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Palabras del Presidente Álvaro Uribe Vélez
durante la celebración de los 60 años del diario El País, de Cali

20 de abril de 2010 (Cali)
     
 

“Después del mediodía de hoy, en un accidente aéreo en el Tolima, fallecieron el brigadier general Fernando Joya Duarte, Comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta del Sur del Tolima, Fuerza de Tarea que se ha venido instalando para combatir los grupos terroristas que tanto han afectado el sur del Tolima, del Huila, el Quindío, el Valle del Cauca y el Cauca.

Falleció el coronel Arturo Herrera Castaño, Comandante de la Brigada Móvil número 20; el teniente coronel Juan Gonzalo Lopera Echeverry, Oficial de Operaciones de esa brigada; el integrante aerotécnico de la Fuerza Aérea, Eider Vargas Avendaño; el Capitán de Fragata, en uso de buen retiro, Rodolfo Garzón Venegas, piloto; el Teniente de Fragata en uso de buen retiro, Camilo Andrés Cujar, copiloto.

Ha quedado heridos en este accidente el Teniente Alcides Otálora Polo; el
Técnico Primero José Hefner Lerma Prieto, el Aerotécnico, Víctor Sorza Pulido.

Sentimos profundo dolor por este accidente, por los héroes de nuestras Fuerzas Armadas fallecidos, cumpliendo una tarea que la Patria necesita en el sur del Tolima. Los invito a que guardemos un minuto de silencio para honrar a estos compatriotas.

Los 60 años del diario El País

Apreciados compatriotas vallecaucanos: 60 años muy importantes y muy difíciles. Como lo ha dicho María Elvira Domínguez Lloreda (Directora y Gerente del Diario El País), 60 años de grandes avances técnicos y científicos de la humanidad. Podríamos decir: 60 años de ejemplo vallecaucano para construir capital cívico, para enfrentar dificultades, para superar periodos difíciles, para poner fe en la cabeza del progreso del país, 60 años de violencia. Y en estos 60 años, El País ha dejado de circular tres días por obra de la dictadura. Un mérito de 60 años que los colombianos aplaudimos con inmensa admiración.

Quiero rendir un tributo a tres generaciones de una familia dedicada a estimular los principios de la democracia, sus valores, al grupo fundador, con el liderazgo de quien fuera la cabeza de esa primera generación: el doctor Álvaro Lloreda Caicedo; a la segunda generación, que el país conoció a través de ese gran líder, el doctor Rodrigo Lloreda. Y a la nueva generación que ha asumido el mando, representada en María Elvira Domínguez Lloreda, su actual directora, y en el Embajador (en Países Bajos), Francisco José Lloreda Mera.

Un aporte valiosísimo a la democracia colombiana que los colombianos, seguramente porque hemos vivido, salvo un periodo excepcional que el país no recuerda, una época larga, perdurable, de libertad de prensa, los colombianos de pronto no apreciamos suficientemente. Una libertad en alguna forma retórica, acompañada por la buena voluntad de los gobiernos, pero diezmada, amenazada en muchos momentos por las acciones del terrorismo que han tratado de superar las posibilidades de los gobiernos.

Rindo un homenaje a los valores democráticos que han tenido en el El País una llama permanente. Rindo un homenaje al temperamento de su fundador. Qué declaración tan de carácter, tan importante, qué punto de referencia para templar al ser humano en las dificultades, esa frase con la cual naciera el periódico El País.

En un momento bien difícil de la historia nacional, aparece en sus registros, en la primera edición, dos cables de felicitación del presidente saliente Mariano Ospina Pérez, y del presidente electo Laureano Gómez. En momentos difíciles de la vida nacional.

Quiero tomarme unos minutos, apreciados compatriotas vallecaucanos, para hacer unas reflexiones sobre la Patria en estos momentos finales del Gobierno, aquí con ocasión de los 60 años de El País.

Reflexión histórica

Cuando estamos próximos a conmemorar las dos centurias del Grito de la Independencia, afloran muchas reflexiones.

El recorrido por la historia nos muestra una Patria con buenos gobernantes, buenos líderes, buenas políticas públicas, un pueblo emprendedor, laborioso, con capital social, y uno hace una pregunta: ¿por qué no hemos progresado suficientemente? Seguro los historiadores, los sociólogos, los politólogos, los científicos, todos habrán de respuestas. Creo que podemos intentar el asomo de una respuesta.

Hemos estado maltratados por un viacrucis de violencia que ha tenido muy poco receso a la largo de la historia de la Patria. Diría que por ahí tiene que empezar una profunda cavilación nacional a fin de poder comprometerse el país entero con un futuro de mayor celeridad en la prosperidad colectiva.

Prosperidad colectiva que a mi juicio no depende de temas menores, de temas mayores que se pueden entender de manera simple, en los cuales están la seguridad, la promoción de la inversión con responsabilidad social, el acceso a mercados, la innovación productiva, una revolución educativa permanente y un desatraso en materia de infraestructura.

En seguridad se han presentado fenómenos importantes, pero hay riesgos. Diría que es más importante, es un intangible, una revolución cultural.

Cuando mi generación estaba en las bancas de la universidad, se exageraba en el examen de las teorías del derecho positivo, de la explicación positiva del derecho penal, y se nos quería hacer aceptar que el delito siempre era la causa del estado famélico de la población.

Se indicaba que el único camino para enfrentarlo era solucionando la problemática social; se desconocía la influencia del delito en el agravamiento de la problemática social. Se quería mantener el mensaje y se impedía que la sociedad colombiana lo cuestionara, de que la seguridad era una categoría dictatorial, obedecía a una actitud fachista.

La revolución cultural que advierto en la mente de la mayoría del colectivo de mi Patria, es que hoy se acepta la seguridad como un valor democrático, como una fuente de recursos, como un elemento fundamental para la cotidiana operatividad de la democracia; creo que ahí tiene la Patria un buen avance.

Por supuesto, hay riesgos: el riesgo de la permanencia de grupos criminales con estructuras organizadas que hemos debilitado pero que no hemos podido derrotar. El riesgo de la guerrilla, de bandas criminales del narcotráfico que hoy proceden de manera aliada para distribuirse los recursos de este negocio criminal. El riesgo de la falta de solidaridad en algunos sitios de la comunidad internacional para ayudar a enfrentar este fenómeno, y por supuesto todavía riesgos en sectores de opinión de la Patria.

Y es bueno aprovechar el examen de la historia al cual nos invita el Segundo Centenario del Grito de Independencia del 20 de Julio, para hacer unas consideraciones sobre el tema: la violencia ha frustrado muchísimas posibilidades del país.

Luis López de Mesa, canciller de la administración del doctor Eduardo Santos, en su libro sobre ‘Las frustraciones nacionales’, advierte cómo el país frustró la posibilidad de derivar beneficios de todo el conocimiento que había acumulado la cultura agustiniana por la destrucción violenta de la cultura agustiniana. La Conquista destruyó violentamente todo el conocimiento acumulado por los grupos aborígenes que nos antecedieron.

El Movimiento Comunero, y lo recordaba ayer en San Gil, en Santander, tuvo una gran semejanza con el movimiento que se desató en Inglaterra con Juan Sin Tierra, al principio del segundo milenio, para empezar a formar el Estado de Derecho. Aquella carta de Juan Sin Tierra fue la convocatoria al pueblo inglés para revelarse contra el ejercicio de poderes omnímodos por la monarquía, y para exigir que empezara esa transición de poderes a la decisión del arbitrio colectivo de la democracia.

El movimiento comunero propuso exactamente lo mismo, y el país se frustró, y aquella organización democrática, destruida violentamente.

Hace dos años, cuando conmemorábamos el segundo centenario de la muerte de Mutis, nos preguntábamos: ¿por qué el país no recibió suficientes beneficios de la generación de iluminados que formó Mutis? Porque como no afianzamos la Independencia después del 20 de julio, permitimos que la reconquista brutal los llevara a ellos al cadalso.

Los días siguientes al 20 de julio de 1810, el General Santander, de apenas 18 años, acababa de graduarse en el colegio San Bartolomé y se enrolaba en un ejército. Pero resultó que no era el ejército para combatir a los españoles y consolidar la Independencia; era el inicio de nuestra primera guerra civil en la independencia. Era el ejército de Nariño contra los federalistas, liderados en Tunja por Camilo Torres. Esa guerra civil nos condujo a la Patria Boba.

Nariño, en las páginas de La Bagatela, que junto con el periódico del Orinoco del general Bolívar, se constituyen en antecesores muy bien importantes del país, Nariño se quejaba de que cuando se puso el primer huevo a favor de la independencia, en lugar de consolidarlo, eso se derrochó. La guerra civil impidió que se consolidara esa independencia, vino esa reconquista a sangre y fuego.

El año pasado, cuando conmemorábamos los 20 años del magnicidio de Luis Carlos Galán, nos preguntábamos por los magnicidios de la Patria; habían empezado justo en la Independencia; el fusilamiento, por parte de los nuestros, de Piar, puede ser considerado el primer magnicidio. Después los fusilamientos de 1828, a los presuntos autores del atentado contra El Libertador de aquel 25 de septiembre; entre los fusilados se incluyó a un inocente de los hechos, al almirante Padilla, el héroe de la única batalla naval de la Independencia, la Batalla de Maracaibo.

El Libertador reconocía en Sucre al mejor de sus generales; tal vez tuvo El Libertador pocos espacios de descanso, uno de ellos forzado por la circunstancia: debió quedarse en Bucaramanga y no pudo asistir a la convención de Ocaña. Luis Perú de la Croix, coronel del Ejército Libertador compartió con él todas aquellas tertulias de Bucaramanga y escribió un bellísimo diario. Una noche le preguntaron al Libertador: ¿cómo califica usted a los generales? –yo lo repito permanentemente a mis compañeros de Gobierno. Decía: los mejores, los que son buenos en el campo de batalla y en la oficina; los segundos, los que son buenos en el campo de batalla y malos en la oficina, y los terceros, los peores, los que son buenos en la oficina y malos en el campo de batalla.

Y le preguntaban: Libertador ¿y quién es el mejor? Y él sin vacilar, dijo: Sucre. Pero cuando ya había emprendido su viaje, agónico, recibió la noticia de aquel magnicidio ocurrido el 4 de julio de 1830 en Berruecos.

Y en la misma montaña, en los años 1860, se asesina a Arboleda, presidente electo. Y en 1914 a uno de los gestores de los acuerdos de paz de 1902, a Rafael Uribe Uribe. Y después a Gaitán. Y justamente está el país viviendo aquellas dificultades posteriores a la muerte de Gaitán cuando nace El País, en Cali. Y después a Luis Carlos Galán. Y después a Álvaro Gómez Hurtado.

Los colombianos nos privamos del éxito que habría tenido El Libertador como gobernante, pero no pudo dedicar mayor tiempo al gobierno. Cuando terminaba la Batalla de Boyacá, rápidamente instalaba a Santander en la vicepresidencia, emprendía la campaña de Venezuela, y al regresar de Venezuela tenía que emprender la Campaña del Sur. Y al regresar victorioso del sur, un día tiene que emprender hacia Venezuela a evitar la desintegración de la Gran Colombia, promovida por el general Páez, y al otro día a evitar la separación del Perú o la desintegración por parte del general Juan José Flores en el Ecuador, y la invitación al general caucano para que Pasto hiciera parte de esa separación, justamente con Ecuador.

Y en 1828 se presentan tres viajes muy tristes, entre 1828 y 1830. El viaje de Santander al exilio por haber participado, como se le acusaba, en el atentado contra El Libertador. El viaje final del Mariscal Sucre, y el viaje final del General Bolívar.

Y regresaba Santander elegido presidente en 1832, y emprende una magnífica revolución educativa, pero esa revolución no produce sus frutos porque rápidamente llega la revolución de los Supremos del general Obando.

Y ese periodo entre 1848 y 1863, de inestabilidad y de violencia. Los golpes de Obando, de Melo, de José Hilario López, de Mariano Ospina Rodríguez. Y el país llega con mucha ilusión a la Constitución de 1863. En nombre de ella, el país descubre liderazgos impresionantes. Uno de ellos, Murillo Toro, quien origina toda la revolución de las comunicaciones en Colombia, en cuyo nombre se otorga la máxima condecoración del sector al periódico ‘El País’ en sus 60 años.

Otro de ellos, Aquileo Parra. Pero es un periodo de violencia e inestabilidad. Entre 1863 y la Constitución de 1886, el país vive 30 guerras civiles, 30 guerras civiles en 23 años. El Gobierno de Núñez trae orden, trae paz, que solamente dura siete años. El Gobierno de Núñez surge como una rebelión del temperamento caribe de la Patria contra el desorden y contra la violencia.

La misma corriente rebelde contra el desorden y la violencia que años atrás lo habían llevado a la Presidencia del Estado de Bolívar. Y coinciden muchos historiadores en asignar a ese periodo de paz del gobierno de Núñez el florecimiento de la industria en el Caribe, el avance de la caficultura y la agricultura en la Colombia andina y en los valles interandinos.

Pero vino la guerra civil de 1895, no había terminado y empezaba la guerra civil, la última del siglo XIX, aquella de los 1.128 días, cien mil muertos. Termina con los pactos de paz de 1902. En uno de esos tres pactos, firmado por Florentino Manjarrés, general del ejército oficial, y por Rafael Uribe, de los ejércitos insurgentes, este último dice: hemos hecho la paz no porque estemos convencidos de la paz; hemos hecho la paz porque destruimos la Patria; ya no hay nada por qué pelearnos.

Y agrega: nuestros padres y nosotros mismos pensábamos equivocadamente que hacíamos patria con los fusiles destructores de la violencia. La única manera de reconstruir el país y hacer patria es con las armas fecundas del trabajo.

La patria quedó destrozada; en ese destrozo surge finalmente la independencia de Panamá. En la declaración de independencia de aquel 3 de noviembre de 1903, los panameños dicen que se independizan porque han llegado a la mayoría de edad, que lo hacen como hermanos que desean ejercer sus derechos.

El general Pedro Nel Ospina visita al presidente Marroquín en el Palacio de San Carlos, lo encuentra leyendo una novela en francés, le informa de la separación de Panamá y no había manera de reaccionar; el Presidente continuó con la novela en francés.

En aquel momento perdimos la joya de la corona. Panamá era la cabeza de la nación que habíamos construido. Los historiadores asignan el gran peso de la responsabilidad en la independencia de Panamá a Wall Street, al interés norteamericano en el canal, a la política del Gran Garrote de Theodore Roosevelt.

Pero se ignora un tema: el pueblo panameño venía acumulando fatiga por los reiterados descuidos de falta de autoridad en Colombia, se había presentado un intento de separación; ese intento se evitó gracias a la presencia en Panamá de un hombre de autoridad, que el país no comprendió en su momento, el general Rafael Reyes. Fue en un instante en el cual todavía no era presidente.

Rafael Reyes, como delegado de la administración de turno, pudo imponer orden en panamá y evitó que Panamá se independizara, pero ya posteriormente no se pudo evitar. La historia también tendrá que examinar cómo no fue solamente la política de gran garrote de T. Roosevelt, lo que causó la independencia de Panamá, sino la política nuestra del gran descuido, por nuestra violencia interna, por nuestra falta de autoridad.

Y vinieron años de relativa paz, gobiernos decentes, progresistas. Podría citar uno o dos de ellos. Al de Pedro Nel Ospina, un gran avance en infraestructura, la inversión de los recursos de la indemnización por la pérdida del Canal de Panamá; el de Alfonso López Pumarejo, que contrariamente a como lo señalan muchos en nombre de banderas electorales, no estimuló los derechos de los trabajadores a expensas de la modernización empresarial. Hizo todo lo contrario.

Alfonso López Pumarejo creó un gran ambiente de fraternidad para la modernidad, a tiempo que se construía todo ese marco para la prosperidad empresarial en la Patria, se reivindicaban los derechos de los trabajadores.

Y resurge la violencia partidista a principios de los años 40, cuando los ex presidentes Alberto Lleras y Laureano Gómez le ponen fin con los pactos del Frente Nacional, todavía no han llegado esos pactos al oído de muchos colombianos, que ya escuchan retumbar los explosivos y el disparo de los fusiles, porque había aparecido la violencia de las guerrillas marxistas, las guerrillas del odio de clases, las guerrillas de la sustitución del Estado de Derecho por la dictadura, la guerrilla de la supresión de las libertades.

Y avanzan, y maltratan la buena fe de muchos gobiernos que crean condiciones de paz, y generan la expresión igualmente cruel del paramilitarismo. Y unos y otros cooptados por el narcotráfico.

Podríamos afirmar, apreciados compatriotas, que en estos dos siglos de vida independiente escasamente hemos tenido 47 años de paz, y podríamos también afirmar, apreciados compatriotas, que las generaciones vivas desde los años 1940 no han tenido un solo día de paz.

Seguridad Democrática y promoción de la inversión

Por eso, es bien importante proponer al debate colombiano la necesidad de hacer de una Política de Seguridad con valores democráticos, una política de continuidad en la Patria. Que no de estancamiento, que sí de mejoramiento contínuo.

Esta tarde les decía a los estudiantes de la Universidad Autónoma de Occidente que hay una gran diferencia entre lo que es una política de Seguridad con valores democráticos y una política de represión.

Cuando terminaba un largo y fecundo debate allí les decía: ‘Muchachos, veo que no había necesidad de vestirse de un color, porque los valores democráticos permiten que los colombianos nos vistamos de todos los colores’.

Insistiré ante mis compatriotas, en estos días finales de Gobierno, en la necesidad de que prospectemos la prosperidad del país con ese valor tan importante que es la seguridad. Y eso es el principio para crear, para consolidar una gran tendencia de confianza, de inversión en la Patria.

Yo dividiría en cuatro categorías los gobiernos frente a la inversión privada: una primera categoría, aquellos que abiertamente se oponen a la inversión privada; una segunda categoría, aquellos que no se oponen a la inversión privada, pero no la defienden; una tercera categoría, aquellos que le dan un tratamiento de persona, de acuerdo con circunstancias individuales a la inversión privada. Y la cuarta categoría, los gobiernos que la defienden, que creen que es un presupuesto fundamental para la prosperidad, para la creación de empleo, para la superación de la pobreza, para la construcción de equidad; y que además se entienden con la inversión privada con criterio institucional, abstracto e impersonal, no con criterio individual. Ahí hemos procurado en estos años ubicar el Gobierno de Colombia.

Afectados nosotros por la crisis mundial de la economía y por la crisis con Venezuela, podemos decir que, sin embargo, en 2009 Colombia tuvo la más alta tasa de inversión de la región con el 25,8.

El país venía acostumbrado a unas tasas de inversión entre el 12, el 14, picos del 16; en los últimos cuatro años hemos tenido unas tasas de inversión por encima del 25 por ciento.

Cuando el rango de inversión extranjera en Colombia era entre 400 y 2 mil 100 millones de dólares, en los últimos años hemos estado por encima de 8 mil 500.

El año pasado hubo una caída del 29 por ciento en la inversión extranjera en el mundo. Nosotros tuvimos una pequeña caída frente a 2008, pero 2009 fue el segundo año récord de inversión extranjera en Colombia con 9 mil 530 millones.

La China es el mejor ejemplo de la necesidad de mantener una alta tasa de inversión, sólida, prolongada en el largo plazo.

Desde el acceso de Deng Xiao Ping, China se ha mantenido como el gran captador de inversión en el mundo, con tasas que superan el 30 por ciento. Y en esto hay que tener continuidad, perseverancia y paciencia. En más de 20 años apenas han logrado reivindicar de la pobreza a 400 millones, de una población total de mil 300 millones.

Por supuesto, la inversión necesita una definición política, una orientación estructural y una responsabilidad social.

En aquello de la responsabilidad social pensamos que la primera responsabilidad social de la inversión es la transparencia en la relación entre la inversión y el Estado.

Y por supuesto, la transparencia empieza por la seguridad, porque la principal fuente de corrupción, y lo ha habido en nuestro pueblo con la penetración de los gobiernos, de los presupuestos públicos, con la desorientación de la empresa privada, ha sido justamente la corrupción que emana de falta de autoridad contra los gérmenes de la violencia.

Responsabilidad social es también canalizar la inversión para que el país no sea solamente un destino de talla mundial en materia de inversión, que no se le reconozca solamente por su avance en materia de seguridad, sino que también se le reconozca por sus valores democráticos, se le reconozca por su lucha para preservar su biodiversidad, por su liderazgo en la lucha contra el cambio climático.

Responsabilidad social es fraternidad en las relaciones laborales. Todo lo contrario a relaciones laborales con odio de clases o con capitalismo salvaje. Fraternidad en la dirección de las relaciones laborales, y responsabilidad social en el concepto de capital.

La última crisis de la economía –de la cual no hemos salido- nos indica fehacientemente que la causa que la determinó fue la noción especulativa del capital, que nos obliga a reorientar el significado del capital, a entenderlo únicamente como un factor de creación de riqueza social.

Nosotros hemos procurado adelantar una serie de reformas estructurales para permitir que avance la inversión. Quedan pendientes otras. Diría que la más importante que queda pendiente es la reforma a la justicia.

En estos cien días de Gobierno, haremos un gran esfuerzo para que algunos proyectos que están en el Congreso de la República puedan avanzar.

Temas tributarios

Quiero hacer una referencia aquí a los temas tributarios y a los temas laborales.

Creo que es importante para la inversión el avance que hemos tenido en el concepto de la tributación. A mí me preocupa cuando escucho en estos debates afirmar a algunos compatriotas que hay que resolver el déficit fiscal eliminando las exenciones.

Veamos cuáles son: la principal es la exención al Banco de la República; inocuo eliminarla porque las utilidades del Banco de la República automáticamente pasan al Gobierno.

Otra bien importante es la exención a los dividendos. Fue la administración Barco, cuando era Ministro de Hacienda el hoy ex presidente César Gaviria, que atendió la voz del país y desmontó la doble tributación.

Yo diría que eso es reciente, que ha sido provechoso, y creo que cometeríamos un error enormemente grande si reversáramos aquella decisión de finales de los años 80.

Este Gobierno ha introducido una serie de elementos importantes de incentivos a la inversión, sectoriales y generales.

Teníamos 11 zonas francas, vamos a terminar con más de 70. Es bien importante anotar que un país con 80 mil habitaciones hoteleras, construye en este periodo 17 mil más.

Se ha reiniciado el proceso de reforestación comercial, deberíamos tener más de 3 millones de hectáreas; el proceso empezó con fuerza en los años 60 en el Valle del Cauca y en Antioquia y se frenó por las cargas tributarias y la violencia. Se han obtenido nuevamente las condiciones para que florezca.

Estímulos a la investigación, estímulos a la innovación productiva. Creo que no se le puede dar el mismo tratamiento al contribuyente que no invierte que el tratamiento que se le da al contribuyente que invierte.

Hace poco el Ministro de Comercio y mi persona nos encontrábamos con un empresario americano que tiene la mayor fábrica de confites en China, y nos decía que tenía que escoger un país en América para instalar una sucursal, que nunca antes había pensado en Colombia y que por primera vez veía a Colombia en la pantalla del radar de los destinos de inversión.

Una reflexión: un país que ha creado unas condiciones de inversión, decisiones de inversión que apenas empiezan a tomarse para favorecer a Colombia, cometería un error si desmontara instituciones básicas que han venido construyendo ese marco de atracción a la inversión.

Yo diría que no hay que temerle tanto a la situación fiscal. Nosotros recibimos un déficit del Gobierno Nacional Central por encima del 6,5 (por ciento), va a terminar entre el 4,3 y el 4,5 (por ciento), pero en el Gobierno Nacional Central ya no podemos contabilizar el superávit de Ecopetrol porque es independiente, ni el superávit de Isagen porque es independiente.

Y pienso que dejamos dos legados fiscales de gran importancia: la Reforma Administrativa y el desmonte de los subsidios al combustible.

Hemos reformado 465 entidades del Estado: Ecopetrol, Telecom, el IFI, las clínicas del Seguro Social, 250 hospitales públicos, sin cerrar uno solo. En todas esas entidades hemos eliminado politiquería y corrupción. Eso le ahorra al Estado colombiano 6,28 del PIB.

Los colombianos estoicamente han soportado en estos años el desmote de los subsidios al combustible; de no haberlo hecho, con un incremento que ha sido muy pesado en precio doméstico, el déficit estaría en un punto, punto y medio más del PIB.

Creo que esos dos elementos ayudan bastante al nuevo Gobierno y creo que hay ajustes como los que se están haciendo para obtener nuevos ingresos de la salud que no deben llevarnos al desespero de permitir que se eliminen los estímulos a la inversión.

El país ha logrado sortear esta crisis con relativo éxito; disminuimos velozmente el desempleo entre 2003 y 2007, no pudimos hacerlo recientemente por la crisis de la economía, pero tampoco destruimos empleo.

Yo creo que esta crisis nos deja estas reflexiones: primero, la banca colombiana estaba preparada y resistió; segundo, esta crisis que se expresó en una gran reducción de ingresos al Gobierno Central, no llevó al Gobierno central a reducirle transferencias a las regiones, es bien importante para la descentralización. Tercero, lo veíamos esta tarde en la Universidad Autónoma, en las crisis anteriores aumentaba la deserción universitaria y la deserción escolar; en esta crisis Colombia siguió aumentando población escolar y población universitaria.

En esta crisis continuamos afiliando colombianos a la seguridad social; no ocurrió lo de las crisis anteriores cuando se presentaban fenómenos masivos de desafiliación a la seguridad social.

En esta crisis América Latina aumentó la pobreza en 9 millones, Colombia disminuyó la pobreza y disminuyó en una cantidad más importante la miseria absoluta. En esta crisis, gracias a los apoyos del Gobierno, cuando a la pobreza se les resta lo que significa los apoyos del Gobierno a los sectores más pobres, la pobreza se reduce no en 10 puntos, como se reducía antaño, sino en 14 puntos.

Hemos logrado sortear una crisis llena de dificultades en lo fiscal, en aquello de lo social, en las transferencias a las regiones y en el endeudamiento.

Nuestro endeudamiento había subido al 48 por ciento del PIB, habíamos podido reducirlo al 22, queda alrededor del 26, 28, pero con un elemento muy importante: antes el 70 por ciento de nuestra deuda pública estaba en moneda extranjera, hoy el 30. Quiere decir que con un 70 por ciento de nuestra deuda pública en moneda local, Colombia es menos vulnerable a los choques internacionales de la economía.

Acceso a mercados

Todo ese marco de condiciones tiene que ayudar a que el país tenga confianza e inversión. Es bien importante. Pero la inversión se pregunta: ¿y qué hago al instalarme en Colombia, tengo acceso a mercados? Ese es otro tema bien significativo.

Entre 1989 y 2003, nosotros abrimos nuestra economía para la llegada de bienes extranjeros, pero no aceleramos el acceso a mercados. Solo tuvimos el mercado andino, un mercado bastante superficial de acceso a México, y preferencias unilaterales que no dan confianza de inversión, por su precariedad.

El afán de este Gobierno ha sido abrir mercados: el acuerdo de la Comunidad Andina-Mercosur, el acuerdo con Chile, con Perú, con tres países centroamericanos. Ahora la negociación con Panamá, con Canadá, con Estados Unidos, con la Unión Europea. Otros acuerdos de gran importancia para desmontar la doble tributación, para avanzar en la promoción de inversiones.

Aspiramos en los cien días que faltan, avanzar en los acuerdos con Japón y con Corea. El acuerdo con Corea puede ser el camino de acceso definitivo de Colombia a la Asociación de Países de la cuenca del Pacífico. Los coreanos nos quieren, le agradecen a Colombia su participación en la guerra, son nuestros aliados para la inserción en el Pacífico.

Pero cuando hay seguridad, en avance, promoción de inversión que da tranquilidad y el acceso a mercados, viene otra pregunta para la prosperidad colombiana: ¿y qué se le va a vender a esos mercados? Por eso, la importancia de agregarle valor a la producción tradicional de Colombia y de la innovación productiva, en lo cual históricamente ha sido ejemplo el Valle del Cauca.

El Valle del Cauca siempre pensó, siempre ha pensado en los mercados externos, en que la canasta exportadora de Colombia sea una canasta con valor agregado, eso lo tenemos que impulsar, tiene que ser una constante de todas las horas.

Entre esos sectores de talla mundial, el Valle del Cauca tiene todas las posibilidades en el sector de los biocombustibles; no producíamos alcohol carburante; somos hoy el segundo país latinoamericano después del Brasil, gracias al Valle del Cauca; no producíamos biodiesel, somos hoy el primer latinoamericano, con 1 millón 800 mil litros diarios, a partir de palma africana.

Sectores como el turismo de salud, en el cual es pionero el Valle del Cauca, están llamados a darle a Colombia un posicionamiento muy importante en la economía internacional. La producción de medicamentos, la producción de cosméticos, el call center, aquello que los anglicistas llaman como una evolución del call center, el Bussines Process Out Sourcing, y otros que concertadamente han venido definiendo el sector público y el sector privado, son sectores en los cuales Colombia puede ser un jugador de talla mundial.

Educación e infraestructura

Pero una innovación productiva requiere una revolución educativa permanente. En estos años, apreciados compatriotas, hemos tenido una Ministra de Educación (Cecilia María Vélez) de condiciones de excelencia, que ha trabajado con toda independencia de las vicisitudes de la política, con un equipo de las mismas condiciones que la han rodeado; eso hace contraste con 100 años de la historia del país, cuando tuvimos 120 ministros de educación; los hubo excelentes, pero no tuvieron tiempo para adelantar una tarea.

La Ministra muestra hoy un balance muy importante en educación básica, en educación media, en universidad, en calidad; un balance integral que es el único camino para la innovación productiva, es el motor que jalona la prosperidad, la construcción de equidad, la superación de pobreza.

Y por supuesto, el país necesita un gran desatraso en infraestructura. Mis compañeros de Gobierno y yo llegamos en la noche del 9 de agosto de 2002 a Cali, a emprender el proceso de la reestructuración de Emcali; aquel día yo dudaba si podíamos avanzar en el MIO, y tenía la certeza de que no podíamos darle un golpe a la tierra para construir la doble calzada Buga – Buenaventura.

Todas esas dificultades se han venido superando. Nosotros tenemos hoy una obra de infraestructura iniciada en el país de gran trascendencia, que los próximos gobiernos pueden continuar con algunos factores de tranquilidad.

El primero, toda esta contratación se ha hecho honorablemente, con nuestro esquema de contratación con prepliegos, con tradición de los prepliegos, publicación de los prepliegos, audiencia pública.

Quedan los recursos para las obras que están en curso, y además el nuevo Gobierno tiene una gran posibilidad para adelantar otra gran fase de infraestructura; Ecopetrol ha aumentado su valor en este Gobierno por seis, siete veces; el próximo Gobierno, sin afectar el patrimonio público, puede vender una porción de Ecopetrol para adelantar la financiación de una nueva fase en el desatraso de infraestructura.

Yo creo, apreciados compatriotas, que estos elementos, bajo la sombrilla de los valores democráticos que defiende el país, son elementos de prosperidad de la Nación.

Seguridad social y tema laboral

Cuando se habla que la prosperidad depende del empleo y que éste depende de una pequeña reforma, grave, como sería eliminar los parafiscales, también estudiosos con modelos matemáticos responden que eso dejaría una gran incertidumbre para los recursos del Sena, de Bienestar Familiar y de las cajas de compensación, y que escasamente generaría 200 mil empleos por una sola vez.

Hace una semana el Gobierno recibió un estudio sobre la competitividad internacional de nuestras normas laborales, realizado por la firma consultora Ernst & Young. La verdad es que ese estudio nos muestra en una posición de equilibrio. Ese estudio anota que somos caros en el pago de la seguridad social, pero que tenemos una serie de ventajas que lo compensan.

Creo que el tema de los costos de seguridad social no se puede medir aisladamente, hay que verlo en el consolidado de la tributación. Y en estos años hemos bajado la tasa de renta al 33 (por ciento), hemos eliminado el impuesto de remesas, hemos eliminado el impuesto de timbre y hemos introducido los estímulos a la inversión.

Pero además cuando se hacen los estudios laborales y su incidencia en la competitividad del país, se ignoran elementos muy importantes: Colombia tiene un régimen bastante estable de trabajo temporal, a través de las agencias temporales de empleo, que mantienen 700 mil trabajadores.

Las cooperativas de trabajo asociado incorporan no menos de 900 mil trabajadores. Y se ha hecho una gran transformación en el contrato de aprendizaje.

La reforma laboral de 2002 dirigida por Juan Luis Londoño, cuya ausencia siempre deploramos, deslaboralizó el contrato de aprendizaje, lo modernizó. Colombia ha pasado en estos años de 30 mil a más de 120 mil aprendices. Y las decisiones del Sena del año pasado crearon la posibilidad de tener aprendices voluntarios sin techo para adicionar empleo en Colombia. Creo que eso es bueno para la población joven trabajadora y bueno para las empresas. Eso hay que mirarlo, ahí hay una gran posibilidad.

Además recientemente se reglamentó la Ley 590 de 2000. Han surgido en los últimos meses 30 mil empresas pequeñas, que el primer año solamente pagan el 25 por ciento de los parafiscales; el segundo año, 50 (por ciento); el tercer año, 75 (por ciento), y vienen a pagar el ciento por ciento, en el cuarto año. Y creo que el país tiene una gran posibilidad de desarrollar el contrato sindical para que muchas actividades se contraten vía servicios con las propias organizaciones de los trabajadores, como se hace con cooperativas de trabajo asociado.

Este Gobierno entregará, para la conmemoración del Primero de Mayo, una reglamentación que se viene concertando sobre el contrato sindical.

Creo, pues, que los cinco, seis temas de la prosperidad nacional son temas que también pueden ameritar una discusión de fondo en estos días de agitación democrática en la Patria.

Admiración por el Diario El País

Si ustedes me dijeran, en mi conocimiento, desde lejos, qué admiro de El País, no vacilaría en decirles: ‘El temperamento que refiere la historia de su fundador Álvaro Lloreda Caicedo y el carácter que conocimos de Rodrigo Lloreda’.

Pude compartir las bancas del Senado de la República con Rodrigo Lloreda Caicedo. Cuando pedía la palabra había silencio en la corporación, porque todos sabíamos que algo importante iríamos a escuchar. Nunca se oyó su voz para algo trivial; siempre para algo sustancial.

En un momento que muchos colombianos, por entonces minoritarios, veíamos con temor el asalto de la guerrilla narcotraficante a la buena fe del espacio que le habían abierto las instituciones democráticas, Rodrigo Lloreda se anticipó; no es que se hubiera puesto de acuerdo con quienes constituíamos la minoría del momento, sino que intuyó que había que buscar un camino diferente para defender las futuras generaciones. Sirvió bien a la Patria en la empresa privada, en el periodismo, en la política, en las relaciones internacionales. Un hombre de carácter y un hombre de razón y de argumentos.

Cuando nos reunimos invitados por su familia con motivo de los diez años de fallecimiento, de su fallecimiento, vino a mi mente una reflexión sobre un libro que han escrito los ingleses, que se llama ‘Los que debieron ser y no llegaron’. Rodrigo Lloreda debería estar en la cabeza de los colombianos que debieron llegar y no pudieron llegar a los destinos más altos, al destino más alto de la Nación, simplemente porque la Providencia nos privó prematuramente de su existencia.

Tienen las nuevas generaciones de esta familia, las nuevas generaciones de vallecaucanos, un gran punto de referencia en la honradez, en el temperamento, en el carácter, en el patriotismo de quienes fundaron y han sacado adelante esta gran batalla periodística que es El País, que es una luz permanente para los valores democráticos.

A quienes nos acompañan hoy desde las colinas de la historia, a las generaciones que hoy llevan la antorcha, a ustedes, María Elvira y Francisco José, y a las nuevas generaciones que vienen detrás, un saludo lleno de afecto.

El pensador inglés decía que la Patria es ese pacto diario que se renueva entre aquellos que se fueron, los vivos y los que habrán de venir. El País es un pacto permanente de Patria desde el Valle del Cauca.

Muchas felicitaciones en estos 60 años”.
 
     
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
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