DISCURSO DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ANTE LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS

San José de Costa Rica, 19 jun (CNE).- El siguiente es el discurso pronunciado por el presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la visita que adelante el mandatario a ese país y en donde se reunión con su homólogo, Abel Pacheco.

"Aprovechando la feliz circunstancia de esta visita que de manera tan cálida, acogedora, constructiva, se ha podido realizar a la República de Costa Rica, por la excelente disposición de su Gobierno y de su pueblo y la circunstancia de que este país, ejemplo democrático del continente y del mundo, es sede permanente de la Corte.

Y acudo también con el inmenso respeto por la tradición de Colombia, que tengo que honrar, porque como muy bien usted lo ha resaltado en sus palabras, es una tradición jurídica sin mancha.

Y acudo en un momento de inmensas dificultades en Colombia para reiterar ante la Corte, por intermedio de la Corte ante toda la organización de países americanos y ante el mundo democrático, los sufrimientos de Colombia y los esfuerzos gubernamentales.

La violencia en Colombia ha destruido las familias, el empleo, las libertades. 34.000 asesinatos, 3.000 secuestros. Eso no tiene explicación. Mucho menos justificación.

La decisión de este Gobierno es el rescate de la seguridad. La política la hemos denominado de Seguridad Democrática, lo cual tiene dos significados: uno, en cuanto al universo de los beneficiarios de esta seguridad, y uno segundo, en cuanto al método.

El universo de beneficiarios de esta seguridad está integrado por la totalidad de los colombianos, sean empresarios o trabajadores, directivos gremiales o directivos sindicales, maestros, periodistas, agricultores o campesinos, amigos de las ideas del Gobierno o críticos de las ideas del Gobierno.

Ese universo beneficiario configura lo que llamamos la base social de una democracia sin límite, plenamente pluralista.

Y esta política de Seguridad es Democrática por el método: ejercer severamente la autoridad para restablecer el orden con apego irrestricto, incondicional, a los Derechos Humanos, a la Constitución, al pluralismo democrático.

Por supuesto que genera controversias. Yo he dicho que no reconozco en los grupos violentos de Colombia la condición de combatientes. Que mi Gobierno los señala como terroristas.

¿Por qué lo he dicho? Lo he dicho por las condiciones propias de la democracia colombiana. Lo he dicho por los métodos de estos grupos. Lo he dicho por sus resultados. Y lo he dicho por sus recursos.

Las condiciones propias de la democracia colombiana. Es una de las democracias más antiguas del continente. Con una continuidad sorprendente en medio de las dificultades.

Muchos politólogos internacionales se preguntan sorprendidos cómo ha habido continuidad democrática en medio de este desafío terrorista. Pero la ha habido.

Y es una democracia que todos los días se ha perfeccionado más. Que cuando quiera que se haya detectado una talanquera al ejercicio democrático, se ha superado. Es una democracia sin límites. Sin veniales hostilidades a la expresión del pensamiento democrático.

Cuando hay un Estado constituido institucionalmente para garantizar el ejercicio pleno de la democracia, no se puede admitir la legitimidad de la oposición armada.

Diría yo que el reto del mundo contemporáneo es derrotar el terrorismo ejercido por los grupos opositores o por el Estado. Y cuando el Estado está comprometido con la transparencia, nada implica ni justifica el terrorismo de los grupos opositores, sus acciones violentas.

Colombia, por mi conducto, quiere decir hoy ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos que nuestro compromiso con el pluralismo democrático es total. Y por eso nuestra resistencia a la oposición armada es total.
Los métodos de estos grupos, atroces. No combaten la Fuerza Pública. Plantan el territorio de minas antipersonales. Basta mirar el cuadro dramático de policías y soldados y de población civil, todos lisiados por las acciones terroristas de estos grupos.

Su fuente de financiación: la droga, el secuestro. Ni en mi adolescencia ni mi juventud universitaria, una guerrilla en nombre de ideales políticos, ni en el ejercicio político de actividad pública en mis años de madurez, he visto una guerrilla corrompida por el poder corruptor de la droga.

La misma que financia los mal llamados grupos paramilitares. La misma droga que amenaza con acabar con la ecología, con la ética, con la democracia del continente.

No se puede admitir dar legitimidad a una oposición armada. No se puede reconocer en esa oposición armada la calidad de combatiente, cuando su financiación principal es la droga y su segunda financiación es la más repugnante conducta contra la libertad humana: el secuestro.

Sus resultados. Cuando leo los informes de Naciones Unidas, de algunas ONG's internacionales, sobre la situación de pobreza y de inequidad en Colombia, el resultado no se puede negar, pero hay que preguntar cuál es la causa.

Era yo estudiante universitario y creía que en Colombia no íbamos a lograr la paz hasta que no tuviéramos pleno desarrollo de la justicia social. Los años nos han hecho ver otra realidad.

Esta violencia ha destruido las familias y la confianza inversionista. Esta violencia ha eliminado las raíces de millones de colombianos en su Patria. Esta violencia ha creado un país en dispersión. Esta violencia no deja crecer la economía. Esta violencia no permite que haya recursos para el empleo. Estas acciones violentas impiden que haya recursos para la equidad social.

Los resultados sociales de la violencia no tienen escenario peor comparable.

Y los resultados democráticos. El cinismo de los grupos violentos de Colombia. Todavía insisten en buscar audiencia internacional para engañar, como han engañado históricamente. Le han mentido al mundo por 40 ó 50 años.

Ellos han ejercido como terroristas y han hablado como políticos sociales. Que se decidan. Que dejen esa hipocresía. Que dejen esa doble moral. Que no le hablen al mundo como políticos mientras actúan en Colombia como terroristas.

Las limitaciones de la democracia en Colombia no son limitaciones derivadas del Estado. Son limitaciones impuestas por los violentos.

Colombia durante 100 años luchó por la elección popular de alcaldes, de gobernadores, por ampliar la democracia de base, la democracia local, la democracia regional.

En esas épocas, la guerrilla decía que para hacer la paz se requería que el pueblo pudiera elegir sus autoridades inmediatas. Eso se concretó en Colombia en 1988 y posteriormente con la Constitución de 1991.

Y la guerrilla, en lugar de haber depuesto sus armas, para haber dado una lucha ideológica y política, y haber buscado el poder local o regional, ya lo estaba destruyendo por la vía armada.

Los alcaldes amenazados en Colombia, que no pueden oficiar en los municipios donde fueron elegidos. Los gobernadores condicionados no lo son por el Estado, lo son por los grupos violentos.

Estos cínicos de los grupos violentos que siguen pidiendo audiencia internacional, para hablar como políticos cuando son miserables terroristas, son los que han limitado la democracia colombiana. La falta de gobernabilidad en muchas municipalidades no es por el Estado, es por los grupos violentos.

Y muchos ciudadanos me preguntan: ¿Y usted no los reconoce como combatientes? ¿Entonces cómo los va a combatir?

Los vamos a combatir como lo tiene que hacer un Estado de Derecho respetable, de acuerdo con la tradición colombiana, limpiamente, de la mano de la Constitución, con ajuste total a los Derechos Humanos.

Colombia tiene un desafío. Colombia tiene el desafío de derrotar el terrorismo y simultáneamente de poder mirar al mundo con la conciencia tranquila, por haberlo hecho con total ajuste a los Derechos Humanos.

Me preguntan muchos ciudadanos: ¿Va Colombia a restringir sus libertades para desafiar el terrorismo? No.

Quisiera repetir esto ante ustedes: quien examine bien el curso cotidiano de Colombia, encuentra que es el país democrático que tiene el mayor y el más injusto desafío terrorista en el mundo y simultáneamente la mayor libertad de prensa.

Muchos países, en otra época todavía reciente, han tenido que enfrentar el terrorismo. Entre las primeras medidas que han tomado para ser eficaces en esa lucha, han incluido la limitación a la libertad de prensa.

Esto no ha pasado por la mente del Estado colombiano. Nosotros vamos a derrotar el terrorismo con cumplimiento de los derechos humanos y sin restringir las libertades públicas.

Y muchos me preguntan: ¿Hay posibilidad de paz? Claro.

En el momento que estos grupos se definan, que abandonen la doble moral, que abandonen la actitud sibilina, la actitud de engaño al mundo, de querer en el día ante las cámaras y ante los micrófonos hablar como políticos, para proceder en la noche como terroristas.

El día que quieran sentarse a dialogar en medio de un cese de hostilidades y a buscar sinceramente la paz, en Colombia estamos listos para hacerlo con gran serenidad.

Y me preguntan muchos: ¿Cuál es el papel de la Comunidad Internacional? Necesitamos de la Comunidad Internacional. Colombia ha estado abierta a la crítica de la Comunidad Internacional y ansiosa de su apoyo.

Hemos pedido que permanezca en el país la misión del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Derechos Humanos, mantenemos un fluido diálogo con esa Oficina. En ocasiones hay desacuerdos que hay que manejarlos fraternamente, con las cartas sobre la mesa.

Tenemos la presencia de todas las organizaciones de derechos humanos que quieren estar en Colombia y de todas las ONG's. La instrucción nuestra es protegerlas. Se mantiene el debate con el Gobierno y a nosotros nos parece que eso es sano para la democracia y elemental, cuando se ha dado de por medio el engaño de los grupos violentos a la Comunidad Internacional y cuando aparece un Gobierno con la decisión de derrotar esos grupos, a los que sí quieran dialogar.

Recientemente los países del Grupo de Río tomaron una decisión juiciosa y pragmática. Le pidieron a Naciones Unidas que ejerza sus buenos oficios para que la guerrilla colombiana se siente a dialogar con el Gobierno de Colombia, con un previo cese de hostilidades.

Una decisión juiciosa: buscar el órgano supranacional por excelencia para que cumpla con esa tarea de buenos oficios y al mismo tiempo práctica, porque en el párrafo segundo de esa decisión, los países del Grupo de Río dicen que si llegare a fracasar esa misión de buenos oficios de las Naciones Unidas, Naciones Unidas y el Grupo de Río y el Gobierno de Colombia buscarán alternativas.

Me parece práctica. Porque el mundo no simplemente se puede quedar pidiéndole a la guerrilla que dialogue cuando ella no oye. El mundo democrático tiene que aconsejarla. Que defina: dialoga, resuelve este problema o se buscan alternativas.

Esas alternativas no pueden ser exclusivas de Colombia. No voy a dar sino una razón de por qué no puede ser exclusiva de Colombia: porque es un peligro para el continente. Hoy se destruye la selva colombiana para sembrar droga y financiar estos grupos. Mañana se puede destruir la parte amazónica del Perú, o de Ecuador, o del Brasil, o de Venezuela.

Hoy las minas quiebrapatas son contra los colombianos. Mañana pueden ser contra los vecinos. Ya hay terroristas colombianos secuestrando en Ecuador, por lo cual se queja con toda justicia el Gobierno ecuatoriano. Y hay terroristas colombianos en Bolivia, por lo cual se queja con toda justicia el Gobierno boliviano.

El terrorismo infatuado por la riqueza, el terrorismo delirante por la droga y su capacidad militar, es un terrorismo que no tiene límites éticos ni fronterizos. Su desdén por el Estado es total. Y entonces le da lo mismo hoy atentar contra el Estado democrático de Colombia y mañana contra el Estado democrático de cualquiera de los vecinos.

Por eso necesitamos la participación de la Comunidad Internacional. Y espero que la petición del Grupo de Río produzca una profunda reflexión en Naciones Unidas. Porque le papel que hemos visto los colombianos de Naciones Unidas es que critica mucho y resuelve muy poquito.

Yo no le digo a Naciones Unidas que deje de criticar, pero le digo que se comprometa a resolver. A ratos Naciones Unidas da la impresión de que le tiene miedo a las descalificaciones que los grupos violentos de Colombia le hacen. Yo no creo que Naciones Unidas se pueda abstener de ayudarnos inicialmente en Colombia porque los grupos violentos la desconocen.

Naciones Unidas tiene que escoger a quien le tiene que servir: si al miedo que le producen los grupos violentos de Colombia o a la necesidad del pueblo colombiano de que la Comunidad Internacional nos ayude para superar esta violencia.

Y el tema no lo podemos hablar más con subterfugios, hay que hablarlo con claridad. Por eso, señor Presidente, quiero darle mi saludo respetuoso y acatamiento a esta Corte.

Yo soy consciente, desde el punto de vista de convicciones democráticas y del miramiento pragmático al decurso de mi Nación, que este problema necesita de lucha por parte del Estado y que esta estrategia de Seguridad Democrática es sostenible y sí es eficaz y sí va de la mano de los Derechos Humanos.

Entonces vengo aquí, a pedirle de manera descarnada, una revisión de fondo sobre su actitud frente al problema colombiano y a reiterar, de acuerdo con la tradición jurídica de ese sufrido Estado de Derecho que es Colombia y de esa maltratada sociedad, la cooperación del mundo, para resolver el problema.

Muchas gracias, señor Presidente, y honorables magistrados.

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