CEREMONIA
DE ASCENSOS DE LA FUERZA AÉREA
Diciembre
03 de 2004 (Cali – Valle del Cauca)
Compatriotas:
Ahora, cuando en compañía del Ministro de la Defensa
(Jorge Alberto Uribe) y del General Lesmes Abad, comandante de la
Fuerza Aérea, entregábamos la medalla Francisco José de
Caldas al subteniente Alberto Botero Rozo, invité a sus papás –don
Carlos Alberto y la doctora Lilian-, a que me acompañaran
a entregar a su hijo esa medalla.
Pensé, para justificar la ruptura del protocolo, como lo
hicimos con los diplomas, que nada más emocionante para el
hijo que ascender y ser premiado en esta noble tarea militar al servicio
de la Patria, nada más emocionante y al mismo tiempo angustioso
para el papá y para la mamá, que entregar al hijo a
esta tarea.
¿Pero saben qué conmueve las más íntimas
fibras del alma? El papá y la mamá del subteniente
Botero Rozo nos dijeron: ‘es el único hijo que tenemos
y lo entregamos a la Patria’.
Quiero agradecer a ellos, a todas las familias
de los alféreces
que hoy ascienden, este sacrificio por Colombia. Mamás, papás,
abuelos, hermanos, familiares, mil gracias. Ustedes representan las
mejores virtudes colombianas, pero hoy adicionan otra más:
abnegación y entrega, desprendimiento. Lo más grande
para servir a la Patria, el más noble, el más difícil
de todos los aportes, entregar el hijo a esta noble tarea que implica
tantos riesgos, privaciones y sacrificios. A ustedes un aplauso desde
el fondo del alma.
Quiero destacar en la Fuerza Aérea la presencia de la mujer.
La mujer colombiana cumplidora del deber como mamá, como esposa,
como compañera, cumplidora del deber en el trabajo de la empresa
privada, en la entidad pública y ejemplo en las fuerzas institucionales
de la República.
Saludo con afecto, con admiración infinita a las mujeres
de la Patria que han ingresado a la Fuerza Aérea, a todas
nuestras Fuerzas, y especialmente a las que son integrantes de esta
promoción.
Jóvenes subtenientes: dentro de pocos años Colombia
cumplirá dos siglos de Independencia. Ustedes tienen dos compromisos:
proceder con el valor con que procedieron el Libertador Bolívar,
Santander –el fundador de la estructura jurídica de
la Nación-, los próceres y soldados que los acompañaron
y agregarle a eso dos siglos de avances tecnológicos.
Representan ustedes una generación llena de virtud, de entusiasmo,
de inteligencia, de inquietud. Una generación que mira al
mundo más allá de las fronteras de la Patria. Una generación
de visión universal.
Por eso en ustedes, alféreces, tenemos toda la esperanza
de que Colombia llegue al punto de quiebre para superar esta tragedia
del terrorismo alimentado por el narcotráfico y para darle
a las nuevas generaciones la ilusión de vivir felices en esta
Patria.
Hace dos años, en este mismo campo, con la calidez de la
brisa vallecaucana, traje a ustedes unos renglones sobre unos valores
que creo, deben regir la conducta en la institución Armada.
Hace un año agregué otros y he estado meditando en
cinco, sobre los cuales quiero hacer énfasis acá –como
lo hice esta mañana en la José María Córdova
y como lo haré esta noche en la Escuela de la Armada José Prudencio
Padilla-.
Tenemos que trabajar con voluntad política, tenemos que trabajar
con agresividad en la iniciativa, con transparencia y el ejercicio
del don de mando hay que acompañarlo de las relaciones humanas.
Voluntad política es esa fuerza, ese ardor interior, esa
consagración, esa capacidad de vencer la debilidad en la determinación,
para mantener siempre la mayor decisión en el propósito
de derrotar el terrorismo.
Colombia se ha quejado que por lustros y
décadas ha faltado
la voluntad política del Ejecutivo para derrotar el terrorismo
y que eso ha desmotivado al agresividad de la institución
Armada de la Nación.
Reitero ante ustedes, ante sus papás, ante sus mamás,
ante los compatriotas que nos acompañan en esta solemne ceremonia
de graduación, toda la voluntad política del Gobierno
para desterrar de las fronteras de la Patria el terrorismo, para
devolver la tranquilidad a la Nación, para que ustedes sientan
todo el apoyo en la inmensa tarea de ser el instrumento de la Providencia,
para rescatar el imperio de la Ley en el bello suelo de la Patria.
Pero esa voluntad política necesita de agresividad, la iniciativa
permanente de la Fuerza Pública, porque esa es la garantía
del resultado, de la eficacia. Nada nos ganamos si la voluntad política
no va acompasada con la agresiva iniciativa de la Fuerza Pública,
el pueblo se frustraría viendo que hay mucha decisión,
poca acción y mínimos resultados.
Importantísimo llevar esa combinación de voluntad
política y agresividad en la iniciativa, pero ambas tienen
que ir de la mano de la transparencia: transparencia en el respeto
a los derechos humanos, transparencia en el trato a nuestros compatriotas,
transparencia en el manejo de los recursos públicos, transparencia
en el pensamiento, transparencia en la manifestación exterior
de la conducta, transparencia con Colombia.
Esa transparencia no es negligencia para omitir resultados, esa
transparencia no es debilidad en nombre de la civilidad, la civilidad,
esto es, obtener que todos los colombianos sometamos nuestra conducta
a la ley como presupuesto de convivencia, esa civilidad se consigue
con fortaleza no con debilidad.
La fortaleza tiene que producir su efecto en el respeto del ciudadano
a la Ley y cuando el ciudadano A respeta la ley y el B hace lo mismo
y el C replica ese respeto a la ley y finalmente el universo poblacional
respeta la ley, se crea el ideal de la convivencia civilizada.
Necesitamos agresividad y transparencia,
nada ganamos convencidos de la transparencia, si no procedemos
con agresividad ¿Por
qué? Porque entonces estaríamos con un discurso de
transparencia pero con una debilidad que nos privaría de los
resultados y al privarnos de los resultados, esa debilidad le abre
el espacio a los terroristas para que cuando nosotros respetamos
los derechos humanos, ellos los continúen violándolo
en contra del pueblo colombiano y en contra de nuestra institución
armada.
¡Transparencia con energía, transparencia con agresividad!,
es el mandato del ahora, para que nosotros cumplamos con los derechos
humanos y con nuestros resultados, con acción enérgica,
evitemos que los terroristas sigan violando los derechos humanos
al masacrar diariamente al pueblo colombiano, al privarlo de la vida,
de la tranquilidad, del reposo, del empleo, de la posibilidad de
erradicar la pobreza a través del crecimiento de la economía.
Y tenemos que combinar el mando con las buenas
relaciones humanas. Nada más inherente, más consustancial, más del
alma, de la esencia, de la profesión de ustedes, que el don
de mando.
Una institución jerarquizada lo exige, sin él no se
entiende la jerarquía militar. Pero ese don de mando necesita
ubicarse en un esquema, en un contexto: en el del liderazgo.
Ustedes hoy ascienden de alféreces a subtenientes, algún
día serán generales de la República, pero más
que los alféreces hasta hace unas horas, los subtenientes
a partir de ya, los generales del mañana, tienen que ser líderes.
Líderes para visionar el futuro, líderes para concebir
cómo conquistarlo, líderes para convencer al pueblo
a fin de que el pueblo siga su orientación en la tarea de
una sociedad civilizada, de una sociedad en paz, de una sociedad
respetuosa del orden jurídico.
Ese liderazgo necesita energía y persuasión, necesita
energía y calidez, necesita mando y afecto. Mando y afecto
en las relaciones con sus subalternos, mando y afecto en las relaciones
con el pueblo para cumplir la ley.
Es muy fácil dar órdenes en la institución
militar, es muy importante que las órdenes se den con liderazgo.
Porque si las órdenes no se dan con liderazgo y con ese elemento
del liderazgo, que son las relaciones humanas, las órdenes
son recibidas con amargura y cuando las órdenes son recibidas
con amargura, con mala gana, las ordenes difícilmente se ejecutan
o se ejecutan mal.
Y ese liderazgo exige que ustedes sean muy
cuidadosos en definir aquello que debe anteceder a la decisión de dar órdenes.
Antes que dar órdenes, el líder tiene que observar
el campo, la materia sobre la cual actúa. Antes que dar ordenes,
el líder tiene que indagar por esa materia, indagar por el
sentimiento de los ciudadanos que serán el objeto de la orden.
Antes que dar órdenes, el líder tiene que dar ejemplo.
Esta mañana, graduábamos en Bogotá el contingente
de subtenientes en nombre del subteniente Diego Fernando Barrero,
graduado hace un año y asesinado hace pocos meses en Paramillo.
Cuando lanzábamos un operativo militar, para sentar allí el
imperio de las instituciones, tierra como tantas de Colombia y del
Valle del Cauca abandonada, presa del narcotráfico, tantos
años de la guerrilla, en disputa reciente entre guerrilla
y paramilitares.
En el propósito de recuperar la institucionalidad, entró una
nueva Brigada. Allí, concurrieron animosos, llenos de energía,
jóvenes subtenientes como el Subteniente Barrero. Él
fue asesinado por el terrorismo de las Farc, murió dando ejemplo.
Antes que aspirar a escalar uno u otro grado, a ejercer más
don de mando, él estaba cumpliendo el prerrequisito necesario
para llegar a ejercer el don de mando, el prerrequisito de dar ejemplo.
Hay que dar ejemplo permanente y tener mucho
cuidado en la comunicación.
El líder tiene que ser un gran comunicador. El líder
contemporáneo tiene que dedicar a la comunicación el
80, el 90 por ciento de su tiempo. El buen líder es buen comunicador.
Y el buen comunicador es, fundamentalmente, buen escucha.
De ese 90 por ciento del tiempo, que hay que dedicar a comunicaciones,
el 70, 80 hay que dedicarlo a escuchar.
Ustedes tienen que escuchar, hoy a su comandante
y mañana
a su subalterno. Tienen que escuchar al compañero que esta
en el mismo nivel, tienen que hablarle al campesino, tienen que hablarle
al agricultor de la empresa comercial, al industrial, al líder
sindical, al líder gremial, al amigo de las ideas de gobierno,
a quien expresa las ideas de oposición, porque la Seguridad
es Democrática y para todos. A todos tienen que hablarle,
pero fundamentalmente a todos tienen que saber escucharlos y eso
gana confianza.
Hoy se están desmovilizando paramilitares en el Catatumbo,
zona de la Patria abandonada por años. Me llaman alcaldes,
concejales, ciudadanos a decirme: Presidente, nosotros solamente
tenemos confianza en la Institución Armada; pero que venga,
que se gane nuestro cariño que se lo tenemos ofrecido, que
no se vaya de aquí, que sea eficaz, porque el Catatumbo ha
vivido durante años abandonado por el Estado, controlado en
unas partes por la guerrilla durante muchos años, recientemente
en otras por los paramilitares, ambos financiados por el narcotráfico,
sin respeto a la vida, sin respeto a la tranquilidad, sin límites
legales, sin límites morales, sin límites éticos.
¿Qué se necesita? La presencia de la institución
Armada, pero esa institución ganándose el cariño,
la confianza de los habitantes del Catatumbo.
¿Y cómo nos la tenemos que ganar en el Valle del Cauca?
Esta ciudad todavía ha producido este año más
asesinatos que el pasado, cuando en el país por segundo año
consecutivo se presenta un descenso. Nuestro reto es, la paz del
Valle del Cauca.
La Escuela Marco Fidel Suárez es una insignia de Colombia
implantada en el Valle del Cauca y desde esta escuela, hoy tenemos
que renovar nuestro compromiso de un Valle del Cauca sin guerrilla,
sin narcotráfico, sin paramilitares.
Un Valle del Cauca fraterno. Un Valle del
Cauca sin odios. Un Valle del Cauca sin exclusiones. Un Valle del
Cauca democrático,
productivo, equitativo. Un Valle del Cauca en paz, en tranquilidad,
en concordia con el medio ambiente y eso depende mucho de la eficacia
de nuestras instituciones, del liderazgo de ustedes, de la agresividad,
de la transparencia, del permanente ejercicio de la voluntad política
por parte del Gobierno y de su comunicación con el pueblo.
Para que el pueblo colombiano no tenga que entregarse a la humillación
de la guerrilla. Para que el pueblo colombiano no tenga que defenderse
a través de la humillación paramilitar. Para que el
pueblo colombiano jamás vuelva aceptar la cofinanciación
del narcotráfico.
Cuando pensamos en El Libertador tenemos que referir a muchas de
sus cartas, de sus discursos, que hicieron parte de aquella bella
epopeya que nos sigue guiando.
Esta semana con ocasión de la visita del Presidente de Bolivia
tuvimos que recordar cómo El Libertador en la Constitución
de Bolivia consagró y definió el principio de la igualdad
de todos los ciudadanos y el principio de la reivindicación
de los pobres.
Y ahora, con motivo de estos grados de la
Fuerza Pública,
tenemos que recordar su carta a la Constitución de Ocaña
donde le dijo a la Fuerza Pública que: ‘su energía
es la garantía del débil, es lo único que aterra
al delincuente, es la ambición de toda la sociedad’.
Subtenientes, graduandos de hoy, en las palabras
de El Libertador asuman el compromiso: su energía es la garantía del
débil, su energía es la salvaguarda del débil,
su energía es lo único que aterra al delincuente que
tenemos que derrotar.
A sus familias toda nuestra gratitud. A ustedes
nuestra felicitación
y nuestra esperanza.
General Rubianogrot, muchas gracias por dirigir
esta escuela, por ayudar a derrotar el terrorismo en una parte
esencial de la Patria. ¡Pero
lo vamos a derrotar, esta tarea no queda a mitad de camino, estamos
jugados con nuestras energías y nuestras convicciones, estamos
jugados con un compromiso del alma con Colombia, para que las nuevas
generaciones no tengan que vivir lo que ustedes, los padres de estos
subtenientes y yo hemos vivido: todos los años sin reposo,
todos los años sufriendo el hecho de la violencia, o resintiendo
la noticia de la violencia!
¡Siga con ese valor, no apague esos aviones! ¡Vamos
a derrotar el terrorismo para que las nuevas generaciones de colombianos
puedan vivir felices! ¡Para que la cara de todos los colombianos
pueda ser una cara bella y alegre, como la de Miss Colombia, la virreina
y todas las princesas!
¡Que viva Colombia!
|