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Palabras del Presidente Álvaro Uribe Vélez durante
el décimo aniversario del fallecimiento de Rodrigo Lloreda

Enero 20 de 2009 (Bogotá)
     
 

“Habríamos querido tener la oportunidad de asistir para acompañar al doctor Rodrigo Lloreda en la asunción de la responsabilidad superior de la Patria, era esperanza de muchos colombianos. Pero no fue así, el Creador nos lo quitó prematuramente.

Era un líder completo. Su transparencia en todas las actividades, en todos los quehaceres; la energía de sus convicciones y la energía con que asumía sus iniciativas. El último relato que confirma esa energía, la entereza de sus días finales, lo acaba de recordar el Embajador (ante Países Bajos) y ex ministro (de Educación), doctor Francisco José Lloreda Mera. El doctor Rodrigo sentía que ya se había minado su cuerpo por la enfermedad, se disminuían sus energías físicas y dio un ejemplo de cumplimento del deber hasta la última hora.

Fue la reiteración de aquello que le conocí, la energía con que emprendía todas sus iniciativas y cumplía todos sus deberes. Y además, un gran estudioso. Tuvo una voluntad de agregación de conocimiento en todos los momentos de su vida, el aprendizaje para él era algo que no tenía punto final.

Podemos decir que su capacidad de estudio unida a sus condiciones de luchador, a su energía de vida, a su transparencia hizo de él un formidable erudito del Estado, de todas las entidades públicas y de todas las políticas públicas.

Fue excelencia donde estuvo. En el periodismo, Premio Simón Bolívar; en la Gobernación del Valle del Cauca, un ejemplo de eficacia, de eficiencia, de anticipada madurez, cómo la asumió y la defendió exitosamente en tan temprana edad.

Un ejemplo en la Cancillería. Se desempeñaba con el mismo éxito representando al país en la negociación de los tratados, en la incursión de Colombia al Grupo de los No Alineados, en el grupo de Contadora, causa eficiente de la paz centroamericana. Y se desempeñaba con el mismo acierto siendo embajador en los Estados Unidos o Ministro de Educación.

Tuve la grata experiencia de compartir con él y con algunos de los aquí presentes, como el doctor Carlos Holguín, curul en el Senado de la República. En la indisciplina del recinto, regresaba el silencio para escucharlo cuando pedía la palabra, sus disquisiciones sólidas, serias, profundas, todo aquello a lo cual se refería era tratado con maestría, con profundidad, con una gran responsabilidad que se reflejaba en el estudio de las materias que nos preocupaban en el Congreso.

Y entendió que la seguridad es un valor democrático, comprendió, como el que más, que las nuevas generaciones de Colombia requieren reconquistarla, en un país que en 200 años de vida independiente escasamente ha tenido 47 años de paz, en un país en el cual la población activa desde los años 1940 no recuerda un día completo de paz.

Quiero destacar en este campo del doctor Rodrigo Lloreda dos aspectos: primero, para él la firmeza en la conducción de las Fuerzas Armadas no era una acción contrapuesta al logro de la paz sino un camino efectivo para la conquista de la paz. La seguridad era un medio para el fin superior de la paz.

Y muchos colombianos podrían preguntarse, ¿Rodrigo Lloreda fue uno de la avanzada en lo social? Eso quedó plasmado en su obra periodística, en Contadora, en la representación de Colombia en la Embajada de los Estados Unidos, en sus posturas en el Congreso de la República, fundamentalmente en el Ministerio de Educación donde anticipó una gran revolución educativa.

¿Cómo podía un hombre de avanzada social ser al mismo tiempo un líder de la seguridad? Rodrigo Lloreda sentó un gran precedente. La seguridad no es una categoría contraria al progreso social del país, es un presupuesto fundamental para que el país logre el progreso social.

Los ingleses han escrito varios libros sobre aquellos que debieron ser primeros ministros, y por alguna circunstancia de la vida no pudieron serlo. Si alguien en Colombia escribiera el libro de aquellos que debieron llegar al más alto destino de la Patria, en el caso que nos ocupa con una muerte temprana no llegó, ese libro debería encabezarse con Rodrigo Lloreda Caicedo.

Nos sentimos muy orgullosos los colombianos de tener referentes de la Patria como el legado de él, ningún lugar más indicado que esta Capilla del Cantón Norte para congregarnos hoy a recordarlo en el décimo aniversario de su fallecimiento.

Amaba a los soldados de la Patria y los soldados de la Patria lo amaban. Era un liderazgo con autoridad y con afecto, otro motivo para que los colombianos nos sintamos muy orgullosos. Diría que él empezó una nueva era de reivindicación de los soldados de Colombia.

Muchas gracias”.
 
     
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
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