PALABRAS DEL PRESIDENTE URIBE ANTE EL CONGRESO DEL PERÚ

Lima, 22 oct. (SNE). Las siguientes son las palabras del Presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, ante el Congreso del Perú.

“Señor Presidente: me honra inmensamente llegar esta tarde a este hemiciclo de la democracia latinoamericana. Ha sido hoy día de una experiencia maravillosa. Compartir con ustedes en la Alcaldía de Lima, en la Corte Suprema de Justicia, con el señor Presidente de la República, Alejandro Toledo, y con el Congreso del Perú.

Encuentro en esta tierra amada por tantos, defendida por San Martín, por Bolívar, por Sucre, por Córdoba, por Grau, un conjunto institucional sólido, democrático, tipificando un gran Estado de Derecho.

Quiero rendir mi testimonio de admiración a la solidez institucional del Perú, que produjo los resultados en democracia, en participación, unos resultados en cifras macroeconómicas que tendrán que revertir en mayores corrientes de inversión, en mejores niveles de empleo, en crecientes ingresos fiscales y en mejores posibilidades de construcción de cohesión social.

Y vengo desde la tierra colombiana, donde nos empeñamos en una intensa lucha por derrotar el terrorismo, por cimentar una democracia pluralista, sin exclusiones, sin odios, con debate permanente, sí, pero con debate fraterno, constructor de opciones, no con debate fundamentalista, incapaz de superar contradicciones.

Donde nos empeñamos en la tarea de tener una macroeconomía sana, una actividad pública y privada transparentes, y una mayor inversión social, que nos permita tener una sociedad de economía privada, de economía solidaria, una sociedad sin exclusión, una sociedad fraterna, una sociedad donde cada individuo sienta que hace parte, con obligaciones y derechos, del colectivo nacional.

En esta batalla contra el terrorismo hemos sentido una gran comprensión, un enorme apoyo del pueblo peruano y de sus instituciones, de su Presidente, de su Congreso, de todos los órganos el poder público, que quiero agradecer esta tarde ante el Congreso del Perú.

Una batalla contra el terrorismo, que es una batalla en favor de la democracia. Lo que allí emprendimos desde hace 26 meses, es lo que denomino un proyecto de Seguridad Democrática. ¿Por qué democrática? Para distinguirlo de fases de la historia, frente a las cuales hay ingratos recuerdos de políticas de seguridad y también por el significado de su acción.

La nuestra, a diferencia de la época de la seguridad nacional, es una acción estatal de seguridad en favor de todos los ciudadanos, sean ellos más amigos al Gobierno o más antagonistas del Gobierno. Sean ellos empresarios o trabajadores, miembros activos de los gremios de la economía o de las organizaciones sindicales. Un concepto democrático de seguridad que implica que el poder coercitivo o coactivo del Estado se granjee la confianza de todos ciudadanos, por su voluntad y sus resultados de protegerlos a todos.

Allá para derrotar el terrorismo no establecemos diferencias sociales, ni económicas, ni políticas. Independientemente de la manera como pensemos frente a la vida económica o política, lo que queremos es que todos, unánimemente, nos comprometamos en la derrota del terrorismo, porque eso nos favorece a todos como colectivo, y a cada uno como ciudadano integrante de esa Nación.

Esa es una batalla dura, porque estos grupos terroristas, a diferencia de guerrillas que actuaron en América Latina, no son luchadores en favor de la democracia sino torpedos de la democracia. América Central, América del Sur tuvo guerrillas en el momento en que las dictaduras habían suprimido las libertades públicas, y Colombia tiene grupos terroristas en el momento en el cual más se han consolidado las libertades públicas.

Ahí hay, señor Presidente y honorables congresistas, una diferencia de fondo. Cuando sociólogos, políticos, historiadores, pensadores contestatarios de Europa visitaban el Cono Sur, en la época de las dictaduras y de las guerrillas, o visitaban Centro América, los voceros de las guerrillas justificaban su acción en la lucha contra oprobiosas dictaduras.

En Colombia nada justifica la acción del terrorismo. Nada lo explica. Allí hay una democracia que todos los días se perfecciona más. Las elecciones de octubre de 2003, cuando ya esta administración llevaba 15 meses, demostraron que en nombre de la Seguridad Democrática se amplió la democracia. No en el texto constitucional, que siempre ha tenido el más amplio sentido de amplitud democrática, sino en la realidad. Pasamos, gracias a nuestro proyecto de seguridad, de lo que es llamado las ‘garantías retóricas’ a las garantías efectivas.

Voceros de partidos provenientes de antiguas guerrillas, de partidos alternativos a los tradicionales, de fuerzas de oposición, recibieron plenitud de garantías de mi Gobierno, pudieron participar exitosamente en esas elecciones y tienen cargos en el Estado, de gran importancia y de origen popular.

Y el Gobierno que presido ha buscado con todos ellos una relación patriótica, constructiva, independientemente del origen de su elección. ¿Y los grupos terroristas qué defienden entonces? ¿Las reivindicaciones sociales? No tienen autoridad. Cuando vemos qué ha pasado en desigualdad, en pobreza, en miseria, encontramos que los años en los cuales se han agudizado esos flagelos, han sido los años de la mayor insensatez y de la mayor agresividad del terrorismo.

La lucha por la democracia que ellos dicen encarnar es un bloqueo terrorista a la democracia. La lucha por las reivindicaciones sociales que ellos dicen dirigir, ha sido en sus resultados un camino de mayor empobrecimiento del pueblo colombiano. Que le hablen al mundo con claridad.

Sabe, señor Presidente, ¿qué los diferencia de guerrillas que América Latina oyó en algunas décadas anteriores? Estas últimas en el Cono Sur o en Centro América fueron de limosna. Muchas tuvieron una dirección ideológica importante, antes de degenerar en el terrorismo. Tuvieron motivos de apreciación política y social que por lo menos había que examinar. Los grupos nuestros son enormemente ricos. Una riqueza derivada del narcotráfico. Tienen la vanidad superior del criminal, que se infiere y se fertiliza a partir de esa combinación del poderío militar, la riqueza mal habida y el desprecio por la vida y la complacencia ante la sangre. Eso es lo que defienden los grupos terroristas de Colombia. Por eso hay que derrotarlos.

Y coincide mi visita esta tarde al Perú, con la denuncia a una entidad europea que ha venido dando dinero a las Farc. Colombia no va a permitir eso. Ahora que pasé por su oficina, allí vi tres retratos: vi uno de Antonio José de Sucre, otro del General Bolívar y otro de Tupac Amarú. Pensé en esos estandartes del carácter y me dije: mientras reflexiono en la memoria de estos héroes, hay que templar el carácter colombiano para denunciar a los patrocinadores del terrorismo, cualquiera sea su nacionalidad, cualquiera sea su alegato, para perseguirlos con toda verticalidad, para buscar traerlos a la cárcel, para extraditarlos desde donde haya que extraditarlos, a fin de ponerlos a buen juicio por la justicia de Colombia.

El Perú, que sufrió la pesadilla, ha sido la Nación hermana solidaria en nuestra tarea de derrotarla. Agradezco a todas las instituciones del Perú la coordinación con Colombia para derrotar el terrorismo, para derrotar el narcotráfico. La preocupación del Perú y Colombia en la línea de frontera es ejemplar. Y esos resultados no se logran sino cuando hay convergencia de voluntades de los países limítrofes. Gracias a la comprensión del Perú, se ha dado esa convergencia y hemos podido producir mejores resultados.

Por supuesto, obra una pregunta. ¿Qué es primero: la paz o la justicia social? Hace varias décadas, en mi época de universidad, cuando las teorías políticas prevalecientes en muchas universidades latinoamericanas eran las de Marx, Engels, Hegel, Marta Harnecker, Nicos Poulantzas, Mao Tse Tung, cuando nuestra Latinoamérica veía una juventud con el corazón henchido por el éxito de la reciente Revolución Cubana, lo que pensábamos siempre es que sin justicia social no habría paz.

Pero han corrido los años. Hemos visto que la violencia lo único que ha hecho es acentuar la pobreza, impedir la justicia social. Por eso nos hemos propuesto derrotar el terrorismo, crear confianza inversionista y exigir que esa inversión cumpla una función en procura del crecimiento y una función social. Inseparables.

La inversión privada en nuestros pueblos para la sostenibilidad de la credibilidad de nuestras instituciones, tiene que cumplir esa doble tarea: ser un jalonador del crecimiento y ser un factor de construcción de justicia social. Es la única manera de estabilizar en el largo plazo la convivencia y la credibilidad de los ciudadanos a las instituciones.

Porque finalmente en el extremo de la violencia, cuando la gente no se siente protegida por el Estado, cuando el Estado ha sido desbordado por el poder real del terrorismo, el individuo es ajeno al sentimiento del colectivo. Y en el otro extremo, cuando la paz no se convalida, no se legitima con la cohesión social, el individuo siente finalmente la misma indiferencia frente al colectivo, y con esta indiferencia se logra el objetivo de perturbar la paz.

De ahí que nosotros creemos en la necesidad de acompañar esta batalla contra el terrorismo, de la batalla por el crecimiento de la economía y de la batalla por la cohesión social. Y de otro elemento: por la transparencia en los negocios públicos. En la seguridad, en la actividad privada, hay que imponer la transparencia. De lo contrario no se construye credibilidad.

Si el crecimiento económico es alto, pero no hay transparencia, ese crecimiento económico no mira una meta de largo plazo, sino que sus actores rápidamente se desilusionan por la falta de transparencia y emigran con sus capitales a otros territorios.

Si la acción pública es eficaz en la tarea de preservar el orden, pero no es transparente, el sentimiento de credibilidad que se puede dar en los ciudadanos, a partir de la capacidad de la acción pública y de su competencia para instaurar el orden, se desvanece cuando los ciudadanos se enfrenten ante la realidad de la falta de transparencia. El crecimiento es necesario, pero con transparencia. La garantía del orden es necesaria, pero con transparencia.

El mundo moderno está lleno de mecanismos para garantizar la transparencia. La publicación de los contratos y de las compras del Estado en las comunicaciones electrónicas, la masificación y revolución de los medios de comunicación, el creciente y masivo acceso de los ciudadanos a los instrumentos más modernos de comunicación, la defensa de la democracia en todas partes como factor de análisis y de crítica frente a las acciones del Estado. Hay poco que inventar en materia de técnicas y en materia de normas para derrotar la corrupción, para establecer la transparencia.

Diría yo que lo fundamental es dar ejemplo. Por eso me propongo en Colombia, en el curso de los próximos meses, reiterar todos los días una consigna: demos ejemplo en la lucha contra la corrupción. Si ese ejemplo no lo damos quienes tenemos responsabilidades en el Estado o en el sector privado, de nada sirven las normas anticorrupción, de nada sirve la publicación de los contratos y compras del Estado en la electrónica, de nada sirve la veeduría comunitaria, de nada sirve la audiencia del público para vigilar los contratos, de nada sirve la denuncia de los medios de comunicación.

Dar ejemplo, dar ejemplo, dar ejemplo, es la consigna que tenemos que cumplir quienes tenemos responsabilidades diligentes en el sector público o en el sector privado, para que haya transparencia en nuestros países.

Quiero hablar en el Congreso del Perú al oído de mis compatriotas colombianos. Demos ejemplo. Critiquemos en el interior de nuestros seres nuestras propias conductas, antes de que nos tengan que criticar desde afuera. Mantengamos una actitud evolutiva y autocrítica. Propongámonos dar ejemplo, dar ejemplo, dar ejemplo, en la lucha contra la corrupción. De lo contrario, ninguna acción objetiva será eficaz. El ejemplo es lo fundamental.

Ojalá en las próximas calificaciones de Transparencia Internacional, todos nuestros países salgan mejor calificados. Los colombianos, que estamos dando una lucha sin titubeos contra el terrorismo, tenemos que acompañarla de una lucha, igualmente vertical, contra la corrupción, para que el ciudadano del común sienta que se avanza en lo uno y se avanza en lo otro.

Y tenemos que imbuirnos de nuevo de tesis y de prácticas de fraternidad, de cristianismo elemental para construir cohesión social en nuestros pueblos. Por eso la empresa privada que necesitamos, la inversión privada que tiene que afluir, debe cumplir en nuestros países esos dos compromisos: el de estimular el crecimiento y el de construir justicia social.

Perú tiene unas cifras macroeconómicas ideales. Diría que está en inmejorables condiciones para confianza inversionista. Con nosotros, con el Ecuador y con Bolivia y con Venezuela, dio Perú el paso para la renegociación del acuerdo de Comercio con Mercosur.

Con Colombia y con Ecuador, Perú está trabajando para el acuerdo de comercio con los Estados Unidos. Inteligentemente está buscando puertos asiáticos de la importancia de China y de Tailandia. El Perú, un país con condiciones macroeconómicas ideales y con una gran apertura al mundo, pragmática, con vocación de equidad, sin fundamentalismos ideológicos, con una concepción universal de las relaciones internacionales, como tiene que ser. Nosotros aplaudimos ello.

Creo que nuestros pueblos tienen que buscar mercados, oportunidades de ingresos y de empleo en todos los territorios del mundo. En la China o en los Estados Unidos, en Vietnam o en Tailandia. Atrás quedaron las fronteras ideológicas que impedían las relaciones comerciales de los pueblos. Ahora la única frontera que tiene que medirse para ampliar las relaciones comerciales de los pueblos, es la línea de la equidad. Es la única que no se puede transgredir. Desde que haya equidad, avanzamos más velozmente para integrar nuestras economías con todos los mercados que nos den posibilidades, para redimir a las grandes masas que están en pobreza y en miseria en nuestra América del Sur.

Y el Perú ha venido acompañándonos en una tarea bien importante: la de convencer al Fondo Monetario Internacional y a los mercados financieros, que a nuestros países hay que darles un tratamiento diferente. Honramos la deuda, siempre la hemos pagado y la seguiremos pagando. Pero si no construimos equidad social, habrá un momento de rebelión de las masas, que impedirá que la economía crezca y que finalmente cerrará los conductos por los cuales se pague esa deuda.

Hay que atender la realidad latinoamericana a tiempo. América del Sur necesita más compromiso de los bancos multilaterales y mejor comprensión de los mercados. Nosotros necesitamos que buena parte de nuestras inversiones, la sociales y de infraestructura, no se contabilicen para sumar los topes del Fondo Monetario. Necesitamos refinanciaciones, plazos largos, tasas de interés bajas, para poder dedicar crecientes porciones de los presupuestos a la construcción de inversión social. El Perú lo ha planteado de manera magistral ante los organismos internacionales y compartimos plenamente esa propuesta. Vamos a luchar por ella.

Señor Presidente: Deseo todo el bienestar a esta gran Patria peruana. Deseo todos los éxitos al Congreso en su doble tarea de representar al pueblo. Soy un convencido de que nuestra época no puede ceñirse al extremo de la democracia representativa, pero también soy un convencido de que la democracia participativa sin órganos de representación, es anárquica.

El equilibrio entre la participación del pueblo y el ejercicio de las competencias por parte de sus delegatorios, los congresistas, es fundamental para que la democracia, además de participación, se traduzca en resultados.

Con todo el respeto por este Congreso del Perú, con el recuerdo emocionado de las gestas de la historia, con devoción por Bolívar, San Martín, Córdoba, Sucre y Grau, con admiración por el Perú moderno, el Perú del combate para derrotar el terrorismo, el Perú del combate para derrotar la droga, el Perú del combate para reinstaurar la democracia, saludo al Congreso del Perú. Por su conducto, a este gran pueblo. Y digo desde el fondo del alma, con el más crecido sentimiento, muchas gracias, compatriotas peruanos”.

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