ENTREGA
DEL TÍTULO
COMO DOCTOR HONORIS CAUSA EN DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS
DE LA UNIVERSIDAD LIBRE Y DE LA CONDECORACIÓN
BENJAMÍN HERRERA EN EL GRADO DE GRAN CRUZ EXTRAORDINARIA
AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
Octubre 19 de 2005 (Bogotá – Cundinamarca)
Hace unos meses,
el ex presidente Julio César
Turbay Ayala, generosidad y patriotismo sin límites,
me expresó la decisión de la Universidad
Libre de conferirme el Doctorado Honoris Causa y la Orden
Benjamín Herrera.
Me conturbó la noticia. Entiendo la labor del
servidor público como una labor buscando que la única
recompensa sea que mejore la situación del pueblo.
El representante Manuel Henríquez, egresado muy
ilustre de esta universidad, también me trajo
el informe sobre la generosa decisión.
Acudo abrumado a
recibir este Doctorado y esta orden Benjamín Herrera, que me comprometen más
con Colombia. La única manera que tengo de responder
a la Universidad es con mi afecto por la Patria, con
mi compromiso por la libertad y con la democracia.
Al ingresar a la
universidad esta noche, cuando me mostraban ese cuarto
de la historia donde falleció Rafael
Uribe Uribe, virtud de carne y hueso, virtud de la Patria,
conocí la decisión de la Honorable Corte
Constitucional en el sentido de encontrar exequible el
acto legislativo del Congreso de la República
que permite la reelección presidencial inmediata.
Permítanme, desde este auditorio de la Universidad
Libre, referir unas palabras a los compatriotas, conocida
esta decisión de la Honorable Corte Constitucional.
Se avanza en el
periplo de profundización de
la democracia de Colombia, un periplo largo, un periplo
en tantas ocasiones acompañado por la Universidad
Libre, por sus fundadores. Basta analizar cuánto
aportaron a esa lucha por las libertades democráticas
Benjamín Herrera y Rafael Uribe Uribe.
Desde esta Universidad
marcharon hacia Ibagué muchos
de los oradores de la Convención de 1922, a la
cabeza de quienes estuvo quien la presidió. Allí se
propuso, como primer punto de las reivindicaciones democráticas,
que se reconociera al pueblo el derecho de elegir sus
autoridades más cercanas.
Se necesitaron muchos
años de debate, y fue finalmente
en los años 80’s cuando el honorable senador Álvaro
Gómez Hurtado, en la administración del
presidente Belisario Betancur, propuso la reforma constitucional
que incorporó la elección popular de alcaldes.
Desde que empezó a aplicarse en el Gobierno del
presidente Virgilio Barco, y la Asamblea Constituyente
convocada por la administración del presidente
César Gaviria, amplió el período
para los alcaldes, incorporó la elección
popular de gobernadores, incorporó mecanismos
de democracia participativa inmensamente convenientes
para la vida democrática de la Nación,
y esa Asamblea Constitucional, en el artículo
tercero, radicó la soberanía en el pueblo.
El Congreso de Colombia,
la Corte Constitucional con sus decisiones autónomas, han desarrollado el
punto tan importante de la Constitución del 91
de radicar la soberanía en el pueblo, han ejercido
sus competencias al reconocer derechos democráticos
al pueblo.
La reelección presidencial inmediata implica
más responsabilidades con el pueblo que con la
historia.
La reelección presidencial inmediata demanda
del Presidente de la República aplicarse, no para
recibir el remoto juicio de la historia, sino para someter
la tarea del Gobierno al inmediato juicio del pueblo.
Por eso es un paso de gran importancia en un país
que tiene más urgencias que expectativas sobre
las páginas de la historia.
Por supuesto, este
proceso de profundización
democrática tiene que continuarse todos los días.
Hoy, compatriotas, no hay razón para negar la
reelección inmediata de alcaldes y de gobernadores.
Creo que en ese proceso debe avanzarse, porque es otra
oportunidad para que el funcionario tenga que responder
con mayor exigencia a las demandas del pueblo.
Reitero mis afanes
y preocupaciones por tener una Patria colombiana solidaria,
sin odios, sin exclusiones, en
permanente debate, pero en debate fraterno. No un debate
que conduzca a posiciones irreconciliables, sino un debate
fraterno y creativo que conduzca siempre a la síntesis
que permite el acuerdo para que el país avance.
Expreso que quiero
preocuparme más por las eficaces
garantías a mis compatriotas, que por mi suerte
personal.
Ejerceré disciplina sobre las vicisitudes de
mi humana condición para sentar un buen precedente
de unidad de los colombianos, alrededor de las alternativas
democráticas en este nuevo proceso de la democracia
que empieza a vivirse.
Procuraré trabajar en esta etapa de la vida colombiana
con total disciplina por el bien público, con
total transparencia por la confianza de nuestros compatriotas
en nuestras instituciones y con amor, con amor infinito
por Colombia.
Vengo con respeto
y admiración al claustro de
la libertad, fundado bajo la guía espiritual del
general Benjamín Herrera, ese gran predicador
de la concordia y de la civilidad.
Desde las aulas
de esta universidad partieron hacia Ibagué muchos de los oradores de la Convención
de 1922. Allí se determinó un rumbo para
un partido como colectividad del libre examen y del respeto
por la institucionalidad.
Desde ese momento
se superó cualquier afán
sectario y se rechazó cualquier apelación
al uso de la fuerza o a la amenaza del uso de la fuerza
para imponer ideas y programas.
Estas aulas contienen
ecos de libertad, orden y justicia, aquí vibró la voz de (Jorge Eliécer)
Gaitán, y sus dinteles vieron entrar y salir la
figura lenta, grave e ilustrada del maestro Gerardo Molina.
Esta universidad es, por su pasado y su presente, un
paraninfo en el que se predica y se practica la libertad.
Por eso, qué mejor auditorio desde donde repetir
a los compatriotas unas ideas sobre la Seguridad Democrática
y sobre el papel de la universidad en la comunidad colombiana.
Nuestra seguridad
es democrática, porque no es
un pretexto para suprimir y recortar las libertades públicas.
La semana anterior nos da un ejemplo bien importante.
Muchos sectores
sociales y políticos habían
preparado una jornada de protesta y un paro nacional
con esmero. ¿Qué hizo el terrorismo? El
terrorismo se anticipó a esa jornada con hechos
graves, como el atentado contra el senador Germán
Vargas Lleras, que nos dolió en las entrañas,
el deseo de repetir un nuevo atentado como el del 7 de
agosto de 2002, y las amenazas contra el alcalde (de
Bogotá) Luis Eduardo Garzón, que nos despertaron
con él toda la solidaridad democrática.
¿Qué esperaba el terrorismo? Que el Gobierno
violara los preceptos democráticos de su concepto
de seguridad, suspendiera y recortara las libertades
de quienes querían protestar.
Entonces, que un
país amenazado por los terroristas,
que un país nuevamente asustado por los terroristas,
asistiera a la decisión del Gobierno de suprimir
la protesta.
Ese día pensamos de nuevo que teníamos
que ser consistentes con nuestra predica de Seguridad
Democrática.
Y establecimos claramente
una diferencia entre el tratamiento al terrorismo y
las garantías a las protestas
sociales.
El tratamiento al
terrorismo tiene que ser con toda la fuerza del Estado,
sin contemplaciones, sin claudicaciones.
Y las garantías a la protesta social tienen que
ser plenas, porque hacen parte de las garantías
a las libertades públicas.
Los sucesos de la
semana anterior demuestran, apreciados compatriotas,
cómo el Gobierno ha venido en esa
tarea de complementar el rescate de la seguridad con
la profundización de la democracia.
Justamente, un país que ha avanzado de manera
profunda en su democracia es un país que tiene
el derecho, el mismo de los pueblos de Europa Occidental,
de reclamar que contra esa democracia no se atente con
armas, ni con amenaza de uso de armas.
En Europa Occidental
muchas de las legislaciones denominan terrorismo el
uso o la amenaza del uso de las armas por
razones ideológicas, políticas, religiosas.
Y la razón de esa denominación es el orgullo
de su democracia.
Se razona así en lo que subyace de manera simple
a esas legislaciones. Cuando se respeta plenamente la
democracia, la independencia de las instituciones que
representan al pueblo para conformar el Estado, se debe
ejercer el derecho de descalificar cualquier intimidación
violenta.
Es lo que está sucediendo en Colombia. Por eso,
apreciados compatriotas, a medida que profundizamos la
democracia, tenemos que ser más firmes para erradicar
el terrorismo.
A las generaciones
anteriores y presentes el terrorismo trató de confundirles sus conceptos democráticos,
como trataron de confundirlos la semana anterior.
En esa trampa no
podemos caer de nuevo. Una cosa es nuestra lucha sin
declive contra el terrorismo para erradicarlo
de la faz de Colombia, otra muy distinta es nuestra devoción
por la democracia, que se fertiliza esta noche al cruzar
las puertas de la Universidad Libre para recibir esta
generosa distinción.
EL PAPEL DE LA UNIVERSIDAD
Antes de asistir
a la Universidad Libre tuve la oportunidad, con la
señora Ministra de Educación, de
entregar los premios a los estudiantes que en los exámenes
obtuvieron el mayor puntaje como egresados de los diferentes
programas universitarios.
Cuarenta muchachos
de diferentes universidades y regiones de la Patria,
recientes egresados universitarios que
ganaron la distinción de ser cada uno el mejor
en su programa. Qué esperanza para la Patria tener
grupos de estudiantes de esa calidad.
Y allí les explicaba a ellos que estamos haciendo
todo el esfuerzo al alcance de nuestras posibilidades
para que haya un superior nivel de confianza en Colombia,
para que los jóvenes pueda estudiar en Colombia
confiados y felices, para que se pueda invertir en Colombia
y contribuir a la generación de empleo, para que
las familias puedan encontrar en Colombia el terreno
fértil para una vida feliz y plena, para que los
trabajadores puedan encontrar en Colombia todas las oportunidades
para la dignificación de su existencia.
Y para contribuir
a que suba la confianza en Colombia, decía esta tarde a los estudiantes, lo que quiero
repetir esta noche en la Universidad Libre, hemos trabajado
por la Seguridad Democrática, por la recuperación
de la economía, por la transparencia y por la
política social.
La política social es una característica
fundamental de la democracia moderna.
Si Benjamín Herrera y Rafael Uribe vivieran,
con ese espíritu dialéctico que iluminó sus
inteligencias, tal vez mirarían con desdén
la división artificial que quiere imponerse hoy
en el continente entre gobiernos de derecha y de izquierda.
División obsoleta, válida para la época
de las dictaduras, que hoy no tiene razón de ser,
como lo demuestra la dificultad de diferenciar por esos
conceptos acciones de gobierno, señalados unos
de izquierda y otros de derecha.
Lo que hemos venido
proponiendo es que se pregunte si una democracia está orientada por liderazgos constructivos
o por caudillismos personalistas. Que se pregunte si
una democracia está regida por gobiernos respetuosos
de la Constitución y de la Ley o por gobernantes
que imponen sus caprichos. Si una democracia está comprometida
para construir una Nación sin exclusiones o simplemente
para reproducir condiciones de inequidad. Si una democracia
en fin de cuentas es sostenible por su práctica
y su visión moderna o está anquilosada.
Y para contestar
esas preguntas hemos propuesto que se mida a las democracias
contemporáneas con cinco
parámetros: la seguridad con alcance democrático
con que se esfuerzan para proveer a sus ciudadanos, el
respeto a las libertades públicas, la construcción
de cohesión social, la transparencia y el respeto
a la institucionalidad independiente.
Bobbio, en uno de
sus magníficos escritos, mostraba
que hay un punto de conjunción entre las tesis
liberales y las tesis socialistas, porque aparentemente
las unas parten del reconocimiento total a las garantías
del individuo y las otras parten de la primacía
del concepto del grupo.
Pues bien, en la
sana interpretación de Bobbio,
es imposible respetar las libertades individuales si
los individuos no están comprometidos con el colectivo.
Y es imposible mantener las libertades individuales si
finalmente no se respeta la primacía del interés
colectivo.
Por eso, en esos
cinco parámetros, nosotros hemos
incorporado el respeto a las libertades públicas
y al mismo tiempo la cohesión social, porque tienen
que ser convergentes y tienen que avanzar en el sendero
dialéctico, como lo propuso Bobbio, para que se
encuentren.
No pueden seguir
siendo aparentes polos, de tesis, de contradicciones
insuperables, la una en favor del individualismo
y la otra en favor de la primacía del ser social.
Tienen que reconciliarse, encontrarse en el punto de
equilibrio, para que funcionen bien las sociedades y
sus reglas fundamentales, las democráticas.
Y entonces encontramos
ahí un punto fundamental,
que es la construcción de cohesión social,
que reclama esta universidad libre, privada y social,
la Universidad Libre de Colombia.
La cohesión social que la entiendo como ese eslabón
que tiene que unir la Seguridad Democrática con
la reconciliación plena de los colombianos.
La cohesión social que tiene que dar a todos
los colombianos igualdad de oportunidades. La cohesión
social que tiene que construir una sociedad solidaria.
La cohesión social que tiene que permitir que
las nuevas generaciones vivan felices en Colombia.
Y la cohesión
social que queremos construir con Siete Herramientas
de Equidad.
La estamos trabajando
con una herramienta fundamental: la Revolución Educativa, a la cual usted refería,
señor Rector. Esa Revolución Educativa
llamada a producir un efecto sin el cual la democracia
se mantiene enfrentada por contingencias de consecuencias
imprevisibles.
Qué efecto el de la movilidad social. La movilidad
social, la circunstancia de que a los hijos de los pobres
no los condenen a ser pobres, se constituye en un imperativo
de sostenibilidad democrática. Y se logra en nuestra época
solamente con una Revolución Educativa permanente.
Por eso nuestro
empeño en la Revolución
Educativa, para poder decirle dentro de poco al mundo
que Colombia ha cumplido la primera de las Metas del
Milenio: la plena cobertura en educación básica.
Pero no para quedarnos
allí. Para avanzar en
educación universitaria, en la integración
entre la técnica, las tecnologías, la universidad,
la ciencia, la capacitación técnica, con
el buen cuidado en la pertinencia. Y sobre todo con una
educación de superior calidad, que le dé a
los ciudadanos de Colombia las máximas oportunidades
de productividad, de competitividad, de equitativa distribución
del ingreso.
En aras de la calidad,
las universidades vienen haciendo el esfuerzo de acreditar
todos sus programas: el nivel
de acreditación obligatorio.
En aras de la calidad,
el Gobierno viene invitando a las universidades para
la acreditación voluntaria
de los programas de excelencia.
En aras de la calidad
y de la transparencia, dejamos atrás la época en la cual los profesores
de los establecimientos públicos se nombraban
por recomendación política, y hemos entrado
en la época de los concursos de méritos
para configurar las nóminas de los profesores
oficiales.
En aras de la calidad,
hemos realizado ya la segunda prueba a los egresados
de los programas universitarios.
Esta tarde los premiamos en la Casa de Nariño.
En aras de la calidad,
nos proponemos que dentro de poco, en la tercera y
en la cuarta prueba, Colombia examine
a todos los egresados de todos los programas universitarios,
técnicos y tecnológicos.
En aras de la calidad y de la pertinencia, ya opera
el Observatorio Laboral de los egresados universitarios.
En el mes de noviembre,
la señora Ministra de
Educación dará a conocer al país
los primeros resultados de ese Observatorio, que entregará señales
contundentes a las universidades para que ellas aprecien
cómo está su relación con las tendencias
económicas y sociales de la Nación.
Que entregará señales a la economía
para que la economía advierta cuál es su
integración con la academia.
Que entregará señales al país entero
sobre cómo avanza su aparato educativo para ser
más competitivo en este mundo de economía
interrelacionada.
Que entregará señales a padres de familia
y a estudiantes para que tengan mejores criterios de
selección de universidades.
Hace dos semanas
asistimos con la Ministra a un formidable evento en
Bogotá. Se congregaron representantes
de 600 escuelas públicas del país, para
intercambiar sus experiencias sobre la promoción
de las competencias investigativas.
Allí se presentaron casos de investigación
sobre lenguas de comunidades indígenas. Allí se
presentaron casos de investigación adelantados
por escuelas de primaria y secundaria sobre la solución
a los desafíos de la seguridad alimentaria de
los colombianos, sobre el desarrollo de la piscicultura.
Fue la presentación de un semillero extraordinario
de inquietudes científicas de nuestros profesores
de primaria y secundaria y de nuestros niños y
adolescentes.
Eso obedece al estímulo de las competencias científicas,
que es fundamental en los niños para que las universidades
alcancen en nuestro país niveles universales de
excelencia.
Yo me duelo de los
problemas que aún tenemos,
de la poca financiación que aún damos a
la investigación científica. Pero creo
que la investigación científica no empieza
con caudalosas partidas en los presupuestos sino con
disciplina, vocación y emoción investigativa
en los ciudadanos.
Los países que han hecho grandes transformaciones
científicas, no empezaron a lograrlas con caudalosas
partidas presupuestales. Lo hicieron con la disciplina
de sus investigadores.
El gran paso de
Colombia hoy en materia científica
es estimular en los niñitos toda esa vocación
por la investigación. Investigación relacionada
con la solución de nuestros problemas sociales,
investigación relacionada con la solución
de nuestros problemas económicos, investigación
relacionada con la convivencia, con la tolerancia, investigación
relacionada con la cotidiana profundización del
ejercicio democrático.
La Revolución Educativa, que hoy me da la oportunidad
la Universidad Libre de referir a ella, es el gran camino
para la revolución de las oportunidades en nuestra
Patria colombiana, apreciados compatriotas.
Y aquí juega un papel extraordinario la Universidad
Libre. Tomo nota de su petición, señor
Rector, para que las instituciones oficiales del Ejecutivo
acompañen con más devoción estos
esfuerzos sociales que, desde una tribuna de libertad,
desde una universidad privada, ha adelantado históricamente
la Universidad Libre.
Hace pocos días, a raíz de unas acciones
violentas en la Universidad del Valle, dije en Cali que
el Gobierno que presido cree en una universidad científica
y de masas, popular y crítica. En una universidad
contestataria, pero en una universidad con rigor y en
una universidad con orden.
Ese día expresé que rechazábamos
las acciones de violencia en las universidades y que
la Fuerza Pública no podía renunciar a
combatir esas acciones de violencia, porque las universidades
son espacios de la ciencia, pero no espacio excluido
para el imperio de la Constitución.
E invité a
los vallecaucanos a establecer la diferencia entre
lo que tiene que ser una universidad
en una sociedad con contradicciones, inequidades y dificultades
como la colombiana.
Con los problemas
sociales que tenemos, nadie entendería
una universidad ausente de crítica, una universidad
desdeñosa frente a lo social, una universidad
adormecida frente a los desafíos de la inequidad.
Al contrario, lo que queremos es una universidad crítica.
Pero para que la
universidad sea crítica tiene
que ser científica. Para que la universidad pueda
cumplir su tarea de ser el laboratorio donde se procesen
los problemas de la sociedad y de constituirse en la
caja de resonancia desde la cual salgan las recetas para
que la sociedad supere sus contradicciones y dificultades,
la universidad también tiene que ser ordenada.
Por eso creemos
profundamente en una universidad en permanente debate,
pero sin odios. En una universidad
contestaria, pero sin anarquía.
Y cuando analizo
el recorrido de la Universidad Libre, desde esa bellísima acta de fundación,
desde esa bellísima declaración de principios
que escribiera el general Benjamín Herrera hasta
nuestros días, veo que ha cumplido una tarea magnífica
en la vida colombiana.
Ha sido un ejercicio
de universidad en el punto exacto, que impide la cátedra dogmática y que impide
la anarquía. Ese punto es el punto de la libertad
de cátedra. Ese es el punto del pluralismo para
que florezca la ciencia. Ese es el punto que nos anima
todos los días a fortalecer las libertades.
Llevaré, con la palabra más difícil
para aplicar en los seres humanos, que es la palabra
humildad, este título Honoris Causa y esta Condecoración
Benjamín Herrera.
Los seres humanos
aplicamos con facilidad la palabra disciplina. Los
seres humanos no tenemos que hacer mayores
para aplicar la palabra transparencia. Los seres humanos,
si dejamos que se exprese el corazón, no tenemos
dificultades para realizar nuestras tareas con amor,
y más las públicas, con amor a Colombia.
Lo difícil
es aplicar esa palabrita que se llama humildad: combatir
las expresiones de arrogancia y de
vanidad que se dan a cada momento en cada uno de nuestros
seres.
Pero me propongo
combatir las tentaciones permanentes de arrogancia
y de vanidad, para llevar con humildad,
con compromiso con mi Patria colombiana, con compromiso
con la democracia, con la libertad y con la cohesión
social, este doctorado Honoris Causa.
A mí me graduó la universidad, la vida
me ha comprometido más con Colombia, pero me ha
desgraduado de conocimientos.
Ustedes me comprometen
hoy más con la universidad,
con la ciencia, como fuentes de las libertades y como
caminos de la democracia.
Volveré, cada vez que mire esta condecoración,
a repasar la leyenda de Benjamín Herrera y de
Rafael Uribe.
Cuando empezó este Gobierno, se cumplió el
primer centenario del final de la Guerra de los Mil Días.
Hicimos celebraciones en Chinácota, en aquella
finca del departamento del Magdalena, que fueron dos
de los tres escenarios en los cuales se pactó la
paz. El tercero, el buque.
A los pocos días, los panameños celebraron
el primer centenario de su independencia y allí acudí a
hablar en nombre de todos los colombianos, con afecto
y con fraternidad. Todo eso sumado a lo de hoy, ha puesto
mi mente y mi alma en el ejercicio vital de Benjamín
Herrera y de Rafael Uribe, actores, como fueron, de aquellas
epopeyas, y de la epopeya de la democracia, que Colombia
sigue honrando con las decisiones autónomas de
sus instituciones independientes.
Benjamín Herrera, un ejemplo inigualable de patriotismo,
la Patria por encima de los partidos. Rafael Uribe Uribe,
un ejemplo en todo, un ejemplo en la guerra y en la paz,
un ejemplo en la gerencia y en el liderazgo, un ejemplo
en la virtud, un ejemplo en la reconciliación.
Cómo, después de los episodios de la guerra,
acompañaron a sus antiguos contrincantes del campo
de batalla, al general Reyes. Cómo no tuvo inconveniente
Rafael Uribe para hacer consistente en el nuevo discurso,
y congruente con él en decisiones de práctica
política, como aquella que antecedió a
su muerte en la elección presidencial de 1914.
Cuando cruzaba esta
noche el portón para entrar
a esa casa de la Universidad, donde él residió los últimos
días, recordaba aquella convocatoria, ejemplo
de dialéctica, con la que puso fin a la Guerra
de los Mil Días. Y quiero recordarla de nuevo.
Decía el General: “Hoy he renunciado a la
guerra, he tocado trompeta y he pasado revista a las
ideas que he venido profesando, y he dado de baja a aquellas
que considero inútiles y obsoletas, y las he sustituido
por otras más fuertes y robustas”.
Se renunció siempre a la violencia, pero nunca
se renunció al trabajo por el bien público.
Me emociona mucho este recuerdo de libertad y de democracia,
y salgo esta noche del claustro de la Universidad Libre
con una superior reflexión de amor a Colombia.
Quisiera simplemente
que yo pudiera retribuir a este título que ustedes
generosamente me entregan, pudiendo cosechar otro:
el de servidor en todas las horas
de la Patria, para el bien de los compatriotas.
Muchas gracias,
señor Presidente de la Universidad,
señor Rector y apreciados compatriotas.