PRESIDENTE
ES DECLARADO HUÉSPED ILUSTRE DE QUITO
Y RECIBE LAS LLAVES DE CIUDAD DE QUITO
Agosto
22 de 2003 ( Quito - Ecuador)
Señoras y señores:
Acudo a este recinto con profunda admiración por la ciudad
de Quito, por su historia, por lo que la caracterizó para
que finalmente fuera declarada patrimonio de la humanidad. Pero,
fundamentalmente acudo a este recinto, con aprecio, con sentimiento
de afecto y admiración al gran pueblo ecuatoriano y al gran
pueblo de Quito.
Ustedes representan una tradición de ebullición
social, siempre altiva y siempre enorme.
Quito se ha beneficiado enormemente de
sus procesos democráticos.
Da gusto constatar como se ha modernizado la ciudad, como se ha
puesto al nivel de las principales urbes internacionales y como
su alcaldía democrática, General Moncayo, se traduce
en obras de gran beneficio para la comunidad.
Ustedes han avanzado con gran agilidad
en su sistema de transporte masivo, han atendido –de manera sorprendentemente rápida-
las exigencias de crecimiento del perímetro urbano en materia
de servicios públicos.
Cuando, en los principios de mi carrera
política, como
concejal de mi ciudad, visitaba Quito, la ciudad escasamente llegaba
hasta el Aeropuerto Mariscal Sucre y en dirección al oriente,
detrás de la primera cordillera, hace 25 años encontrábamos
todavía una vida puramente pastoril. Hoy hay allí densificación,
gran vitalidad, dinamismo urbano.
Y me pregunto, cuando veo este crecimiento
asombroso, cómo
han hecho para atender semejante demanda de servicios públicos,
cómo han hecho para albergar con la calidad de vida con
que lo han logrado, un número tan crecido de ciudadanos.
Quiero extender a usted, Alcalde, y a los
integrantes del Cabildo nuestra felicitación. Realmente, con sus ejecutorias han
respondido a la expectativa ciudadana. El ciudadano se preocupa
por el Presidente, el ciudadano mira el Parlamento Nacional, el
ciudadano de vez en cuando se detiene a considerar las responsabilidades
de los niveles intermedios de Gobierno. Pero especialmente, el
ciudadano vive conectado con lo que hace su alcalde y de su cabildo,
que constituyen las autoridades más cercanas.
El ciudadano espera de su alcalde y de
su cabildo la solución
a aquello que lo incomoda, aquello que se convierte en la dolencia
de todos los días. Por eso, señor Alcalde, gobernar
una ciudad que ha crecido tanto como Quito, responder bien a las
expectativas de su ciudadanía, ajustarse en la respuesta
administrativa a semejante velocidad del crecimiento, es algo digno
de aplauso. Admiramos inmensamente lo que ha podido hacer este
Distrito, su administración y su consejo.
Esta ciudad ha albergado con inmensa generosidad a miles de colombianos.
Quiero expresar nuestra gratitud.
Por supuesto, una Nación como Colombia que ha padecido
la desgracia de la droga y del terrorismo y que muchas veces exporta
droga y exporta terrorismo, causa mucha preocupación entre
las comunidades receptoras de los colombianos. Pero ante el cabildo
de Quito, ante su alcalde, quiero exteriorizar algo que se siente
en el alma de los colombianos que han llegado a Ecuador y a Quito:
la solidaridad del pueblo ecuatoriano, de Quito, su hospitalidad,
su sentimiento para albergar a los colombianos, han sido siempre
superiores a la preocupación natural por la violencia, por
la droga, que han maltratado tanto a Colombia.
Ustedes han puesto el afecto y la solidaridad
por encima de temor y de la medida del riesgo y con ese afecto
y con esa solidaridad
han acogido, con un corazón sin límites, a miles
de colombianos que aquí han llegado. En nombre de todos
ellos: mil y mil gracias señor Alcalde y mil y mil gracias
distinguidos integrantes del cabildo de Quito.
Confiamos que la obra que adelanta nuestro Gobierno pueda devolverle
tranquilidad a Colombia, evitarle el contagio del terrorismo a
las naciones hermanas y disipar las dudas en todas las comunidades.
Nosotros nos hemos propuesto recuperar
confianza de los colombianos para invertir, trabajar y vivir
en Colombia, de la comunidad internacional
para mirar a Colombia, para relacionarse con ella, para apostarle
a Colombia, de nuestros vecinos para que la frontera con Colombia
no sea motivo de preocupación sino motivo de bienestar.
Por eso nos hemos propuesto adelantar una
política de Seguridad
Democrática que derrote el terrorismo, sus fuentes de financiación.
Sin vacilación, ante el Consejo y en presencia del alcalde
de Quito, quiero repetir que nuestra determinación es una,
carece de vacilaciones, tiene toda la firmeza: ¡derrotar
el terrorismo para que vuelva la paz a Colombia y le podamos dar
seguridad al hermano pueblo ecuatoriano, que se proscribirá para
siempre el riesgo de que el terrorismo pueda llegarle por la frontera
de Colombia!
Esa seguridad, señor Alcalde, es democrática. Nosotros
no estamos reviviendo los episodios superados en el Continente
de la vieja doctrina de seguridad nacional, que se incorporó como
pretexto para perseguir a los disidentes. Nosotros tenemos una
profunda convicción democrática, una adhesión
irrenunciable al pluralismo. Nosotros somos partidarios que bajo
el cielo de nuestras nacionales prosperen todas las expresiones
de la ideología, con la única condición de
que cada uno de los actores se comprometa, como dijera el pensador
mexicano: a respetar el derecho ajeno.
Hemos seleccionado cuidadosamente el vocablo “democrática” para
acompañar nuestra propuesta de seguridad, porque esa seguridad
es para todos. Esa seguridad es para el empresario, para el trabajador,
es para el líder gremial y para el líder sindical.
Esa seguridad es para el maestro. Esa seguridad es para el congresista
amigo de las ideas del Gobierno y para el congresista crítico
de las ideas del Gobierno. Esa seguridad es para quienes defienden
el statu quo y para quienes quieren cambiar características
de la economía, características de la vida social.
Seguridad Democrática.
¡Y queremos triunfar! Y este triunfo hoy necesita la comprensión
y el acompañamiento del pueblo ecuatoriano –que lo
hemos venido recibiendo- y la reciprocidad será mañana
la tranquilidad, también, para el pueblo ecuatoriano.
Estamos trabajando para recuperar la confianza
ciudadana, para que nuestra seguridad sea tan eficaz como respetuosa
de los derechos
humanos, para derrotar la corrupción, para que haya un mejor
resultado en la economía que se traduzca en empleo y en
equidad. Y ese trabajo va hombro a hombro con ustedes.
Esta mañana, al depositar acá enfrente una ofrenda
floral a los Héroes de 1809, pensaba en toda la epopeya
de la independencia ecuatoriana. Pasaba por mi mente, después,
la visita del Libertador y los días de Pichincha que sellaron
definitivamente esa independencia. Pero también recordaba
la fallida Gran Colombia, sin embargo me consolaba con la ilusión
de que el pensamiento del Libertador ha sido recogido por el signo
de los tiempos.
Hoy necesitamos más integración, ya no es una entre
muchas opciones, es la única. Para poder salir adelante
nos tenemos que integrar. Confío que esa integración,
todos los días, de pasos que la hagan más sólida,
más indestructible y que no solamente estemos integrados
en nuestra región, sino que de manera integrada avancemos
hacia los otros escenarios. Eso nos ayudará a crecer, a
mejorar el ingreso de todos nuestros compatriotas, a construir
la Patria con la que soñara El Libertador, la Patria Común.
Señor Alcalde y distinguidos Concejales: me llevo con inmensa
gratitud estas llaves. Para abrir ninguna puerta las utilizaré.
Ustedes siempre nos han tenido abiertas las puertas a los colombianos,
ustedes no han tenido puertas que tengan que abrir los colombianos
para llegar a esta tierra. Ustedes han tenido unos brazos abiertos
y un corazón infinito para albergarnos.
Pero me llevo estas llaves para darles
un uso, para trabajar denodadamente con más determinación,
para cerrar las puertas de la frontera a los terroristas, a fin
de que no vengan a molestar
al gran pueblo ecuatoriano.
Mil gracias señor Alcalde y mil
gracias distinguidos concejales.
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