“La abuela de nuestro Nobel Gabriel García Márquez le relataba al niño la experiencia del conocimiento del General Uribe Uribe. Yo creo que eso nos pone del ejemplo del impacto que el General produjo en cada uno de los ciudadanos que conoció.
Dijo García Márquez: ‘Lo primero que me llamó la atención de Uribe Uribe fue la voz metálica y bien impostada, que me llegó por la ventana cuando mi abuela Tranquilina me enseñaba a cortar rosas en el jardín. Es el hombre más importante del mundo, me dijo ella sin asombro.
‘Sólo al final de la escuela tuve que enfrentarme a la verdad, de que aquella visita histórica de la cual oí hablar por el resto de mi infancia, no podía ser sino un invento de mi imaginación. Pues sólo entonces me enteré por casualidad de que el General Rafael Uribe Uribe no estuvo más de una vez en la casa de mis abuelos, al término de la Guerra de los Mil Días, y que había sido asesinado a golpes de hacha a las puertas del Congreso Nacional, cuando faltaban todavía más de 14 años para que yo naciera’.
Luis de Greiff afirmaba que Rafael Uribe Uribe había tenido una vida intensa y fecunda. Su biógrafo, Eduardo Santo, la definía como el ‘Caudillo de la esperanza’. El Maestro Valencia le decía, ‘Apóstol, paladín y mártir’.
Uno puede analizarlo desde todos los ángulos: el militar, jurisconsulto, el orador, el hombre de letras, el hombre del campo, el organizador, el hombre de trabajo, el hombre de las ideas sociales.
El militar
Participó en las guerras civiles de 1876, 1886, 1895 y en la Guerra de los Mil Días, que en realidad fue de mil 128 días y dejó 100 mil asesinatos en nuestra Patria.
Cuando participó en la guerra de 1876 tenía apenas 17 años. Fue herido en la batalla de Los Chancos, recogido por su hermano Heraclio y conducido a la casa donde su padre, Don Tomás Uribe Toro, lo recibe con el temple espartano de su espíritu y exclama: ‘hijo mío así quería verlo yo, para que nadie pueda dudar de que has pelado como un hombre’.
Estuvo en la cárcel porque dio de baja a uno de sus soldados, Resurrección Gómez, que estaba incitando a la tropa a la insubordinación. Amigo en extremo de la disciplina y del respeto, no permitió nunca que sus órdenes fueran desatendidas. Juzgado por el Gobierno de entonces salió absuelto, después de una elocuente defensa a cargo del doctor Ricardo Restrepo.
Estuvo también preso en Cartagena después de la revolución de 1895, solamente durante 5 meses. Y al salir de esa prisión preparó la convención de 1897 y la declaratoria de la Guerra de los Mil Días.
Dijo que la guerra había sido forzada por el ambiente de intolerancia que forzó a una conflagración, que como un voraz incendio devastador, asoló al país durante mil 128 días. De esa guerra se recuerdan muchos episodios. Él la declaró a pesar de la renuencia del General Gabriel Vargas Santos, entonces reconocido como la figura cumbre del liberalismo.
Se recuerda su heroísmo, puesto de presente en el Puente de Peralonso, cerca de Cúcuta. El 15 de diciembre de 1899, entre los liberales intentaban abrirse camino hacía Ocaña, fueron sorprendidos a la altura de La Amarilla. Se inició entonces la batalla de Peralonso que culminó al día siguiente, cuando Uribe Uribe exclamó: ‘No hay retirada, voy a pasar el puente a la cabeza de los que quieran acompañarme’. Entonces con Saúl Zuleta y diez voluntarios cruzó temerariamente el puente sobre el Zulia y desbarató la victoria que ya tenían asegurados los contrarios, logrando las desbandadas de las fuerzas que se le oponían.
‘Pasaremos el puente. Una vez allá dispararemos nuestros revólveres por los propios botafuegos del enemigo, y lo demás lo hará la fuerza de nuestro entusiasmo’. Ese acto heroico le valió el título de ‘El Héroe de Peralonso’. Rafael Uribe Uribe es un valor civil sin dobleces.
Para que la Nación no sufriera menoscabo en su integridad territorial, claudicó su revolución buscando la manera de conjurar la intromisión norteamericana en Panamá. El 24 de octubre de 1902 en la Hacienda Neerlandia, en el Departamento del Magdalena, firmó la paz con el General Florentino Manjarrés.
El Gobierno liberó los prisioneros de guerra, concedió amplia amnistía con completas garantías para los comprometidos con la revolución. Desde aquel día, Rafael Uribe Uribe abandonó el sable del guerreo y sólo trabajó con la pluma del escritor y con lo que el llamaría las herramientas fecundas de la producción.
Ese acuerdo de 1902 fue seguido en las semanas posteriores por otros dos, el que firmaron en el Buque Wisconsin, en Panamá, las tropas gobiernistas, lideradas por el General Alfredo Vásquez Cobo y los representantes del General Benjamín Herrera. Y también, el que se firmó en Chinácota, cerca de Cúcuta, por el General Ramón González Valencia y los representantes del liberalismo.
Al disolver sus tropas en Barranquilla, después del acuerdo de 1902, dijo a los soldados: ‘Hemos combatido por la verdad y la justicia; nada se nos dé si la fortuna veleidosa nos volvió la espalda. Despidámonos como los soldados y preparémonos a saludarnos como ciudadanos’.
El liberal
Salió embestido como jefe del liberalismo, rodeado de afecto y admiración. Y para empezar la nueva etapa, en una Colombia bastante destruida, en una Colombia que un año después perdió a Panamá, expresó: ‘Como los mancebos israelitas, entré al horno de la guerra y salgo de él con la cabeza fría y el corazón sin cólera. El humo de los combates nunca ofuscó para mí la imparcial apreciación de las cosas; con mayor razón hoy, que la aurora de la paz despunta’.
Refiriéndose a la necesidad de la Concordia para reconstruir la nación expresó: “Tenemos toda una nación por reconstruir. Nuestros padres y nosotros mismos creímos hacer Patria empleando los fusiles destructores. Necesitamos hacer Patria con las herramientas fecundas del trabajo. Yo he podido renunciar, como en efecto he renunciado, de una vez por todas y para siempre, a ser un revolucionario con las armas, pero no he renunciado a ser un revolucionario y un agitador en el campo de las ideas. Por eso, toda mañana toco la diana, paso revista a las ideas que he venido profesando, doy de baja aquellas que considero inútiles y obsoletas y las remplazo por otras mas fuertes y robustas’.
‘De los primeros yo en tomar las armas, de los últimos en soltarlas, quiero hoy, cuando ya el fallo de la suerte está dictado, declarar mi conformidad con él y contribuir en toda la medida de mi influencia, al apaciguamiento de los ánimos’.
Un gran constructor de paz
Se convirtió en el gran constructor de la paz, no dudó en apoyar el Gobierno del General Rafael Reyes, ese quinquenio de tantas realizaciones para la Patria.
Cuando se presentaron las últimas elecciones que le tocó presidir, en las que le tocó participar en 1914, acompañó la elección del doctor José Vicente Concha, actuó nuevamente como un disidente liberal, se apartó las orientaciones del oficialismo que señalaba la candidatura del doctor Nicolás Esguerra.
En esa época ayudó muchísimo a la renovación de la agricultura colombiana, importó pastos, como aquel que se conoció como la yaraguá Uribe, el puntero en la costa caribe. Trajo a Colombia el café maragogipe. Se le reconoció en todo el continente por su contribución al desarrollo de la agricultura y al desarrollo de las letras.
Ya bellamente el doctor Otto Morales Benítez nos ha recordado cómo el General Uribe Uribe propuso esa adaptación de nuestra lengua castellana a un gran idioma latinoamericano. Era un erudito profundo en todos los campos, impresionante.
Hay unas tesis bien importantes sobre las relaciones entre la política y la Iglesia. En esas tesis no renuncia a su fe, pero deja claro que la acción de los partidos es distinta de la acción de la Iglesia. Cuando uno lee esa tesis encuentra un gran equilibrio.
Nos ha recordado el doctor Otto Morales cómo lo hemos considerado el precursor de pensamiento social, del derecho laboral, de la limitación de las horas del trabajo, el descanso semanal, en la reglamentación de labores para menores, mujeres, de la seguridad industrial, de la atención médica, accidentes de trabajo, de la pensión de vejez y de muerte, del ahorro, del cooperativismo.
Periodista infatigable
En 1882 fue uno de los redactores de La Consigna y La Unión. Dirigió El Republicano y colaboró con El Relator. En 1884, en Medellín, fundó El Trabajo, periódico serio y combativo de gran acogida entre la sociedad antioqueña. En 1886 dirigía La Disciplina, fue reducido a prisión y desterrado del Estado de Antioquia. En 1891 colaboró con El Espectador, amigo de la primera generación de los Cano. En 1898 fue uno de los fundadores de El Autonomista, diario capitalino de gran influencia y de cuyas páginas se incubó la revolución de 1899, alentando las ansias de libertad. En 1911 fundó el diario El Liberal, órgano ideológico desde su partido, fomentador del progreso nacional.
Es inagotable la temática sobre la contribución de Rafael Uribe Uribe a la Patria.
Es bien bella la pieza de Guillermo Valencia en sus obras fúnebres: ‘Así premias oh Democracia, a los mejores de tus hijos, los vistes de escarnio y los paseas ceñidos por los cascabeles de los locos. A quien tuvo para tí la palabra de miel, tú le contestas con la voz del agravio; a quien se desveló sirviéndote, tú lo galardonas con el frió medroso de los sepulcros; a quien cantó para tí con labio encendido el himno de tus glorias, tú le contestas con la voz del agravio; a quien se desveló sirviéndote, tú lo galardonas con el yambo de la venganza. Sucre, Arboleda, Uribe, oh Democracia, bendita seas aunque así nos mates’.
Eduardo Zalamea Borja, de apenas 7 años, vio el cadáver de Rafael Uribe Uribe y nos dejó este patético recuerdo del sacrificio: ‘Desde un lugar sobre el cual podían inclinarse nuestros siete años que vestían delantal y candidez, iba el cadáver del héroe entre el teñido de los cobres y el llanto femenino las flautas. Adelante lanzan su alarido de las belicosas cornetas y los broncos tambores que mancillaban la atmosfera con sus voces militares, era el mismo que habíamos mirado vivo sobre el papel y que otros vieron glorioso y victorioso, y glorioso y vencido, entre la pólvora de Peralonso y Palonegro en Bucaramanga, en Terán y en Los Chancos’.
‘Vertió su sangre adolescente sobre su cuerpo herido por el filo de las hachas, amanecían los tres colores vibrantes de la bandera. La frente cubierta por la generosidad de las vendas, dejaba ver apenas el vuelo negro de las cejas y la línea pálida de la nariz y el pliegue de la boca sin palabras. Escoltaba el último viaje del caudillo una marcha fúnebre que tocaban treinta mil corazones’.
¿Quién lo mató? Los asesinos materiales fueron Jesús Carvajal y Leovigildo Galarza. El crimen está todavía impune en los asesinos intelectuales, en quienes originaron y determinaron ese asesinato. Pero la historia tiene algunos rasgos que se demoran en desaparecer.
La conflagración política, el debate sin equilibrio, el estímulo de los odios, el mismo liberalismo se encargó en esa época de atropellarlo con toda clase de sindicaciones, el partido al cual él había servido toda la vida.
En esta oficina de la Presidencia, en estos años, hemos tenido cuatro cuadros, en frente al escritorio un cuadro del General Nariño, esta casa de su familia, los derechos humanos al servicio de la virtud; en la pared izquierda, localizamos un cuadro del General (Francisco de Paula) Santander, ley al servicio de la virtud; en la pared justo encima del escritorio, el cuadro del Libertador, la espada al servicio de la virtud, y en la pared de que da contra la Plaza de Armas y el Capitolio, un cuadro del General Uribe Uribe, sobre el cual digo, la virtud de carne y hueso.
Uno de los más importantes colombianos de todas las épocas, la virtud en el amor a la Patria, a sus semejantes, la virtud en el trabajo, en el servicio público, en la vida del labriego, en la vida del estudioso, la virtud integral, la virtud de carne y hueso.
Muchas gracias señora Ministra (de Comunicaciones, María del Rosario Guerra) y señor Director (Presidente de Servicios Postales Nacionales, Juan Ernesto Vargas) por rendir este homenaje a uno de los colombianos más importantes de todos los tiempos en el año en que se cumplen los 150 de su natalicio, y en el mes de octubre cuando el país recuerda con tristeza otro aniversario de su sacrificio.
Cuentan que en las horas de agonía le ofrecieron coñac y dijo: ‘agua pura’, que fueron sus últimas palabras.
Muchas gracias a todos”. |