PALABRAS
DEL PRESIDENTE URIBE DURANTE ASCENSOS EN LA POLICÍA
Bogotá, 2 dic (SNE). Las siguientes son las palabras del
Presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez,
durante la ceremonia de ascensos en la Policía Nacional,
que se realizó este jueves en la Escuela General Santander.
“Nos reunimos en la Escuela General Santander para solemnizar
unos ascensos y conferir unas condecoraciones. En el día
de hoy el señor general Alonso Arango Salazar ha ascendido
al grado de mayor general. Nuestras felicitaciones a él,
a su familia, que lo ha acompañado en esta dura brega de
servir bien a la Patria. Que este ascenso sea un estímulo
para que ese compromiso que él ha tenido en su alma y en
su ser por devolverle la seguridad a Colombia, produzca para la
Patria mejores resultados.
Nos hemos reunido para solemnizar el ascenso a
brigadieres generales de Jorge Alirio Barón Leguizamón y Luis Alejandro
Gómez Villalobos. El general Barón Leguizamón,
director de la Dirección Administrativa y Financiera de
la Policía Nacional, con una trayectoria de servicios de
gran importancia en diferentes regiones de la Patria. A él,
a su señora Magda Yamile, a sus hijos Juan Sebastián
y Jorge Andrés, todas las felicitaciones. Que este ascenso
sea un premio de la Patria que le confiere un grado más
de confianza, para que esa vida útil a la Patria siga produciendo
resultados hasta que Colombia recupere plenamente la seguridad.
Y al señor general Luis Alejandro Gómez Villalobos,
a su señora Gloria del Pilar, a sus hijos Luis Alejandro,
Sonia Esperanza y Óscar Mauricio, todas nuestras felicitaciones
por este ascenso. Le ha tocado una tarea dura, de mucho apremio.
El último de sus cargos, en el departamento del Atlántico,
donde tenemos el compromiso de derrotar plenamente la delincuencia.
El señor general Gómez Villalobos retorna a Barranquilla,
ya como brigadier general de la República, a cumplir esa
tarea de la Patria de devolverle a esa tierra querida plenamente
la seguridad.
Y hemos condecorado con la medalla de servicios
por 30 años
al brigadier general Jaime Augusto Vera Garavito, inspector general
de la Policía. A él, a su señora Amanda, toda
la gratitud. Treinta años de exposición al riesgo,
30 años de servicios ininterrumpidos a la Patria. Lo mismo
que al brigadier general Héctor García Guzmán,
comandante de la Policía de Bogotá y a su señora
Clara Inés, por estos 30 años, en los cuales ellos
y el general Vera Garavito, y el general García Guzmán
no han tenido un momento de reposo, no han tenido un segundo de
tranquilidad. Treinta años discurridos en constante disponibilidad
del sacrificio para servir a la Patria.
El Gobierno Nacional ha entregado hoy la orden
que creara El Libertador para testimoniar la admiración y gratitud a los mejores
hijos de la Patria, a los brigadieres generales Luis Alberto Gómez
Heredia, Hipólito Herrera Carreño, Mario Fernando
Ramírez Sánchez, Mauricio Gómez Guzmán
y Rubén Carrillo Vanegas. A ellos, a Lucía, la señora
del general Gómez Heredia, a Marta, la señora del
general Herrera Carreño, a Hilda, la señora del general
Ramírez Sanchez, a Renate, la señora del general
Gómez Guzmán, y a Carmen Alicia, la señora
del general Carrillo Vanegas, a todos ellos, a toda su familia,
la felicitación. Son sus méritos su abnegación,
su dedicación al servicio, los atributos que le han conferido
esta orden, legado del Libertador para premiar a los mejores hijos
de Colombia.
Que estos ascensos, que estas condecoraciones se
interpreten como un estímulo en un momento de angustia y de esperanza de
la vida nacional, en un momento en que la Patria es recorrida por
una fuerza del alma, que se mantiene en cada colombiano y contagia
al vecino para derrotar el terrorismo. Una fuerza del alma que
se expresa en determinación del pueblo colombiano para cumplir
tres objetivos: la derrota del terrorismo, la derrota de la corrupción
y la reivindicación de los pobres. En un momento en el cual
en la Patria se acabaron las vacilaciones, en el cual en la Patria
se acabaron los engaños del terrorismo a la ciudadanía
y a los gobiernos, en un momento en el cual en la Patria todos
los ciudadanos se han llenado de valor civil para derrotar plagas
como la guerrilla, el paramilitarismo y el narcotráfico.
Muy distinguidos compatriotas de la Policía: desde el señor
Ministro, el general Castro Castro, el general Arango ascendido
hoy, los coroneles que hoy han ascendido a brigadieres generales,
los generales que hoy han recibido la Cruz de Boyacá, los
generales que hoy han recibido la condecoración por 30 años
de servicios, pasando por todos los oficiales, los suboficiales,
hasta el agente y el estudiante de más corto período
en la Policía, a todos ellos un llamado de una Patria agradecida
pero expectante, agradecida por su sacrificio, por su abnegación,
por el avance, pero expectante porque las cosas han mejorado.
Esta batalla contra el terrorismo la estamos ganando,
pero aún
no la hemos ganado y la tenemos que ganar. Aquí no puede
haber sino un objetivo: el triunfo del pueblo colombiano a través
de sus instituciones legítimas, para quitarse de una vez
por todas la pesadilla el terrorismo.
Hace dos años hablé de unos valores que deben guiar
la tarea de la Fuerza Pública, hace un año hablé de
otros valores complementarios que deben guiar la tarea de la Fuerza
Pública. Y en este final de año voy a repetir hoy
en la Policía, mañana lo diré en el Fuerza
Aérea, lo repetiré en el Ejército y lo diré por
primera vez en la Armada, unas palabras acerca de unos valores
complementarios, para que vayamos integrando la doctrina de valores
con la cual debemos proceder.
Hoy quiero referirme a la voluntad política, a la iniciativa
en la agresividad, a la transparencia, al don de mando y a las
relaciones humanas. Requerimos voluntad política, la determinación
en todas las horas, en la hora de los buenos resultados, en la
hora de las dificultades, en la hora del estado de ánimo
arriba, en la hora del estado ánimo en la oquedad. Voluntad
política en todos los momentos para derrotar el terrorismo.
Que nada nos saque de esa voluntad política, que nada nos
haga dudar de esa voluntad política, que todo compatriota
al mirarnos a los ojos, nos vea esa determinación de derrotar
el terrorismo. Esa voluntad política va de la mano, se debe
expresar en la iniciativa y en la agresividad de todas las fuerzas.
Iniciativa permanente. Que no reaccionemos cuando los terroristas
hagan daño, que nos mantengamos sobre la iniciativa, es
la única manera de que el terrorismo no se pueda organizar,
de que el terrorismo finalmente se desmantele, de que podamos derrotar
y obligar al terrorismo a dispersarse.
Estos dos valores requieren la transparencia. En
un Estado de opinión, en unos gobiernos democráticos, en una Nación
de ciudadanía, una política de seguridad con toda
la firmeza en la voluntad, con la permanencia en la iniciativa
agresiva, requiere transparencia. Lo exige el pueblo, hace parte
de la dignidad con que debemos proceder, es el presupuesto necesario
para que esta política tenga continuidad, que se logra a
través del permanente respaldo popular.
Transparencia, derechos humanos, que sea un hito
en la historia de América Latina, que Colombia pueda decir que con transparencia
las fuerzas institucionales derrotaron el terrorismo. Que aquí no
se necesita violar la ley, que aquí no se necesita apelar
a la guerra sucia para derrotar el terrorismo. Qué importante
la combinación de estos tres valores y de ellos con los
otros dos: con el don de mando, con las relaciones humanas.
Miren: si hay voluntad política pero no hay agresividad,
la voluntad política se desgasta, la ciudadanía observa
voluntad política en el Gobierno, pero la ciudadanía
no observa resultados en la acción de la Fuerza Pública.
Y si la Fuerza Pública quiere ser agresiva, ir a la iniciativa,
pero no hay voluntad política en el Gobierno, esa falta
de voluntad política en el Gobierno frena la agresividad
de la Fuerza Pública, desmotiva la agresividad de la Fuerza
Pública. Y si se dan los dos elementos: voluntad política
y agresividad, pero no se da el tercero, no hay transparencia,
la ciudadanía se queja, no mira los resultados sino que
evalúa simplemente el hecho de lo turbio, la violación
de los derechos humanos, la práctica ilegal. Y si procedemos
con esa observancia rigurosa en los derechos humanos pero no hay
agresividad, la ciudadanía va a decir: muy bien, cumplan
los derechos humanos, pero también sean efectivos para protegerme.
Necesitamos combinar esos valores.
Voy a sacar unos minutos para escribir unos reglones
sobre ellos, como se escribieron unos reglones el año pasado y el antepasado,
para pedir a ustedes la reflexión y pedir a ustedes la retroalimentación.
Y necesitamos en una fuerza jerarquizada introducir dos elementos:
el uno común a esta fuerza, a la institución armada,
que es el don de mando. El segundo, el de las relaciones humanas.
Difícil al interior de una fuerza jerarquizada y difícil
en la relación de esa fuerza jerarquizada con la comunidad.
Don de mando, adentro y hacia fuera. Adentro para
que las órdenes
se estudien, se cumplan, teniendo en cuenta que quien da órdenes
para que esas órdenes sean bien atendidas, debe preceder
la orden, debe anticipar la orden de tres pasos: el primero, observar
bien sobre el tema sobre el cual se propone dar órdenes.
El segundo, indagar bien sobre el tema. El tercero, dar ejemplo.
Y finalmente dar la orden.
Si se da la orden y no se da ejemplo, la gente
dice: qué voy
a cumplir con esa orden si el jefe que la dio da ejemplo de lo
contrario. Si se da la orden sin haber observado bien el tema,
sin haber indagado bien el tema, la orden corre un altísimo
riesgo de ser equivocada. Esas órdenes hay que darlas en
la jerarquía interna y en la relación de la institución
armada con la ciudadanía.
Pero se necesitan relaciones humanas. Hay que tenerlas
al interior de la institución armada, vertical y horizontalmente. Uno
no puede abusar de la superioridad jerárquica para negar
las relaciones humanas y el derecho de réplica dentro de
las relaciones humanas de quienes son subalternos laborales. Tema
bien difícil en la administración civil y todavía
más difícil en la vida de la institución armada.
Hay que tener ese buen sentido para poder combinar
el don de mando con las relaciones humanas. Si hay don de mando
y no hay relaciones
humanas, quien recibe la orden la recibe con amargura, y la orden
hay que recibirla con alegría para cumplirla. Quien recibe
una orden a despecho, con amargura, sin entusiasmo, es alguien
con muy pocas probabilidades de ejecutar bien esa orden.
Pero al mismo tiempo, ese don de mando no se puede
debilitar por el espacio que hay que darle a las relaciones humanas.
Las relaciones
humanas no pueden convertir el don de mando en una actitud pusilánime,
débil. Las relaciones humanas tienen que ser un camino para
que el don de mando permee bien a todos, hasta el más nuevo
de los integrantes de la institución.
Órdenes con relaciones humanas, relaciones
humanas sin debilidad, con sentido de mando, es lo que tenemos
que combinar.
Y se necesita que esta fuerza, que tanto prestigio
ha recuperado con la ciudadanía, todos los días se haga querer
más de la ciudadanía, que la ciudadanía se
sienta protegida.
Ahora tenemos un reto: ahora que se están desmovilizando
paramilitares, me llaman del Catatumbo y me dicen: ‘Presidente, ¿quién
nos va a proteger, si aquí no ha estado el Estado? Aquí teníamos
guerrilla y después nos mandaron como solución los
paramilitares. Hemos estado entre unos y otros, ambos financiados
por la coca’.
Para nosotros tener esa legitimidad permanente
sobre la ciudadanía,
tenemos que demostrar con nuestra acción que no estamos
dispuestos a que el pueblo colombiano continúe siendo sometido
por la guerrilla, ni tenga que ser defendido por los mal llamados
paramilitares. Nos toca hacer esfuerzos extraordinarios, esfuerzos
extrahumanos, esfuerzos inmensos para garantizar la protección
a los ciudadanos. Hagámoslo allí en el Catatumbo,
demostremos que allí podemos derrotar la droga, que allí vamos
a proteger a la ciudadanía, que desmovilizados los paramilitares
vamos también derrotar allí la guerrilla con la acción
de las fuerzas institucionales.
En nombre de las relaciones humanas, con la eficacia,
la agresividad en la iniciativa, hagamos que el pueblo todos
los días quiera
más a su Fuerza Pública, a su institución
armada.
El Libertador lo dijo bellamente en la carta a
la Convención
de Ocaña: ‘la energía de la Fuerza Pública
es la salvaguarda del débil, es la garantía para
todo el pueblo, es lo que reclama toda la sociedad’. Y recuerden,
en las palabras del Libertador: ‘sin energía no hay
virtud y sin virtud perece la República’. Necesitamos
la energía de la Fuerza Pública, aplicada a través
de estos valores para garantizar la eficacia, y la eficacia de
la Fuerza Pública logra lo que dijo El Libertador: la protección
del débil. Y logra que la Nación sea cuidadosa con
la virtud, y el respeto a la virtud es lo que garantiza la permanencia
de la Nación.
Felicitaciones, Policía Nacional, ni un paso atrás.
Que el espíritu de los fundadores de esta Nación
los ilumine y los entusiasme a ustedes. Ni un paso atrás.
Una Colombia sin guerrilla, una Colombia sin paramilitares y una
Colombia sin droga. Ni un paso atrás. Una Colombia en la
cual derrotemos el terrorismo, derrotemos la corrupción
y reivindiquemos a los pobres.
Que viva la Patria colombiana”.
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