DISCURSO
DE CANCILLER COLOMBIANA EN LA ONU
Nueva
York, 10 dic (CNE). El siguiente es el discurso pronunciado por
la ministra de Relaciones Exteriores de Colombia, Carolina Barco,
durante el debate adelantado hoy en el Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas sobre la protección de civiles en conflictos
armados.
Quisiera
comenzar expresando los agradecimientos de mi país al Secretario
General Kofi Annan por las inspiradas palabras que nos ofreció
al comienzo de esta sesión en la presentación del
tercer informe sobre protección de civiles en conflictos
armados. También deseo agradecer al Director General del
Comité Internacional de la Cruz Roja, señor Angelo
Ganaedinger, por su valiosa contribución a este debate.
Mi
delegación se siente igualmente complacida de contar con
la participación de distinguidas delegaciones de países
no miembros del Consejo, cuyas ideas y recomendaciones ayudarán
a orientar la gestión del Consejo, y contribuirán
a la elaboración de la Declaración que emitirá
más adelante como resultado final de este debate.
Excelencias:
La
naturaleza de las guerras ha variado de manera dramática
en el último siglo y, en particular, en la última
década. En la primera guerra mundial, cinco por ciento
de las víctimas fueron civiles; en la Segunda Guerra Mundial
esta cifra llegó al cincuenta por ciento; y en los conflictos
de la década final del siglo XX, sobrepasa el noventa por
ciento.
Vivimos
no sólo una terrible crisis humanitaria sino una crisis
del régimen legal global humanitario. Los conflictos armados
se han degradado. Hoy el terrorismo lleva esa degradación
al máximo, sus acciones son brutales y de impensable crueldad.
Estamos
aquí y ahora, en las Naciones Unidas, preservando bienes
públicos universales: la dignidad de cada uno y de todos
los seres humanos, el derecho a la vida, el derecho a vivir sin
temor. Son bienes públicos que sólo pueden ser preservados
por todos y con la colaboración de todos. Esa es la dimensión
de nuestra responsabilidad compartida. Aquí está
la pertinencia de las Naciones Unidas. Y de allí se desprende
la ineludible necesidad de fortalecerla para que esté en
capacidad de afrontar debidamente las nuevas amenazas.
Las
nuevas guerras y el terrorismo hacen evidente que el problema
ya no es el de los crímenes contra los civiles en los conflictos
armados sino, peor aún, que los conflictos armados de nuestro
tiempo están deliberadamente dirigidos contra los civiles
desarmados, instalaciones o medio de transporte civiles. Las víctimas
son civiles inermes.
Cuando
se presentó el primer informe sobre este tema al Consejo,
no teníamos tanta claridad al respecto. El 8 de septiembre
de 1999 es bien diferente al 11 de septiembre de 2001. En ese
primer año, otros informes comisionados por el Secretario
General, como el de La caída de Srebrenica,
y el relativo al escalofriante genocidio en Rwanda, dejaron en
claro que los civiles eran las víctimas de tanta atrocidad.
Esos dos acontecimientos deberían haber sido suficientes
para recordarnos siempre que las graves tragedias humanitarias
pueden evitarse o, por lo menos aliviarse, si aprendemos de nuestros
errores y omisiones.
De
hecho, el Consejo de Seguridad cuenta ya con herramientas idóneas
para la protección de civiles en conflictos armados, contenidas
en los capítulos VI y VII de la Carta, así como
diversas resoluciones adoptadas en años recientes sobre
la prevención de conflictos; los niños en conflicto
armado; el comercio ilícito de armas pequeñas y
la lucha antiterrorista, entre otros temas. En este día,
quisiera destacar de manera especial, la resolución 1325
en donde el Consejo abordó la protección de la mujer
y el papel que ella puede desempeñar en la prevención
del conflictos y en el mantenimiento de la paz.
Excelencias:
Colombia
coincide con el Secretario General cuando afirma en la sección
del informe sobre estado de derecho, justicia y reconciliación,
que el restablecimiento de la ley y el orden es fundamental para
que un país pueda superar un período de conflicto
y alcanzar una paz sustentable. Y, además, que es necesario
para fortalecer sus instituciones en materia de seguridad y justicia,
y para proteger los derechos y libertades fundamentales de la
población.
Igualmente
concordamos cuando señala que no puede haber solución
de largo plazo a los problemas de seguridad hasta tanto el Estado
cuente con un Ejército y Policía Nacional bien entrenados,
bien equipados y justamente remunerados, en el marco de un sistema
de justicia penal completamente funcional.
Colombia
se identifica con estas ideas porque ellas reflejan elementos
que sustentan la política de Seguridad Democrática
que adelanta el presidente Alvaro Uribe Vélez. Una política
integral con estrategias orientadas a rescatar y consolidar el
contenido democrático del concepto de seguridad; a la recuperación
del orden público y a la promoción del desarrollo
económico y social. Pero también una política
para asegurar la presencia del Estado en todos los rincones del
territorio nacional; garantizar el debate democrático y
ofrecer la seguridad que el individuo requiere para su desarrollo
personal y el pleno ejercicio de sus derechos fundamentales.
La
evidente determinación del Gobierno Nacional por alcanzar
estos objetivos ha producido un efecto realmente alentador: el
colombiano de hoy aparece más dispuesto a asumir su papel
ciudadano en la recuperación de la seguridad nacional y
su asociación con el Estado para el restablecimiento del
imperio de la ley.
Nuestro
objetivo es el de seguir mostrando resultados, seguros de que
el apoyo de la sociedad en su conjunto es la mejor manera de enfrentar
a aquellos grupos aislados que han tratado de desestabilizarnos
por décadas.
Excelencias:
El
desbordamiento de algunos conflictos internos, o la internacionalización
de los mismos en razón de su asociación con actividades
criminales, nos indica que no siempre un problema nacional se
supera o resuelve con un tratamiento puramente nacional. Se vuelve
necesario enfocarlo en el contexto de la responsabilidad compartida,
para manejar fenómenos asociados como el problema mundial
de las drogas ilícitas. Con mayor razón en tiempos
del terrorismo, que es una amenaza global para la comunidad de
naciones democráticas.
Permítanme,
por tanto, ofrecer una reflexión sobre uno de los aspectos
importantes que el Secretario General nos informa que han surgido
recientemente, en conexión con la protección de
civiles. Es el relativo a la
explotación
comercial y financiación ilegal tanto de los conflictos
como del terrorismo.
Colombia
considera que hay tres actividades que forman parte de esta explotación
comercial y la financiación ilegal, que es preciso conocer
y compartir:
1.
La próspera industria criminal de las drogas ilícitas,
en todas sus etapas, mucho más rentable que las de los
diamantes ensangrentados y que otros recursos que han alimentado
varios conflictos armados.
2.
La creciente industria del secuestro, que busca jugosos rescates
en dinero o propiedades y, en ocasiones, es un arma de chantaje
político que sustituye la ausencia de apoyo popular de
estos grupos violentos.
3.
La alternativa criminal al secuestro que es el uso extendido de
la extorsión.
Todos
ellos tienen como objetivo a los civiles inermes. En muchos casos,
alientan ataques contra la infraestructura vital como acueductos,
torres de conducción de energía, puentes, o sitios
tradicionalmente intangibles como las iglesias y los centros culturales.
Y además, siembran destrucción y muerte, angustia
y daños irreparables o muy costosos para el precario bienestar
de millones de civiles. El riesgo se ha vuelto mayor para los
civiles que para las personas que fueron entrenadas para protegerlos.
Nosotros,
los pueblos de las Naciones Unidas, tenemos aquí un formidable
desafío. Esta noble institución se creó,
entre otras razones, para preservar a las generaciones venideras
del flagelo de la guerra y para ... reafirmar la fe
en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y en
el valor de la persona humana. Y en esa misión ha
obtenido logros innegables. Hoy existe toda una cultura de los
Derechos Humanos y del respeto a la vida, que es lo que nos corresponde
defender ahora ante las nuevas modalidades de la violencia y del
terrorismo. Y no vamos a ahorrar sacrificios ni esfuerzos para
seguir proclamando y protegiendo estos bienes públicos
universales.
En
ese empeño es urgente que el Régimen Legal Global
Anti-Terrorista y en especial la Resolución 1373 tengan
el más riguroso, pronto y cabal cumplimiento. La barbarie
no impondrá la crueldad de sus métodos.
Nuestro
compromiso en contra de todas las formas de barbarie tiene que
ser contundente. Nuestros ideales tienen que prevalecer para que
nuestra tarea no sea tanto la de proteger a los civiles en los
conflictos armados sino la de impedir, oportunamente, los conflictos
armados intraestatales e interestatales. Y sin hacer pausa alguna
en esta campaña, la de erradicar el flagelo del terrorismo.
Colombia
acepta que hay una responsabilidad compartida en la noble tarea
de proteger la dignidad humana. Es una responsabilidad que nuestro
país asume con plena determinación.