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HOMENAJE AL MAESTRO CARLO FEDERICI
Noviembre 1 de 2002 (Bogotá, Cundinamarca)

Profesor Federici:

Hoy viene usted a prestar juramento como ciudadano colombiano, a pesar de que, desde hace más de 50 años, es usted uno de nuestros más ilustres compatriotas. Un ciudadano del universo como usted, que decide ser colombiano por adopción, le presta un gran servicio a su nueva Patria y la afirma en su autoestima.

Déjeme, Profesor Federici, que además de Compatriota, lo llame Maestro. Maestro en sus dos acepciones: el que enseña en la escuela primaria, secundaria o universitaria –como lo ha hecho usted-. Maestro en el sentido, de quien llega al mayor grado de perfección en un arte, profesión u oficio.

Colombia tiene en usted a un hombre íntegro e integral. Integro desde el punto de vista ético y humano. Integral, desde el punto de vista de la ciencia.

¿Qué lugar ocupa entre los sabios europeos que han llegado a Colombia para visitarnos o para quedarse?

Una pléyade de hombres ilustres lo reconocen como su Maestro: en el campo de la lógica formal, de la teoría del conocimiento, de la filosofía de la ciencia.

Sin hipérbole, digo que Federici hace parte del debate universal frente a las más grandes corrientes filosóficas del siglo XX. Digo que la significación de su presencia y su legado es de la dimensión de la de personajes como Mutis y Humboldt, con quienes tiene tanto en común.

Los tres se integraron a nuestra atmósfera cultural, a través de la formación de Escuela o tradición ética, científica y política. En la ética, comparten un aire de rectitud, tolerancia y justicia y un sentido profundo de la vida. Los tres han incidido en la formación del carácter, en la infancia y la juventud colombiana.

En la política tienen un aire libertario, expresado por Humboldt en su rechazo a la esclavitud, por Mutis en su simpatía por la soberanía popular, por Federici en su oposición a la arbitrariedad, representada en el régimen fascista italiano –que lo tuvo en la cárcel- o en su rechazo a la figura del profesor autoritaria.

En la ciencia, los tres fueron multidisciplinarios. Mutis y Humboldt compartían un acervo científico en el que la filosofía, las humanidades, las ciencias naturales y las matemáticas, hacían parte de un solo cuerpo. También la integralidad es patente en la figura más descollante del Renacimiento: Leonardo da Vinci, nombre que lleva el colegio del cual fue rector Federico, durante tantos años.

El profesor Federici, quizás como ningún intelectual en Colombia, ha sido integral, interdisciplinario. En las matemáticas, la lógica, la filosofía, la educación, la ética, las bellas artes, la medicina, la neourofisiología, el amor.

Integral en el sentido de que el conocimiento hace que sean una –y a la vez distintas-, la acción como aplicación de conocimiento, la educación como intercambio de conocimiento y la investigación como producción de conocimiento.

Federici no es simplemente un erudito. En todos los campos habla como un experto, por eso ha merecido los más altos reconocimientos por parte de academias, rectorías y decanaturas: miembro honorario de la Academia de Ciencias exactas y naturales, premio al mejor educador concedido por el Ministerio de Educación, Profesor Emérito de la Universidad Nacional, miembro de la American Society for Cybernetics, doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional y de la Javeriana, fundador de la Escuela Colombiana de Epistemología.

Como ninguno, Federici ha sido hombre de escuela, en su aceptación más simple y a la vez más grande: con un tablero, ojalá de pared doble y continua; con tiza o mejor, dos cajas de tizas. Es un maestro capaz de escribir una kilométrica ecuación matemática que demuestre “que la acción es primero que la necesidad”. Un maestro que siempre ha encontrado alumnos deseosos de aprender.

Usted, maestro Federici, un ciudadano del mundo y de la ciencia, es desde hoy, pero lo ha sido siempre, ciudadano de Colombia.

Le recuerdo a mis compatriotas que usted es el Maestro de toda una generación de dirigentes nacionales y que a través de ellos ha participado en nuestra formación como Nación.

Es muy grande un hombre, de quien Antanas Mockus, Alcalde Mayor de Bogotá, haya podido decir, con convicción, estas palabras: “convocados por un humanista reconocido, los que creíamos despreciar el humanismo, sin él, tal vez hubiéramos escogido el terrorismo. Si algún día en Colombia progresa la beligerancia sin trampa, la radicalidad con honradez, algo así como ‘revolucionarios sin revolución’, estoy seguro –ha dicho el Alcalde-, ello se habrá debido en parte al profesor Federici”.

Profesor, en nombre de todos los colombianos, con emoción un juramento, el suyo, que lo compromete a cumplir deberes que ustedes ya ha cumplido fielmente, ejemplarmente, desde hace más de 50 años, para el bien de toda esta Patria que lo quiere y lo admira.

 
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