CONDECORACIÓN
A LA UNIÓN DE CIUDADANAS DE COLOMBIA POR SUS 45 AÑOS
Mayo
15 de 2003 ( Medellín – Antioquia)
Compatriotas:
Con la gran novela de Vargas Llosa, ‘El paraíso en
la otra esquina’, los colombianos vinimos a enterarnos que
en los albores del combate por los derechos de la mujer, el papel
pionero y estelar correspondió a Flora Tristán, luchadora
de origen peruano que recorrió a Francia en 1844, predicando
la igualdad de los sexos y la liberación de la opresión
que se ejercía sobre la mujer.
La Revolución Francesa, que dio paso al ingreso de Europa
a la modernidad, no se atrevió el más mínimo
e ingenuo paso que permitiera considerar a las mujeres como ciudadanas. ‘Ciudadano’ fue
sustantivo masculino hasta el Siglo XX y a casi nadie se le ocurrió reivindicar
el uso ‘femenino’.
Derecho al voto de la mujer, derecho de
las mujeres a compartir, en igualdad de condiciones con los varones,
las oportunidades políticas
concedidas por el gobierno representativo y de un modo concreto,
el derecho a votar en elecciones y referendos y a desempeñar
cargos públicos. Esos derechos no parecían estar
en los sueños de la Colombia, en la primera mitad del Siglo
XX.
En Estados Unidos, tras la guerra de la
independencia, surgió un
moderno movimiento a favor del sufragio de la mujer. En esa sociedad,
aún antes de la independencia, las mujeres ya participaban
en la vida pública con relativa libertad.
Una hacendada de Meriland, Margareth Prendt,
intentó con
gran valentía, pero sin éxito, asegurarse lugar y
voto en la legislatura de la Colonia, en el Siglo XVII. Solo un
hombre, Tomas Paints, autor del texto de los derechos del Hombre
y del Ciudadano, se atrevió a defender el voto de las mujeres.
La Unión de Ciudadanas de Colombia heredó el legado
de las sufragistas de Estados Unidos e Inglaterra que lucharon
durante el Siglo XIX por los derechos de la mujer, particularmente
al voto. Aunque, curiosamente, fueron los radicales liberales de
la Provincia de Vélez, en Santander, los primeros ciudadanos
del mundo en atreverse a consagrar ese voto universal y directo
para hombres y mujeres, en el ya lejano año de 1853.
La norma nunca se aplicó, pero dejó una huella ideológica
que honra a los hombres y mujeres de Colombia. La inteligencia
del Presidente Lleras Camargo, contagio de entusiasmo a las fundadoras
de la Unión de Ciudadanas.
Cuentan ustedes, en sus memorias, que él las motivó a
conocer la experiencia de las sufragistas, a seguir su ejemplo,
por lo que decidieron reunirse en esa organización que desde
1957 es faro en la lucha reivindicativa, conducida por las mujeres
más esclarecidas de la Patria.
Los nombres son una colección de las mejores virtudes de
las colombianas, entre algunas: María Currea de Haya, Mery
Betancourt de Anzola, Luz Castro de Gutiérrez, Esmeralda
Arboleda, María Rojas, Bertha Hernández, María
Restrepo, Migdonia Barón, Anastacia de Cuadros, Maruja Peláez,
Gloria Lara, Maritza de la Vega, Carmenza Rocha, Leonor de Abadía,
Lucila Laverde, Ofelia Acosta y muchas más.
Reivindicar el sufragio ya es cosa del
pasado, hoy son el conjunto de derechos de la mujer lo que desvelan.
Se ha ampliado el objetivo
de la lucha, se reivindican los derechos profesionales, el manejo
de conservación de gananciales, conservar la propia ciudadanía
tras el matrimonio con un extranjero, el derecho a un mismo salario,
la igualdad de oportunidades en el trabajo, entre muchos otros.
Fue la Unión de Ciudadanas de Colombia, encabezando el
movimiento, rompiendo el silencio, una de las primeras expresiones
activas en contra de la violencia que se cernía sobre la
Patria en 1986. Marcharon, uniendo los miedos, el desespero, la
angustia y propusieron convertirlos en fuerza esperanzadora hacia
el futuro.
No ser cómplices de la violencia, fue la consigna de la época
que bien vale la pena retomar para acompañar la decisión
de los colombianos en la recuperación del monopolio de la
Fuerza para el Estado, consagrado por la voluntad expresa del pueblo.
Por obra de la lucha de la mujer, están consignadas en
nuestra Carta, cláusulas, artículos que expresan
la voluntad de la sociedad, de incorporar a la mujer en las mismas
condiciones de los hombres.
Hoy, la adecuada participación de la mujer en la conducción
del Estado es un hecho, no por obra de la simple norma, sino como
resultado de su progreso, preparación, dedicación
y ante todo, honradez.
Todos los espacios están ganados para la mujer y a la hora
de los reconocimientos, el primer lugar lo ocupan ustedes, la Unión
de Ciudadanas de Colombia.
Quiero rendir un homenaje infinito de admiración a la mujer
colombiana en su lucha ciudadana, en cabeza de ustedes. Quisiera
mencionar a cada una de mis compatriotas que participa en esta
lucha, pero sé que ustedes se sienten bien representadas
y las identifico, como Presidente de la Nación, con Rosita
Turiso de Trujillo.
En esta tierra crecimos leyéndola, en esta tierra crecimos
escuchándola, en esta tierra ella ha sido un faro permanente
para que la sociedad, a fin de reivindicarse, se reivindique con
la mujer.
Quiero, en este momento triste de Antioquia
porque la violencia arrebató a Gilberto Echeverri, al gobernador Guillermo Gaviria
Correa y a los suboficiales del Ejército, rendir un homenaje
a la obra que en bien de la mujer se ha realizado en esta tierra.
Ora en la sociedad civil, con la lucha permanente de la doctora
Rosita, con todas ustedes; ora en los diferentes gobiernos.
Quiero dar testimonio de lo que significa
el liderazgo de la mujer: mi primer empelo público, bajo la dirección de Diego
Calle Restrepo, en las empresas públicas de la ciudad, en
la difícil tarea de conducir el traslado de El Peñol
y de parte de Guatapé, para dar paso a la hidroeléctrica –a
la cual tanto le debe la Nación-, fue un empleo público
que ejercí bajo la dirección de una mujer. Era la
Secretaria General de empresas públicas, mi jefe directo.
En el Congreso de la República,
en leyes controversiales, frente a las cuales tuve que asumir
mi responsabilidad como autor
o como ponente, mis asesoras fueron mujeres.
En la Gobernación de Antioquia, en el tema de la contratación,
en una sección tan difícil como valorización,
hubo aquello que recuerdo hoy con mucho orgullo, un matriarcado
de pulcritud.
Toda tarea pública que se ponga
en manos de las mujeres, resulta bien porque las mujeres son
ejemplo de cumplimiento del
deber y son un ejemplo de transparencia.
No participé en la campaña que me condujo a la Presidencia
con un discurso lisonjero con la mujer colombiana, porque sus derechos,
para mi, hacen parte de lo natural. Pero cómo me honra que
al haber definido un gabinete de 12 cargos ministeriales, 6 de
los cuales –el 50 por ciento- esté desempeñado
por mujeres.
Y he dicho entre lo agrio y lo dulce, entre
el mensaje ameno y también con el deseo de dar la señal
que ministro que se maneje mal, lo reemplazo por mujeres.
Muchas gracias doña Rosita, por la generosa mención
de mi madre. Había nacido yo en 1952 y empezaba a tener
uso de razón, cuando se agitaba el plebiscito que convocó a
los colombianos a las urnas en 1957.
De la mano de mi madre, recorrí las
veredas de Salgar, las casas de su casco urbano y algunos municipios
del Suroeste,
oyendo su entusiasta discursos y su tarea agitacional para convocar
a todas a participar, a fin de aprobar la convocatoria de Alberto
Lleras, para que las mujeres tuvieran el reconocimiento de sus
derechos en la Carta Constitucional.
Después, fui haciendo esos años –todavía
de la niñez-, observando la actuación de ella, con
superior espíritu patriótico como concejala de aquel
municipio y presidente de su corporación. Aquí estaría
gozosa porque entendió que en la Unión de Ciudadanas
de Colombia había que perpetuar una lucha para que este
país salga adelante, sacando adelante el reconocimiento
pleno de los derechos de las mujeres.
Para casi todos los males colombianos, yo recomiendo mujeres.
Cuando me dicen: ‘hay que derrotar la corrupción’,
digo: entréguele el manejo de los contratos a las mujeres.
Cuando me dicen: ‘hay que dar peleas que exigen pantalones’,
digo: no, entréguenle esas peleas al carácter de
las mujeres, por eso no vacilé en nombrar una mujer como
Ministra de la Defensa (Marta Lucía Ramírez) en el
país del mundo con mayores dificultades de seguridad interna.
Queridas mujeres de la Unión de Ciudadanas de Colombia:
las saludo con entusiasmo, me honra mucho haber podido recordar
a los colombianos, con esta condecoración, que desde hace
45 años existe una institución que ha dejado huella
fecunda, que fue de la sucedánea de nuestra grandes heroínas,
una institución llamada a seguir sirviendo con fortaleza
y con eficacia a la Nación.
En las manos de la doctora Rosita y en
las manos de ustedes, está buena
parte del futuro de Colombia, a través del futuro de las
mujeres colombianas.
Muchas gracias.
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