CONMEMORACIÓN DE LOS 120 AÑOS
DEL GUN CLUB
Abril 23 de 2004 (Bogotá – Cundinamarca)
Compatriotas:
El Gun Club de Bogotá es hijo de una de las etapas más
prósperas, intelectualmente productivas, y más pacíficas
de Bogotá.
Es hijo de la Paz científica, como la denominó el
Presidente del momento, Rafael Núñez, director, gestor
y ejecutor de la Regeneración. Quien escribió en un
memorable ensayo, que su política se había propuesto
salvar a la comunidad “siguiendo los consejos de una lógica
severa y fecunda”.
Me complace hacer el lanzamiento del libro “Gun Club de Bogotá,
más de 120 años” y exaltar su contenido como
algo que va mucho más allá de mostrar fotos que solo
interesan a una confraternidad. Colombia tiene como conocerse más
a sí misma. Porque, mientras más se conozca, más
se amará a sí misma.
¡Qué bueno, por ejemplo, que los hijos de los hijos
de los fundadores sepan que Gun se llama así, porque sus padres,
inmersos en el mundo intelectual de la segunda mitad del siglo XIX,
leyeron a Verne y, guasones como eran, le dieron a su fundación
el mismo nombre del Club de Baltimore en el que se reunían
los personales del viaje a la luna!
Pero lo más interesante que confirmarán los jóvenes
lectores de la historia del Gun, es que las obras del progreso, son
hijas de la seguridad y del buen gobierno de la economía.
En 1882 el pueblo de Colombia, conducido por uno de sus más
grandes líderes de todos los tiempos, Rafael Núñez,
dio un profundo viraje político, que condujo a las más
grandes transformaciones constitucionales y de la política
económica. Aunque 1886 es el año que queda en la memoria
por la promulgación de la Constitución, 1882 es el
comienzo de la gesta.
El libro del Gun va más allá de la simple remembranza
anecdótica. Describe bien una época trascendental,
llena de enseñanzas para los colombianos de hoy, como lo afirma
el profesor Malcon Deas en un ensayo cuya publicación prepara.
Hasta 1881, la seguridad, fin esencial para el cual se constituyeron
los gobiernos, era un bien perdido. Había libertinaje económico
se descreía del papel del Estado en la búsqueda del
bienestar o de su derecho a regular asuntos cruciales. El federalismo
había llegado a extremos tales, que, en sus relaciones Cundinamarca
y Antioquia, por ejemplo, parecían dos países distintos
y enemigos y no dos porciones fraternas de una misma Patria. No había
soberanía monetaria; en fin, se había perdido el elemento
coloidal de cualquier sociedad: la confianza.
Las profundas y valerosas reformas de Núñez, en contravía
del dogma y el esquematismo de su propio partido, hicieron renacer
de inmediato la vida económica y social de Bogotá.
Fueron “los efectos que por doquier se siente” de los
que habló en su famoso ensayo. Y, aquí están,
magistralmente descritos, en el libro del autor colectivo que reúne
la historia del Gun.
Los letreros “la tertulia me perjudica” que comenzaron
a aparecer en las tiendas de los fundadores del Club, no son una
simple anécdota. Reflejan renacimiento económico, entusiasmo
empresarial, nueva cultura de trabajo, reflejan disciplina. Por lo
demás –y también se evidencia en el libro-, la
Nación se estaba recomponiendo en ese 1882.
Bogotá, que mientras rigió la constitución
de 1863 fue la “Capital” de nada, la reina de burlas
de los Estados, volvió a ser, con la Regeneración la
capital de Colombia. Eso explica la migración calificada de
antioqueños, santandereanos, boyacenses, y de gentes de todas
las regiones, cuyos apellidos aparecen en una primera lista de socios
del Gun que pudo reconstruirse, la de 1894.
La política rige sobre la vida social. Los cambios progresistas
de Núñez, lograron construir confianza, la palabra
clave para esa vida en sociedad. La confianza que se impuso en 1882
fue la madre de los grandes avances que inundan todas las páginas
del libro del Gun. Y en esas tareas de progreso está la firma
e impronta de cada socio fundador, de sus hijos y de los hijos de
sus hijos.
Con la confianza regresaron los extranjeros (el libro informa que
hay un registro de sus invitaciones al Club), se fundaron hoteles,
restaurantes, teatros, se construyó el acueducto con tubos
de hierro y se recogieron las aguas negras, se concesionó el
teléfono, se tendió la electricidad y, sobre todo,
se inició una fiebre por construir nuevas vías de comunicación,
principalmente de ferrocarriles.
Núñez, contra la absurda creencia de que Colombia
no podía ser Patria de las industrias, apoyó las nuevas
fábricas de fundición y, con ello, garantizó que
se tendieran rieles. Además, y para salir del feudalismo económico,
fundó el Banco Nacional y le confirió el monopolio
de la expedición de papel moneda.
Con la Regeneración, Colombia dio el salto a la modernidad.
El Gun Club es parte de esa historia, como lo es todo el espíritu
asociativo que nació en aquella época trascendental
de nuestra vida: las sociedades de San Vicente de Paul, la Junta
de Aseo y Ornato, la Junta de Comercio, la Junta General de Beneficencia
y la Junta de Higiene.
Alguien dijo que quienes no conocen la historia están condenados
a repetirla. Digamos nosotros que, en el caso de la historia del
Gun y de su momento histórico, la Regeneración, vamos
a conocer bien la historia para aprender de ella y repetir lo que
sea bueno.
Este libro se convierte en un punto de referencia obligado de las
nuevas generaciones para saber que ha sido una constante entre bisabuelos,
abuelos, padres y nietos, de trabajo de disciplina y de fe en esta
gran Patria colombiana.
Muchas felicitaciones mis queridos compatriotas, socios del Gun
Club de Bogotá.
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