CEREMONIA
DE ASCENSO A GENERALES DE LA POLICÍA NACIONAL
Diciembre 07 de 2005 (Bogotá – Cundinamarca)
Compatriotas:
Regresamos esta
mañana a este campo de la Escuela
Francisco de Paula Santander, para cumplir en esta ceremonia
con una serie de puntos de gran interés para la
Patria. Agradezco, y nos honra muchísimo, la presencia
de los comandantes de la Gendarmería de Argentina,
de la Policía Nacional de Bolivia, de la Policía
Nacional del Ecuador y del Subdirector General Operativo
del Cuerpo Nacional de la Policía de España.
Nos honra mucho se presencia. Una señal clarísima
de cómo estas democracias se integran en el propósito
del rescate de la seguridad. Un gesto claro, contundente,
de la solidaridad de nuestros países en la derrota
del terrorismo y de ese perverso negocio que lo alimenta,
el narcotráfico.
Nos reunimos esta
mañana para asistir al ascenso
a Brigadieres Generales del hoy general Óscar
Naranjo Trujillo, del hoy General Rafael Parra Garzón,
del hoy General Julio Chávez Ocaña, del
hoy General Guillermo Aranda Leal, del hoy General Orlando
Páez Barón.
Llegan a un escalón superior de su carrera policiva.
Después de servir tantos años, de servir
bien y honradamente en la institución. A ellos,
la felicitación de todos los compatriotas, y una
gratitud muy especial a sus papás, a sus señoras,
a sus hijos. Una larga carrera policiva, en una Patria
constantemente desangrada por el terrorismo, es una carrera
de muchos méritos. Méritos personales de
quienes hoy ingresan a la brillante nómina de
Generales de la República, y méritos de
sus familias, que los han acompañado con abnegación,
los han apoyado con solidaridad y patriotismo. Muchas
gracias a estas queridas familias.
Señores Generales, al imponer a ustedes el primer
sol y entregar el bastón, nos llega una gran ilusión:
que su ascenso a Generales de la República, no
es para presenciar como testigos que continúe
este maltrato de décadas a nuestra democracia
y a nuestro pueblo. Que su ascenso a Generales de la
República es otro paso para que rápidamente
Colombia vea el final de esta pesadilla. Su ascenso a
Generales de la República no es para asistir a
este desafío que desangra nuestras instituciones
para que se prolongue indefinidamente. Su ascenso a Generales
de la República es para ponerle fin, para que
Colombia definitivamente encuentre la paz.
Llegan ustedes hoy,
precedidos de una brillante carrera, y por supuesto,
este ascenso les renueva las energías
y les transmite la voluntad del pueblo colombiano, que
quiere la paz cuanto antes, a partir de la recuperación
plena de la seguridad. Llénense, distinguidos
generales, de propósito de victoria. Sin excesos
de confianza en los momentos difíciles y sin complejos
en esos mismos momentos. De sentido de victoria con compromiso
popular, porque eso hace que su tarea sea fructífera,
su batalla triunfante, en favor de tantos compatriotas.
Y graduamos esta
mañana una nueva promoción
de subtenientes de la Policía. Esa promoción
lleva el nombre del Mayor Harold Pimentel Parra, asesinado
hace pocos meses en Fusagasugá, cuando, de manera
valiente, en actitud ejemplar, combatía el secuestro
que afectaba a campesinos en esa región cundinamarquesa.
Le rendimos todo el honor a su memoria, reconocemos su
tarea, como una tarea superior en favor de la Patria.
Saludamos hoy a la Mayor Alba Milena Velásquez,
su esposa, oficial de la Policía, que con su valor
nos llena de estímulo, y a su pequeño hijo,
Andrés Felipe.
Y saludo a esta
nueva promoción de subtenientes
de la Policía. Esta nueva promoción representada
por el subteniente Willington Arias Peralta, quien ha
recibido hoy la medalla como el primer puesto del curso.
Los jóvenes de esta promoción son una lección
para la Patria. Entran a prestar un servicio activo en
el rescate de ese valor democrático que es la
seguridad. Jóvenes que son un ejemplo. En lugar
de dejarse tentar de la pereza, de la pernicia, de la
indisciplina, estos muchachos, en lo mejor de su primera
juventud, se han formado en la disciplina, se han fundido
en el acero, han templado su alma visionando las dificultades
que los esperan. Muchachos, nos honran mucho, como compatriotas
de ustedes, nos dan un gran ejemplo, le dan un gran ejemplo
a su generación, a quienes están creciendo
detrás de ustedes.
Cuando los miraba
ahora, a sus ojos, veía la
transparencia de las nuevas generaciones, el reflejo
del valor civil. La decisión de no transigir con
el terrorismo, la capacidad de superar los períodos
del discurso permisivo con el terrorismo, con el cual
han exigido ustedes, la nueva generación, que
haya ruptura. Y veía en sus ojos la demanda, a
partir del compromiso de ustedes, de superar definitivamente
tantas décadas de sufrimiento colombiano por el
terrorismo.
Muchas gracias,
muchachos, por su decisión de
servir a la Patria a través de las filas de la
Policía. Este vasto territorio, esta accidentada
geografía, estos corazones de 44 millones de colombianos,
llenos de nobleza, de esa actitud espontánea de
nuestros compatriotas que no se ha resentido de las dificultades,
tendrán la presencia de ustedes en los campos
y ciudades de Colombia, una presencia efectiva del Estado,
para que el poder no siga siendo usurpado por el narcotráfico,
por la guerrilla, por los paramilitares. Para que allí llegue,
como está llegando, la expresión institucional
de la Patria. Porque los usurpadores causan pánico,
los usurpadores someten al pueblo. La Fuerza Pública
acompaña, genera confianza, produce tranquilidad.
Señores Generales, comandantes de las Policías
de los países vecinos que nos visitan: asisten
ustedes a una ceremonia de nuestra Seguridad Democrática.
Muchas son las razones por las cuales hemos denominado
este proyecto, un proyecto de Seguridad Democrática.
El continente fue recorrido por un fantasma, la doctrina
de la seguridad nacional. Esa doctrina cercenó libertades.
Nuestra seguridad es democrática porque es la
garantía efectiva del ejercicio de las libertades.
Aquí, al amparo de la Seguridad Democrática,
se realizó un gran referendo en el año
2003. La Seguridad Democrática fue la garantía
efectiva de opositores y abstencionistas. Al día
siguiente, por primera vez, llegaron, vía elección
popular, a las posiciones más altas del Estado,
candidatos de partidos alternativos a los tradicionales,
apoyados también por ciudadanos que en el pasado
habían pertenecido a las guerrillas. Opositores
de verdad al Gobierno. Esas elecciones fueron transparentes,
esos candidatos tuvieron todas las garantías,
porque nuestra seguridad es democrática.
Han ejercido sus
competencias plenamente rodeados de garantías, porque nuestra seguridad es democrática.
En los últimos meses se han realizado en Colombia
más de 350 elecciones de alcaldes. Todos los candidatos
rodeados de garantías, porque nuestra seguridad
es democrática. En otras partes del continente
se invocó la seguridad para censurar la prensa.
Aquí la censura de prensa era la hija del terrorismo
y de la falta de voluntad política para combatirlo.
Hubo años en los cuales nos asesinaron 15 periodistas.
Todavía nos asesinan. Quisiéramos decirle
al mundo que ya no tenemos asesinato de periodistas.
Todavía nos han asesinado este año tres.
Pero tengan certeza ustedes que nuestra decisión
es combatir el terrorismo, con toda la voluntad política,
para que renazcan plenamente las libertades.
En nombre de la
seguridad, en otros países se
eliminaron los derechos de los trabajadores, se anularon
las libertades sindicales. Antes, en Colombia asesinaban
por año 150 ó 165 líderes sindicales.
Nuestra seguridad es democrática, porque está empeñada
en proteger por igual al líder sindical que al
líder gremial, al campesino que al empresario
agrícola. Quisiéramos decir al mundo que
ya no asesinan líderes sindicales en Colombia.
Sin embargo todavía este año nos han asesinado
13 integrantes de organizaciones sindicales. Pero seguimos
con toda la decisión para poderle decir al mundo,
en el algún momento, más temprano que tarde,
que Colombia ha superado ese flagelo.
En muchas partes,
en nombre de la seguridad, se suprimieron expresiones
de la democracia. Aquí, de 1.096 alcaldes,
casi 400 no podían ejercer. Estaban por fuera
de sus municipalidades, en exilio provocado por el terrorismo.
La nuestra constituye un proyecto de Seguridad Democrática,
porque hoy todos esos alcaldes, independientemente del
origen político de su elección, están
siendo apoyados por la Fuerza Pública de manera
imparcial, para que puedan cumplir, como en efecto lo
hacen, las funciones en los municipios en los cuales
fueron elegidos.
La nuestra es democrática, a diferencia de lo
que ocurrió en otras partes, donde en nombre de
la seguridad se suprimieron los derechos de la oposición.
La nuestra es democrática porque el compromiso
de la Fuerza Pública y de su Comandante constitucional,
el Presidente, es el de proteger por igual a los más
entusiastas defensores de las tesis de Gobierno y los
más fundamentalistas opositores.
Visitan, pues, ustedes
a Colombia en este momento, señores
comandantes de las Policías de los países
hermanos, en un momento en el que avanzamos en esta tarea
de la Seguridad Democrática, que con el cumplimiento
en el que estamos empeñados de las Metas Sociales
del Milenio, que con la transparencia que tiene que erradicar
definitivamente la corrupción, se constituye en
los elementos para que los colombianos tengan confianza
en su Patria y la comunidad internacional tenga confianza
en Colombia.
Y entonces aquí tengo que repetir a mis compatriotas
cómo hay que dejar a tras la equivocada creencia
de que la seguridad se excluye con la inversión
social. Cómo hay que dejar atrás la equivocada
creencia de que ese valor democrático que es la
seguridad, se excluye con los otros valores democráticos.
La seguridad y la inversión social tienen que
ir de la mano, acompañarse mutuamente. La seguridad
es necesaria para que haya inversión, para que
la economía crezca, se genere empleo, se causen
los recursos que recauda el Estado para hacer inversión
social.
Señores Generales visitantes: hemos querido caracterizar
esta política de Seguridad Democrática
por la voluntad política, la transparencia, la
imparcialidad y el acompañamiento integral. Ustedes
visitan hoy zonas de la Patria como Cartagena del Chairá,
recuperada por la Fuerza Pública, que se le ha
arrebatado al terrorismo, y encuentra que hay una política
social, todavía con limitaciones, por supuesto.
Una política social acompañando la política
de seguridad.
Esta economía no quería crecer o crecía
mínimamente. Aquí no se quería invertir.
Además un de desplazamiento interno de 3 millones
de colombianos, de una estampida de 4 millones de colombianos
al extranjero, se presentó una fuga de capitales.
Se presentó una parálisis de la inversión
extranjera en Colombia. Eso se está recuperando,
por fortuna.
Hemos, con claros
resultados, demostrado cómo
tiene que ir de la mano la política de la seguridad
y la política social. Cuando llegamos, 10 millones
y medio de colombianos tenían régimen subsidiado
de salud. Terminamos este año con 18 millones.
Para completar la cobertura universal de los estratos
1, 2 y 3, los más pobres de Colombia, que integran
un universo de 26 millones de ciudadanos, teniendo en
cuenta que 4 de ellos están en el régimen
contributivo, nos falta llegarles a 4 millones de colombianos
para que haya cobertura universal.
Lo hemos logrado
en cinco departamentos. En el Huila, en el Cesar, en
Antioquia, en Arauca, el Casanare. Y
el Congreso está estudiando las normas legales
para que Colombia en dos años le pueda decir al
mundo que ha logrado plena cobertura de salud para los
sectores populares de su población. Que la inversión
social no sea más tema del discurso, que sea objeto
de evaluación de resultados.
Ya hemos logrado un 91 por ciento de cobertura en educación
básica, pero no estamos contentos. En pocos
años Colombia tiene que llegar al ciento por
ciento.
Estas Fuerzas Militares
y de Policía han visto
que en esos 670 municipios, en más de 200 corregimientos
y veredas, donde ha llegado su presencia para acompañar
a una ciudadanía que estaba maltratada por el
terrorismo, también han llegado programas sociales
como las Familias en Acción.
Este año concluimos con 500 mil Familias en Acción:
familias pobres que están recibiendo un subsidio
para la nutrición de sus hijos, para la asistencia
escolar de sus hijos. Y esas familias están sintiendo
que llegó a protegerlas su Policía, su
Ejército, y llegó a reivindicarlas la política
social.
Pero no estamos
contentos. Ahora estamos vinculando las familias desplazadas
de las grandes ciudades al programa
de Familias en Acción. Qué gusto dio anoche
en Sincelejo, en medio de la tragedia de la inundación
de La Mojana, saber que en ese departamento 31 mil Familias
en Acción han recibido el pago, que en la ciudad
de Sincelejo ya han recibido el pago 5.960 familias desplazadas
que han ingresado al programa de Familias en Acción.
Y cuánto gusto dará que ahora en Navidad
se haga el primer pago como Familias en Acción
a las familias desplazadas de nuestras grandes ciudades:
aquí en Bogotá, en Barranquilla, en Medellín.
Y mañana día de fiesta, en un país
que tiene que entender que si bien la política
es una arte, tiene que ser un arte fraterno, y que si
bien el Gobierno es un honor, tiene que ser ante todo
una acción de trabajo, mañana cuando hagamos
la evaluación de nuestros avances y dificultades
en orden público en Buenaventura, y la evaluación
de nuestra política social en ese puerto tan promisorio
y de tanta pobreza, les diré a sus habitantes
que les hemos cumplido con el primer grupo de Familias
en Acción, que ya han recibido el pago y que en
el presupuesto nacional se ha incorporado la partida
para que todos los estratos pobres de Buenaventura, el
año entrante, estén en el programa Familias
en acción.
Las Fuerzas Militares
y de Policía saben que
no alcanzamos a reivindicar tanta pobreza en un período
corto, como tampoco alcanzamos a dar toda la seguridad
que demandan nuestros ciudadanos. Pero con esfuerzo de
todas las horas, sin pretensiones de producir milagros,
pero sí con el convencimiento que es la persistencia
en el trabajo lo que va generando pequeño resultado
tras pequeño resultado, iremos recuperando plenamente
la seguridad e iremos reivindicando plenamente a ese
52 por ciento de los colombianos que se debaten en la
pobreza.
La seguridad hace
posible la inversión social,
y la inversión social, en un Estado de Opinión,
hace sostenible la seguridad. La seguridad sólo
es sostenible, en la medida que el pueblo cree en ella,
en la medida que el pueblo la apoye fervorosamente, como
todo lo que se propone y predica en un Estado de Opinión.
Y el pueblo la apoya y la quiere, porque sabe que es
democrática, porque sabe que esa seguridad está llegando
a los que no tienen manera de pagarles a las empresas
privadas de seguridad. Que esa seguridad está llegando
a quienes no pueden irse a vivir al extranjero, que esa
seguridad está llegando a los que no tienen recursos
para poder pagar los grupos privados de seguridad.
Y el pueblo quiere
esa política, en la medida
que esa política sea eficaz y transparente. Eficaz
y medida en resultados. Han asesinado 16 mil colombianos
menos de los que asesinaban en un año, pero no
estamos contentos. Un caso de asesinato o 32 mil son
igualmente graves. La lucha es para acabar el asesinato
en nuestra patria. Han secuestrado 2.600 menos de los
que secuestraban en un año, pero no estamos contentos.
La lucha es para eliminar ese flagelo del secuestro,
que ha sido causa del desempleo y la miseria.
Si el pueblo percibe,
además, que esa seguridad
es transparente, abrazada de los derechos humanos, y
que esa seguridad se acompaña por la inversión
social, el pueblo seguirá dándole apoyo
a esa seguridad, para que esa seguridad persista en el
tiempo y acabe definitivamente con el complejo de que
a Colombia la tienen condenada a la miseria y a la violencia.
Llevemos, pues,
de la mano, nuestra acción de
Seguridad Democrática con la acción de
política social.
Señores Generales de las Policías de los
países hermanos: visitan ustedes a Colombia en
el momento que estamos haciendo un gran esfuerzo pedagógico,
en la práctica, en el diálogo con el pueblo
de todas las horas, en el diálogo con el pueblo
sin pretextos de campaña, en el diálogo
con el pueblo como un ejercicio permanente de gobierno.
Estamos haciendo
la pedagogía de que la seguridad
no se excluye con los otros valores democráticos,
que la seguridad es un valor democrático superior,
que es una fuente de protección de los otros valores
democráticos.
En Colombia a varias
generaciones nos formaron en la distorsionada idea
de que para ser demócrata era
necesario ser permisivo con los terroristas. En Colombia
a varias generaciones nos formaron en la distorsionada
idea de que para ser demócrata, había que
tratar con desprecio a las Fuerzas Militares y de Policía.
En Colombia a varias
generaciones nos formaron con la equivocada y distorsionada
idea de que los gobiernos
civiles, en lugar de tener toda la voluntad para derrotar
el terrorismo apoyando la Fuerza Pública, tenían
que mantenerse en coqueteos con el terrorismo.
Señores Generales, Comandantes de Policía
de las naciones hermanas: aquí en el ejercicio
práctico de la cotidianidad, estamos haciendo
ese magisterio para que todos los colombianos entendamos
que hay que apoyar la seguridad como un camino y un valor
democrático para proteger los otros derechos democráticos,
y que hay que reclamar y reivindicar todos los derechos
democráticos a partir del reconocimiento de que
la seguridad es un valor democrático fundamental.
Y estamos haciendo
otro gran esfuerzo, el esfuerzo de que se entienda
que la protección de las garantías
individuales no se excluye con la construcción
de cohesión social.
Se ha querido dividir
al continente entre gobiernos de derecha y gobiernos
de izquierda. Aquí viene
una periodista internacional y me dice: Presidente Uribe, ¿usted
cómo se entiende en Latinoamérica con los
otros Presidentes cuando predomina la izquierda? Y le
dije: Señora periodista, dígame un hecho
del gobierno del presidente Lulla, para que lo califiquen
a él de izquierda y un hecho del Gobierno nuestro
para que lo califiquen de derecha. Y enmudeció.
La señora periodista insistía, y le dije:
señora periodista, ¿por qué insiste
tanto? Y me dijo que porque ella es de izquierda y yo
era de derecha. Y le agregué: señora periodista, ¿usted
por qué es de izquierda y por qué dice
que yo soy de derecha? Y enmudeció.
Dividir al continente
por esos criterios es trasnochado, es una clasificación obsoleta, es polarizante,
como trato de polarizarse la reciente elección
del Secretario General de la OEA. Polarización
que se superó gracias en muy buena parte a la
prudente y al tino de nuestra Canciller.
Insistir en esa
división además es impráctico.
Hoy, cuando todos han expresado su voluntad de respetar
la regla democrática, ha quedado atrás
la posibilidad de dividir a la gente entre la derecha
que respaldaba dictaduras y la izquierda que confrontaba
dictaduras.
Ahora lo que necesitamos
es consolidar democracias modernas, incluyentes, sin
fomentar el odio. Pluralistas, con franqueza
en el debate, pero con fraternidad. Porque cuando en
una democracia pluralista el debate abandona las ideas
y las sustituye por el agravio, se acaba la fraternidad,
que es lo único que permite, dentro del pluralismo,
construir las opciones a partir de la discusión
y de la verdad relativa que cada uno cree tener.
Una democracia pluralista pero sin odios, incluyente,
pero con un debate en el que prevalezcan las ideas y
en el que se anulen los agravios personales.
Una democracia con
liderazgos, sin caudillismos caprichosos, una democracia
así, tiene que ser una democracia
con seguridad, con respeto a las libertades, con cohesión
social, con respeto a la independencia de las instituciones,
y transparente. Para que un individuo se sienta integrante
del colectivo, ese individuo tiene que percibir que le
respeten sus libertades. Y para que el colectivo entienda
que debe respetar las de cada individuo, tiene que percibir
que cada uno de los integrantes es respetuoso de la construcción
de la cohesión social.
Pensadores tan importantes
como Bobbio, resolvieron hace rato esa aparente exclusión entre las garantías
individuales que se suponía defendían liberales
y derechistas de algún momento, y la cohesión
social que se entendía privilegio exclusivo de
la izquierda en algún momento. Hoy son necesariamente
convergentes esas dos categorías.
Por supuesto, falta
mucho en todas las tareas colombianas, que gracias
a la Seguridad Democrática se ha podido
financiar a casi tres millones de microempresarios, pero
son millones los que faltan sin financiar.
Y gracias a la Seguridad
Democrática, el desempleo
en las grandes ciudades ha bajado del 18 a 12,1. En el
país del 16 al 10. Pero falta mucho y el subempleo
es muy alto.
Y gracias a la Seguridad
Democrática, se han
creado en Colombia un millón 700 mil empleos,
pero hay que pensar en los faltan.
Gracias a la Seguridad
Democrática, han podido
pasar de ser trabajadores de tiempo parcial a ser trabajadores
de tiempo total otro millón 600 mil colombianos,
pero sigue muy baja la remuneración.
El esfuerzo tiene
que ser dialéctico. Una meta
parcial no es para bañarnos con agua de rosas,
sino para entusiasmarnos para conquistar la siguiente.
Ese es un principio fundamental en los procesos políticos
de permanente dinamismo.
Y lo vamos a lograr
en todos los frentes de la vida colombiana. Claro que
esto necesita persistencia. El
terrorismo, que se enraizó tanto en Colombia,
es como aquellas malezas difíciles de erradicar
que se dan en los campos agrícolas de las tierras
medias, de clima medio, donde hay mucha acidez y poca
materia orgánica.
El campesino trabaja
todo el día, erradica esas
malas malezas como la salvia, el salvión, erradica
esas malas malezas como algunas especies de mortiño,
unos helechos no ornamentales, pero que sí impiden
que florezca la buena agricultura.
El campesino se
recoge a las 6:00 de la tarde, piensa que el surco
ha quedado limpio y, para su ingrata sorpresa
al despuntar del sol de la siguiente mañana, encuentra
que esas malezas están recuperándose, retoñando.
Y el campesino tiene que volver con persistencia sobre
el surco hasta que las atrofia, hasta que las erradica,
hasta que crea las condiciones para que los buenos cultivos
se impongan sobre las malas malezas.
Así tiene que ser de persistente nuestra política
de seguridad, apreciados subtenientes que hoy estamos
graduando.
Persistencia en
todas las horas, con amor a Colombia, por supuesto.
Aquí lo definitivo es el amor a
Colombia. Cuando hay amor a Colombia, la batalla política
amarga se torna iluminante. Cuando hay amor a Colombia,
las horas difíciles también estimulan nuevas
opciones.
Qué difícil el fin de semana anterior.
En un plan pistola nos asesinan 4 policías en
Campoalegre, y al siguiente día nos asesinan a
un gran luchador del acuerdo humanitario, al ex gobernador
Jaime Lozada. Miren: secuestraron su señora y
sus hijitos. Oportunistamente, por los hijos cobraron
un rescate económico y a la señora la incluyeron
en una lista de canjeables de un acuerdo humanitario.
Para pagar el rescate
de sus hijos, Jaime Lozada se tuvo que arruinar. Siguió a
toda hora como gran vocero del acuerdo humanitario,
y el pago que le dio
ese terrorismo miserable del sicariato de las Farc fue
asesinarlo.
¡Y qué difícil
llegar a esas exequias a saludar esos hijos! Se tiene
que llenar uno de amor
por Colombia.
Pero también qué lección, qué lección
de firmeza en esos muchachos, qué lección
de carácter, qué lección para animarnos
a persistir en lo fundamental de la Patria.
Además ellos nos hacen entender que la política
de Seguridad Democrática no se excluye con la
reconciliación. La política de Seguridad
Democrática es un camino a la reconciliación
total.
Llévense a sus países, señores
comandantes esa idea: el rescate de la seguridad en lo
que estamos empeñados, es un paso para reconciliación
total. Nuestra política de seguridad lleva dos
mensajes: un mensaje de autoridad emanada del pueblo
para derrotar las acciones violentas, y un mensaje de
reconciliación.
La política de seguridad es a la vez amenaza
y oportunidad. Amenaza a los terroristas, que van a tener
que enfrentar una política de seguridad permanente,
enseñoreada en el corazón del pueblo colombiano
hasta que desistan. Y también una oportunidad
para los que se quieran reinsertar, porque esa política
de seguridad se convierte en una garantía para
que aquellos que tomen la decisión de negociar,
de reinsertarse, sean protegidos por la misma política
de seguridad que los combatió cuando insistían
en la violencia
¡Una política de seguridad para combatirlos,
mientras insistan en la violencia! ¡Una política
de seguridad para protegerlos en el momento que hagan
la paz!
Señores Generales de los países visitantes:
nuestra atención a los desplazados, los subsidios
y los proyectos de los reinsertados, la atención
a familias guardabosques, que antes estaban cultivando
drogas ilícitas y ahora protegen el área
libre de drogas, cuesta en el año que viene billón
y medio de pesos.
Este país dedicaba 75 mil millones a los desplazados.
Este año invierte, para protegerlos, 438 mil millones.
En los próximos años habrá que invertir,
para reivindicarlos plenamente, sumas anuales promedio
de un billón.
Llévense esta otra cifra: hemos hecho el esfuerzo
para que crezca la presencia de la Fuerza Pública
en todo el territorio, pero porcentualmente ha crecido
menos que el pago a los pensionados, que la política
social.
El presupuesto de
la Fuerza Pública ha crecido
un 22 por ciento, el gasto en Fuerza Pública.
El gasto en pensiones ha crecido un 76 por ciento y el
gasto en política social diferente a pensiones
ha crecido en un 38 por ciento.
Ahí están
esas cifras, expuestas al examen riguroso de los colombianos.
Queridos suboficiales
graduandos, con amor a Colombia su tarea va a ser fecunda,
para que ustedes sean el punto
de quiebre, para que lo que ha pasado antes de su llegada,
lo que ha ocurrido por ejemplo a mi generación,
que no ha podido vivir un día completo de paz,
ustedes sean la garantía para que las nuevas generaciones
puedan vivir felices en esta gran Patria colombiana.
Y quiero expresar
mi saludo, lleno de cariño,
a las mamás y a los papás, a los familiares
de los suboficiales que hoy graduamos.
Mamás y papás, hermanos y familiares:
comprendo el contraste sentimental que los jalona a ustedes
para acudir a esta ceremonia. De un lado, el orgullo
de papás de ver unos hijos con esta disciplina
y con esta transparencia. También la tranquilidad
de conciencia por su devoción a la Patria, la
que infundieron a sus hijos. Pero eso contrasta con la
angustia por el riesgo que estos muchachos asumen al
abrazar la bandera de la Policía Nacional.
Papás y mamás, en nombre de todos los
colombianos, y ahora hablándoles desde el corazón
más como padre de familia que como Presidente,
déjenme decir a ustedes, con amor a Colombia y
con cariño a ustedes: ¡Muchas gracias por
aportar lo que más se quiere, un hijo, al rescate
de ese valor democrático que es la seguridad!
Señores Generales de las policías visitantes,
lleven a sus patrias un mensaje: cuando les pedimos que
nos ayuden contra el narcotráfico es para salvar
a Colombia del narcotráfico y para que el narcotráfico
no impere en sus países.
Cuando les pedimos
que nos ayuden a salvar a Colombia del terrorismo,
es para salvar a Colombia del terrorismo
y para que los terroristas, que siempre hipnotizan, encantan
y engañan a la futura víctima, no vayan
a hacer de sus países la futura víctima.
Lleven este mensaje:
los terroristas son como la serpiente venenosa en jaula
con sus víctimas, devoran una
víctima y encantan a la siguiente, la adormecen
y la ponen de parte de ella, hasta que en algún
momento ya la devoran.
Cuando les pedimos
a ustedes que nos ayuden a erradicar el terrorismo
de Colombia, es porque no queremos que
esa serpiente venenosa, que es el terrorismo rico, alimentado
con el narcotráfico, arremeta contra sus democracias.
Muchas gracias por
visitarnos, muchas gracias por creer en nosotros, y
eso nos estimula a continuar con esta
lucha, para que Colombia sea una gran democracia, como
siempre lo ha sido, sin la perturbación del terrorismo,
que tanto daño le ha hecho.
Muchachos, los veré en las ciudades y en los
campos de Colombia llenos de éxito y del reconocimiento
del pueblo a su fecunda tarea.
Felicitaciones y
tengan mucho éxito.