PALABRAS
DEL PRESIDENTE URIBE DURANTE FORO DEMOCRACIA Y DESARROLLO EN
IBEROAMÉRICA
Cartagena, 21 feb. (SNE).- El siguiente es el texto
del discurso del presidente Álvaro Uribe Vélez durante el Foro
Democracia y Desarrollo en Iberoamérica, organizado por
la Agencia Española de Cooperación:
"Nos honran ustedes inmensamente al convocar a esta reunión
en Cartagena. Su presencia se constituye en un motivo de mucha
alegría para el pueblo colombiano, de mucha ilusión.
Sentimos, en su presencia, un gran respaldo. Inmerso yo en una
tarea ejecutiva en un momento tan intenso que poco permite detenerse
para reflexionar y, además, consciente de que proponer ciertas
reflexiones puede generar debates que no convienen a la tarea ejecutiva.
Déjenme proponer dos puntos de reflexión sobre Colombia.
Cuando
la intelectualidad democrática del mundo señalaba
a América Latina como un caso preocupante de dictaduras
militares, como un objetivo inmediato para superarlas y sustituirlas
por la democracia, Colombia aparecía como una excepción.
Pero nadie anticipó que aquí se estaba creando un
gran obstáculo a la democracia, no proveniente de los gobiernos
ni del Estado, sino de la falta de Estado: el terrorismo.
Las
dictaduras militares, que afectaron esas democracias en nuestro
continente, han tenido en Colombia un par: la amenaza del terrorismo
contra la democracia.
Y
déjenme expresar otra afirmación para provocar
una reflexión. Terminó México con el Porfiriato,
una época señalada por mucho historiadores como de
construcción de creatividad, de normalidad. Después,
hubo una serie de episodios que produjeron la disgregación
real del poder. Todo aquel que tenía dos fusiles, ejercía
poder.
Algo
parecido encontramos en Colombia: un Estado formal, pero una
disgregación real del poder. Todo aquel que podía
juntar dos o tres hombres con fusiles, con tres kilos de coca
y diez kilos de explosivos creaba un Estado usurpador, un poder
ilegítimo, de hecho, superior al poder del Estado.
Y
eso hace cundir la desconfianza generalizada de la ciudadanía.
Por eso, nos hemos propuesto en este Gobierno reconstruir confianza
y esa confianza tiene que reconstruirse logrando el normal funcionamiento
de la democracia. Y el normal funcionamiento de la democracia tiene
tres obstáculos: el terrorismo, la falta de trasparencia
y la falta de dinamismo económico y social.
Nos
hemos propuesto adelantar una política de seguridad.
La denominamos Seguridad Democrática. ¿Por qué?
porque es seguridad para todos, independientemente de que sea empresario
o trabajador, dirigente gremial o dirigente sindical, independientemente
de que se profesen y expresen ideas políticas semejantes
a las del Gobierno o en oposición a las del Gobierno.
Esa
seguridad la sentimos democrática, también para
establecer contrastes históricos. El continente fue recorrido,
en algún momento, por la teoría de la seguridad nacional.
La seguridad nacional no fue una seguridad al servicio del pluralismo.
Siempre estuvo al servicio de la persecución, del señalamiento
disidente. Se utilizó la libertad para los amigos de la
doctrina y se sometió al cercenamiento de la libertad, a
los adversarios de la doctrina.
Nuestra
Seguridad Democrática es para proteger, por igual,
a los amigos del Status Quo y los disidentes. Ése es el
concepto profundamente enraizado en nuestra alma, como estamos
ejecutando la Seguridad Democrática.
Esa
Seguridad Democrática no va a producir milagros. Necesita
persistencia. En un régimen de opinión, la persistencia
sólo se logra con credibilidad, con confianza de la ciudadanía.
Y esa confianza exige que esa seguridad sea eficaz y transparente.
Por eso, nuestro compromiso con los derechos humanos. Así como
en el continente hubo dictaduras militares, también en muchas
partes se aceptó la tesis de que, para derrotar a la guerrilla
y a los movimientos armados, era necesario violar los preceptos
democráticos, abrir compases, paréntesis a los derechos
humanos, al respeto a las libertades básicas.
En
Colombia, por convicción, por circunstancias del momento
histórico, pensando en la reconciliación profunda
de la sociedad colombiana, tenemos un reto: derrotar el terrorismo
con trasparencia.
Que
nuestras Fuerzas Armadas puedan mirar a los ojos del mundo y
decir: "Rescatamos plenamente la paz, sin abandonar el
imperio del Estado de Derecho, sin maltratar las libertades básicas." Por
eso, nos hemos propuesto trabajar con el mejor cuidado el tema
de la trasparencia, el tema de los derechos humanos.
¿
Por qué denominamos a estos grupos terroristas? Yo conocí en
la universidad pública a las guerrillas. Muchos de mis compañeros
abrazaron esa causa, veían en la Revolución Cubana
el camino a replicar en América Latina. La disputa intelectual
en nuestras universidades públicas era una disputa entre
quienes querían seguir el régimen de Cuba, o aquellos
más influidos por la Unión Soviética u otros
encantados por las tesis de Mao Tse Tung.
Imposible
pensar en los años setenta que, al cambio de centuria,
esas guerrillas ideológicas estarían convertidas
en organizaciones narcotraficantes, mercenarias al servicio del
crimen. Ese tránsito lo ha vivido en un período no
muy largo mi generación e independientemente de cualquier
discusión jurídica o sociológica, permítanme
hacer esta aseveración: cuando las formas de Estado y las
practicas de Gobierno son democráticas, comprometidas sin
esguinces con la democracia, no hay posibilidad de legitimar acción
armada contra esas formas de Estado y de Gobierno.
Una
democracia plena, como la que se siente hoy en Colombia, no puede
tener consideraciones en el calificativo a quienes atentan
en armas contra esa democracia. En ausencia de terrorismo de
Estado, toda acción armada contra el Estado necesariamente
tiene que ser calificada de terrorismo.
Cuando
leo la legislación inglesa, la legislación
alemana, la española, allí hay contundencia en dos
puntos: la defensa de la democracia y el señalamiento de
terroristas a aquellos que, por razones religiosas, ideológicas,
políticas, amenacen con utilizar las armas. No se califica
solamente de terrorismo el uso efectivo de las armas, sino la simple
amenaza del uso de armas.
En
nuestro medio, hay que calificar estas organizaciones de terroristas
por los métodos. El mundo debería también
mirar los mutilados, debería mirar las minas antipersonales.
El Gobierno de Colombia pertenece al convenio de la Organización
de Estados Americanos de Desminados, ha hecho un gran esfuerzo
en esa tarea.
Nuestra
Fuerza Pública es ejemplar. Aquí las organizaciones
al margen de la ley proceden hoy con toda clase de artefactos terroristas,
siendo uno de los principales, el uso de la minas antipersonales.
El
sacrificio de nuestra Fuerza Pública es enorme. El año
pasado, más de trescientos integrantes de nuestra Fuerza
Pública sufrieron heridas profundas, mutilaciones con lesiones
permanentes, derivadas de las minas antipersonales de estos grupos
terroristas.
Estos
grupos hicieron ilusionar a la Patria con un cambio de estructuras
económicas y sociales, con un camino hacia una sociedad
más equitativa, más igualitaria. Han conseguido
todo lo contrario. Han conseguido empobrecer la sociedad. Han
conseguido desestabilizar todas las posibilidades de progreso
y de construcción de equidad.
A
una generación como la mía, que le ha tocado en
su ciclo vital no tener la posibilidad de un solo día de
paz, y ver la evolución de estos grupos, no le es difícil
concluir que el periplo de estos grupos ha sido, finalmente, funesto
para Colombia, funesto en lo económico, funesto en lo social,
funesto en lo político.
Tenemos
nosotros la decisión de fortalecer el Estado para
recuperar el imperio institucional. Por eso, no hemos vacilado
en la calificatoria de terroristas, tanto a las guerrillas, como
a los grupos de autodefensas.
Nosotros
no podemos permitir, en nombre de la transparencia, que es lo
que le tiene que dar sostenibilidad de opinión a
esta política, en nombre de un porvenir de sociedad reconciliada,
que la defensa de la sociedad la asuman grupos ilegales de autodefensas,
financiados también por el secuestro y el narcotráfico,
que finalmente concurren a las mismas atrocidades con las cuales
los guerrilleros han golpeado al pueblo colombiano.
Nuestro
propósito es la recuperación plena del monopolio
institucional para derrotar a los agresores y para defender a la
ciudadanía.
Hoy,
esta política tiene aceptación y controversia.
Quienes controvierten esta política señalan puntos
como el Estatuto Antiterrorista, recientemente aprobado. Ese estatuto
da a la Fuerza Pública poderes para ejercer solamente casos
de terrorismo, poderes especiales para, en una emergencia poder
detener sin orden previa del Fiscal, allanar o interceptar comunicaciones.
Pero
hay salvaguardas a las libertades básicas. Cualquier
acción de esta naturaleza tiene que ser comunicada de inmediato
a los fiscales, tiene vigilancia permanente de la Procuraduría,
control político especial por el Congreso de la República
y el desarrollo de ese Estatuto Antiterrorista tiene que consagrarse
en una Ley Estatutaria que concrete el ejercicio de la salvaguarda
a las libertades básicas.
Muchos
ciudadanos del mundo me preguntan si esta política
de seguridad se opone a la política de negociación.
Colombia ha tenido una larga tradición de generosidad en
la negociación. La violencia política terminó con
negociación política y con reinserción generosa
a los grupos que estaban al margen del Estado alzados en armas.
Después
se hizo esa mutación de las antiguas guerrillas
partidistas a las guerrillas marxistas y ha habido continuos procesos
de paz, inmensamente generosos. La apuesta del presidente Betancourt
a favor de la paz es una apuesta histórica sobre la cual
habrá que volver para concluir frente a ese esfuerzo que él
hizo, lo mismo que habrá que concluir frente al esfuerzo
de mi muy digno predecesor, el presidente Pastrana.
Esfuerzos
patrióticos, con toda la buena fe, con toda la
convicción cristiana y democrática, que no tuvieron éxito,
no por fallas en el esfuerzo sino porque los destinatarios de ese
esfuerzo utilizaron la generosidad de los gobiernos interpretándola
como debilidad para avanzar a su fin de la toma del poder por la
vía armada.
Colombia
ha tenido una larga generosidad de procesos de paz, quizás,
el Gobierno menos abierto a ello, ha sido el que yo presido. Llegado
en un momento en el cual, saturado el pueblo colombiano por los
abusos de estos grupos, la decisión ha sido derrotar el
terrorismo. Pero las puertas de los procesos de paz no están
cerradas. Cuando asumí la Presidencia, mi antecesor traía
dos procesos. Uno, con el ELN, a través de Cuba, y otro
con las Autodefensas, a través de la Iglesia Católica.
Tomamos la decisión de continuar ambos sobre la base de
que se aceptara un cese de hostilidades.
Quiero
hacer esta precisión. Cuando se califica a un grupo
de terrorista, no se puede negociar con ese grupo mientras ese
grupo no renuncie a sus actividades terroristas. Por eso, hemos
exigido como condición para adelantar un proceso, el cese
de hostilidades.
El
Gobierno aceptó adelantar el proceso con las autodefensas,
en el momento en que buena parte de esos grupos le informaron a
la Iglesia Católica que aceptarían la condición
del cese de hostilidades.
Ha
habido cumplimiento e incumplimiento. Esta semana, el Comisionado
de Paz le presentó un balance al país que lo pedimos
fuera con la menor subjetividad posible. Creo que el paso recientemente
dado por la Organización de Estados Americanos, de entrar
a vigilar ese proceso, a acompañarlo, que debe conducir
a que aquellos grupos de Autodefensas, que de verdad quieran
la paz, entren a unas áreas de concentración donde
se facilite la vigilancia nacional e internacional, es un paso
muy afortunado.
Presidente
Aznar, necesitamos gran cooperación de la Unión
Europea a la tarea en la cual está empeñada la Organización
de Estados Americanos.
Hemos
hecho todos los esfuerzos para negociar con el ELN. La Iglesia
Católica, el Gobierno de Cuba me informaron que el ELN
sería una convención nacional. Rápidamente
dijimos: 'Háganla, hay todas las garantías con
un cese de hostilidades'.
Me
preguntaron cuáles serían las características
del cese de hostilidades. Me reuní directamente con Felipe
Torres, el guerrillero del ELN recientemente liberado de la cárcel.
Le di todas las garantías para que esa organización
entrara en un cese de hostilidades, convocara a la convención
nacional. Le expresé que el cese de hostilidades implicaría
abandono de cualquier delito, pero que no tendría que hacerse
efectivo con desmovilización y desarme.
Fui
reiterativo, el cese de hostilidades es una condición
para que se inicie el proceso y el desarme y la desmovilización
son puertos de llegada del proceso, estableciendo una diferencia
entre el cese de hostilidades, por un lado, y el desarme y la desmovilización,
por otro. Buen ejemplo que nos dieron en la negociación
de Irlanda del Norte en el Pacto de Viernes Santo de 1998.
El
Grupo de Países Amigos, por el cual me preguntaba usted
esta mañana, señor presidente Aznar, ha hecho un
gran esfuerzo para ayudar en el proceso del ELN: una comisión
nacional facilitadota y, hasta el momento, todo ha sido imposible.
Creo
que los señores del ELN están en el mejor de
los mundos. Secuestran a colombianos y secuestran a ciudadanos
europeos, aquí proceden como terroristas y, en la comunidad
internacional, no se les señala como terroristas. Están
cooptados, en buena parte, por las Farc. Por eso, celebro y agradezco,
presidente Aznar, su voluntad de ayudarnos para que la Unión
Europea los declare terroristas. Eso es urgente.
Los
terroristas no pueden tener licencia política para persistir.
Abstenerse de declararlos terroristas es concederles licencia política
para que persistan en sus actividades terroristas.
En
el momento en que quiera el ELN negociar y acepte el cese de
hostilidades, mi Gobierno sería el primero en pedir que
se les suspenda el calificativo de terroristas para facilitar
esa negociación con la condición del cese de hostilidades.
Las
Farc. He explicado ampliamente a la comunidad nacional e internacional
nuestra posición frente al acuerdo humanitario. Casualmente
hoy, hace dos años, secuestraron a la ex candidata presidencial
Ingrid Betancourt. No quiero abundar en detalles para no saturarlos
a ustedes de información minuciosa. Quiero simplemente
repetir que el Gobierno, ni descarta el acuerdo humanitario ni
está dispuesto a hacer un acuerdo humanitario que sacrifique
la política de seguridad del Estado.
El
Gobierno es consciente del dolor de las familias, de su aspiración
a la liberación de sus familiares, de su ilusión
por un acuerdo humanitario, pero el Gobierno también es
consciente que un acuerdo humanitario que debilite a la Fuerza
Pública, que la desmotive, que estimule una extorsión
recurrente de los terroristas sobre el Estado y sobre la sociedad,
es inadmisible.
Diría
yo hoy que lo primero que tiene que hacer el mundo es reflexionar
sobre la lógica de las prioridades. Pensar
qué es prioritario, si presionar al Estado colombiano por
un acuerdo humanitario o exigirle a los terroristas de las Farc
la liberación unilateral e incondicional de todos los secuestrados.
Y
creo que lo primero que tiene que pensar el Estado colombiano
hoy es derrotar el secuestro y buscar, de manera paciente, prudente,
pero con toda determinación, el rescate de los secuestrados
por parte de la autoridad legítima. Por eso, en este aniversario,
lo tengo que repetir con contundencia.
Preguntarán
ustedes por dos cosas: los resultados de esa política
de Seguridad Democrática y cuál es
el principal obstáculo para que esa película triunfe
plenamente. Hemos avanzado, no lo suficiente, pero hemos avanzado.
El último
atentado terrorista sobre esta ciudad se dio el 5 de agosto del
año 2002, dos días antes de mi posesión.
Nos hemos dedicado a cuidarla, con toda la aplicación, a
partir de una convicción: cero terrorismo, mucho turismo,
buenas posibilidades de empleo.
Hemos
captado informaciones de inteligencia de las Farc, apresurando,
a quienes merodean, en nombre del terrorismo, estas ciudades,
para que actúen con su severidad criminal. La Fuerza Pública
está haciendo un gran esfuerzo para defender todas nuestras áreas
urbanas y rurales.
El
año pasado, el asesinato, el homicidio, descendió en
Colombia en un 22 por ciento. En enero de 2004, con relación
a enero de 2003, tuvimos un nuevo descenso del 17 por ciento.
El
año pasado, el secuestro descendió en Colombia
en un 27 por ciento. Al comparar enero de 2004 con enero de 2003,
encontramos que en enero de 2003, después de ese descenso
del 27 por ciento, el país tuvo 188 secuestros. En enero
de 2004, el país tuvo 51 secuestros, muchísimos,
pero la tendencia es favorable. El ideal es llegar a cero, a cero
secuestros.
Nos
hemos dado a la tarea de proteger a tres grupos, especialmente
caros a la democracia: los sindicalistas, los maestros y los
periodistas. En la protección de estos tres grupos, hay
resultados bien importantes, tanto en la tendencia de descenso
de asesinatos, como en la tendencia de captura de responsables
para derrotar la impunidad.
Esta
tarea lo que necesita es persistencia. Aquí no puede
haber ningún doblez en la voluntad política. Al despuntar
de cada día, yo le pido al Creador que nos dé fuerza,
voluntad política, para que esta tarea sea persistente hasta
el momento en que Colombia haya derrotado totalmente el terrorismo.
Aquí no puede haber ninguna razón política
para aflojar en la verticalidad y el gran obstáculo a esta
política es el narcotráfico.
Conversaba
yo, en un seminario en el cual fuimos compañeros
durante un año con Joaquín Villalobos. Entre sus
confesiones me decía: "En la guerrilla salvadoreña
se tomó la decisión de negociar cuando concluyeron
dos elementos. El primero, estábamos en un punto muerto
de avance militar. El Gobierno había logrado la contención.
Estábamos en un empate militar." Ahí hay una
diferencia con Colombia. Aquí no vamos por el empate militar.
Aquí vamos a derrotarlos. Y me decía Joaquín
Villalobos: "Lo segundo es que nos sentimos muy pobres porque
en algún momento dejaron de llegarnos las contribuciones
internacionales." En ese momento de nuestras conversaciones,
le preguntaba yo y le repreguntaba: "¿De dónde
llegaban? ¿De Europa del Este?" Y me contestaba: "No,
Europa del Este ya estaba muy pobre. Esas contribuciones a la guerrilla
salvadoreña le llegaban de ONG's de Europa Occidental.
En
el momento en que dejaron de llegar esas contribuciones, esa
guerrilla se sintió pobre y tuvo que negociar. Las guerrillas
que tuvo Centroamérica, el sur de nuestro continente,
todas fueran de diferentes orígenes marxistas, como la
nuestra. Pero aquellos fueron pobres, de limosna. La nuestra
es inmensamente rica por el narcotráfico y por el secuestro.
Como ricos son los grupos ilegales de Autodefensas.
Por
eso este país tiene que derrotar la droga. En eso no
puede haber debate. En eso, lo que tiene que haber es un propósito
tan elemental como firme de derrotar la droga y simplemente quería
transmitirles a ustedes esa determinación para que nos ayuden
a aclimatar ese propósito en Europa.
En
Europa todavía hay discursos contra el Plan Colombia. ¿Qué tal
que el Gobierno del presidente Pastrana no hubiera impulsado el
Plan Colombia? El país llegó a tener 170 mil hectáreas
de droga. Todavía, el año pasado, terminamos con
90 mil hectáreas de droga. Es una tragedia.
Este
país es la puerta de ingreso a la cuenca amazónica.
Aquí se han destruido 1.700.000 hectáreas de selva
tropical húmeda para plantar droga. Si nosotros no derrotamos
la droga, la droga derrota la cuenca amazónica, destruye
el sistema ambiental más importante del mundo, que es la
cuenca amazónica. Y la droga hoy, financiando el terrorismo,
puede crearle un riesgo inmenso a toda nuestra región, inmenso
a toda nuestra región.
Le
decía hace algunos meses al Parlamento ecuatoriano: "Ustedes
tienen siete mil hectáreas de droga. Si no toman la oportuna
decisión de derrotar esa droga, van a llegar, sin darse
cuenta, a tener cientos de miles, como Colombia." Se pasa
muy fácilmente del tráfico, a la producción,
al consumo.
Cuando
Colombia comenzó con el tráfico, muchos sectores
decían: "No, con eso no hay problema. Mientras no produzcamos
y mientras no tengamos problemas de consumo, no importa que haya
un dinero que llegue vía tráfico." A los años,
teníamos cinco mil hectáreas de producción.
No se les prestó atención suficiente y llegamos a
tener 170 mil.
Siempre
dijimos: "Colombia no es un país consumidor.
Consumen en Europa, en los Estados Unidos." Hoy Colombia tiene
un millón de consumidores. Ye so ha creado agravadas dificultades
en la sociedad colombiana.
Hay
que derrotar la droga. Ahí no hay más camino.
Esta lucha contra el terrorismo tiene que ir de la mano de la reactivación
económica y de la reactivación social. Comparto plenamente
lo que le hemos escuchado al presidente Aznar. La economía
necesita seguridad jurídica, necesita claridad en las reglas
de juego y, en ese camino, van avanzando en nuestro país
instituciones sólidas.
Y
estamos trabajando siete herramientas de equidad. Estamos trabajando
la Revolución Educativa, el avance de la Protección
Social (tenemos hoy cinco millones de niños en programas
especiales de nutrición), el manejo social de los servicios
públicos, el manejo social del campo, la construcción
del país de propietarios con un gran apoyo de España,
de la Unión Europea, a través del sistema de microcrédito.
Entre 2002 y 2003, el microcrédito creció en Colombia
en un 57 por ciento. 713 mil microempresarios se beneficiaron
de ese sistema.
Estamos
trabajando una herramienta bien bella, que es la calidad de vida
urbana. Espero que cuando ustedes regresen a esta ciudad,
la encuentren desbaratada porque nos proponemos adelantar tres
obras fundamentales en esta ciudad: un sistema de transporte
masivo, como el de Bogotá. Ya está empezando la
fase de contratación, una vía peatonal importantísima
en la Ciénaga de la Virgen para empezar a recuperar esa
zona tugurial y la construcción, en el corazón
de la Ciénaga de la Virgen, de la unidad deportiva para
reivindicar toda esa zona tugurial.
Tengan
la certeza de que nuestra lucha contra el terrorismo es la lucha
por el desarrollo y por la democracia. El año
pasado, partidos de oposición, partidos derivados de las
antiguas guerrillas, partidos alternativos a los partidos tradicionales,
grupos políticas, llámense de izquierda, llámense
alternativos, todos recibieron plenas garantías. El proceso
electoral de año pasado es un proceso que permitió que
mostrar una Colombia que, gracias al fortalecimiento del Estado
y de las instituciones, pasó de garantías electorales
retóricas a garantías electorales efectivas.
Nos
dimos a la tarea de proteger a los candidatos de estos grupos
con toda la determinación. Y lo logramos. Y nos honra
que ellos le puedan decir al mundo y le tengan que decir al mundo
que recibieron todas las garantías. Eso legitima nuestra
lucha contra el terrorismo.
Me
ha gustado mucho escuchar las advertencias de mis antecesores
sobre el populismo. Cuando se impone la democracia, cuando tiene éxito
la lucha contra el terrorismo, empieza a aparecer otro fantasma.
En el proceso de construcción de las sociedades solidarias,
de las sociedades sin exclusión y sin lucha de clases,
el fantasma del populismo es el marco detrás del cuadro.
Se esconden las cenizas de la lucha de clases que pueden provocar
las nuevas llamas.
Presidente
Aznar, Cartagena lo despide, pero todos los colombianos lo recibimos
como un líder a quien le empieza una tarea
muy grande: la de defender, para países como Colombia,
las ideas que usted hizo valer en su Nación española
y que tanta prosperidad le han traído a su tierra.
Muchas
gracias."
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