CLAUSURA
DE CONVENCIÓN
INTERAMERICANA CONTRA
LA FABRICACIÓN Y EL TRÁFICO DE ARMAS DE FUEGO (CIFTA)
Marzo 09 de 2004 (Bogotá – Cundinamarca)
Señoras y señores:
Es oportuno y necesario para Colombia albergar
esta conferencia. Creo que no haya Nación en el Continente con mayor necesidad
de que se combata eficazmente el tráfico ilícito
de armas, que Colombia. Más del 90 por ciento de los crímenes
de esta Patria colombiana, se cometen con armas ilegales y de fabricación
extranjera. Ese es un punto que les ruego guardar en sus mentes. ¡Más
del 90 por ciento de los crímenes de Colombia son crímenes
cometidos con armas ilegales y de fabricación extranjera!
Si nosotros no tuviéramos la confluencia de la droga y
del tráfico ilícito de armas, aquí no habría
terrorismo. El propósito de ustedes, que queda plasmado
en esta Declaración de Bogotá, en las palabras del
Presidente de la Conferencia, el Embajador Horacio Serpa Uribe,
es un propósito que requiere Colombia. Ese compromiso del
alma –como lo ha expresado el doctor Horacio Serpa- para
que nuestros países combatan eficazmente el tráfico
ilegal de armas, lo agradece el pueblo colombiano.
¡Cuanto agradezco este nuevo paso en la lucha continental
contra las armas ilegales! ¡Y cuanto agradezco que justamente
se de en la capital colombiana, en la Nación que mas requiere
de la eficacia de esta convención!
Muchos integrantes de la comunidad internacional
me preguntan: ‘¿cuál
es la diferencia entre la política de Seguridad Democrática
que adelanta el Gobierno de Colombia y aquella política
que otrora recorrió el continente que se llamaba Seguridad
Nacional?’ Otros me preguntan: ‘¿usted por qué denomina
terroristas a los grupos insurgentes de Colombia?’ Y otros
me preguntan: ‘¿cuál es la diferencia entre
los actores violentos de la Colombia de hoy y aquellas guerrillas
que agitaron proyectos revolucionarios en el Continente?’
En relación con el primer interrogante, debo decirles que
la política de Seguridad Nacional que recorrió el
Continente era una concepción sesgada de la seguridad, se
invocaba la seguridad como un pretexto para perseguir al adversario
ideológico.
La seguridad se contraponía con
el pluralismo, se aceptaba la democracia solo en la medida que
esa democracia no tuviera contradicciones
en sus contenidos. Se aceptaba la democracia simplemente para legitimar
una idea, una manera de pensar, no para albergar el pluralismo.
Se utilizaba la seguridad para perseguir, aniquilar a quien pensara
de manera diferente.
Nuestra política de Seguridad se denomina Democrática
porque su propósito, su compromiso, su acción es
para proteger a todos los colombianos, independientemente de su
estatus económico, de su posición social, de su credo
político. Para proteger a todos los colombianos, sean ellos
trabajadores o empresarios, dirigentes de los gremios empresariales
o dirigentes de organizaciones sindicales, campesinos o empresarios
del agro, integrantes de fuerzas políticas coincidentes
con el Gobierno o de fuerzas políticas críticas o
de oposición al Gobierno.
Ese concepto es en el cual se basa nuestra
propuesta de Seguridad Democrática y es el que hemos buscado practicar en estos
18 meses de Gobierno: que aquí campee la Seguridad como
una manera Democrática de proteger a los ciudadanos a través
del imperio de las instituciones del Estado de Derecho.
El año pasado los colombianos acudieron a las urnas para
pronunciarse sobre un referendo convocado por el Gobierno y allí opositores
y abstencionistas tuvieron plenas garantías. El Gobierno
procuró que su único instrumento fuera el argumento,
la agitación de la idea y que todas las voces contrarias,
finalmente se sintieran respetadas, que no se les maltratara ni
con la palabra ni con la acción y que tampoco se omitiera
para ellas la entrega de garantías.
Creo que fue un buen ejercicio pedagógico que indicó que
al amparo de la Seguridad, prospera la Democracia.
Se llevaron también a cabo las elecciones regionales, creció inmensamente
el número de aspirantes a alcaldías, a gobernaciones,
a asambleas de los departamentos y a concejos de los municipios.
La decisión del Gobierno, la orden del Gobierno, el compromiso
del Gobierno, fue dar a todos los candidatos protección
eficaz; que las garantías nuestras no se quedaran en el
enunciado, en la formulación declarativa, que esas garantías
nuestras se convirtieran en garantías reales, efectivas,
para todas las agrupaciones políticas y creo que así lo
sintieron.
Lo sintieron los integrantes de aquellos
partidos alternativos a los partidos tradicionales. Los partidos
que piensan de manera
diferente al Gobierno, los partidos llámense de oposición,
de izquierda, ganaron escaños alcaldías, gobernaciones
sin antecedentes.
Y nos hemos propuesto crear unas relaciones que construyan Patria.
He expresado a alcaldes y gobernadores
en toda la Patria que nuestra relación con ellos esta guiada por cuatro principios: el
respeto a su autonomía constitucional y legal, el ánimo
de cooperar con ellos sin detenernos a examinar el origen político
de su elección, el compromiso de proceder con transparencia
y con dedicación para mostrar resultados de gestión
y por supuesto, la limitación que tenemos porque ellos han
encontrado un Gobierno avanzado sujeto a un Plan de Desarrollo
y bastante limitado por la escasez de recursos. Creo que si acertamos
en la práctica de esta proposición, daremos otro
paso para demostrar la gran compatibilidad entre la Seguridad y
la Democracia.
Aquí el compromiso de Seguridad
es para fertilizar la Democracia, no para anularla, no para restringir.
Y me preguntan muchos interlocutores: ‘¿por qué denomino
terroristas a los insurgentes?’
Cuando el esfuerzo de las instituciones
estatales es para que todas las expresiones del pensamiento estén rodeadas de
garantías, no puede aceptarse explicación a acciones
armadas contra las instituciones, contra la comunidad.
Cuando no hay terrorismo de Estado cualquier
acción violenta
contra el Estado, contra la sociedad, es terrorismo. Repaso legislaciones
como muchas de aquellas de Europa y encuentro que se denomina terrorismo
el simple propósito de apelar a las armas o su apelación
por razones ideológicas, políticas y como terrorismo
se sancionan esas políticas.
Y otros ciudadanos me preguntan: ‘¿hay posibilidad
de una solución política a pesar de que usted señala
a estos grupos de terroristas?’
Les he dicho: por su puesto que la hay.
Pero para que no incurramos en el error de dialogar con acciones
terroristas, el requisito
para esos procesos tiene que ser el cese de hostilidades. No hay
afán para el desarme, para la desmovilización, son
parte de los puertos de llegada. Para llegar al desarme y a la
desmovilización, tanto plazo cuanto requiera la complejidad
de un proceso. Pero para empezar ese proceso, para que avance con
credibilidad con certeza de que habrá de conducir a algo
bueno, ese proceso tiene que iniciarse y tiene que realizarse,
conducirse con cese de hostilidades. Por eso la insistencia en
ese requisito.
Y otros ciudadanos me preguntan: ‘¿cuál es
la diferencia entre aquellos movimientos insurgentes de otrora
en Centroamérica y Suramérica, los actuales de Colombia?’
Aquí, cuando terminó aquella etapa de la violencia
partidista, a finales de los años 50’s, principios
de los años 60’s, irrumpieron guerrillas marxistas
como en muchas partes del Continente. Estaban muchos animados por
el experimento de la Revolución Cubana, querían replicarlo
en Colombia. Había diferencias de matices, todos de origen
marxista, unos eran más simpatizantes de Cuba, otros del
experimento soviético, otros fueron seducidos por la tesis
de Mao Tse Tung en la Revolución China.
En aquellos tiempos prevalecía el interés ideológico,
desacertados los procedimientos, respetables los objetivos.
La droga aparecía como antípoda de los movimientos
insurgentes, pero ¿qué ocurrió?: con el curso
de los lustros terminaron en fusión la droga y la insurgencia
y la droga corrompió a la misma insurgencia, la obligó a
hacer el tránsito del idealismo al mercenarismo, el tránsito
del objetivo político al primordial interés de lucro
a partir de negocios ilícitos.
Y esos grupos empezaron a tener inmensa
prosperidad económica
y por supuesto, la arrogancia que se deriva cuando el crimen construye
riqueza, el desdén que esa combinación de crimen
y de riqueza produce para mirar a las instituciones, para considerar
la ley y rebasaron la capacidad del Estado, sin voluntad para reaccionar
y ponerse a la altura del desafío. Y entonces la droga financió otros,
los paramilitares y la sociedad colombiana parecía desintegrarse
en pequeños estados irregulares.
Allí donde alguien reunía tres fusiles, cuatro kilos
de droga, unos explosivos, se construía un Estado de hecho.
Superarlo y sustituir ese Estado de hecho y de ilegalidad por la
prevalencia de las instituciones es el objetivo del Gobierno que
presido.
Y estos grupos en su riqueza marcan una
diferencia, en su mercenarismo marcan una diferencia, en sus
métodos marcan una diferencia
con lo que fueron otras guerrillas del Continente. Aquellas, generalmente,
fueron pobres, finalmente facilitaron procesos de negociación,
cuando dejaron de recibir contribuciones del extranjero encontraron
que había llegado el momento de hacer un alto en la lucha
armada y de facilitar acuerdos. No es el caso del colombiano.
Aquí nosotros tenemos dos retos, que quizá no tuvieron
otros países del Continente: un reto derivado de la fortaleza
de los que desafían, tenemos que contenernos con mayor severidad
militar de lo que se pensó que se necesitaba en otros países
y además tenemos que proceder con total transparencia.
La tradición colombiana, el mundo de hoy, la Constitución,
los tratados internacionales, nuestra pulcritud democrática,
constituyen axiomas que nos obligan a poder decirle al mundo: estamos
enfrentando el reto de tratar con toda la severidad militar a los
terroristas y al mismo tiempo, estamos enfrentando el reto de hacerlo
con toda la transparencia.
¿Con toda la transparencia por qué?: porque son
tan graves las políticas de apaciguamiento, como las acciones
de tierra arrasada. Las políticas de apaciguamiento simplemente
fortalecen a los terroristas y las acciones de tierra arrasada,
simplemente posponen expresiones del terrorismo. Las políticas
de apaciguamiento no permiten enfrentar eficazmente a los terroristas
y las políticas de tierra arrasada no permiten la reconciliación
al interior de las sociedades.
Nosotros queremos cuidar todo eso, no queremos
caer en el apaciguamiento y estamos profundamente comprometidos
a proceder con transparencia
para poder mirar a los ojos de todos los ciudadanos del mundo,
para poder merecer que una conferencia tan importante como la que
ustedes integran se reúna en Bogotá, para que esta
democracia sea motivo de respeto en todo el planeta, para que nuestros
compatriotas comprendan que esta política no es para fraccionarlos
sino para unirlos.
Y a esta tarea, de proceder con serenidad
y con eficacia, tiene que confluir un gran apoyo internacional.
Me preguntan muchas veces: ¿y
por qué siguen buscando apoyo por ejemplo para el Plan Colombia
con los Estados Unidos?: porque lo necesitamos, porque aquí llegamos
a tener 170 mil hectáreas de droga. En diciembre todavía
quedaban 90 mil y si no derrotamos la droga, aquí seguirá el
terrorismo. Porque el terrorismo colombiano lo financia ese negocio
que es un negocio ilícito internacional, por ende requerimos
contribuciones internacionales y requerimos una gran contribución:
que a Colombia no lleguen armas a los grupos ilegítimos.
Por eso celebro este nuevo avance en la
lucha de todo el Continente contra el tráfico ilegal de
armas. Me parece que nos tienen que instar a los representantes
de todos los Estados a que tomemos
acciones concretas.
Colombia ha cumplido cabalmente sus compromisos
en la convención
patrocinada por la OEA (Organización de Estados Americanos)
contra las minas antipersonal y los quiere y necesita cumplir,
frente a la convención del tráfico ilegal de armas.
Aquí hay una realidad dolorosa: centenares de soldados
y de policías han resultado mutilados por minas antipersonales,
pero hay un compromiso sagrado –el Estado ha dado ejemplo,
las fuerzas institucionales en el desminado-: deshacerse de cualquier
cosa que se parezca a minas antipersonales.
Estamos enfrentando ese desafío, pero lo hacemos con la
dignidad de quien tiene que representar al Estado de Derecho y
la proporcionalidad en los métodos que corresponde al Estado
de Derecho, con transparencia. Y así mismo queremos proceder
frente al tráfico ilícito de armas.
Solo en la medida que los Estados nos apliquemos
a frenar ese tráfico ilícito de armas, podremos lograr el objetivo
de que grupos terroristas que hoy maltratan a Colombia, mañana
o pasado mañana a cualquiera de nuestros vecinos, se liberen
de esa amenaza, que estos Estados se liberen de esta amenaza.
Y el tema de los vecinos es un tema bien singular, que no puedo
dejar de tratar esta tarde.
Estos grupos no tienen consideraciones
de fronteras, estos grupos no tienen barreras éticas, estos grupos no tienen respeto
a los ordenamientos jurídicos, estos grupos simplemente
tienen estrategias terroristas. De pronto se manejan bien en el
territorio de un Estado para que ese estado los albergue, pero
terminan haciendo daño.
Por ejemplo, en el tema de la droga. Si
no derrotamos la droga en Colombia, la droga va a derrotar la
cuenca amazónica.
Aquí en Colombia en el curso de pocos años la droga
destruyó 1.700.000 hectáreas, especialmente de aquella
parte del Putumayo por donde vamos haciendo el ingreso colombiano
a la cuenca amazónica.
Ese terrorismo auspiciador y beneficiario
de la droga, no se detiene por fronteras nacionales, cuando ese
terrorismo no puede secuestrar
en Colombia, secuestra en los países vecinos. Cuando ese
terrorismo sea definitivamente expulsado de Colombia y no encuentre
que se le contrarresta con toda la severidad en algún territorio
vecino, termina desafiando al vecindario. El terrorismo no tiene
fronteras, el terrorismo no tiene pudor, el terrorismo no tiene
límites por razones ideológicas ni tiene límites
por razones de respeto a la ley ni por valores éticos.
Las fronteras del terrorismo no las marca
sino la extensión
de su riqueza y de su poderío militar, por eso hay que derrotarlo
y es fundamental para derrotarlo que derrotemos el tráfico
ilegal de armas.
Mil gracias Embajador Horacio Serpa y muy
distinguidos embajadores y jefes de Delegación, por haber escogido a Colombia para
esta nueva conferencia que nos permita avanzar en la Convención
Interamericana contra la fabricación y el tráfico
ilícito de armas.
Entendemos su compromiso, su presencia
en Bogotá alrededor
de este tema, como un nuevo compromiso de la Organización
de los Estados Americanos para ayudar a Colombia a superar este
flagelo del terrorismo, para ayudar a Colombia a enseñorear
las instituciones, sobre todo el territorio, como razón
de protección del pueblo.
Muchas gracias.
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