta es grande y es peligroso.

No han reincidido de acuerdo con el original concepto paramilitar, sino que simplemente delinquen como extorsionistas, como narcotraficantes, como secuestradores.

El país ha recuperado ese monopolio estatal para combatir a los violentos.

También el monopolio de la Justicia.

En muchas regiones colombianas, la Justicia había sido usurpada por estos grupos terroristas. Definían los pleitos de familias, las querellas entre vecinos. La Justicia del Estado no podía hacer presencia y estos usurpadores fungían ejercerla.

En unas regiones la guerrilla, en otras regiones el paramilitarismo y en muchas regiones, ambos.

Hoy Colombia ha recuperado la vigencia de la Justicia democrática del Estado en todo el territorio.

Los colombianos no apelaban a las instituciones en busca del servicio público de seguridad. Era creciente el número de colombianos que querían resolver el problema por sus propios medios; que no creían en la capacidad del Estado para protegerlos; que se aislaban del colectivo.

Hoy los colombianos afluyen a las instituciones democráticas, a las instituciones armadas, a pedir que sean rodeados por ese servicio público de seguridad.

El tema de las víctimas era un tema que tenía mucha fuerza en los funerales, pero poca fuerza en la agenda del Estado colombiano.

Las víctimas no denunciaban por temor o porque lo consideraban inútil. Hoy la reparación de las víctimas se ha convertido en una prioridad nacional.

Este año, del presupuesto de la Nación, se dedican 100 millones de dólares para empezar un proceso de reparación de víctimas, que puede costar 14 billones de dólares, 14 billones dólares.

Creemos que reparación total no hay. Pero que los esfuerzos de reparación que haga el Estado ayudan a anular los gérmenes de venganza, permiten que se supere el odio, para que el país gane, finalmente, en reconciliación, en armonía.

Algo que honra a las Fuerzas Armadas de Colombia, al pueblo colombiano, es que esta política de Seguridad Democrática se ha adelantado sin legislación marcial, sin legislación de Estado de Sitio. Se ha adelantado regida por la legislación ordinaria; sin un solo recorte de las libertades públicas. Al contrario, las libertades públicas se han sentido más en su eficacia, gracias a esta política.

No porque los gobierno anteriores hubieran sido obstructores de las libertades públicas. Eso no ha ocurrido en Colombia. Sino porque el avance del terrorismo se convertía en una terrible limitación desde el terrorismo, para que los colombianos ejercieran sus libertades públicas.

Aquí no era el Estado el que las reducía. Eran los terroristas los que impedían el ejercicio cabal de las libertades de los colombianos.

Estos son algunos intangibles que consideramos bien importantes.

El proceso histórico visto en grandes tramos:

En 1902, Colombia puso punto final a la última guerra civil que había empezado en el siglo XIX.

Al año siguiente se independizó Panamá. De pronto, en el momento que se independizó Panamá, Panamá era la cabeza del país.

Estuvimos sumidos en una gran depresión. Diría yo que vivimos, en alguna forma, en paz, hasta los años 40, cuando aparecieron los enfrentamientos violentos entre los partidos políticos tradicionales.

A finales de los años 50 se da el Frente Nacional. Se supera la violencia entre los partidos. Guerrillas partidistas se reintegraron, pero quedaron algunos rezagos que no lo hicieron.

Vino la Revolución Cubana, el apogeo de Unión Soviética, de la China de Mao Tse Tung, la victoria de Ho Chi Minh en Vietnam. Y nuestras antiguas guerrillas partidistas reaparecieron como guerrillas marxistas.

Mi generación, en la universidad, no veía un mundo diferente al mundo de la dictadura del proletariado. No veía una lucha política diferente a la lucha violenta de clases.

Se nos cerraba el espectro de las posibilidades. Solo nos mostraban un futuro para el cual se debía escoger entre el modelo chino o el modelo soviético o el modelo cubano o el modelo vietnamita.

La caída del muro de Berlín, el colapso soviético, la transición de Mao Tse Tung a Den Xiao Ping no fueron fenómenos anticipables. Tomaron por sorpresa al pensamiento social de la época.

Diría yo que en ese momento empezó la transición de las viejas guerrillas ideológicas que soñaban con la dictadura del proletariado y la socialización de los medios de producción, a las guerrillas mercenarias del narcotráfico, la extorsión y el secuestro.

Y me atrevería a proponer la tesis que esos fenómenos anarquizaron la guerrilla, y que su posterior mezcla con el narcotráfico le quitó toda legitimidad.

Cuando avanzaba la guerrilla, en el país se imponía la tesis de que esos fenómenos solamente serían solucionables a través del diálogo y de soluciones sociales que eliminaran las condiciones objetivas, vino la reacción paramilitar a competir en crueldad.

Primero fueron las guerrillas marxistas las que practicaron la tesis de la combinación de las formas de lucha. Asesinaban y penetraban el movimiento sindical, el movimiento estudiantil, la política, el periodismo.

Vinieron los paramilitares e hicieron lo propio. Y asesinaban a líderes sindicales, acusándolos de ser colaboradores de la guerrilla. Y, a su vez, la guerrilla asesinaba a líderes sindicales acusándolos de ser traidores.

Ese problema de la violencia sindical, que hemos hecho todo el esfuerzo para superarlo, se remonta a lo que fue la combinación de las diferentes formas de lucha.

Qué daño tan grande se le hizo a Colombia, como a tantas otras naciones.

Posteriormente, hubo el fenómeno de la Unión Patriótica. Pienso que allí confluyeron dos errores:

Muchos de los integrantes de la Unión Patriótica practicaron la combinación de las formas de lucha. Querían estar en la acción política y también en la guerrilla.

Y todo esto para llamar la atención sobre el peligro de lo que quiere, nuevamente, ensayar el movimiento terrorista en Colombia: el impulso a opciones políticas, mientras ellos mantienen todas las acciones terroristas.

Es importante mirar ese proceso evolutivo que nos señala muchas de las situaciones que hemos tratado de superar en los últimos años.

Se hacen tres o cuatro preguntas periódicamente:

¿Por qué han hablado, en Colombia, de seguridad democrática?

He querido dar una respuesta. Además, creemos que en un Estado de opinión, lo único que hace perdurable una política -y ustedes nos lo acaban de decir- es que estas políticas tienen que ser pacientes y persistentes. Que los éxitos no son sinónimos de victoria. Que se requiere una lucha de todas las horas y por muchos años.

La seguridad es una categoría por la cual hay que luchar en cada nuevo momento. Solamente se logra en la medida que haya soporte de opinión. Y el soporte de opinión se da si esa seguridad se practica con valores democráticos, con eficacia, acompañada de transparencia, de observancia de los derechos humanos.

Suele escucharse otra pregunta: ¿Por qué la guerrilla colombiana no es calificada como insurgencia sino como terrorismo? Hay otra pregunta: ¿Por qué Colombia, en su Gobierno, no reconoce un estado de guerra? Hay otra pregunta: ¿Cuál es el futuro frente a quienes persisten en estos grupos?

Colombia ha enfrentado el desafío terrorista

América Latina conoció procesos de insurgencia contra dictaduras. En Colombia hemos tenido unos grupos armados contra una democracia; eso hace una de las diferencias.

Cuando mi generación estaba en las bancas de las universidad, llegaban allí las cartas de las guerrillas ofreciendo que en el momento que se ampliara la democracia colombiana y se adoptaran figuras como la elección popular de alcaldes y de gobernadores, cesaría la violencia.

Ofrecían, también, cesar la violencia si Colombia diera plena protección efectiva a las voces de la oposición.

En 1988, Colombia estrenó la elección popular y directa de alcaldes, después de 150 años de discusión. La Constitución de 1991 incorporó la elección popular de gobernadores. Mecanismos más profundos de democracia participativa.

Aquellos que la víspera habían ofrecido la paz, si esa democracia se ampliaba, cuando se dieron los procesos que incorporaron nuevas figuras de participación, ellos reaccionaron violentamente contra los actores de la democracia.

Quienes pidieron la elección de alcaldes se convirtieron en verdugos y asesinos de alcaldes. Quienes pidieron nuevas formas de participación democrática, se convirtieron en obstructores de esas formas de participación democrática.

Cuando se negocia el acuerdo de paz de El Salvador, lo que se podría llamar la representación del orden establecido salvadoreño se comprometió con una institucionalidad democrática, que en Colombia ha sido histórica y sólida.

Eso muestra una clara diferencia entre lo que allá ocurrió y lo que aquí hemos padecido.

Nosotros hemos enfrentado, con valores democráticos, el desafío terrorista más rico, más tenebroso.

Los historiadores de procesos de Centroamérica, de Suramérica, también muestran cómo fue posible hacer procesos de paz, en el momento en que las llamadas insurgencias de allá sentían que habían llegado a un punto en el que no fuera posible un mayor avance militar, un estancamiento militar.

Y que también se dispusieron a la paz como cuando, en el caso de El Salvador, empezaron a no recibir dineros que les llegaban, no de la antigua Unión Soviética, sino de muchas ONG de Europa Occidental, que aquí también algunas han pretendido hacer lo mismo con el movimiento terrorista de Colombia.

Mientras allá se financiaban con donaciones, aquí se han financiado con el narcotráfico. Mientras allá tenían algún sometimiento a la opinión internacional, aquí se han burlado de la opinión internacional o la han utilizado como idiota útil, porque consideran que no la han necesitado, debido a que ha sido un agrupación terrorista adinerada, millonaria por el narcotráfico.

Han combatido, entonces, a la democracia; la han obstruido; se han financiado con el narcotráfico y han producido los crímenes que no produce la más tenebrosa organización criminal comparable. Todo eso nos ha llevado a nosotros a señalarlos de terroristas.

En Europa Occidental hay un punto transversal y común de las legislaciones. Esas legislaciones denominan terrorismo la acción armada o la simple amenaza de uso de las armas por razones ideológicas, religiosas, políticas.

Y cuando se les pregunta a los profesores europeos por qué ese exceso de rigor en la legislación europea para denominar cualquier acción armada o amenaza de uso de armas como terrorismo, contestan: Porque es la manera de proteger unas democracias pluralistas, amplias.

Yo me pregunto: ¿No tiene Colombia el mismo merecimiento? Esta democracia nuestra, este Estado de libertades merece lo mismo. Merece calificar con la mayor gravedad, con el tipo jurídico de mayor gravedad, la acción violenta o la amenaza de la acción violenta contra esta institucionalidad democrática.

Hay muchas razones para explicar por qué en nuestros medios son insurgentes y no terroristas. Insurgieron contra el orden social; aquí lo empeoraron. El resultado que nos dejaron fue más de dos millones de desplazados internamente; más de cuatro millones de colombianos viviendo en el extranjero; una Nación que en el período que duplicó su población vio crecer muy lentamente su economía; unas tasas de inversión que se contrajeron sustancialmente; un desempleo que se volvió explosivo.

Esto no ha sido insurgencia para mejorar el orden social, sino terrorismo que ha agravado el orden social.

Nosotros creemos que la guerra encuentra de parte de sus actores explicaciones. La acción violenta en Colombia no halla explicaciones.

El embate del terrorismo contra la democracia

Tenemos muchas razones, a partir de esta afirmación, para decir que Colombia no sufre un estado de guerra, sino que ha sufrido un terrible embate del terrorismo contra la democracia.

Muchos ciudadanos se preguntan: ¿Qué sigue?

El Gobierno de Colombia ha expresado que la Seguridad Democrática no es un fin en sí mismo, sino un medio para que los colombianos, las nuevas generaciones, puedan vivir en paz.

Nuestro proyecto de seguridad no se excluye con la reconciliación. Al contrario, la hace viable. No de otra manera se explica que se hayan desmovilizado más de 50 mil integrantes de los grupos terroristas. Alrededor de 35 mil de las autodefensas ilegales y alrededor de 15 mil de las guerrillas.

En los años 90, años de proceso de paz en Colombia, la desmovilización escasamente superó la cifra de 4 mil. En este Gobierno, más de 50 mil.

Tratados con toda generosidad. Haciendo un enorme esfuerzo institucional y presupuestal, se han reconciliado en su inmensa mayoría con el pueblo colombiano. Algunos encuentran que ese no es el camino, porque creen que eso va en contra de la lógica de las Farc.

Cuando el Gobierno, por ejemplo, libera de la cárcel al señor (‘Rodrigo’) ‘Granda’, a petición del Presidente Nicolás Sarkozy, de Francia; o cuando el Gobierno, después de muchos raciocinios, toma la decisión de liberar de la cárcel a la señora ‘Karina’ o al señor ‘Saldaña’ y habilitarlos como gestores de paz, muchas de las voces que históricamente se han pronunciado en favor de la paz, se oponen a estas decisiones aduciendo que van en contra de la lógica de las Farc.

Pero es que la lógica de las Farc ha sido engañar.

La línea que me antecede en la Presidencia fue de mucha generosidad. Se procedió con toda la buena fe frente a estos grupos terroristas. Infructuosamente.

Estos grupos aprendieron de Maquiavelo, a través de (Carlos) Marx, que cuando en el Estado de libertades se abre una posibilidad de reconciliación, eso no debe entenderse como un llamado hacia la paz, sino como una expresión de debilidad del Estado, que debe aprovecharse para fortalecer la capacidad criminal. Es lo que ocurrió en Colombia en el pasado. Por eso nosotros somos muy cautelosos para evitar que eso se repita.

Nosotros no podemos permitir que con motivos electorales, aquellos que explotan carros bomba; que preparan, en toda su crueldad, cualquier clase de atentados, simultáneamente engañen al país con propuestas políticas, cuya falta de sinceridad conocimos en el pasado.

Nosotros creemos en la paz. Por eso la seguridad con valores democráticos. Lo que no podemos permitir es un nuevo engaño a los colombianos.

Creo que la paz tiene que ser exigente para que en el momento que vaya a empezar un proceso se dé una señal inequívoca: un cese de acciones criminales por parte de los grupos que quieran entrar en ese proceso, con verificación. De lo contrario, corremos el riesgo de que simplemente se hable de paz como lenguaje para ponerle nubarrones al terrorismo, que todos los días pretenden ejercer con la misma crueldad.

El proceso de acompañamiento integral que ustedes han visto tiene un origen. Las Fuerzas Militares se quejaron durante muchos años, y las Fuerzas Armadas, que necesitaban ser acompañadas por una política de atención integral a la comunidad. Por eso se ha hecho todo el esfuerzo, a lo largo de casi 7 años de Gobierno, para ir avanzando en ese proceso de acompañamiento integral.

Y creo que lo que han desarrollado, bajo la dirección del Ministro (de Defensa, Juan Manuel Santos) en La Macarena, muestra ya una fase de consolidación que nos da luces de cómo se debe replicar en otras regiones de Colombia.

El tema, pues, es denso, difícil. Ustedes son expertos. Lo conocen a cabalidad, mejor de lo que yo podría explicarlo.

Pero aquella seguridad que sí les quiero dar es que aquí hay inclaudicable voluntad de luchar contra el terrorismo con toda la energía y, por supuesto, con toda la aplicación y con todo el respeto de los valores democráticos.

Quiero ofrecerles que las dudas que tengan las formulen, los comentarios que quieran hacer los hagan y los escucharé con muchísima atención.

Entonces, Ministro, les ofrezco la palabra, porque me parece de la mayor importancia poder referirme a temas que a ustedes los inquieten sobre esta situación”.

 

 
     
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
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