RETOMEMOS
EL LAZO UNIFICADOR DE LA LEY, LA AUTORIDAD DEMOCRÁTICA,
LA LIBERTAD Y LA JUSTICIA SOCIAL
POSESIÓN COMO PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
Agosto 07 de 2002 (Bogotá D.C)
"No venimos
a quejarnos, llegamos a trabajar"
Compatriotas: La vida de dos seres, disímiles en talante, formación
y destino, alimentan el origen de la República. Uno, el
voluntarioso y rebelde caraqueño, aristócrata mantuano,
criado por la ternura de la negra Hipólita, luego educado
por el librepensador Simón Rodríguez bajo los principios
rousseaunianos de la libertad individual y la autodisciplina y
quien, entrenado como cadete, vendrá muy joven a poner su
brazo y su espada bajo las órdenes del pueblo insumiso de
Cartagena de Indias.
El otro, de Villa del Rosario de San José de Cúcuta
en la Provincia de Pamplona, alumno aplicado y precoz, enviado
al Colegio Seminario de San Bartolomé para ser moldeado
por la rigidez de los jesuitas, formado por éstos en los
arduos ejercicios de la jurisprudencia, se sumará luego,
aún adolescente, al pueblo santafereño en su lucha
por la independencia.
Bolívar y Santander prefiguran nuestra identidad política
como Nación. El primero encarna la idea de orden y autoridad.
El orden como presupuesto ineludible de la libertad, la autoridad
que hace posible la igualdad de oportunidades. El segundo representa
el imperio de la ley que garantiza la seguridad y las libertades.
El orden para la libertad mediante la autoridad democrática
de la ley: ¡eh allí el binomio ético-político
que sostiene la continuidad histórica de nuestra Nación
y otorga sentido a nuestra institucionalidad!
Bolívar entendió el orden como principio de unidad
y de justicia social. Supo obtener el apoyo de los sectores populares
de Venezuela, quienes, al separarse de la dominación, hicieron
posible la independencia. Los indígenas del Alto Perú avizoraron
en el orden Bolivariano el faro de sus reivindicaciones sociales;
en la espada libertadora, que escribió la Constitución
sin privilegios para Bolivia, reconocieron el símbolo de
la autoridad al servicio de las garantías populares.
Para reposo del Libertador recuperemos
el orden, que unifique esta Nueva Granada disgregada hoy en repúblicas
de facto de organizaciones violentas.
Santander concibió la paz, y la concordia que es el estado
del alma para que la paz sea permanente, bajo el exclusivo reinado
de la ley. Prefirió la ley a la guerra cuando le solicitaban
más tropas para la campaña libertadora del Sur del
Continente. Honró la ley con su obediencia a la autoridad
aún al costo de su degradación de comandante militar
en los Llanos.
Que el Hombre de las Leyes nos inspire
una Nación de obediencia
a las normas para cancelar la esclavitud de la violencia.
Ante el juramento que acabo de prestar,
que compromete mis energías
y la totalidad del ciclo vital que El Creador me depare, convoco
a los colombianos y colombianas a retomar el lazo unificador de
la ley, la autoridad democrática, la libertad y la justicia
social, extraviado en momentos desapacibles de la historia.
En nuestra Nación han descendido la confianza y la solidaridad.
Cada uno desconfía del vecino y en especial del Estado.
Decrece la actitud solidaria y hay desproporcionado apego al interés
propio e indeferencia por la suerte de la comunidad. Lo anterior,
señalado como un decaimiento del capital social, no surge
de la naturaleza del ser colombiano, que es cívica y humanitaria;
su razón de ser la explica la violencia destructora, la
politiquería y la corrupción, que concurren a la
incertidumbre, la miseria y la desigualdad.
La Patria confronta un cuadro serio de
dificultades. En la miseria viven 9 millones de ciudadanos, el
57 por ciento se ubica en la
línea de pobreza, además del 16 por ciento de desempleo
hay 6.5 millones de subempleados, el déficit total supera
el 3 por ciento del Producto Interno Bruto, la capacidad de pago
de la deuda pública está saturada. Si tuviéramos
la tasa de homicidios de Inglaterra habría 200 cada año.
Uno es muy grave, 200 también, pero padecemos 34.000. Entre
3.000 y 3.600 secuestros que se denuncian, constituyen el 60 por
ciento de este delito en el mundo. Cada secuestro es sufrimiento,
fuga de capitales y desempleo.
No venimos a quejarnos, llegamos a trabajar.
En 4 años
será imposible resolverlo todo, pero no ahorraremos esfuerzo.
Este es mi deber frente al derecho de los jóvenes y de quienes
habrán de venir. Es mi obligación de honor con el
80 por ciento de nuestros compatriotas que vive aún en el
despertar de su juventud y requiere que acertemos para que brote
su ilusión.
Tenemos que hacerlo bien para que se restablezca
la fe de un pueblo que jamás ha rendido la cabeza pero
que reclama firmeza en el timonel para interrumpir el triste
discurrir de la miseria
y el atentado criminal.
El ajuste fiscal para enderezar las finanzas
públicas es
ineludible pero se adelantará en procura de un mayor crecimiento
de la economía y el empleo. El crecimiento es el mejor ajuste
fiscal y la única fuente perdurable de ingresos del Estado.
Los más pudientes, los empresarios que con tenacidad sirven
bien a Colombia, llevarán sobre sus hombros nuevas responsabilidades
tributarias. Los esfuerzos de los sectores medios y populares deben
retribuirse en mayor inversión social para frenar la renovación
de su prolongado purgatorio.
El momento excepcionalmente delicado de
la economía exige
impulsar a los sectores productivos generadores de empleo. Los
países desarrollados en coyunturas difíciles no discuten
los estímulos, con agilidad los diseñan y ponen en
marcha.
La globalización como integración de la economía
es irreversible, pero la dignidad de los pueblos pobres hace imperativo
que sus resultados sociales sean equitativos. De lo contrario,
su sostenibilidad política traería inmensos costos
para la democracia y la convivencia.
La economía andina requiere más voluntad y resultados.
Resulta equivocado considerar que con trabas comerciales dentro
de la Región, alguno de nuestros países pueda acelerar
el crecimiento. Al interior de la Comunidad la mejor protección
es la mayor integración. Miremos juntos a MERCOSUR, la Unión
Europea, Canadá, el ALCA. Avancemos hacía la armonía
en tasa de cambio competitiva, baja inflación, endeudamiento
prudente y equilibrio fiscal. A partir de allí, pensemos
en una moneda única, nuestra, que podamos orientar.
Tengamos con nuestros vecinos fronteras
abiertas y cerradas. Abiertas para el tránsito de artículos y personas de bien,
cerradas para la delincuencia. Nuestros esfuerzos de autoridad
velarán para que la droga y la violencia no se trasladen
al territorio fronterizo. Con la ayuda del Gobierno del respectivo
País hermano lo lograremos, para tranquilidad de Colombia
y de todos, porque este conflicto o se para o tiene el potencial
de desestabilizar la Región.
Durante la transición hablé con los directivos de
los bancos multilaterales para que aumenten su exposición
en Colombia. Lo necesitamos y a tiempo, si lo canalizamos debidamente
mantendremos el cumplimiento en nuestras obligaciones financieras
y mejoraremos en la impagada deuda social.
La aceptación popular a nuestro Estado dependerá en
muy buena parte de los resultados sociales. En medio de la escasez
crítica de recursos impulsaremos las 7 herramientas de construcción
de equidad expuestas en el Manifiesto: la revolución educativa,
la ampliación de la seguridad social, el impulso a la economía
solidaria, el manejo social del campo, de los servicios públicos,
el apoyo a la pequeña y mediana empresa para tener un País
de propietarios y la calidad de vida urbana.
La estabilidad económica dependerá del crecimiento
y este conservará su trayectoria de largo plazo si se funda
en la cohesión social. No es posible estabilidad económica
sin estabilidad social.
Nuestro Estado es gigante en lo burocrático, ineficaz frente
a la corrupción que maltrata las costumbres políticas
y peligrosamente pequeño en inversión social. El
Estado tiene que ser promotor del desarrollo, garante de la equidad
social y dispensador del orden público. No puede ser obstructor
de la iniciativa privada, ni estar ausente frente a los reclamos
sociales.
Nuestro Estado Comunitario buscará que los recursos y las
acciones lleguen al pueblo, con transparencia, mediante creciente
participación popular en la ejecución y vigilancia
de las tareas públicas. La promoción de esa participación,
será el mejor instrumento para la derrota de la corrupción.
El Estado no puede exigir austeridad a
los pequeños municipios
a tiempo que las altas esferas dilapidan recursos. Para dar ejemplo,
las reformas deben empezar por la Presidencia de la República
y el Congreso, en pensiones, salarios, eliminación de prebendas
y tamaño de nóminas y de la representación.
La revolución de las comunicaciones facilita un Congreso
reducido en cantidad y costos, mezcla equilibrada de la representación
y la participación, más integrado con la ciudadanía
y más eficaz en sus tareas. La independencia frente al Ejecutivo
no requiere un Parlamento de gran tamaño sino que la opinión
lo observe y controle.
Esta tarde quedará radicado el proyecto de ley para convocar
el Referendo contra la corrupción y la politiquería.
Será luz de austeridad para trasladar recursos a la revolución
de las oportunidades que empieza con la educación.
No podemos luchar contra el clientelismo
si practicamos el clientelismo. Los gerentes y directores de
las sucursales de entidades nacionales
en las regiones, serán nombrados por concursos de méritos,
para que el pueblo participe en un evento inaugural de la igualdad
frente a la administración.
Son necesarias la derrota de la politiquería
y la racionalidad de los costos laborales para salvar la existencia
de empresas estatales.
Nuestro concepto de Seguridad Democrática demanda aplicarnos
a buscar la protección eficaz de los ciudadanos con independencia
de su credo político o nivel de riqueza. La Nación
entera clama por reposo y seguridad. Ningún crimen puede
tener directa o ladina justificación. Que ningún
secuestro halle doctrina política que lo explique. Comprendo
el dolor de las madres, de los huérfanos y desplazados de
la Patria, en su nombre revisaré mi alma cada madrugada
para que las acciones de autoridad que emprenda tengan la más
pura intención y el más noble desarrollo. Apoyaré con
afecto a las Fuerzas Armadas de la Nación y estimularemos
que millones de ciudadanos concurran a asistirlas. Ello aumenta
nuestra obligación con los derechos humanos, cuyo respeto
es lo único que conduce a encontrar la seguridad y por su
conducto la reconciliación.
Cuando un Estado democrático es eficaz en sus garantías,
así los logros sean progresivos, la violencia en su contra
es terrorismo. No aceptamos la violencia para combatir el Gobierno
ni para defenderlo. Ambas son terrorismo. La fuerza legítima
del Estado cumple la exclusiva misión de defender a la comunidad
y no puede utilizarse para acallar a los críticos.
La democracia es el único camino para la emulación
de las ideas. La democracia es nuestra oferta para que los fusiles
sean sustituidos por la política y la Seguridad Democrática
el instrumento para que se haga política sin armas y con
el derecho de no ser asesinado. La defensa de los alcaldes, concejales,
gobernadores y cuantos representantes del pueblo sean amenazados
será salvaguardia de la democracia. No permitiremos que
la centenaria lucha popular por el derecho a elegir la más
próxima autoridad sea truncada por la presión de
las armas.
He solicitado al Secretario General de
las Naciones Unidas, señor
Kofi Annan, los buenos oficios de la institución para buscar
el diálogo útil a partir de un alivio para la sociedad
que debe ser el cese de hostilidades. En este marco exploraremos
soluciones humanitarias, que liberen secuestrados, que se den a
partir de acuerdos que vislumbren la paz definitiva como algo posible.
Quienes quieran disfrutar la libertad, que permitan que el pueblo
disfrute la tranquilidad. He pedido a los medios de comunicación
y a la opinión comprender la prudencia que el tema demanda.
El mundo debe entender que este conflicto
necesita soluciones no convencionales, transparentes, imaginativas.
La violencia se
financia con un negocio criminal internacional: la droga; se lleva
a cabo con armas fabricadas fuera de Colombia; y, democracia alguna
puede permanecer indiferente a los sufrimientos de nuestro pueblo.
Continuaremos con el Plan Colombia con la adición de la
interdicción aérea y programas prácticos de
sustitución como el pago a campesinos para erradicar cultivos
ilícitos y cuidar la recuperación del bosque tropical.
Mantendremos la senda recorrida con los Estados Unidos, tocaremos
las puertas de Europa y Asia y afianzaremos la unidad de propósitos
con los vecinos. Si no derrotamos la droga, la droga destruye nuestra
libertad, nuestra ecología y anula la ilusión de
vivir en paz.
Queremos la paz, no el apaciguamiento que
se origina en el diálogo
insincero, en el acuerdo claudicante o en la tiranía oficial.
El apaciguamiento no reconcilia, suspende por momentos la violencia
y la reaparece con superior intensidad.
Recibo la Presidencia de manos del doctor
Andrés Pastrana
quien concluye una tarea decorosa, alimentada por infinita buena
fe y exitosa en la integración de Colombia al mundo entero,
con el ATPA como promisorio logro final para las exportaciones
y del empleo.
Ha jurado como Vicepresidente, Francisco
Santos Calderón,
jalonado por el aliento patriótico de los suyos, en especial
de su Padre.
He prometido cumplir la Constitución
y las leyes ante el Presidente del Congreso, ciudadano probo,
administrador eficiente
y hombre de Estado. Este juramento reviste la circunstancia especial
de que en la tierra de ambos la palabra dada es escritura otorgada.
Provengo de una montaña que me enseñó a quererla
a ella para querer intensamente a Colombia toda. Los míos
del cielo, agricultores casi todos, me emplazan como vigías
de la Patria. Desde allá me acompañan mi madre con
su bondad y mi padre con su energía, para cumplir este deber
con afecto, con superior afecto por mis conciudadanos. La esposa
y dos estudiantes integran mi dulce retaguardia.
Empecemos un Gobierno honrado, eficaz,
austero, no milagroso, con el trabajo como emblema. El presupuesto
es escaso, muchos los
problemas, pero la alegre espontaneidad de los colombianos, intacta
no obstante los padecimientos, y su carácter, acerado en
el yunque de las dificultades, constituyen invaluable recurso.
Soy consciente del tamaño de mi responsabilidad, pero también
se que no la podré llevar acertadamente sin la compañía,
la crítica constructiva, el esfuerzo y el consejo de ustedes,
mis compatriotas.
Con tolerancia a la idea ajena y cero permisividad
al crimen, girando contra el banco de la autoridad que no estará en
bancarrota, mejoremos el presente y ganemos el porvenir para que
prime el fraterno debate creativo.
Que el amor por esta Patria sea la llama
a través de la
cual Nuestro Señor y la Santísima Virgen me iluminen
para acertar; también para superar la humana vanidad y rectificar
cuando incurra en el error.
Aspiro, dentro de 4 años poder mirar
a los ojos de ustedes, mis compatriotas.
Muchas gracias. |