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Palabras del Presidente Álvaro Uribe Vélez al recibir la Cruz Bolivariana Categoría Oro, otorgada por la Universidad Pontificia Bolivariana

21 de julio de 2010 (Medellín)
     
 

“Me abruma esta distinción de la Cruz Bolivariana en Categoría de Oro. Me compromete mucho más con la Patria, con Antioquia. Me compromete a tener más concentrada la mente y el alma en ese propósito que es buscar la felicidad de las nuevas generaciones.

Muy apreciado, excelentísimo monseñor Ricardo Tobón, Arzobispo de Medellín; muy apreciado monseñor Luis Fernando Rodríguez, Rector de la Universidad (Bolivariana de Medellín), muchísimas gracias. Aprecio de todo corazón este gesto de generosidad de ustedes. Lo comparto con toda convicción, con quien ha sido un gran timonel de la educación de la Patria en estos ocho años: la Ministra (de Educación) Cecilia María Vélez, y un equipo de excelencia que la ha rodeado.

Esta gran Universidad nació en 1936. Una época que parecía ser difícil, pero que fue muy importante para Colombia. Se daba la impresión de que había una contradicción insuperable entre el Gobierno de la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo y el nacimiento de estos centros educativos. Se daba la sensación de que estaban enfrentados en un antagonismo destructor.

De López (Alfonso López Pumarejo) se decía que sembraba una revolución del odio, de los trabajadores contra los empresarios; y de estos proyectos universitarios se decía que su finalidad era preservar las viejas estructuras y reaccionar en nombre del sectarismo.

Ni lo uno ni lo otro.

López hizo una revolución para reivindicar los derechos de los trabajadores, pero también para modernizar a las empresas. Diría yo que es un caso de revolución bien peculiar, porque no fue una revolución para que los unos se impusieran sobre los otros, sino para que ambos salieran adelante.

Y por el lado de la Universidad Pontificia Bolivariana, sus hechos tranquilamente fueron desvirtuando todas las presunciones que quisieron crear sus detractores. Aquí se formó en nombre de la Patria, de los mejores valores ciudadanos, con una gran responsabilidad con la ciencia, con una gran devoción por la doctrina social de la Iglesia y con un inmenso respeto por el pluralismo.

Uno de los ilustres compatriotas mencionados, el ex presidente Belisario Betancourt -y es un inmenso honor compartir con él esta distinción-, al referirse a la Universidad Pontificia Bolivariana cuenta cómo, en nombre de la democracia, en esas épocas, aquí alternaban él y un compatriota del credo político opuesto, Otto Morales Benitez (jurista y político), quien había llegado de Riosucio, en el departamento de Caldas, y que en sus horas de recreo y esparcimiento, los dos le rendían un homenaje al espíritu pluralista y democrático de la Universidad.

Eso ha sido la UPB (Universidad Pontificia Bolivariana).

Por eso, para la señora Ministra (de Educación, Cecilia María Vélez) y para mí, ha constituido un inmenso gusto ver esta Universidad que siempre ha avanzado, avanzar más en estos años; haberla podido visitar; haber podido asistir a la integración más profunda de la Universidad con el Icetex y a ese gran avance de calificación, de excelencia en muchos de los programas académicos.

Nosotros hemos trabajado estos años para que haya una Colombia con más confianza, con menos inclinación al odio, con una inclinación definida al afecto. Una Colombia sin rabia, pero con una gran capacidad discrepante dentro de la fraternidad. Y ese proyecto lo vemos plenamente plasmado en los ideales, en la predica y en la práctica de la Universidad Pontificia Bolivariana.

Hemos trabajado por tres pilares: la seguridad con valores democráticos, la inversión con fraternidad y la política social. En los tres se requiere la educación.

Un país que en 200 años de vida independiente escasamente ha tenido 47 años de paz, necesita un gran proyecto educativo de fraternidad, de valores democráticos, de pedagogía de ciencia, para que las nuevas generaciones destierren definitivamente cualquier expresión de violencia y construyan unos primeros 200 años de paz, después de la conmemoración de este Bicentenario. Ese tipo de proyectos los encabeza la UPB.

Necesitamos que en nuestro país fluya la inversión, la doméstica y la internacional, pero con una gran fraternidad. La inversión no es un fin, es un medio para superar pobreza, para construir equidad.

La inversión con responsabilidad social es la inversión fraterna, es la inversión con toda la transparencia en las relaciones de la inversión y el Estado, con todo el compromiso frente a la buena calidad de vida de los ciudadanos. Por ejemplo, todo el compromiso en materia ambiental.

La inversión con fraternidad es aquella que entiende que el capital no puede ser un medio de especulación, como se dio para ser la génesis de la actual crisis de la economía. El capital que tiene que ser un medio de construcción de riqueza social.

La fraternidad en nombre de la responsabilidad social, que tiene que unir a empleadores y a trabajadores en el propósito noble del emprendimiento. Unas relaciones laborales fraternas.

Y la mejor expresión está, lo confieso, en la doctrina social de la iglesia, por oposición al capitalismo salvaje, al odio de clases.

Y esa inversión requiere ser sostenida en el tiempo, para lo cual necesita el imperativo de ser competitiva. Y para ser competitiva necesita acceso a mercados. Y para tener acceso a mercados se requiere un país educado, un país con una alta noción de productividad y de competitividad y un país con innovación productiva. Y la innovación productiva no se da sin una revolución educativa permanente. Y ahí cumple la universidad un papel trascendente.

En estos años hemos avanzado en cobertura, en calidad, en muchas innovaciones. Tengo fe en que Colombia, en los próximos años, puede llegar a una cobertura universitaria del 50 por ciento, al nivel de los países industrializados.

La Ministra (de Educación, Cecilia María Vélez), ustedes, comunidad universitaria, han logrado en estos años pasar del 22 al 36 por ciento. Ya con esta masa crítica, pasar del 36 al 50 por ciento no tiene por qué darnos miedo.

Esta universidad ha integrado muy bien toda la vida, su colegio y su universidad. Seguramente ya han integrado la técnica, la tecnología. Ahí tiene Colombia una gran posibilidad para llegar al 50 por ciento de cobertura.

Porque lo que ha hecho la Ministra de los ciclos propedéuticos le quita la abulia a los jóvenes colombianos para ingresar al sector técnico y tecnológico. Antes le temían, lo miraban con pereza y con desdén, porque advertían que ahí se estancaban, que era una educación final.

Hoy, cuando saben que a partir de la educación técnica y tecnológica pueden ingresar al emprendimiento, avanzar en la universidad, en cualquier momento posterior completar los créditos, acceder al grado de educación superior, se ha despertado un inmenso interés de los jóvenes por las técnicas y las tecnologías.

En ese marco, también hemos observado que donde más avanza esa integración es allí donde en la propia universidad se ofrecen los programas técnicos y tecnológicos y, posteriormente, en cualquier momento, la posibilidad de que ese joven o ya adulto regrese a completar los estudios que le permitan acceder a la educación superior.

Y hay que estudiar toda la vida. Por eso los programas de maestría, doctorado y los programas de extensión, de actualización. Algo que necesitamos en Colombia es sembrar en cada ciudadano la idea de que hay que estudiar y trabajar toda la vida. Que el hombre empieza a morir cuando deja de ser útil para la sociedad, y deja de ser útil para la sociedad el día que ya no quiere trabajar. Y el hombre empieza a morir para sí mismo cuando deja de estudiar.

Por eso, para que el ser humano tenga esa motivación en función de sí mismo, para proyectarla al servicio de la comunidad, tiene que tener esa fuerza, ese gran estímulo a estudiar y a trabajar toda la vida. Y en esto el papel de la universidad es transcendente.

Muy apreciado, excelentísimo monseñor Ricardo Tobón:

Cuando lo escuchaba venían a mi mente unos valores que la democracia ha dado por descontados y que en muchas ocasiones se controvierten, se desatienden.

Creíamos que América Latina había ganado el valor incuestionable de la libertad de empresa. Pero en muchas partes se ha perdido.

Creíamos que América Latina había ganado el valor incuestionable de la fraternidad. En varias partes se ha perdido, se ha sustituido por el odio.

Creíamos que América Latina había ganado, y ya nadie se atrevía a oponerse a él, el valor incuestionable de la libertad de opinión, de medios de comunicación. En algunas partes se cercena.

Por eso, al escuchar a nuestro Arzobispo citar la Encíclica de Su Santidad, tiene toda la razón: hay valores que no se acumulan, que hay que sembrarlos de nuevo.

Si uno piensa que porque la anterior generación fue respetuosa de la libertad de prensa, las nuevas también lo van a ser, está equivocado. Ese valor hay que inculcarlo de generación en generación.

Si uno piensa que hubo una generación respetuosa de la familia y no inculca ese valor en la nueva, no hay la certeza de que la nueva vaya a tener el mismo respeto por la familia.

Si uno piensa que una generación vio en la libertad de iniciativa una gran capacidad de construcción de desarrollo científico y no estimula esa adhesión a esa libertad de iniciativa en la nueva generación, puede ser que esa nueva generación no aprecie ese valor.

Por eso, ahí está la universidad para sembrar de generación en generación los valores, los históricos, y por supuesto, la renovación de los valores. Porque los valores hay que estarlos resembrando todos los días, renovando todos los días y hay que agregarle valor a los valores en la mañana de cada nuevo día en el cual despunta el sol.

Excelentísimo monseñor Luis Fernando Rodríguez, Rector de la Universidad (Bolivariana):

Qué gran obra han adelantado. Su juventud, su entusiasmo, su capacidad innovativa. Cómo ha adelantado esta obra de sus antecesores, monseñor Jhon Múnera, monseñor Félix Henao, y de nuestro fundador (monseñor Manuel José Sierra), a quien rendimos un homenaje. Este auditorio lleva su nombre.

Muchas gracias, Rector, por su gran trabajo. La verdad es que a mí me ha complacido mucho en estos años verlo a usted, con ese entusiasmo, con ese dinamismo, dirigir esta gran Universidad.

Querida comunidad universitaria, los respeto inmensamente, porque ustedes llevan en cada uno los mejores valores de esta tierra.

Patricia Londoño Vega, coterránea nuestra, escribió para la Universidad de Oxford una magnífica tesis doctoral sobre el capital social de Antioquia hasta los años 1960. Un gran valor de Antioquia: la construcción de capital social. Después empezó a ser afectado por el narcotráfico y todo este problema terrorista, que ojalá superemos definitivamente. Pero eso que existió sin mancha hasta los años 1960, de capital social, es una característica fundamental de la comunidad Bolivariana que ustedes integran.

Ustedes llevan esa mística por el trabajo, esa capacidad de saber que todo exige recorrer la milla adicional; que ningún esfuerzo es el final; que en ningún momento se agota la capacidad del ser humano de esforzarse. Que el ser humano tiene que pensar que el último esfuerzo no es el esfuerzo final, es el peldaño para el nuevo esfuerzo. Eso se encarna en todos ustedes.

Les agradezco inmensamente esta Cruz Bolivariana. La llevaré como un compromiso de vida. Se encartaron esta carnita y estos huesitos míos. No sé cómo van a ser capaces de responderle a este reto.

Muchas gracias”.

 
     
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
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