ENTREGA
DE LA “GRAN ORDEN” DEL MINISTERIO
DE CULTURA
AL MAESTRO FERNANDO BOTERO
ACTO DE DONACIÓN DE LA OBRA “LA MADRE SUPERIORA”
Mayo 05 de 2004 (Bogotá – Cundinamarca)
Maestro Botero:
Cuenta su gran amigo, Álvaro Mutis, que al leer las cartas
cruzadas entre Maximiliano y Carlota –aquellos pobres emperadores
que se embarcaron en la aventura de crear un reino de fantasía
en México- sentía una ausencia. Estas cartas, pensaba,
no merecen la atención de la historia, ¿por qué?, ¿qué les
falta? Mutis resumió esa falencia en una palabra: ¡Grandeza!
La grandeza marca la diferencia entre las personas, los hechos
y pensamientos que tienen derecho o no a reclamar su ingreso en
la historia. Su obra ¡sí que es grande, Maestro Botero!
En todo. En sus volúmenes, la aparente distorsión,
hay, para seguir repitiendo a Mutis, la “endemoniada lucidez
que registra, con el ojo implacable de un felino en acecho, la
cotidiana y banal existencia de sus semejantes”.
Usted puede atreverse a reinterpretar a Leonardo, Velázquez
o Rubens, sin que nadie se escandalice o se rompa las vestiduras,
porque, en vida, todos reconocen que usted ya conquistó un
sitial para la gloria perenne.
Por eso es natural que se le invite a todos los sitios más
importantes de la historia y de la cultura del planeta. Usted,
Maestro, contagia a Colombia. Su grandeza nos inspira confianza.
Así como su obra que se inspira en las gentes, los lugares
y los hechos de esta Patria, puede ser admirada en Jerusalén,
Berlín, Lugano o Basilea, así como García
Márquez y Mutis embelesan al universo con la lectura de
nuestras historias, también los productos de nuestra agricultura
e industria, los servicios de nuestros esforzados trabajadores
y, en fin, nuestra presencia en la economía, pisará con
firmeza en el comercio mundial.
Si Colombia lo tiene a Usted, Colombia tiene que aspirar a ser
grande y en todo.
Hay mucha grandeza en su generosidad. Las colecciones del Museo
Nacional, el Museo Botero y el Banco de la República, están
hoy entre las más importantes del mundo, gracias a su generosidad
y grandeza.
Pero se está acreditando para seguir haciendo lo mismo.
Algunos representantes de Nariño, avisados hoy de que tendríamos
esta reunión al mediodía, pidieron una cita de urgencia,
me dijeron Presidente, necesitamos que le diga al maestro Botero
que también lo estamos esperando en Pasto.
Siempre, usted, ha querido que Colombia sea muy rica y que Colombia
salga adelante y que Colombia por su desprendimiento, se ha convertido
en país depositario y guardián de obras cumbres del
arte universal, las suyas las primeras. ¡Gracias, Maestro!
Se colgará ahora, por su donación, una serie de
cuadros sobre la violencia. El pueblo colombiano, laborioso y pacífico,
ha sido sometido a un largo martirio por algunos criminales sin
escrúpulos. Su obra, que es testimonio y protesta erguida,
dirá al mundo sobre los sufrimientos que hemos padecido
a causa de que no se persiguió con voluntad y decisión
a los agentes de tales desvíos. Mi único compromiso,
Maestro, compromiso del alma, es perseguir el crimen con toda la
decisión hasta que lo exterminemos de este suelo de la Patria.
Su obra no es aplauso, justificación, halago, mimo, caricia
o blandenguería con los criminales. No hay en ella un
mensaje que justifique la tertulia y las zalamerías con
los terroristas que accionan el ‘carro bomba’ o perpetran
los secuestros que allí se pintan. Su obra sobre la brutalidad
de los violentos, es la exposición de motivos de lo que
tiene que ser el nuevo compromiso de Colombia, la derrota de
la violencia.
Como usted lo sabe, Maestro Botero, la política de Seguridad
parte de que no existe un tal conflicto político y social
armado, manido concepto que ha deformado completamente la percepción
del mundo sobre Colombia. Ningún asunto de la política,
de la ciencia, de la participación social, la economía;
ningún debate religioso, el goce de algún derecho,
amerita el uso de la fuerza o la sola amenaza para que la sociedad
colombiana o las autoridades autoricen su disfrute. Los derechos
existen y el Estado es su garante por obligación y por convicción.
No se puede persistir en un lenguaje que legitima y hasta aplaude
la muerte y la mutilación de policías y soldados,
detrás del embuste de que, quienes cometen tales crímenes,
son actores de un conflicto armado que les otorgaría status
de combatientes.
Quienes ponen bombas en los ministerios y en los centros comerciales,
ayer no más en Tame, quienes masacran, riegan minas en
los caminos que conducen a las escuelas rurales, siembran de
coca la amazonía y secuestran a los transeúntes
de las carreteras, son expresión de un crimen organizado
que la sociedad en su conjunto debe perseguir y poner a buen
recaudo. El diálogo es entre los sectores de la sociedad
para dirimir los conflictos, no entre la sociedad y su enemigo:
el crimen organizado.
Usted lo ha dicho, Maestro: “llegó el momento en
el que hay obligación moral de dejar un testimonio sobre
un momento tan irracional de nuestra historia".
Es obligación moral de los colombianos poner fin a esta
irracionalidad. El país se ha movilizado para ello: rodea
a la Fuerza Pública, se levanta contra el secuestro, recupera
el tránsito por las carreteras, tiene presencia policial
en todas las cabeceras municipales, los alcaldes elegidos por el
pueblo regresaron a sus oficinas.
Hemos tenido muchas borrascas, Maestro. Pero, vamos a salir adelante.
Su grandeza, el buen nombre que Usted le ha dado a Colombia, la
defensa en su obra de los principios fundamentales de la Patria,
nos comprometen a no defraudar esta gran Nación, la suya
la nuestra, especialmente la de aquellos que han de venir.
De nuevo muchas gracias.
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