PRESENTACIÓN ANTE LA SIP
Marzo
13 de 2005 (Ciudad de Panamá – Panamá)
Compatriotas:
Quiero en primer término agradecer inmensamente la invitación
para participar ante este foro de las libertades. Y me es particularmente
grato hacerlo hoy en compañía del presidente Martín
Torrijos aquí en su patria, nuestra hermana Panamá.
Nosotros nos hemos propuesto recuperar
confianza en Colombia. Confianza de los inversionistas para
invertir en Colombia. Confianza
de los trabajadores para trabajar en Colombia. Confianza de los
intelectuales para investigar y expresarse en Colombia. Confianza
de todas las voces del pluralismo democrático para dejarse
sentir en Colombia. Confianza de las nuevas generaciones para
que sientan que pueden aspirar a vivir felices en Colombia.
Uno de los elementos para la restauración de la confianza
en Colombia es la derrota del terrorismo, el rescate de la seguridad,
el control territorial del Estado, no para implantar un régimen
de terror sino para garantizar un sistema de libertades.
Una de nuestras propuestas es la Seguridad
Democrática. ¿Por
qué democrática? Por razones históricas
y por su acepción en esta coyuntura de gobierno.
Por razones históricas para evitar confusiones, para
separar claramente nuestra propuesta de seguridad de otros proyectos
de seguridad que recorrieron el continente y, en nombre de la
seguridad, desterraron las libertades públicas, afectaron
el pluralismo, clausuraron el debate e invocaron la seguridad
para perseguir voces disidentes.
Y la llamamos democrática por una razón de acepción
en la coyuntura gubernamental. Democrática porque este
proyecto de seguridad es para proteger a todos, para proteger
por igual al político más afecto a las tesis del
Gobierno y al político más crítico de las
tesis de Gobierno. Para proteger por igual al periodista crítico
que al periodista que haga comentarios favorables. Para proteger
por igual al líder empresarial que al líder de
los trabajadores.
Seguridad Democrática para proteger
eficazmente en un sistema de libertades a toda la comunidad
colombiana.
Tenemos el gran reto de derrotar el terrorismo
sin afectar las libertades públicas. De derrotar el terrorismo profundizando
la democracia y todas las libertades públicas que concurren
al universo democrático.
Tenemos el gran reto de derrotar el terrorismo y que nuestras
Fuerzas Armadas puedan mirar ante el mundo entero con la tranquilidad
de haber derrotado el terrorismo rescatando el imperio de los
derechos humanos.
¿Por qué tenemos ese compromiso de la derrota
del terrorismo, de la mano del respeto de las libertades públicas,
de la profundización de la democracia y del respeto de
los derechos humanos?
Porque es la única manera en un Estado de opinión
de obtener la sostenibilidad democrática a la política.
Porque solamente en la medida que esta política sea eficaz
y transparente, y la transparencia está asociada con las
libertades públicas, los derechos humanos y la profundización
democrática, esta política gana la sostenibilidad
de respaldo de opinión que se requiere para que esta política
finalmente cumpla su cometido de derrotar el terrorismo.
¿Por qué? Por respetabilidad internacional. ¿Por
qué? Para poder demostrar que aquí la sindicación
que le hacemos de terroristas a los violentos no es caprichosa
sino fundamentada.
Muchos movimientos insurgentes de la
región surgieron
al amparo de tesis revolucionarias y teniendo en la mira como
objetivo la derrota de oprobiosas dictaduras o la instauración
de sistemas económicos de equidad y de justicia social.
¿Por qué nosotros denominamos terroristas a los
grupos violentos de Colombia? Porque allí no hay una dictadura
para derrotar, allí lo que hay es una democracia en profundización.
Basta mirar las elecciones de 2003. En
el Referendo que propuso este Gobierno, en la elección de alcaldes y gobernadores,
en plena vigencia de la política de Seguridad Democrática,
no solamente se dio un amplio debate sino garantías eficaces
y seguridad eficaz a los candidatos de las más diversas
tendencias.
A muchos de mis críticos pareció paradójico
que en el Gobierno de la Seguridad Democrática pudieran
conquistar alcaldías de mayor trascendencia, gobernaciones
de mayor trascendencia, candidatos provenientes de sectores radicales
de oposición al Gobierno, provenientes de partidos alternativos
a los tradicionales, de partidos de las antiguas guerrillas incluso.
Entonces debe quedar muy claro ante el
mundo que en Colombia hay un proceso democrático en profundización
y que son los grupos violentos los que atentan contra ese proceso.
En Colombia quienes han hecho todo el
esfuerzo para asesinar a la dirigencia política son los grupos violentos. En
Colombia quienes persisten en acallar las voces del periodismo
que no les conviene son los grupos violentos. En Colombia de
un lado hay unas instituciones comprometidas con la profundización
de la democracia, y de otro lado unos grupos violentos enriquecidos
por el narcotráfico dedicados a obstruir la democracia.
Cuando el país incorporó la elección popular
de alcaldes y posteriormente la de gobernadores, muchos pensamos
que la insurgencia cesaría, porque la insurgencia había
reivindicado como una de sus tesis y una de las justificaciones
para apelar a la lucha armada, la circunstancia de que en Colombia
no había autorización constitucional para la elección
directa de gobernadores y de alcaldes.
Aprobadas estas instituciones, la insurgencia
no cedió,
hizo todo lo contrario, emprendió su tarea violenta contra
gobernadores, contra alcaldes, contra las autoridades que surgieron
de los procesos democráticos que la misma insurgencia
había reclamado.
Este contraste entre unos grupos violentos
que atentan a diario contra la democracia y unas instituciones
a diario buscando profundizar
la democracia, es lo que nos ha llevado a proponerle al mundo
que la única sindicación que debe referirse a estos
grupos violentos es la sindicación de terrorismo.
Y también encontramos en Europa Occidental un apoyo a
esta tesis. Porque cuando uno lee legislaciones como la alemana,
la española, la inglesa, también la francesa, encuentra
que tienen un elemento común. Allí designan como
terrorista a aquel que utilice o amenace utilizar las armas por
razones ideológicas, religiosas, políticas o diversa índole. ¿Por
qué lo hizo Europa Occidental? En contraprestación
a la decisión de estos países de proteger el pluralismo
democrático.
Eso tiene toda la justificación de que se traslade a
países como Colombia y reclamen el mismo derecho, sindicar
como terroristas a los que apelan a esta violencia, en virtud
del compromiso institucional con la democracia pluralista.
Hemos buscado recuperar el control efectivo
del Estado sobre todo el territorio. Todavía no lo hemos logrado. Todavía
muchos colombianos viven con la pesadilla del terror, pero estamos
avanzando.
¿Por qué? Porque Colombia venía perdiendo
el control estatal y democrático en su expresión
real y efectiva. Venía cediendo ese control real a grupos
terroristas.
Mi análisis es que la Nación, desde el punto de
vista real, iba a dividirse en tres: una república narcoguerrillera,
una república narcoparamilitar y un Estado débil
y bobalicón, todos los días perdiendo ejercicio
real en su jurisdicción.
Esta recuperación del control
la estamos haciendo con un gran compromiso de las fuerzas institucionales
para respetar
los derechos humanos.
Tenemos contradicciones con muchos de
los críticos, de
los analistas internacionales, en nuestra política de
Seguridad Democrática, pero jamás censura.
Nuestra contradicción no va más allá del
debate. Debate con toda franqueza. Debate con claridad sin censura.
No hay censura ni cierre de fronteras.
Yo discuto cuántas veces se requiera con ONG. En las
ocasiones que me corresponde refuto sus tesis, sus recomendaciones
sobre Colombia, pero jamás se les ha cerrado la frontera.
Jamás se les ha sometido a censura. Jamás se les
ha negado la protección efectiva que debe concederles
un Estado democrático.
Tengo que dar cuenta de cómo ha
avanzado la seguridad frente al ejercicio del periodismo.
Quisiera decirles que ya hubiéramos
logrado en Colombia nuestro objetivo de cero periodistas asesinados,
de cero periodistas
amenazados.
La tendencia ha mejorado –no voy a repetir las cifras
que ustedes han conocido ampliamente en esta asamblea–,
pero no lo suficiente. Lo que sí quiero es reiterar que
nosotros no estaremos satisfechos hasta que podamos decirle al
mundo: en Colombia cero periodistas asesinados, en Colombia cero
periodistas amenazados.
También sé que no solamente tenemos que luchar
para llegar a ese objetivo sino para que impere la justicia,
para que los casos presentados no sigan en impunidad. En esto
también falta mucho avance.
Pero en los últimos dos años y medio hemos dado
grandes pasos. Colombia incorporó constitucionalmente
el régimen acusatorio y el procedimiento oral. Ya empezamos
a aplicarlo en cuatro ciudades de la Patria y los resultados
iniciales muestran que es un sistema de justicia más eficaz,
un sistema de justicia más transparente, un sistema de
justicia con mayor garantía de que vamos a superar la
impunidad.
Desde luego, lo primero es contener a
los violentos. Porque me he preguntado: en una nación que en el año 2002
tuvo 29 mil asesinatos, con 42 millones de habitantes, ¿qué sistema
de justicia es eficaz? Ninguno. Muy eficaz el sistema inglés
con 600 asesinatos. Muy eficaces otros sistemas con un mínimo
número de asesinatos. Muy difícil un sistema de
justicia eficaz frente a 28 mil, 29 mil asesinatos.
En la medida que, con la política de Seguridad Democrática,
sigamos teniendo éxito en la derrota de los asesinos,
mostremos tendencias importantes y sostenidas de reducción
del crimen, se facilita la acción de la justicia. Y si
a eso se suman las reformas introducidas en nuestro sistema de
justicia, podemos tener confianza en que también vamos
a derrotar la impunidad.
Debo recordar que en el año 1991 la Constitución
de Colombia estableció el principio de independencia de
la justicia. El Fiscal General de la Nación, cabeza hoy
de la justicia penal, está en el nivel del Presidente
de la República y es elegido autónoma e independientemente
por la Corte Suprema de Justicia. Los jueces y magistrados tienen
su propio esquema, también independiente.
En el año 2003, cuando veníamos de 29 mil asesinatos,
se redujo el asesinato en un 20 por ciento. En el año
2004 en un 15 por ciento. En lo corrido de 2005 hemos logrado
reducir el asesinato en otro 28 por ciento. Pero medido el asesinato,
la vida humana, con estadísticas, es deshumanizante.
Las estadísticas nos van indicando
lo correcto o equivocado del camino por donde van las instituciones,
pero nuestro objetivo
es poder mostrar una Colombia sin estas agresiones terroristas.
Estamos en permanentes debates. Un país asfixiado por
el terrorismo, sus ciudadanos preguntan: ¿cuál
es la relación entre los periodistas, las noticias y el
terrorismo? Y yo digo: ¿primero cuál es la relación
entre el Gobierno y los periodistas?
Entre el Gobierno y los periodistas nuestra
regla es muy clara. Una relación de independencia, una relación
de respeto. Los gobernantes no podemos pretender que los periodistas
aplaudan todo lo que nosotros hacemos. Y los periodistas no pueden
pretender que los gobernantes hagan todo lo que los periodistas
quieren.
Hay que tener, dentro de esa independencia,
una relación
armónica que no claudique esa independencia por el bien
público. Por supuesto, los gobernantes somos sensibles
y sensitivos, mantenemos la vanidad a flor de piel, y no hay
cosa que más nos enoje que una crítica de prensa,
y tampoco hay qué más nos levante la vanidad que
un buen editorial. Pero hay que comprender que en sociedades
como las nuestras, con desigualdades, con pobreza, con terrorismo,
con corrupción, la labor de la prensa tiene que ser criticar.
Puede ser que en el corto espacio del
Gobierno uno se mortifique con las críticas. Pero estoy seguro que en el examen más
largo y profundo del periplo político, encuentre que las
críticas eran la razón de ser y finalmente una
expresión de salvamento institucional.
Si ustedes me dijeran: aparte de las
sensitividades y de la vanidad, ¿qué considera más importante para
el curso de nuestras sociedades: un periodismo crítico
o un periodismo que aplaude y aplaude? En lo personal es más
mortificante el crítico, en lo institucional mucho más útil
el crítico. Indudablemente.
Y finalmente en eso lo que tiene que
preservarse, lo que tiene privilegiarse, lo que tiene que priorizarse,
es lo institucional,
en la medida que lo institucional esté profundamente conectado
con la profundización del pluralismo democrático.
En Colombia hay mucho debate por el tema
de la relación
periodistas, noticias y terrorismo.
El Vicepresidente, doctor Francisco Santos,
por quien profeso, además de nuestra relación institucional, toda
la admiración y el afecto de un gran recorrido periodístico,
hombre químicamente bueno, ha asistido a varios foros,
recientemente, sobre ese debate.
Yo lo llame a España hace dos días y le decía: ‘Vicepresidente,
creo que hay que entender que así se le quiera o no dar
divulgación al terrorismo, sus masacres no se pueden ocultar,
y ese dolor justifica la noticia’.
Pero ahí entra otro debate: sí, hay que dar la
noticia de la violencia. ¿Pero hay que volver actor al
terrorismo? ¿Hay que volver al terrorismo personaje de
los medios?
Y ahí encuentro una gran división entre los políticos
y los medios. Algunos creen que dándoles participación,
presentándoles reportajes, entregándoles espacios,
se les desacredita. Otros creen que se les legitima.
En mis sentimientos personales, comprendo
siempre la publicación
de la noticia de la violencia. No soy capaz de leer las entrevistas
a los terroristas. Porque ellos mantienen un juego político
muy peligroso: un día matan y al otro día quieren
ser personajes de la prensa.
Pero dejando a un lado los sentimientos,
dejando a un lado los gustos y los disgustos, ¿cuál es la decisión?
Nada de censura, nada de controles. Esto tiene que ser materia
de un debate constructivo, para que impere el autocontrol de
los medios. Para que los medios autónomamente, sin presiones
de los gobiernos, definan, en nombre de la ética, qué es
el compromiso con el bien público, cómo manejan
la relación entre la noticia de violencia y el espacio
al actor de violencia, en el caso colombiano, el terrorismo.
Tengan la certeza que tenemos un gran
reto para las nuevas generaciones de colombianos, que puedan
hacer esta reflexión: nuestra
patria derrotó el terrorismo y al mismo tiempo recuperó la
vigencia de los derechos humanos. Nuestra patria derrotó el
terrorismo y profundizó la democracia. Nuestra patria
derrotó el terrorismo y en ningún momento cercenó las
libertades públicas.
Esa es la razón para que esta nación se pueda
en algún momento reconciliar plenamente. Esa es incluso
nuestra oferta a los terroristas. Si en alguno de ellos todavía
anida un ideal político, pues entonces que se prepare
para dejar atrás la página del terrorismo y entrar
en la lucha política. Y por eso nuestra oferta es muy
simple: democracia pluralista, democracia con espacios para todas
las voces.
Y eso dentro de una visión de país. Un país
con un modelo sin exclusiones y sin odios. Un país en
debate permanente, pero debate fraterno. Debate franco y fraterno.
Debate sin acidez.
Porque cuando el debate tiene acidez,
priman las posiciones sobre las opciones. Cuando el debate
es fraterno, entonces ese
elemento de fraternidad produce en el debate una característica
de debate constructivo. Estimula la imaginación, estimula
la creatividad de opciones y permite la síntesis.
Las sociedades democráticas, si viven en el debate fraterno,
también pueden encontrar permanentemente, a través
de la creatividad de las opciones, la síntesis que permita
resolver tras cada contradicción otra contradicción.
Esa es la democracia que queremos para Colombia.
Sé que en el programa de ustedes está previsto
que escuchemos al señor presidente Torrijos, nuestro anfitrión,
y que después harán unas preguntas y con el mayor
gusto las atenderé. Ya estoy advertido del calibre de
esas preguntas, porque allí tuve un encierro previo con
su junta directiva.
Muchas gracias.