FORO DEMOCRACIA
Y DESARROLLO EN IBEROAMÉRICA
Febrero 21 de 2004 (Cartagena – Bolívar)
Compatriotas:
Nos honran ustedes inmensamente al convocar
a esta reunión
en Cartagena. Su presencia se constituye en un motivo de mucha
alegría para el pueblo colombiano, de mucha ilusión.
Sentimos en su presencia un gran respaldo.
Inmerso en una tarea ejecutiva, en un momento
tan intenso que poco permite detenerse para reflexionar y, además, consciente
de que proponer ciertas reflexiones puede generar debates que no
convienen a la tarea ejecutiva. Déjenme proponer dos puntos
de reflexión sobre Colombia.
Cuando la intelectualidad democrática del mundo señalaba
a América Latina como un caso preocupante de dictaduras
militares, como un objetivo inmediato para superarlas y sustituirlas
por la democracia, Colombia aparecía como una excepción.
Pero nadie anticipó que aquí se estaba creando un
gran obstáculo a la democracia, no proveniente de los gobiernos
ni del Estado, sino de la falta de Estado: el terrorismo.
Las dictaduras militares que afectaron esas democracias en nuestro
continente, han tenido en Colombia un par: la amenaza del terrorismo
contra la democracia.
Y déjenme expresar otra afirmación para provocar
una reflexión. Terminó México con el Porfiriato,
una época señalada por muchos historiadores como
de construcción de creatividad, de normalidad, después
hubo una serie de episodios que produjeron la disgregación
real del poder, todo aquel que tenía dos fusiles, ejercía
poder.
Algo parecido encontramos en Colombia:
un Estado formal, pero una disgregación real del poder. Todo aquel que podía
juntar dos o tres hombres con fusiles, con tres kilos de coca y
diez kilos de explosivos, creaba un Estado usurpador, un poder
ilegítimo, de hecho, superior al poder del Estado. Y eso
hace cundir la desconfianza generalizada de la ciudadanía.
Por eso, nos hemos propuesto en este Gobierno
reconstruir confianza y esa confianza tiene que reconstruirse
logrando el normal funcionamiento
de la democracia. Y el normal funcionamiento de la democracia tiene
tres obstáculos: el terrorismo, la falta de transparencia
y la falta de dinamismo económico y social.
Nos hemos propuesto adelantar una política de seguridad,
la denominamos Seguridad Democrática. ¿Por qué?,
porque es seguridad para todos, independientemente de que sea
empresario o trabajador, dirigente gremial o dirigente sindical,
independientemente de que se profesen y expresen ideas políticas
semejantes a las del Gobierno o en oposición a las del
Gobierno.
Esa seguridad la sentimos democrática, también para
establecer contrastes históricos. El continente fue recorrido,
en algún momento, por la teoría de la seguridad nacional.
La seguridad nacional no fue una seguridad al servicio del pluralismo,
siempre estuvo al servicio de la persecución, del señalamiento
disidente. Se utilizó la libertad para los amigos de la
doctrina y se sometió al cercenamiento de la libertad, a
los adversarios de la doctrina.
Nuestra Seguridad Democrática es para proteger por igual
a los amigos del status quo y los disidentes. Ése es el
concepto profundamente enraizado en nuestra alma, como estamos
ejecutando la Seguridad Democrática.
Esa Seguridad Democrática no va a producir milagros, necesita
persistencia. En un régimen de opinión, la persistencia
sólo se logra con credibilidad, con confianza de la ciudadanía
y esa confianza exige que esa seguridad sea eficaz y transparente.
Por eso, nuestro compromiso con los derechos humanos. Así como
en el continente hubo dictaduras militares, también en muchas
partes se aceptó la tesis de que, para derrotar a la guerrilla
y a los movimientos armados, era necesario violar los preceptos
democráticos, abrir compases, paréntesis a los derechos
humanos, al respeto a las libertades básicas.
En Colombia, por convicción, por circunstancias del momento
histórico, pensando en la reconciliación profunda
de la sociedad colombiana, tenemos un reto: derrotar el terrorismo
con transparencia, que nuestras Fuerzas Armadas puedan mirar a
los ojos del mundo y decir: rescatamos plenamente la paz, sin abandonar
el imperio del Estado de Derecho, sin maltratar las libertades
básicas. Por eso nos hemos propuesto trabajar con el mejor
cuidado el tema de la transparencia, el tema de los derechos humanos.
¿Por qué denominamos a estos grupos terroristas?
Yo conocí en la universidad pública a las guerrillas,
muchos de mis compañeros abrazaron esa causa, veían
en la Revolución Cubana el camino a replicar en América
Latina. La disputa intelectual en nuestras universidades públicas
era una disputa entre quienes querían seguir el régimen
de Cuba o aquellos más influidos por la Unión Soviética
u otros encantados por las tesis de Mao Tse Tung.
Imposible pensar en los años 70’s que, al cambio
de centuria, esas guerrillas ideológicas estarían
convertidas en organizaciones narcotraficantes, mercenarias al
servicio del crimen. Ese tránsito lo ha vivido en un período
no muy largo mi generación, e independientemente de cualquier
discusión jurídica o sociológica, permítanme
hacer esta aseveración: cuando las formas de Estado y las
prácticas de Gobierno son democráticas, comprometidas
sin esguinces con la democracia, no hay posibilidad de legitimar
acción armada contra esas formas de Estado y de Gobierno.
Una democracia plena, como la que se siente
hoy en Colombia, no puede tener consideraciones en el calificativo
a quienes atentan
en armas contra esa democracia. En ausencia de terrorismo de Estado,
toda acción armada contra el Estado necesariamente tiene
que ser calificada de terrorismo.
Cuando leo la legislación inglesa, la legislación
alemana, la española, allí hay contundencia en dos
puntos: la defensa de la democracia y el señalamiento de
terroristas a aquellos que, por razones religiosas, ideológicas,
políticas, amenacen con utilizar las armas. No se califica
solamente de terrorismo el uso efectivo de las armas, sino la simple
amenaza del uso de armas.
En nuestro medio hay que calificar estas
organizaciones de terroristas por los métodos. El mundo debería también
mirar los mutilados, debería mirar las minas antipersonales.
El Gobierno de Colombia pertenece al convenio de la Organización
de Estados Americanos de Desminados, ha hecho un gran esfuerzo
en esa tarea.
Nuestra Fuerza Pública es ejemplar. Aquí las
organizaciones al margen de la ley proceden hoy con toda clase
de artefactos terroristas,
siendo uno de los principales, el uso de las minas antipersonales.
El sacrificio de nuestra Fuerza Pública es enorme. El año
pasado más de 300 integrantes de nuestra Fuerza Pública
sufrieron heridas profundas, mutilaciones con lesiones permanentes,
derivadas de las minas antipersonales de estos grupos terroristas.
Estos grupos hicieron ilusionar a la Patria
con un cambio de estructuras económicas y sociales, con un camino hacia una sociedad
más equitativa, más igualitaria. Han conseguido todo
lo contrario. Han conseguido empobrecer la sociedad. Han conseguido
desestabilizar todas las posibilidades de progreso y de construcción
de equidad.
A una generación como la mía que le ha tocado en
su ciclo vital no tener la posibilidad de un solo día de
paz y ver la evolución de estos grupos, no le es difícil
concluir que el periplo de estos grupos ha sido, finalmente, funesto
para Colombia, funesto en lo económico, funesto en lo social,
funesto en lo político.
Tenemos nosotros la decisión de
fortalecer el Estado para recuperar el imperio institucional.
Por eso, no hemos vacilado
en la calificatoria de terroristas, tanto a las guerrillas, como
a los grupos de autodefensas.
Nosotros no podemos permitir, en nombre
de la transparencia, que es lo que le tiene que dar sostenibilidad
de opinión a esta
política, en nombre de un porvenir de sociedad reconciliada,
que la defensa de la sociedad la asuman grupos ilegales de autodefensas,
financiados también por el secuestro y el narcotráfico,
que finalmente concurren a las mismas atrocidades con las cuales
los guerrilleros han golpeado al pueblo colombiano.
Nuestro propósito es la recuperación plena del monopolio
institucional para derrotar a los agresores y para defender a la
ciudadanía.
Hoy, esta política tiene aceptación y controversia.
Quienes controvierten esta política señalan puntos
como el Estatuto Antiterrorista, recientemente aprobado. Ese estatuto
da a la Fuerza Pública poderes para ejercer solamente casos
de terrorismo, poderes especiales para, en una emergencia poder
detener sin orden previa del Fiscal, allanar o interceptar comunicaciones.
Pero hay salvaguardas a las libertades
básicas: cualquier
acción de esta naturaleza tiene que ser comunicada de inmediato
a los fiscales, tiene vigilancia permanente de la Procuraduría,
control político especial por el Congreso de la República
y el desarrollo de ese Estatuto Antiterrorista tiene que consagrarse
en una Ley Estatutaria que concrete el ejercicio de la salvaguarda
a las libertades básicas.
Muchos ciudadanos del mundo me preguntan
si esta política
de seguridad se opone a la política de negociación.
Colombia ha tenido una larga tradición de generosidad en
la negociación. La violencia política terminó con
negociación política y con reinserción generosa
a los grupos que estaban al margen del Estado alzados en armas.
Después se hizo esa mutación de las antiguas guerrillas
partidistas a las guerrillas marxistas y ha habido continuos procesos
de paz, inmensamente generosos. La apuesta del Presidente Belisario
Betancourt a favor de la paz es una apuesta histórica sobre
la cual habrá que volver para concluir frente a ese esfuerzo
que él hizo, lo mismo que habrá que concluir frente
al esfuerzo de mi muy digno predecesor, el Presidente Andrés
Pastrana.
Esfuerzos patrióticos, con toda la buena fe, con toda la
convicción cristiana y democrática, que no tuvieron éxito,
no por fallas en el esfuerzo sino porque los destinatarios de ese
esfuerzo utilizaron la generosidad de los gobiernos interpretándola
como debilidad para avanzar a su fin de la toma del poder por la
vía armada.
Colombia ha tenido una larga generosidad
de procesos de paz, quizás,
el Gobierno menos abierto a ello, ha sido el que presido, llegado
en un momento en el cual, saturado el pueblo colombiano por los
abusos de estos grupos, la decisión ha sido derrotar el
terrorismo. Pero las puertas de los procesos de paz no están
cerradas. Cuando asumí la Presidencia, mi antecesor traía
dos procesos, uno con el ELN, a través de Cuba y otro con
las autodefensas, a través de la Iglesia Católica.
Tomamos la decisión de continuar ambos sobre la base de
que se aceptara un cese de hostilidades.
Quiero hacer esta precisión: cuando se califica a un grupo
de terrorista, no se puede negociar con ese grupo mientras ese
grupo no renuncie a sus actividades terroristas. Por eso, hemos
exigido como condición para adelantar un proceso, el cese
de hostilidades.
El Gobierno aceptó adelantar el proceso con las autodefensas,
en el momento en que buena parte de esos grupos le informaron a
la Iglesia Católica que aceptarían la condición
del cese de hostilidades. Ha habido cumplimiento e incumplimiento.
Esta semana, el Comisionado de Paz (Luis Carlos Restrepo) le presentó un
balance al país, que lo pedimos, fuera con la menor subjetividad
posible.
Creo que el paso recientemente dado por
la Organización
de Estados Americanos (OEA), de entrar a vigilar ese proceso, a
acompañarlo, debe conducir a que aquellos grupos de autodefensas,
que de verdad quieran la paz, entren a unas áreas de concentración
donde se facilite la vigilancia nacional e internacional, es un
paso muy afortunado.
Presidente (José María) Aznar, necesitamos gran
cooperación de la Unión Europea a la tarea en la
cual está empeñada la Organización de Estados
Americanos. Hemos hecho todos los esfuerzos para negociar con el
ELN, la Iglesia Católica, el Gobierno de Cuba me informaron
que el ELN quería una convención nacional, rápidamente
dijimos: háganla, hay todas las garantías con un
cese de hostilidades.
Me preguntaron cuáles serían las características
del cese de hostilidades. Me reuní directamente con Felipe
Torres, el guerrillero del ELN recientemente liberado de la cárcel,
le di todas las garantías para que esa organización
entrara en un cese de hostilidades, convocara a la convención
nacional. Le expresé que el cese de hostilidades implicaría
abandono de cualquier delito, pero que no tendría que hacerse
efectivo con desmovilización y desarme.
Fui reiterativo, el cese de hostilidades
es una condición
para que se inicie el proceso y el desarme y la desmovilización
son puertos de llegada del proceso, estableciendo una diferencia
entre el cese de hostilidades, por un lado y el desarme y la desmovilización,
por otro. Buen ejemplo que nos dieron en la negociación
de Irlanda del Norte en el Pacto de Viernes Santo de 1998.
El Grupo de Países Amigos, por el cual me preguntaba usted
esta mañana, Presidente Aznar, ha hecho un gran esfuerzo
para ayudar en el proceso del ELN: una comisión nacional
facilitadota y, hasta el momento, todo ha sido imposible. Creo
que los señores del ELN están en el mejor de los
mundos, secuestran a colombianos y secuestran a ciudadanos europeos,
aquí proceden como terroristas y, en la comunidad internacional,
no se les señala como terroristas. Están cooptados,
en buena parte, por las Farc. Por eso, celebro y agradezco, Presidente
Aznar, su voluntad de ayudarnos para que la Unión Europea
los declare terroristas. Eso es urgente.
Los terroristas no pueden tener licencia
política para
persistir. Abstenerse de declararlos terroristas es concederles
licencia política para que persistan en sus actividades
terroristas. En el momento en que quiera el ELN negociar y acepte
el cese de hostilidades, mi Gobierno sería el primero en
pedir que se les suspenda el calificativo de terroristas para facilitar
esa negociación con la condición del cese de hostilidades.
LAS FARC
He explicado ampliamente a la comunidad
nacional e internacional nuestra posición frente al acuerdo humanitario. Casualmente
hoy, hace dos años, secuestraron a la ex candidata presidencial
Ingrid Betancourt. No quiero abundar en detalles para no saturarlos
a ustedes de información minuciosa, quiero simplemente repetir
que el Gobierno ni descarta el acuerdo humanitario ni está dispuesto
a hacer un acuerdo humanitario que sacrifique la política
de seguridad del Estado.
El Gobierno es consciente del dolor de
las familias, de su aspiración
a la liberación de sus familiares, de su ilusión
por un acuerdo humanitario, pero el Gobierno también es
consciente que un acuerdo humanitario que debilite a la Fuerza
Pública, que la desmotive, que estimule una extorsión
recurrente de los terroristas sobre el Estado y sobre la sociedad,
es inadmisible.
Diría hoy que lo primero que tiene que hacer el mundo es
reflexionar sobre la lógica de las prioridades. Pensar qué es
prioritario, si presionar al Estado colombiano por un acuerdo humanitario
o exigirle a los terroristas de las Farc la liberación unilateral
e incondicional de todos los secuestrados.
Y creo que lo primero que tiene que pensar
el Estado colombiano hoy es derrotar el secuestro y buscar, de
manera paciente, prudente,
pero con toda determinación el rescate de los secuestrados
por parte de la autoridad legítima. Por eso, en este aniversario,
lo tengo que repetir con contundencia.
Preguntarán ustedes por dos cosas: los resultados de esa
política de Seguridad Democrática y cuál es
el principal obstáculo para que esa película triunfe
plenamente. Hemos avanzado, no lo suficiente, pero hemos avanzado.
El último atentado terrorista sobre esta ciudad se dio
el 5 de agosto del año 2002, dos días antes de mi
posesión. Nos hemos dedicado a cuidarla, con toda la aplicación,
a partir de una convicción: cero terrorismo, mucho turismo,
buenas posibilidades de empleo.
Hemos captado informaciones de inteligencia
de las Farc, apresurando, a quienes merodean, en nombre del terrorismo,
estas ciudades, para
que actúen con su severidad criminal. La Fuerza Pública
está haciendo un gran esfuerzo para defender todas nuestras áreas
urbanas y rurales.
El año pasado el asesinato, el homicidio, descendió en
Colombia en un 22 por ciento. En enero de 2004, con relación
a enero de 2003, tuvimos un nuevo descenso del 17 por ciento.
El año pasado, el secuestro descendió en Colombia
en un 27 por ciento. Al comparar enero de 2004 con enero de 2003,
encontramos que en enero de 2003, después de ese descenso
del 27 por ciento, el país tuvo 188 secuestros. En enero
de 2004, el país tuvo 51 secuestros, muchísimos,
pero la tendencia es favorable. El ideal es llegar a cero, a cero
secuestros.
Nos hemos dado a la tarea de proteger a
tres grupos, especialmente caros a la democracia: los sindicalistas,
los maestros y los periodistas.
En la protección de estos tres grupos, hay resultados bien
importantes, tanto en la tendencia de descenso de asesinatos, como
en la tendencia de captura de responsables para derrotar la impunidad.
Esta tarea lo que necesita es persistencia,
aquí no puede
haber ningún doblez en la voluntad política. Al despuntar
de cada día, le pido al Creador que nos dé fuerza,
voluntad política, para que esta tarea sea persistente hasta
el momento en que Colombia haya derrotado totalmente el terrorismo.
Aquí no puede haber ninguna razón política
para aflojar en la verticalidad y el gran obstáculo a esta
política es el narcotráfico.
Conversaba en un seminario en el cual fuimos
compañeros
durante un año con Joaquín Villalobos. Entre sus
confesiones me decía: ‘en la guerrilla salvadoreña
se tomó la decisión de negociar cuando concluyeron
dos elementos. El primero, estábamos en un punto muerto
de avance militar. El Gobierno había logrado la contención.
Estábamos en un empate militar’.
Ahí hay una diferencia con Colombia, aquí no vamos
por el empate militar, aquí vamos a derrotarlos. Y me decía
Joaquín Villalobos: ‘lo segundo es que nos sentimos
muy pobres porque en algún momento dejaron de llegarnos
las contribuciones internacionales’. En ese momento de nuestras
conversaciones, le preguntaba y le repreguntaba: ¿de dónde
llegaban?, ¿de Europa del Este? Y me contestaba: ‘no,
Europa del Este ya estaba muy pobre. Esas contribuciones a la guerrilla
salvadoreña le llegaban de Ong’s de Europa Occidental’.
En el momento en que dejaron de llegar
esas contribuciones, esa guerrilla se sintió pobre y tuvo que negociar. Las guerrillas
que tuvo Centroamérica, el sur de nuestro continente, todas
fueran de diferentes orígenes marxistas, como la nuestra.
Pero aquellos fueron pobres, de limosna. La nuestra es inmensamente
rica por el narcotráfico y por el secuestro, como ricos
son los grupos ilegales de autodefensas.
Por eso este país tiene que derrotar la droga. En eso no
puede haber debate, en eso lo que tiene que haber es un propósito
tan elemental como firme de derrotar la droga y simplemente quería
transmitirles a ustedes esa determinación para que nos ayuden
a aclimatar ese propósito en Europa.
En Europa todavía hay discursos contra el Plan Colombia. ¿Qué tal
que el Gobierno del presidente Pastrana no hubiera impulsado el
Plan Colombia? El país llegó a tener 170 mil hectáreas
de droga. Todavía, el año pasado, terminamos con
90 mil hectáreas de droga. Es una tragedia.
Este país es la puerta de ingreso a la cuenca amazónica.
Aquí se han destruido 1.700.000 hectáreas de selva
tropical húmeda para plantar droga. Si nosotros no derrotamos
la droga, la droga derrota la cuenca amazónica, destruye
el sistema ambiental más importante del mundo, que es la
cuenca amazónica. Y la droga hoy, financiando el terrorismo,
puede crearle un riesgo inmenso a toda nuestra región, inmenso
a toda nuestra región.
Le decía hace algunos meses al Parlamento ecuatoriano:
ustedes tienen siete mil hectáreas de droga. Si no toman
la oportuna decisión de derrotar esa droga, van a llegar,
sin darse cuenta, a tener cientos de miles, como Colombia. Se pasa
muy fácilmente del tráfico, a la producción,
al consumo.
Cuando Colombia comenzó con el tráfico, muchos sectores
decían: ‘no, con eso no hay problema, mientras no
produzcamos y mientras no tengamos problemas de consumo, no importa
que haya un dinero que llegue vía tráfico’.
A los años, teníamos 5 mil hectáreas de producción.
No se les prestó atención suficiente y llegamos a
tener 170 mil.
Siempre dijimos: ‘Colombia no es un país consumidor,
consumen en Europa, en los Estados Unidos’. Hoy Colombia
tiene un millón de consumidores y eso ha creado agravadas
dificultades en la sociedad colombiana.
Hay que derrotar la droga. Ahí no hay más camino.
Esta lucha contra el terrorismo tiene que ir de la mano de la reactivación
económica y de la reactivación social. Comparto plenamente
lo que le hemos escuchado al Presidente Aznar. La economía
necesita seguridad jurídica, necesita claridad en las reglas
de juego y en ese camino van avanzando en nuestro país instituciones
sólidas.
Y estamos trabajando siete herramientas
de equidad. Estamos trabajando la revolución educativa, el avance de la protección
social –tenemos hoy 5 millones de niños en programas
especiales de nutrición-, el manejo social de los servicios
públicos, el manejo social del campo, la construcción
del país de propietarios con un gran apoyo de España,
de la Unión Europea, a través del sistema de microcrédito.
Entre 2002 y 2003, el microcrédito creció en Colombia
en un 57 por ciento, 713 mil microempresarios se beneficiaron de
ese sistema.
Estamos trabajando una herramienta bien
bella, que es la calidad de vida urbana. Espero que cuando ustedes
regresen a esta ciudad,
la encuentren desbaratada porque nos proponemos adelantar tres
obras fundamentales en esta ciudad: un sistema de transporte masivo,
como el de Bogotá. Ya está empezando la fase de contratación,
una vía peatonal importantísima en la Ciénaga
de la Virgen para empezar a recuperar esa zona tugurial y la construcción,
en el corazón de la Ciénaga de la Virgen, de la unidad
deportiva para reivindicar toda esa zona tugurial.
Tengan la certeza de que nuestra lucha
contra el terrorismo es la lucha por el desarrollo y por la democracia.
El año pasado,
partidos de oposición, partidos derivados de las antiguas
guerrillas, partidos alternativos a los partidos tradicionales,
grupos políticas, llámense de izquierda, llámense
alternativos, todos recibieron plenas garantías. El proceso
electoral de año pasado es un proceso que permitió que
mostrar una Colombia que, gracias al fortalecimiento del Estado
y de las instituciones, pasó de garantías electorales
retóricas a garantías electorales efectivas.
Nos dimos a la tarea de proteger a los
candidatos de estos grupos con toda la determinación. Y lo logramos. Y nos honra que
ellos le puedan decir al mundo y le tengan que decir al mundo que
recibieron todas las garantías. Eso legitima nuestra lucha
contra el terrorismo.
Me ha gustado mucho escuchar las advertencias
de mis antecesores sobre el populismo. Cuando se impone la democracia,
cuando tiene éxito
la lucha contra el terrorismo, empieza a aparecer otro fantasma.
En el proceso de construcción de las sociedades solidarias,
de las sociedades sin exclusión y sin lucha de clases, el
fantasma del populismo es el marco detrás del cuadro. Se
esconden las cenizas de la lucha de clases que pueden provocar
las nuevas llamas.
Presidente Aznar, Cartagena lo despide,
pero todos los colombianos lo recibimos como un líder a quien le empieza una tarea
muy grande: la de defender, para países como Colombia, las
ideas que usted hizo valer en su Nación española
y que tanta prosperidad le han traído a su tierra.
Muchas gracias.
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