ENTREGA DE LA
ORDEN NACIONAL AL MÉRITO A LOS JESUITAS
Junio
28 de 2005 (Bogotá – Cundinamarca)
Compatriotas:
No hay servicio que no
haya prestado la Compañía
de Jesús, no hay tarea de bien público
que no haya emprendido, no hay labor de la vida
colombiana donde no haya estado presente, no
hay colombiano que no haya recibido apoyo de
la Compañía de Jesús, no
hay colombiano que no conozca su historia, no
hay Gobierno que no haya resaltado sus méritos.
No es fácil decir algo nuevo frente a
lo que se ha dicho. La Cruz de Boyacá le
fue impuesta por mis antecesores, en todos los
grados. Me corresponde a mí, en estos
400 años, entregarle la Orden Nacional
al Mérito.
Al conferir quiero exaltar
los valores que los hijos de San Ignacio han
legado con su esfuerzo
de 400 años a todo el conjunto de la sociedad
colombiana.
La temprana llegada de
los jesuitas a Colombia, fue un don de la Providencia.
En 1604 la Compañía
era una orden joven, llena de entusiasmo evangelizador
y comprometida con la misión educadora.
En medio de hostiles
condiciones, se empeñó en
crear el ambiente propicio para una nueva espiritualidad
y para el trabajo. Su celo apostólico,
la preparación intelectual orientada a
la ciencia y a la eficiencia, dieron impulso
a las expediciones redentoras de los indios del
continente, para los cuales crearon los primeros
colegios de América.
Los jesuitas inauguraron
entre nosotros el sistema de enseñanza y primera escuela de formación
sistemática, en campos distintos a la
teología y para alumnos no religiosos.
Allí estuvo la simiente de esa sociedad
civil ilustrada que, siglos después, constituiría
el núcleo fundador de la República.
En las escuelas de los jesuitas se conoció la
gramática, la retórica, la filología,
la filosofía.
El Colegio Mayor de San
Bartolomé y los
colegios de Cartagena, Tunja, Popayán,
Pamplona, Honda, Mompox, Mérida, Buga,
Pasto y Antioquia, son la columna vertebral de
todo ese aparato educativo que aún se
conserva, que crece para bien de Colombia y que
nutre con dirigentes de todos los saberes a esta
Patria en los principios del siglo XXI.
La Universidad de San
Francisco Javier, la Javeriana, trajo a la
Nueva Granada la más avanzada
formación europea del Renacimiento y la
Ilustración. En sus aulas se enseñó la
lengua de los chibchas; se conocieron las grandes
doctrinas del derecho, la medicina, el teatro
y la música.
Fue la Compañía de Jesús
la que introdujo la primera imprenta en el Nuevo
Reino; y uno de sus miembros, el padre Gumilla,
trajo el café y enseñó su
cultivo a los colonos.
La Biblioteca del Colegio
Mayor y de la Universidad, notables en su época, núcleo iniciador
de lo que hoy es la Biblioteca Nacional de Colombia.
La arquitectura debe mucho a los jesuitas, en
particular al padre Coluccini, por las grandes
edificaciones religiosas y educativas de Santafé,
Tunja y Popayán.
Fueron los jesuitas quienes
introdujeron las prácticas agrícolas racionales
y con carácter empresarial, en particular
para el manejo del ganado. Sus haciendas fueron
regentadas como centros de enseñanza gratuitos,
cuya benéfica influencia abarcó al
oriente y al centro de la Patria; a Urabá y
todo el litoral atlántico, a los territorios
paeces y al Pacífico.
La llegada a Cartagena
del infame comercio de esclavos, encontró una férrea predicación
jesuita condenándolo, ayudando a las víctimas
y predicando la humanización de su trato.
Pedro Cláver, apóstol de los derechos
humanos, de la libertad y de la justicia.
Hoy, como ayer, la obra
educativa de los jesuitas es ejemplo de calidad,
sentido social, preocupación
por el espíritu. Igual ocurre con toda
su obra de promoción del crecimiento y
del desarrollo con sentido ético y popular.
Ahí están para ejemplo de los
inversionistas la Caja Social y Colmena, que
representan una productiva y fructífera
fusión; Compensar, las organizaciones
de Jóvenes Obreros, la Fundación
Social, las emisoras, canales de televisión
y programadoras.
Colombia siente permanente
gratitud con la Compañía
de Jesús, siente gratitud por su precursor
esfuerzo por el cooperativismo, las organizaciones
de trabajadores, el sindicalismo democrático,
la relación fraterna entre empleadores
y trabajadores, las asociaciones de campesinos
y la existencia de centros de investigación
y estudio de los problemas sociales de la Patria.
Hace algunos años circula un gran texto
sobre el Liderazgo al estilo de los jesuitas,
escrito por un ex alumno de la Compañía,
Chris Lowney. Quiero resaltar ante los colombianos,
en particular para los jóvenes, las cuatro
ideas esenciales del liderazgo jesuita que se
materializan en su obra educativa y social. Prácticas
que debieran ser estudiadas, aprendidas y aplicadas
por todos aquellos que tienen compromisos para
dirigir a Colombia, a fin de que su esfuerzo
pueda lograr metas elevadas y de largo alcance.
El líder, a la manera de los jesuitas,
debe practicar el autoconocimiento. Esfuerzo
permanente por ese ser autodidacta, por ese ser
que se esfuerce permanentemente en el aprendizaje
es clave para el buen liderazgo. Un líder
debe tener también un profundo conocimiento
de sí mismo, de sus fortalezas y debilidades,
además de tener valores para así darse
a conocer auténticamente, plenamente,
sin nada escondido.
Debe tener intuición: el mundo continúa
cambiando extremadamente rápido. Los líderes
tienen que aprender a adaptarse a cada nueva
etapa e intuir la siguiente, anticiparla, darle
forma y contenido.
Dicen los Jesuitas: el
líder debe ser
ejemplo de heroísmo. Nada se puede enseñar
si no se da ejemplo para aplicar lo que se enseña.
Ese es un secreto jesuita para motivar a otras
personas y a nosotros mismos, un secreto para
despertar la verdadera pasión en la realización
de cualquier labor.
¡Que tan vigente!, es imposible dar órdenes
sobre temas difíciles si no se ha dado
ejemplo en la ejecución de esos temas
difíciles.
El líder debe
ser portador de amor. Debe tratar a las personas
dentro de un marco de respeto
por su dignidad, e impulsar a que cada uno explote
su potencial.
La lucha de los jesuitas
por la justicia social, la lucha por la ética, ha sido una lucha
en ocasiones contestataria pero siempre regida
por ese valor, por esa característica
que ellos mismos predican, debe hacer parte del
compendio de valores de los líderes: el
amor.
Felicitaciones en estos
cuatrocientos años.
En esta Colombia, que hace un gran esfuerzo para
ponerse a tono con las metas del milenio. En
esta Colombia que no quiere terrorismo, que no
quiere guerrilla, que no quiere paramilitares,
que no quiere drogas ilícitas, que no
quiere corrupción.
En esta Colombia, que
tiene que adelantar una profunda Revolución Educativa, como eje
alrededor del cual tiene que girar cualquier
política social, a fin de no ser inmediatista,
sino generadora de cambios estructurales que
mejoren la distribución del ingreso.
En esta Colombia que
nos duele y que queremos. En esta Colombia
que nos hace todos los días
amanecer con entusiasmo y pedirle a Dios más
energías para participar en su labor cotidiana.
En esta Colombia, la
Comunidad Jesuita ha sido pieza de su esencia,
lo es y lo será para
bien de las nuevas generaciones de aquellos que
habrán de venir.
Muchas gracias por estos
400 años. Y
apenas son los primeros 400.