ÚLTIMA SESIÓN
DEL DIPLOMADO DE
COMERCIO INTERNACIONAL PARA PERIODISTAS
Septiembre 18 de 2003 (Medellín – Antioquia)
Señoras y señores:
En primer lugar mis felicitaciones. Mis
felicitaciones a la Cámara
de Comercio, mis felicitaciones al Dann Carlton, mis felicitaciones
a ESUMER, por esta magnífica iniciativa. Y a ustedes, por
la voluntad de haber sometido sus horarios, sus tensiones, sus
presiones, a la disciplina de hacer este diplomado. ¡Magnífico!
Muchas, muchas felicitaciones.
Definitivamente en el mundo contemporáneo uno no puede
dejar de estudiar. Tomen este diploma de hoy, el que acredita el
esfuerzo de este diplomado, como un recorderis para el próximo,
porque hay que estar estudiando permanentemente.
Los chinos decían que el día que uno deja de estudiar,
el día que uno cree que ya sabe todo, ese día empieza
a morir. Hay que estar aprendiendo permanentemente, especialmente
en un mundo en el cual el conocimiento ha avanzado tan rápidamente,
como lo que ha correspondido a nuestra era.
El tema de la ética es un tema complejo y fácil.
Complejo cuando se le quiere distinguir de la moral, complejo cuando
se le quiere distinguir del derecho, menos complejo cuando se le
quiere distinguir de las reglas de cortesía, bastante complejo
cuando se le requiere aplicar en una sociedad de tantas dificultades
como la colombiana.
En las publicaciones contemporáneas he encontrado en aquel
libro titulado ‘Ética para amador’, de Fernando
Savater, la lección más clara para inducirnos a la ética.
En resumen, de acuerdo con Savater y lo comparto plenamente, la ética
es la actuación no dañina al prójimo.
¿En qué la distinguimos de las reglas del derecho?:
no está codificada. Necesariamente no hace parte del ordenamiento
jurídico, no tiene un presupuesto normativo y una sanción
al incumplimiento del presupuesto normativo, como sí se
da en la estructura de la norma jurídica.
La ética no necesariamente tiene que coincidir con la moral.
Deberían coincidir, pero muchas veces los dictados de la
moral pueden ir, pueden tener alguna discrepancia con la actuación,
que es la que dice si se procede o no con ética.
La ética es la actuación. La norma jurídica
es el mandato de comportamiento contenido en las normas, cuyo incumplimiento
genera una sanción. La moral es el conjunto de convicciones
que reposan en el interior de cada ser, los principios que deben
regir a ese ser. Y las reglas de trato, de uso o de cortesía,
simplemente son las mínimas disposiciones de etiqueta para
la relación cotidiana con nuestros semejantes.
¡Qué compleja es la ética en una sociedad
tan convulsionada como la colombiana! ¡Y qué difícil,
para el periodista, decir cuál es la actuación ética,
dadas las circunstancias complicadísimas de la sociedad
colombiana! Por eso mi invitación es elemental: la ética
nos tiene que comprometer a que nuestras actuaciones no le hagan
daño al prójimo. Creo que es el principio ético
fundamental.
Es bien importante hoy la relación entre el periodista
y el político, el hombre público. Esa relación
tiene que estar signada por un derrotero ético. Ambos, el
periodista y el hombre público, se relacionan con la opinión.
Ninguno de los dos puede hacer daño en su comportamiento
a la opinión para poder cumplir con los presupuestos de
la ética, pero ambos tienen tareas diferentes.
Si bien ambos están relacionados con la opinión,
el hombre público propone, ejecuta, toma decisiones. El
periodista informa, analiza, crítica. Ambas actividades
las demanda la opinión y la opinión siempre espera
que esas actividades se realicen para no hacerle daño. Esto
es, con ética.
Pero para proceder con ética frente a la opinión,
la relación entre el periodista y el hombre público
tiene que ser una relación con ética. Y para que
esa relación sea con ética, tiene que ser una relación
independiente, pero de respeto.
¿Cómo es la relación independiente? El periodista
no puede pretender que el hombre público haga todo lo que
el comunicador sugiere. Y el hombre público no puede pretender
que el periodista aplauda todo lo que el hombre público
ejecuta, propone o decide. Me parece que eso garantiza una relación ética
entre el hombre público y el periodista y garantiza una
actuación ética del hombre público con la
ciudadanía y del periodista con la ciudadanía.
En el ejercicio de la política, la ética fundamentalmente
tiene que hacer bien a la gente. Y he encontrado en el periodismo,
en ocasiones, que se separa del mandato ético y entonces
se olvida de la gente y entra en el círculo del político,
bien sea para desarrollar con él un nivel de amistad que
vuelve al periodista parcializado en favor del político
o bien sea para incrementar frente a él un nivel de animadversión,
de enemistad, que convierte al periodista en parcializado en contra
del político.
El periodista no puede entrar en el campo
del político
abandonando su deber con la ciudadanía ni para tener esa
alabanza frente al político que surge cuando se confunde
con él ni para tener la crítica destructiva que surge
cuando se siente enfrentado a él.
Creo que esos son preceptos elementales
para manejar con ética
una relación tan importante como la ciudadanía, que
es la relación en una democracia abierta entre el periodista
y el político.
Quería proponerles estas reflexiones iniciales y dar la
oportunidad de que en esta sesión final de su diplomado,
podamos interlocutar sobre lo que ha sido la experiencia de ustedes
en esta etapa tan importante y algunas respuestas que mi ya larga
experiencia en la vida pública pueda ayudar a darles.
Al repetirles muy afectuosamente mis felicitaciones,
les ofrezco la palabra para que esa sesión final sea dinámica.
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