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Palabras del Presidente Uribe en la entrega del libro
sobre la vida y obra del ex Presidente Guillermo León Valencia

27 de mayo de 2010 (Bogotá)
     
 

Quiero agradecer inmensamente a todos aquellos que han participado en esta buena obra de la Patria, haber dedicado entusiasmo, a recuperar y a resaltar la memoria del ex Presidente Guillermo León Valencia, uno de los líderes más representativos de las virtudes sobresalientes de Colombia.

Agradezco a la comisión de honor, al ex presidente Belisario Betancur, a Gustavo Balcazar, a Fabio Valencia Cossio, a Óscar Arboleda, a Aurelio Iragorri, a José Darío Salazar, a Susana, Aurelio, a Cristina, a Patricia Iragorri Valencia, Paloma, Pedro Agustín, a Cayetana Valencia Laserna, Ignacio Valencia López, a Honorio Miguel Enríquez Pinedo, a Ximena Garrido, a Alejandra Uribe Ríos.

A todos los que hicieron posible los actos con los cuales la Nación entera conmemoró el centenario del nacimiento del Presidente Guillermo León Valencia.

Siento que con él hemos tenido una deuda, y si bien a esa deuda le abonamos un poquito, esa deuda sigue siendo muy grande.

Valencia fue una lucha permanente de carácter, de sapiencia, de sentido común, de afecto a Colombia, de firmeza y de honradez.

Valencia es uno de los ejemplos más claros de determinación en la lucha por la paz.

Ahora que estamos en el Bicentenario del grito de la Independencia, y que volvemos sobre las fuentes de los historiadores, encontramos que en 200 años de vida independiente, escasamente hemos tenido 47 años de paz.

Esos siete años alrededor del Gobierno de Núñez en el Siglo XIX, y tal vez 40 años en el Siglo XX, aquellos comprendidos entre los pactos de paz de 1902 que le pusieron punto final a la guerra de los 1.128 días y el resurgimiento de la violencia entre los partidos a principio de los años 1940.

Después, cuando el ex presidente Valencia, con los ex presidentes Alberto Lleras y Laureano Gómez tejían la bella artesanía del Frente Nacional, que puso punto final a la violencia entre los partidos a finales de los años 1950, ya se disparaban en el país los fusiles de las guerrillas marxistas, aquellas que quisieron derogar el Estado de Derecho y sustituirlo por la dictadura, el argumento en la acción política y sustituirlo por la violencia, la armonía y sustituirla por el enfrentamiento violento de clases.

La reacción igualmente cruel del paramilitarismo, el avance del narcotráfico, que cooptó a unos y a otros, a guerrillas y a paramilitares. Ese escalonamiento de todos estos procesos al terrorismo, lo que todavía no se ha superado plenamente en Colombia.

Las generaciones vivas desde los años 40 no han vivido un día completo de paz, pero Valencia fue siempre un luchador por esa paz.

Su tarea, como se ha destacado esta noche aquí, más eficaz que bulliciosa para construir el Frente Nacional, es una tarea de paz, antecedida por esa lucha caracterizada contra la dictadura.

Su tarea de Gobierno es una tarea para consolidar la paz entre los partidos y para consolidar la paz que se empezaba a perder a cargo de la aparición y del avance de las guerrillas marxistas.

Su tarea en todas sus acciones de gobierno fue una tarea de paz, y su actitud como ex presidente siempre fue una tarea de paz, una tarea de concordia, una tarea de amable deliberación democrática.

En varios actos hemos tenido la oportunidad de escuchar a los historiadores, al presidente Betancur, al doctor Luis Pinilla Pinilla, a quien conoce al ex presidente Valencia, a quien lo conoció como uno de los más cercanos colaboradores suyos, además del amor filial, el doctor Ignacio Valencia López.

Creo que ha sido muy útil haber podido en este periodo de la conmemoración del centenario del nacimiento del ex presidente Guillermo León Valencia, recordarlo, profundizar sobre su vida y su obra, destacarlo, referenciarlo para que las nuevas generaciones vean en él un factor fundamental de iluminación, de inspiración.

Yo siempre lo recuerdo como la expresión de unas manos puras como el oro y firmes como el acero, como la manifestación del carácter sin soberbia, de la firmeza sin altanería, de la ironía de la inteligencia sin la mordacidad destructora, el antagonista siempre dispuesto a superar la contradicción, a lograr el entendimiento.

Siempre lo recuerdo como la firmeza inclaudicable, la firmeza que no sabía de dobleces.

Qué bueno haberlo recordado colectivamente y por parte de tantos colombianos en este periodo dedicado a conmemorar el centenario de su nacimiento.

Muchas gracias a todos ustedes.

Muchas gracias Presidente Betancur, nos ha ayudado tanto en esto de sacar a la memoria la obra de los colombianos más sobresalientes de todos los tiempos.

Como nos ayudó también usted en este centenario del Presidente Valencia.

Muchas gracias doctor Ignacio Valencia López, por su generosidad excesiva con este Gobierno.

Muchas gracias a toda la familia del ex presidente Guillermo León Valencia.

Muchas gracias doctor (Luis) Pinilla. Muchas gracias doctor Honorio (Miguel Henríquez), muchas gracias a la Escuela Superior de Administración Pública (Esap), que en buena hora entrega estos dos libros: uno sobre la vida y obra del ex presidente y otro sobre sus discursos.

Porque además –y eso le venía en la sangre- qué buen manejador del idioma, el idioma que él construía en la prosa y en el repentismo.

Cuando se le escuchaba en el repentismo, eso que fluía de su mente se podía vertir inmediatamente en los linotipos y no necesitaba edición. Su repentismo era perfecto, porque tenía una inteligencia torrentosa.

Qué bueno que la Escuela Superior de Administración Pública entregue estos dos tomos, y qué bueno que en una edición especial se pudieran difundir para las nuevas generaciones.

Que también haya en la página de Internet un link como lo llaman los anglicistas, referenciando estos dos libros tan importantes sobre la vida y obra del ex presidente Valencia.

Les confieso, apreciados compatriotas, que por una profunda admiración por el ex presidente Valencia, yo me habría ido intranquilo de la Presidencia, de haber pasado desapercibida la conmemoración del centenario de su nacimiento.

Aprendí de niño a valorarlo, porque los míos que vivían en las zonas rurales de Antioquia y padecían enormemente la insensata violencia entre los partidos, quisieron profundamente al Presidente Valencia, porque lo vieron siempre ajeno al sectarismo, construyendo el entendimiento entre los partidos.

Y aprendí nuevamente a valorarlo, porque cuando se había logrado la tranquilidad por el entendimiento entre los partidos, inmediatamente esa tranquilidad se alteraba por la aparición de las guerrillas marxistas, que también martirizaban las mismas regiones rurales de mi departamento, como en toda Colombia.

En el primer momento oí siempre decirles a mis mayores que Valencia era el jefe político de convicciones, el estadista de visión de Patria, el gran tejedor de la concordia, el líder que sentía que la Patria estaba por encima de los partidos, como muchos años antes lo había dicho el general Benjamín Herrera.

Y después, frente a la violencia de las guerrillas marxistas, siempre le oí decir a los míos que Valencia era la garantía de que esos descabellados propósitos de sangre no prosperaran en Colombia.

Desde aquellos momentos de mi infancia y de mi adolescencia, he guardado profundas razones de admiración por el ex presidente Guillermo León Valencia.

Que su memoria se conserve, que su memoria ilumine a las nuevas generaciones de colombianos, que su memoria guié a los nuevos gobiernos para que haya esa firmeza y esa honradez que el derrochó, para que las nuevas generaciones puedan vivir tranquilas en una Patria en la cual la seguridad y la paz no sean tan esquivas como lo han sido a lo largo de estos 200 años de vida independiente.

Valencia entendía que la prosperidad nacional se había frustrado a pesar de todo lo que la merecía el país, por la violencia. Su manera de contribuir a la prosperidad era la lucha contra la violencia.

La prosperidad que queremos puedan disfrutar las nuevas generaciones de colombianos, con el derecho de vivir en paz en el suelo amable de Colombia.

Qué bueno, pues, haber recorrido la vida y obra de Valencia en este centenario. Y qué bueno que la Escuela Superior de Administración Pública le entregue este libro a los lectores y especialmente a las nuevas generaciones.

Que el Presidente Valencia nos ayude desde el cielo para que esta Patria colombiana salga adelante.

A todos, muchísimas gracias”.

 
     
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
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