DISCURSO
ANTE LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS
Junio
19 de 2003 ( San José de Costa Rica – Costa Rica)
Señoras y señores:
Es un alto honor, señor Presidente,
visitar la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Aprovechando la feliz circunstancia de
esta visita, que de manera tan cálida, acogedora y constructiva, se ha podido realizar,
a la República de Costa Rica, por la excelente disposición
de su Gobierno y de su pueblo y la circunstancia de que este país,
ejemplo democrático del Continente y del mundo, es sede
permanente de la Corte.
Y acudo también con el inmenso respeto por la tradición
de Colombia, que tengo que honrar, que como muy bien usted lo ha
resaltado en sus palabras, es una tradición jurídica
sin mancha.
Y acudo en un momento de inmensas dificultades
en Colombia, para reiterar ante la Corte, por intermedio de la
Corte ante toda la
organización de países americanos y ante el mundo
democrático, los sufrimientos de Colombia y los esfuerzos
gubernamentales.
La violencia en Colombia ha destruido las
familias, el empleo, las libertades. 34 mil asesinatos, 3 mil
secuestros. Eso no tiene
explicación, mucho menos justificación.
La decisión de este Gobierno es el rescate de la seguridad,
la política la hemos denominado de Seguridad Democrática,
lo cual tiene dos significados: uno, en cuanto al universo de los
beneficiarios de esta seguridad y uno segundo, en cuanto al método.
El universo de beneficiarios de esa seguridad
está integrado
por la totalidad de los colombianos, sean empresarios o trabajadores,
directivos gremiales o directivos sindicales, maestros, periodistas,
agricultores o campesinos, amigos de las ideas del Gobierno o críticos
de las ideas del Gobierno.
Ese universo de beneficiarios configura
lo que llamamos la base social de una democracia sin límite,
plenamente pluralista.
Y esta política de Seguridad es Democrática por
el método: ejercer severamente la autoridad para restablecer
el orden con apego irrestricto, incondicional, a los Derechos Humanos,
a la Constitución, al pluralismo democrático.
Por supuesto que se generan controversias.
He dicho que no reconozco en los grupos violentos de Colombia
la condición de combatientes,
que mi Gobierno los señala como terroristas.
¿Por qué lo he dicho? Lo he dicho por las condiciones
propias de la democracia colombiana, lo he dicho por los métodos
de estos grupos, lo he dicho por sus resultados y lo he dicho por
sus recursos.
- Las condiciones propias de la democracia colombiana
Es una de las democracias más antiguas del Continente,
con una continuidad sorprendente en medio de las dificultades.
Muchos politólogos internacionales se preguntan sorprendidos,
cómo ha habido continuidad democrática en medio de
este desafío terrorista. Pero la ha habido.
Y es una democracia que todos los días se ha perfeccionado
más, que cuando quiera que se haya detectado una talanquera
al ejercicio democrático, se ha superado. Es una democracia
sin límites, sin veniales hostilidades a la expresión
del pensamiento democrático.
Cuando hay un Estado constituido institucionalmente
para garantizar el ejercicio pleno de la democracia, no se puede
admitir la legitimidad
de la oposición armada.
Diría yo que el reto del mundo contemporáneo
es derrotar el terrorismo ejercido por los grupos opositores
o por
el Estado. Y cuando el Estado es un Estado comprometido con la
transparencia, nada explica ni justifica el terrorismo de los grupos
opositores, sus acciones violentas.
Colombia, por mi conducto, quiere decir
hoy ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos que nuestro
compromiso con el pluralismo democrático
es total y por eso nuestra resistencia a la oposición armada
es total.
Los métodos de estos grupos, atroces, no combaten la Fuerza
Pública, plantan el territorio de minas antipersonales.
Basta mirar el cuadro dramático de policías y soldados
y de población civil, todos lisiados por las acciones terroristas
de estos grupos.
Su fuente de financiación: la droga, el secuestro. Vi en
mi adolescencia y en mi juventud universitaria, una guerrilla en
nombre de ideales políticos y en el ejercicio político
de actividad pública en mis años de madurez, he visto
una guerrilla corrompida por el poder corruptor de la droga, la
misma que financia los mal llamados grupos paramilitares, la misma
droga que amenaza con acabar con la ecología, con la ética,
con la democracia del Continente.
No se puede admitir dar legitimidad a una
oposición armada,
no se puede reconocer en esa oposición armada la calidad
de combatiente cuando su financiación principal es la droga
y su segunda financiación, la más repugnante conducta
contra la libertad humana: el secuestro.
Sus resultados. Cuando leo los informes
de Naciones Unidas, de algunas Ong’s internacionales, sobre la situación
de pobreza y de inequidad de Colombia, el resultado no se puede
negar, pero hay que preguntar cuál es la causa.
Era yo estudiante universitario y creía que en Colombia
no íbamos a lograr la paz hasta que no tuviéramos
pleno desarrollo de la justicia social. Los años nos han
hecho ver otra realidad, esta violencia ha destruido las familias
y la confianza inversionista, esta violencia ha eliminado las raíces
de millones de colombianos en su Patria, esta violencia ha creado
un país en dispersión, esta violencia no deja crecer
la economía, esta violencia no permite que haya recursos
para el empleo, estas acciones violentas impiden que haya recursos
para la equidad social. Los resultados sociales de la violencia
no tienen escenario peor comparable.
Y los resultados democráticos. El cinismo de los grupos
violentos de Colombia, todavía insisten en buscar audiencia
internacional para engañar, como han engañado históricamente,
le han mentido al mundo por 40 ó 50 años.
Ellos han ejercido como terroristas y han
hablado como políticos
sociales. Que se definan, que dejen esa hipocresía, que
dejen esa doble moral, que no le hablen al mundo como políticos
mientras actúan en Colombia están procediendo como
terroristas. Las limitaciones de la democracia en Colombia no son
limitaciones derivadas del Estado, son limitaciones impuestas por
los violentos.
Colombia, durante 100 años, luchó por la elección
popular de alcaldes, de gobernadores, por ampliar la democracia
de base, la democracia local, la democracia regional. En esas épocas,
la guerrilla decía que para hacer la paz se requería
que el pueblo pudiera elegir sus autoridades inmediatas. Eso se
concretó en Colombia, en 1988 y posteriormente con la Constitución
de 1991.
Y la guerrilla, en lugar de haber depuesto
sus armas, para haber dado una lucha ideológica y política y haber buscado
el poder local o regional, se ha dedicado a destruirlo por la vía
armada.
Los alcaldes amenazados en Colombia, que no pueden oficiar en
los municipios donde fueron elegidos. Los gobernadores condicionados,
no lo son por el Estado, lo son por los grupos violentos.
Estos cínicos de los grupos violentos que siguen pidiendo
audiencia internacional, para hablar como políticos cuando
son miserables terroristas, son los que han limitado la democracia
colombiana. La falta de gobernabilidad en muchas municipalidades
no es por el Estado, es por los grupos violentos.
Muchos ciudadanos me preguntan: ‘¿si usted no los
reconoce como combatientes, entonces cómo los va a combatir?’
Los vamos a combatir como lo tiene que
hacer un Estado de Derecho respetable, de acuerdo con la tradición colombiana, limpiamente,
de la mano de la Constitución, con ajuste total a los derechos
humanos.
Colombia tiene un desafío: derrotar el terrorismo y simultáneamente
de poder mirar al mundo con la conciencia tranquila, por haberlo
hecho con total ajuste a los derechos humanos.
Y me preguntan muchos ciudadanos: ‘¿va Colombia a
restringir sus libertades para desafiar el terrorismo?’ No.
Quisiera repetir esto ante ustedes: quien
examine bien el curso cotidiano de Colombia, encuentra que es
el país democrático
que tiene el mayor y el más injusto desafío terrorista
en el mundo y simultáneamente, la mayor libertad de prensa.
Muchos países, en otra época todavía reciente,
que han tenido que enfrentar el terrorismo, entre las primeras
medidas que han tomado para ser eficaces en esa lucha, han incluido
la limitación a la libertad de prensa.
Esto no ha pasado por la mente del Estado
colombiano, nosotros vamos a derrotar el terrorismo con cumplimiento
de los derechos
humanos y sin restringir las libertades públicas.
Y muchos me preguntan: ‘¿hay posibilidad de paz?’ ¡Claro,
en el momento que estos grupos se definan, que abandonen la doble
moral, que abandonen la actitud sibilina, la actitud de engaño
al mundo, de querer, en el día ante las cámaras y
ante los micrófonos, hablar como políticos, para
proceder en la noche como terroristas, el día que quieran
sentarse a dialogar en medio de un cese de hostilidades y a buscar
sinceramente la paz, en Colombia estamos listos para hacerlo con
gran celeridad!
Y me preguntan muchos: ‘¿cuál es el papel
de la Comunidad Internacional?’ Necesitamos la Comunidad
Internacional, Colombia ha estado abierta a la crítica de
la Comunidad Internacional y ansiosa de su apoyo. Hemos pedido
que permanezca en el país la misión del Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para Derechos Humanos, mantenemos un fluido
diálogo con esa Oficina, en ocasiones hay desacuerdos que
hay que manejarlos fraternamente, con las cartas sobre la mesa.
Tenemos la presencia de todas las organizaciones
de derechos humanos que quieren estar en Colombia y de todas
las Ong’s, la instrucción
nuestra es protegerlas. ¡Claro que mantienen debates con
el Gobierno! y a nosotros nos parece que eso es sano para la democracia
y elemental, cuando se ha dado de por medio el engaño de
los grupos violentos a la Comunidad Internacional y cuando aparece
un Gobierno con la decisión de derrotar esos grupos, a no
ser que quieran dialogar.
Recientemente, los países del Grupo de Río tomaron
a mi juicio, una decisión juiciosa y pragmática:
le pidieron a Naciones Unidas que ejerza sus buenos oficios para
que la guerrilla colombiana se siente a dialogar con el Gobierno
de Colombia, con un previo cese de hostilidades.
Una decisión juiciosa, buscar el órgano supranacional
por excelencia para que cumpla con esa tarea de buenos oficios
y al mismo tiempo práctica, porque en el párrafo
segundo de esa decisión, los países del Grupo de
Río dicen que ‘si llegare a fracasar esa misión
de buenos oficios de las Naciones Unidas, Naciones Unidas y el
Grupo de Río y el Gobierno de Colombia buscarán alternativas’.
Me parece práctica porque el mundo, no simplemente, se
puede quedar pidiéndole a la guerrilla que dialogue cuando
ella no oye, el mundo democrático tiene que conminarla,
que defina: dialoga, resuelve este problema o se buscan alternativas.
Esas alternativas no pueden ser exclusivas
de Colombia, no voy a dar sino una razón de por qué no
puede ser exclusiva de Colombia: porque ese peligro, es un peligro
para el Continente.
Hoy se destruye la selva colombiana para
sembrar droga y financiar estos grupos, mañana se puede destruir la parte amazónica
del Perú o de Ecuador o del Brasil o de Venezuela.
Hoy las minas quiebrapatas son contra los
colombianos, mañana
pueden ser contra los vecinos.
Ya hay terroristas colombianos secuestrando en Ecuador, por lo
cual se queja con toda justicia el Gobierno ecuatoriano y hay terroristas
colombianos en Bolivia, por lo cual se queja con toda justicia
el Gobierno boliviano.
El terrorismo infatuado por la riqueza,
el terrorismo delirante por la droga y su capacidad militar,
es un terrorismo que no tiene
límites éticos ni fronterizos. Su desdén por
el Estado es total y entonces le da lo mismo hoy, atentar contra
el Estado democrático de Colombia y mañana contra
el Estado democrático de cualquiera de los vecinos.
Por eso necesitamos la participación de la Comunidad Internacional
y espero que la petición del Grupo de Río produzca
una profunda reflexión en Naciones Unidas porque le papel
que hemos visto los colombianos de Naciones Unidas es que critica
mucho y resuelve muy poquito.
Yo no le digo a Naciones Unidas que deje
de criticar, pero le digo que se comprometa a resolver. A ratos,
Naciones Unidas da
la impresión de que le tiene miedo a las descalificaciones
que los grupos violentos de Colombia le hacen. No creo que Naciones
Unidas se pueda abstener de ayudarnos eficazmente en Colombia,
porque los grupos violentos la desconocen.
Naciones Unidas tiene que escoger a quien le tiene que servir:
si al miedo que le producen los grupos violentos de Colombia o
a la necesidad del pueblo colombiano de que la Comunidad Internacional
nos ayude para superar esta violencia.
Y el tema no lo podemos hablar más con subterfugios, hay
que hablarlo con claridad. Por eso, señor Presidente, quiero
darle mi saludo respetuoso y acatamiento a esta Corte.
Soy consciente, desde el punto de vista
de convicciones democráticas
y del miramiento pragmático al decurso de mi Nación,
que este problema necesita de lucha por parte del Estado y que
esta estrategia de Seguridad Democrática es sostenible si
es eficaz y si va de la mano de los Derechos Humanos.
Entonces vengo aquí, a pedirle de manera descarnada, una
revisión del mundo sobre su actitud frente al problema colombiano
y a reiterar, de acuerdo con la tradición jurídica,
de ese sufrido Estado de Derecho que es Colombia y de esa maltratada
sociedad, la cooperación del mundo, eficaz y resuelta, para
resolver el problema.
Muchas gracias, señor Presidente
y honorables magistrados. |