ORDEN
DE BOYACÁ EN GRADO DE CRUZ DE PLATA
AL CONVENTO DE SANTO DOMINGO DE TUNJA
Diciembre 19 de 2002 (Bogotá,
Cundinamarca)
Fue la venerable orden de los Dominicos la primera
en arribar con los conquistadores españoles a las tierras
continentales de América. En reconocimiento, el Papa les
otorgó el
privilegio exclusivo para fundar Universidad en estas tierras.
Pobreza apostólica, predicación evangélica,
educación y oración. Ese es el carisma que define
a la Orden.
Guiados por estas virtudes, durante cuatro
siglos y medio, los padres Dominicos han contribuido a la formación y consolidación
de nuestra nacionalidad. Lo cual los hace merecedores de la gratitud
y el respeto de todos los colombianos.
En este sentido, de la distinción que en nombre de la Nación
hoy otorgamos: la Orden de Boyacá en el grado de Cruz de
Plata, exalta a todos los hijos espirituales de Santo Domingo de
Guzmán y alienta la obra de los discípulos de Fray
Bartolomé de las Casas, defensor de los pueblos aborígenes
y precursor de la doctrina sublime de los derechos humanos.
Siento que al entregar este galardón al Convento de Santo
Domingo de Tunja, plasmo en él la inmensa gratitud de
todo el pueblo boyacense, de sus autoridades y de todos los colombianos
y damos fe del sentimiento de gratitud de la Patria entera.
Por estos siglos de sentido cristiano que ustedes han sembrado
en esa maravillosa región de nuestra Nación.
Que la luz de los valores que ustedes difunden, perdure por siglos
para bien de Colombia.
Ustedes son además, un baluarte para la paz de Colombia.
Santo Domingo fue el gran codificador y
propulsor del Santo Rosario, como forma popular de oración, cuando al decaer el latín
en el habla popular, fue necesario reemplazar el Salterio de los
Salmos.
Que, como lo ha dicho muy bien, la Orden,
esto sea un acicate para que sigan sirviendo a esta Nación
que los quiere y que siente por ustedes profunda gratitud.
He tenido la oportunidad de conocer su Universidad en Tunja y
de discurrir allí con los estudiantes y profesores y ese
día se aumentó mi admiración por la fecunda
tarea de ustedes en ese suelo boyacense, que el Gobernador (de
Boyacá) llama: el Altar de la Patria.
Siento tranquila la conciencia de imponer
en ustedes la Orden de Boyacá.
Que Dios los perdure por los siglos de
los siglos, para bien de esta Nación.
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