CONMEMORACIÓN
DE LOS 19 AÑOS
DE LA TOMA DEL PALACIO DE JUSTICIA
Noviembre
08 de 2004 (Bogotá – Cundinamarca)
Compatriotas:
El Estado Democrático empieza y termina por la justicia.
El imperio de la justicia garantiza la estabilidad de la unión
de los ciudadanos, que a su vez confluye en la formación
de la Nación. Disuelta la justicia, desaparece la razón
de confianza que asiste a cada individuo para participar en el
colectivo.
Existen múltiples formas para atentar contra la Nación.
Sin duda, la más efectiva para desquiciarla, es atentar
contra su justicia. Este fue el atentado mayor de muchos, que
se han cometido contra quienes encarnan la tarea de administrar
justicia. Por fortuna Colombia no ha perecido y jamás
perecerá.
La ley externa a quienes representan los órganos del Estado,
ley no manipulable y la amplia participación ciudadana
en la toma de decisiones públicas, son las características,
por excelencia, del Estado de Derecho.
La justicia es el ángel tutelar de ambas: garantiza la
transparencia e independencia en la construcción de la ley
y en su aplicación. Y, protege la libertad del ciudadano
para manifestarse como miembro del todo pluralista en relación
con el interés general.
Cuando el Estado prevalece de modo limpio y eficaz, el ciudadano
libre percibe la confianza, que en caso contrario le es arrebatada
cuando prevalece la violencia, en nuestro medio, financiada por
el narcotráfico.
La seguridad puede ser un valor o un atropello. Ejercida con
prescindencia de la justicia, desacato de la ley, indiferencia
frente a los derechos humanos, sesgo para proteger a unos y maltratar
a otros, la seguridad no es tal, aunque así se le llame.
Es simplemente un poder de fuerza, que pudiendo ser legítimo
en el origen, se deslegitima con su proceder.
Ejercida la seguridad con espíritu democrático,
compromiso efectivo con el pluralismo, enmarcada en la ley y
en los derechos humanos, dedicada con devoción a la causa
de rescatar la protección eficaz del ciudadano, es entonces
la seguridad, un valor democrático, que reposa en la defensa
de los ciudadanos libres, en la disuasión de la delincuencia
y en la sumisión ante la justicia.
La eficacia de la seguridad, al contener la criminalidad, facilitará la
eficacia de la justicia, una de cuyas mediciones es la derrota
de la impunidad. Frente a una delincuencia arrolladora, un Estado
pusilánime para enfrentarla, el liderazgo distraído
o perplejo y la ciudadanía indefensa y atribulada, no
hay justicia que valga.
La seguridad como valor democrático, constituida en apoyo
de la justicia, estimula la adhesión fervorosa de cada
ser al compromiso social de Nación.
El fin de la reconciliación es de la esencia de la seguridad
y la justicia. Ambas buscan la reincorporación, no la
destrucción del delincuente.
Colombia requiere la fraternidad para la más importante
de las reconciliaciones: la que tiene que darse entre todos los
colombianos que conviven en el respeto a la ley. Colombia requiere
que quienes la ultrajan con violencia y terror se reconcilien
en el respeto a la paz.
El balance entre Seguridad Democrática, paz y justicia,
es la mejor oferta para quienes tomen la decisión de abandonar
el terror. Ese balance ofrece beneficios jurídicos sin
impunidad. Negar el indulto o la amnistía al delito atroz,
no implica venganza sino ejemplo de respeto de los derechos de
las mayorías pacíficas. Dar beneficios jurídicos
diferentes a quienes responsables, aún de delitos atroces,
manifiestan propósito de paz, significa el respeto del
derecho a la rectificación.
El delito atroz no tiene absolución porque lo haya cometido
el uno o condena porque sea imputable al otro. Siempre es atroz,
tipificado con el propósito aparente de combatir el orden
establecido o de defenderlo.
Necesitamos una reflexión: hoy no es posible el tratamiento
diferente al paramilitar que al guerrillero.
Llevamos cerca de 7 mil reinsertados en este Gobierno, han recibido
la mano generosa del Estado y de la sociedad. Que cada uno de
ellos piense en San Pablo: se convirtió, ejerció el
derecho de evangelizar con sus creencias, pero se despojó de
cualquier vocación de inquisición. No hizo del
martirio de San Esteban una apología ni dividió a
los cristianos entre pecadores y virtuosos.
La credibilidad en la justicia se basa en el respeto del ciudadano
que la misma justicia tiene que ganarse. No ahorraremos esfuerzos
para que Colombia tenga más y mejor justicia.
Los héroes y mártires que hoy recordamos fueron
paradigmas del buen ejemplo. Nuestro compromiso tiene que ser dar
buen ejemplo para que avancemos en una Nación con más
respeto a la ley, más sumisión a la justicia. Una
Nación sin corrupción. Buen ejemplo para que el pueblo
recupere su confianza en las instituciones del Estado de Derecho.
En parodia a Brecht, el poeta alemán: “para que
no vuelvan por la justicia, que nadie sea indiferente en la tarea
de derrotar al terrorismo y la droga”.
Muchas gracias.
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