INTERVENCIÓN
ANTE LA ASAMBLEA IBEROAMERICANA
DE MINISTERIOS PÚBLICOS Y FISCALÍAS
Noviembre 22 de 2002 (Cartagena – Bolívar)
Compatriotas:
Quiero saludarlos muy afectuosamente a
todos ustedes. Honra mucho a Colombia su presencia en nuestra
Nación y en esta histórica
ciudad de Cartagena.
Su presencia la entendemos, también, como un gesto de
solidaridad con la lucha que libra el pueblo de Colombia contra
la delincuencia.
Su presencia estimula la labor de nuestro
Fiscal, el doctor Luís
Camilo Osorio, hombre probo, sereno, científico del derecho,
quien ha procedido sin notoriedad en los medios, con eficacia en
la acción y con transparencia a toda prueba.
Su presencia, distinguidos Fiscales de Iberoamérica, estimula
a todos los fiscales de Colombia. Quiero, en este escenario,
rendir mi testimonio de admiración y gratitud a quienes
desempeñan la difícil tarea de ser fiscales en
nuestra Patria.
Aquí el Estado de Derecho ha sido amenazado severamente
por los grupos terroristas que, más poderosos que el Estado,
más armados que la legitimidad del Estado, más
financiados que las instituciones del Estado, han operado como
un factor destructor de la justicia y de todos los lazos que
vinculan la Nación colombiana.
Ser fiscal en Colombia implica tener arrestos de héroe.
Por eso, cuando todos criticamos diariamente a nuestra justicia,
le quiero rendir hoy, un homenaje, en presencia de una delegación
internacional tan importante como la que acude a esta reunión.
Y destacamos su presencia, señores Fiscales, porque los
delitos que particularmente afectan a Colombia necesitan una
gran cooperación internacional. Aquí, la delincuencia
está financiada por un negocio criminal internacional:
el narcotráfico. La delincuencia está asistida
técnicamente, por ejemplo, con explosivos, por bandas
internacionales de terrorismo.
El terrorismo se ha venido globalizando.
No es extraño
capturar a un terrorista escocés y encontrarle abundante
información sobre el terrorismo de Colombia. No es casual
capturar una banda de terroristas de Colombia y encontrarles pruebas
que acreditan que han recibido asistencia en explosivos de terroristas
foráneos.
El mundo democrático tiene que perfeccionar su alianza
y fundamentalmente, en el capítulo de la justicia, para
poder derrotar esa amenaza superior contra la democracia contemporánea
que es el terrorismo.
¿
Por qué hemos venido calificando esta situación
de Colombia como una en la cual el terrorismo golpea a 44 millones
de ciudadanos?: porque aquí no hay un conflicto político
hoy. Este país tiene inmensa pobreza, este país
tiene profundas desigualdades, este país tiene una situación
económica bien complicada, en lo fiscal, en el endeudamiento,
en la falta de inversión. Pero esta Patria colombiana
tiene una democracia en permanente perfeccionamiento y amplitud.
Uno de los pasos, se dio en la Constitución de 1991 cuando
se pasó del viejo sistema de instrucción criminal –que
dependía directamente del Ejecutivo-, a una Fiscalía
con independencia que quedó en el mismo nivel de la cabeza
del Ejecutivo.
Esa sola circunstancia pone en evidencia que hay una democracia
mucho más avanzada de lo que podrían imaginar aquellos
que, por primera vez, observan la génesis del conflicto
colombiano. Cuando hay una democracia en ese proceso de avance,
cuando hay conciencia y esa conciencia se robustece todos los
días, de que es necesario otorgar todos los espacios para
el disenso, para el pluralismo, no se puede hablar de que la
violencia expresa un conflicto político.
Cuando el Estado, en lugar de hacer terrorismo se preocupa por
ampliar la democracia pluralista, no se puede aceptar que hay
un conflicto político. Aquí lo que hay es terrorismo
contra el pueblo colombiano.
Al leer, cuidadosamente, legislaciones como la de Inglaterra,
España, Chile, Argentina y México, se deduce que
lo que hay en Colombia es pura y llanamente terrorismo.
La legislación inglesa califica el terrorismo como la
simple amenaza del uso de fuerza por razones ideológicas,
políticas, religiosas. Aquí hay 35 mil asesinatos
al año. Las estadísticas, en alguna forma, las
han barnizado porque le asignan a los grupos violentos una no
muy elevada participación directa en esos 35 mil asesinatos.
Pero esos grupos violentos han sido la escuela del crimen.
Si analizamos lo ocurrido en Colombia desde
finales de los años
50, desde principios de los años 60, vemos que el narcotráfico
y los grupos violentos derrotaron los valores de esta Nación,
enseñorearon el crimen como elemento único para resolver
cualquier diferencia, sustituyeron el imperio del Estado de Derecho
por el imperio del terror.
Entonces, esa situación lo que hace es cerrar todas las
esperanzas del pueblo colombiano. El año pasado, 82 mil
colombianos emigraron a España. Parecería, la nuestra,
ser una Nación en estampida. Aproximadamente 6 millones
ya viven por fuera. Un estudio de Mauricio Rubio de la Universidad
de los Andes, muestra que el 50 por ciento de las familias colombianas
han sido afectadas por esta violencia, que el 40 por ciento de
las familias colombianas tienen un conocido en el extranjero, exiliado
por esta violencia.
La tasa de inversión, que llegó a tener picos del
24 por ciento, ha caído al 6. Si no hay una decisión
de autoridad para recuperar la paz, no se recupera la confianza
del inversionista. Sin confianza del inversionista no hay un
ritmo de crecimiento económico que nos permita resolver
los problemas sociales.
Como vamos, con esta violencia, no es posible
resolver los problemas sociales. Aquí no va a quedar nada qué repartir.
Para poder tener una economía redistributiva, es necesario
tener una economía en crecimiento. Y para lograr esa economía
en crecimiento, se requiere tener confianza inversionista y eso
no se logra sino con una determinación estatal de defender
a la sociedad.
Nosotros hemos propuesto una política Democrática
de Seguridad. ¿Por qué democrática?: porque
la finalidad es proteger a todos los ciudadanos.
En América Latina hicieron su recorrido fantasmas totalitarios,
en una década se habló de la teoría de la
Seguridad Nacional, que traía un rezago del viejo macartismo
y que veía en toda actitud contestataria un marxista a
quien debía perseguirse en el nombre de la seguridad.
Esa no es la nuestra.
La doctrina nuestra de seguridad es para
sostener, en una Nación,
una tesis única de Estado, de sociedad. La doctrina nuestra
de seguridad no es para apuntalar un gobierno, no es para defender
los amigos de ese gobierno. La convicción nuestra de seguridad,
es para defender el pluralismo, la sociedad por encima del Gobierno,
el Estado como expresión total de la sociedad.
La concepción nuestra de seguridad,
es para defender al empresario a fin de que no lo secuestren,
que le permitan invertir
y trabajar en Colombia, para defender al sindicalista a fin de
que no lo asesinen.
Estamos empeñados en mostrarle al mundo que, en nombre
de esa doctrina de Seguridad Democrática, aquí vamos
a defender eficazmente a los sindicalistas y a los maestros.
No puede ser que los sigan matando, que esos crímenes
queden impunes.
Y sé que con una tarea más profundamente integrada
y comprometida, de la justicia, de la Fiscalía, de la
Fuerza Pública, del Gobierno, vamos a encontrar resultados
efectivos para proteger estos grupos, tan afectados por la violencia.
Esa política de la Seguridad Democrática es para
defender al amigo de la tesis oficial y al crítico de la
tesis oficial. Es para defender al campesino y al empresario del
campo. Es para defender a toda la ciudadanía. ¿Frente
a quién?: frente a cualquiera que sea el agresor.
Esa política de seguridad exige que el Estado sea imparcial.
Esa política de seguridad exige que el Estado sea transparente,
además es lo único que la hace sostenible.
Aquí, la violencia lleva muchas décadas. Cuando
uno compara la historia de Colombia con otros pueblos y encuentra
vecinos con problemas sociales tan agudos como el nuestro, pero
allá con orden público y aquí con este desorden,
se pregunta cuál ha sido la causa. La causa histórica
ha sido falta de autoridad.
Aquí, durante décadas, la violencia ha tenido toda
la determinación de destruir la Nación y el Estado
ha sido oscilante. Ha habido períodos muy corticos de
autoridad y extensos períodos de contemporización
con la violencia.
Nosotros sabemos que para inaugurar un período permanente
de determinación de los colombianos contra la violencia,
esa política de seguridad tiene que ser sostenible y para
que sea sostenible tiene que ser creíble. Y para que sea
creíble tiene que ser comprometida con los derechos humanos,
tiene que ser transparente, obliga a que el Estado sea imparcial
y tiene que mostrar resultados en favor de toda la comunidad.
Y además de las debilidades de la justicia, por falta
de recursos –porque las personas que la integran constituyen
una regla ejemplar de heroicidad-, hay profundas debilidades
en la Fuerza Pública.
Apreciados Fiscales de Iberoamérica, señora Vicefiscal
de los EU: Nueva York tiene 42 mil policías, Colombia
para todo el territorio tiene 75 mil. Este país tiene
1.200.000 kilómetros cuadrados, 44 millones de ciudadanos,
tiene una Fuerza Pública per cápita, muy inferior
a la de países vecinos, sin los problemas de orden público
que a nosotros nos afectan.
Estamos haciendo un esfuerzo para profesionalizar, expandir y
dotar bien esa Fuerza Pública. Hemos derramado, en ejercicio
del estado de Conmoción, un impuesto sobre la riqueza
que nos va a ayudar a aumentar este presupuesto en los años
2003 y 2004. Y estamos buscando financiar una política
sostenible de incremento de la Fuerza Pública para poder
defender a la sociedad colombiana y apoyar la justicia.
Una tesis que he defendido con acervía –que genera
mucha controversia, que tiene adversarios-, es mi tesis de la
cooperación ciudadana con la Fuerza Pública.
Quiero decir hoy, respetuosamente, distinguidos Fiscales que
nos visitan, que en el Estado de Derecho el pueblo es inseparable
de las instituciones, cada día es más importante
la fusión de lo representativo y lo participativo. El
pueblo no solamente es destinatario de la función del
Estado, su beneficiario natural, sino también co-ejecutor
y fiscal de la función del Estado. Hasta ahí, el
asomo teórico.
La realidad práctica: con los accidentes de nuestra geografía,
con la avilantez de nuestra delincuencia, con el poderío
del terror, con la extensión geográfica de Colombia,
por importante fuerte que llegare a ser nuestra Fuerza Pública,
sin apoyo ciudadano no es capaz de ser eficaz.
La disolución del Estado colombiano, en alguna forma,
la han querido tipificar hechos como que, en muchas partes la
gente no respeta al Estado sino que se somete a la guerrilla
y en otras la ciudadanía no respeta al Estado sino que
busca la protección de los paramilitares. ¡Eso hay
que romperlo!
El llamamiento que hay que hacerle a la
ciudadanía es:
todo el mundo a apoyar el Estado. La gente tiene que romper vínculos
y romper indiferencia. Romper vínculos con guerrilla, romper
vínculos con paramilitares, romper indiferencia y que toda
la ciudadanía acuda presta y solícita a apoyar la
Fuerza Pública, a apoyar las instituciones de justicia.
Esa solidaridad práctica hay que lograrla. Eso nos va
a permitir una Fuerza Pública más comprometida
con la ciudadanía, más eficaz, totalmente transparente.
El apoyo ciudadano a la Fuerza Pública es garantía
de que la Fuerza Pública, no sentirse aislada en los cuarteles
sino apoyada por una ciudadanía, también que sienta
que ese apoyo es vigilancia, que ese apoyo es fiscalización,
que ese apoyo la obliga a ser más eficaz y le exige ser
totalmente transparente.
Por eso, persistimos en la tarea, con profundo respeto por la
crítica nacional e internacional, de organizar primero
un millón de colombianos, como la cuota inicial para que
nuestra Patria empiece a recorrer el camino de que todos nos
comprometamos con la Fuerza Pública y con la justicia,
para defender los bienes superiores de nuestra sociedad y de
nuestra democracia.
Quiero hacer referencia al narcotráfico. Las viejas guerrillas
centroamericanas y suramericanas tuvieron en sus últimas
fases, orígenes estalinistas semejantes a las nuestras. ¿Cuál
fue la diferencia?: que aquellas fueron pobres, vivieron de la
cooperación internacional. Cayó el muro de Berlín,
cerradas las llaves de financiación de parte de Europa occidental,
anuladas las posibilidades de financiación de parte de Europa
Oriental, no les quedó más camino que negociar. Lo
hicieron para bien de muchas de nuestras naciones.
Las nuestras, se enriquecieron con el narcotráfico, con
el secuestro. La riqueza sustituyó la convicción
ideológica y lo que fue altruista, se transformó en
terrorista. Lo que fue el espíritu de transformar una sociedad,
se convirtió en la vocación de amasar riqueza y poder.
Eso ha producido una mutación que no se puede desconocer
en el análisis.
Hoy, esta amenaza del terror no debe tener
sino una respuesta: la acción del Estado y esa acción
del Estado tiene que buscar desfinanciarlos. Por eso se requiere
derrotar la droga.
Tenemos 150 mil hectáreas de droga, esa droga alimenta
los grupos violentos, esa droga ha acabado con la cultura productiva,
ha destruido un millón 400 mil hectáreas de selva
tropical. Colombia es el segundo país del mundo en disponibilidad
de agua dulce, por unidad de superficie y uno de los primeros
siete en biodiversidad. Imaginen ustedes un millón 400
mil hectáreas de selva tropical destruidas por la droga.
Tenemos que derrotar la droga. Cuánto más nos ayuden
los países industrializados a derrotar su consumo, mejor.
¡Qué bueno, señora Vicefiscal de los Estados
Unidos, que este pueblo de los Estados Unidos le diera un ejemplo
al mundo: que los ciudadanos allá, se sometieran a las pruebas
antidrogas, para que nos ayuden a derrotar el consumo y le den
un aliciente a nuestro pueblo para derrotar la producción
y el consumo que aquí también crece! Pero vamos a
derrotar la droga, no hay más camino.
Y hemos encontrado una decisión formidable de la Fiscalía
que quiero agradecer.
Nos falta más cooperación internacional, el Plan
Colombia fue un gran logro. La señora embajadora Anne
Patterson, el señor embajador (Luis Alberto) Moreno, han
hecho una extraordinaria tarea, pero requerimos –por ejemplo-
la interdicción aérea. Nos preocupa mucho que aquí mueran
policías, soldados y civiles por la droga y que todavía
no hayamos podido obtener la interdicción aérea.
Todos los esfuerzos de nuestra Fuerza Pública a nuestra
Fiscalía, permiten decomisar apenas el 20, 30 por ciento
de la droga que se produce. Esta semana, en el departamento de
San Andrés –en este bello Caribe- entre la capital
y la isla de Jhony Key, se decomisó una lancha con 2 toneladas
y ciento 140 kilos de cocaína. Y eso, es el vivir de cada
semana. Sin embargo, apenas representa un poco del porcentaje de
lo que se produce.
Nosotros necesitamos la interdicción aérea, señora
Vicefiscal, con urgencia. La teníamos anunciada para finales
de octubre y pasó octubre y todavía no la tenemos.
Ojalá contemos con ella rápido.
Y necesitamos la cooperación de todos los países
vecinos. Le he dicho a representantes de la hermana Venezuela,
del hermano Brasil, del hermano Ecuador, del hermano Perú,
de la hermana Panamá, de nuestros vecinos, que esas fronteras
hay que abrirlas para el tránsito de las personas de bien,
pero cerrarlas para la delincuencia.
El país que se pone a refugiar a la delincuencia, pensando
que esa delincuencia no le va a hacer daño en su territorio,
es como aquel que quiere cabalgar en las ancas de un tigre, pensando
que va a amansar el tigre y termina en su vientre.
Esa delincuencia, cuando logra cruzar una
frontera y refugiarse, se maneja muy bien, pero después se transforma y aparece
de nuevo su ferocidad. Es como intentar domar un carnívoro
con hierbitas: el primer día las recibe, el segundo día
también, el tercero se reencuentra con su condición
de fiera carnívora y le arranca la mano al que generosamente
se acerca a ofrecerle una lechuguita o una col.
Temo que si esa delincuencia nuestra se
alberga en cualquiera de nuestros vecinos, termina causando enormes
problemas a la población
de ese país, termina secuestrándola y matándola.
Y entonces, llega la guerrilla y llegan los paramilitares y llega
el narcotráfico y ese vecino, en lugar de aislarse del conflicto
colombiano por el camino de tener una actitud neutra –como
algunos la llaman- frente a los actores violentos de Colombia,
puede quedar convertido en una sucursal del conflicto colombiano.
Fiscales de los países vecinos: quiero pedirles el gran
esfuerzo de que sellen esas fronteras para la delincuencia. Nosotros
estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance. No
dejen que crucen allá ni guerrilleros ni paramilitares
ni narcotráfico, ayúdennos a tener operaciones
simultaneas con las fuerzas públicas de sus países.
No permitan que sus países se conviertan en islas de reposo
de los delincuentes colombianos.
Este problema colombiano tiene el potencial
de destruir toda la democracia hemisférica, no lo dejen expandir a sus territorios,
conténgalo allá, a ver si nosotros lo logramos contener
aquí. –Quería pedirles encarecidamente ese
favor-.
Los teóricos del Estado de Derecho preguntan: ‘¿cómo
puede Colombia, inmersa en un problema tan hondo, garantizar
que una acción crecientemente coordinada entre el Ejecutivo
y la Fiscalía, no elimine las barreras que deben existir
entre ambas ramas del poder público y no afecten la independencia
de la Fiscalía?
Fiscales de mi Patria, fiscales de Iberoamérica y señora
vicefiscal de Estados Unidos: tengan la certeza que el Gobierno,
para poder apelar a su concurso que agradecemos, va a mantener
una actitud esforzada para ser imparcial y transparente.
En la medida en que nuestra política de seguridad, en la
práctica sea democrática, nosotros no les crearemos
dificultades a ustedes, para que puedan ayudar más a esta
Nación. Y una manera de ayudarnos más, es con una
colaboración armoniosa entre todas las instituciones, una
que encabeza el señor Fiscal, otra que me corresponde encabezar
a mí.
Señores Fiscales visitantes, recuerden: sus colegas de
Colombia son héroes. Cumplir esa labor aquí en
medio de tantas amenazas, es muy difícil. Basta recorrer
las estadísticas de las últimas décadas,
contabilizar los calvarios que hemos colocado con los fiscales
y jueces caídos, simplemente porque cumplían su
deber.
Nuestra situación es difícil pero nuestra determinación
es clara y cuando hay una determinación clara, se aclaran
los problemas. Por grande que sea la tempestad, nosotros, seguros
al frente del timón de la democracia, vamos a sacar la
nave de Colombia de esta marea adversa.
La comprensión y la cooperación de ustedes será muy
importante para que, dentro de unos años cuando vuelvan
a Cartagena, encuentren una Colombia más tranquila, una
Colombia viviendo en paz, feliz, una Colombia con su justicia,
contenta, de haber contribuido a derrotar los criminales. No negocian
si no sienten que los podemos derrotar.
¡Claro que queremos el diálogo, ojalá!, pero
estamos convencidos que con criminales ricos, poderosos, sin contención,
no hay con quién negociar. Ellos no negocian sino cuando
los vayamos a derrotar y en eso, nosotros estamos jugados completamente.
Muchas gracias. |