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HOMENAJE PÓSTUMO AL MAESTRO EMILIANO ZULETA
Octubre 31 de 2005 (Valledupar – Cesar)

Compatriotas:

Venimos a acompañar al maestro Emiliano Zuleta Baquero, leyenda viviente, un juglar cuya vida y obra se confunde con los momentos fundacionales del pueblo vallenato.

Miembro y continuador de la más prolífica dinastía de creadores, se unía a la herencia musical de Cristóbal Zuleta y la inspiración poética de la Vieja Sara, su madre.

Ella cantó y fue cantada por los grandes del folclore vallenato, miembros de la generación de los clásicos, aquellos que hicieron de nuestra música una expresión de reconocimiento universal.

La naturaleza educó al Maestro con esos dones de la música y de la inspiración poética. De niño tomó un acordeón, sin permiso de su tío Francisco Salas. Cual si fuera un personaje creado por la imaginación literaria, se fue a esconder a la Sierra y cuando apareció –dijo–, “ya era acordeonero y cantaba los merengues de Francisco el Hombre, aprendidos de mi abuela”.

La madrugada en que regresó, para devolver el acordeón a su tío, cantó estos versos, la primera composición de la que tenemos memoria: “Le vivo rogando a Dios que me perdone mi tío, por culpa de un acordeón que yo me llevé escondío”.

La grandeza de Emiliano Zuleta le dio un puesto al vallenato en todo el mundo, en la Orquesta Sinfónica de Francia, e hizo que sonara en los grandes escenarios de las grandes capitales.

Todas las culturas aprecian la obra de Zuleta, porque como compositor fue un corazón capaz de mudarse en acordeón. Sus versos derriban las barreras entre los hombres y hacen amar a la gente y a la naturaleza.

Porque si algo identifica al vallenato, es que da vida al espíritu y convoca a la comunidad, sin exclusiones, de manera universal, como tantas veces en la historia de Colombia lo ha testificado esta placa que hoy le da la despedida.

En el vallenato hasta los ríos y las montañas se unen y las trovas no son pendencieras, o cuando lo son, sólo lo son en apariencia, porque llevan el espíritu de la fraternidad y el respeto por el otro.

Maestro Emiliano, maestros de grandes de los aquí presentes que se congregan para darle adiós al colega de la inspiración. Hoy me contaba el maestro Rafael Escalona aquella bella composición que le hizo casi de niño, todavía sin conocerlo.

Se congregan todos. Unos presentes, otros ausentes, reunidos con el Creador ante quienes interceden por Colombia.

Narró siempre las angustias con sentimientos de la leyenda amable.

Así, cuando Emiliano le recordaba a Moralito “el día que estuvo en Urumita y no quiso hacer parada, que se fue de mañanita sería de la misma rabia”, no estaba alegrándose por su partida sino lamentando su ausencia y enviándole una invitación por el reencuentro.

El maestro Emiliano, expresión de creatividad.

En el Cesar y La Guajira lo particular y cotidiano tomó forma ética universal. Lo que aquí fluía de manera sencilla, como la naturaleza hace que fluya el viento, para el mundo, para la Patria entera, se convirtió en algo ético. Y a ello cuánto contribuyó Emiliano, a quien hoy despedimos.

La grandeza de su literatura está asentada en el descubrimiento de lo bello que hay en lo aparentemente pequeño. El vallenato es el canto al acto solidario, a la alegría, a la alegría que para sus compatriotas siempre generó Emiliano.

Esa alegría, que es la exteriorización del orden. Esa alegría de la música de esta tierra, que es la rebelión contra la insolidaridad, que es la rebelión contra la violencia. Esa alegría de la música de esta tierra que nos inspira una Nación sin exclusiones, también sin odios. Una nación fraterna en la alegría.

Al maestro Emiliano Zuleta, cuyo cuerpo regresa a la tierra, cuyo espíritu seguirá iluminando a su Cesar, a su Guajira y a su Patria entera, Colombia toda le rinde el homenaje como a uno de los grandes.

Él es paradigma de la fraternidad, que es el himno diario que debemos cantar todos los colombianos.

Brindamos tributo al maestro cantor de su tierra, a través de él exaltemos nuestro pasado, inspirémonos frente al presente y divisemos el futuro.

Emiliano Zuleta es gloria de la música colombiana, gloria del vallenato, gloria de nuestra cultura.

Logró el milagro de una convocatoria universal, el milagro de reunir a la Nación entera alrededor de la música, que él, de manera tan natural y al mismo tiempo tan simple y al mismo tiempo tan profunda, contribuyó a crear.

Esa música vallenata que une el alma de los colombianos y que es una de las mejores presencias de nuestra Patria en todos los rincones del mundo.

Ahora que el Gobernador nos invitaba a despedirlo, agitando los pañuelos y cantando unos renglones de la Gota Fría, nos hacía conmover para conectarnos todos en el alma y, en un momento de tantas dificultades de la Patria, darle la despedida a quien nunca nos puede abandonar.

Maestro Emiliano, usted que trabajó por la alegría y por la unidad de la Patria, contribuya desde el cielo a la reconciliación de la Patria.

Usted, que hizo del vallenato de la inspiración un hilo que fue atando a cada colombiano con el otro para constituir una gran comunidad, ayúdenos a que esta Nación supere los odios alrededor de la fraternidad que usted siempre le fertilizó.

Todos los colombianos nos congregamos hoy en el sentimiento de nuestras almas con ustedes, apreciados compatriotas del Cesar, para despedir a quien nunca habrá de irse porque siempre estará con Colombia. Mi solidaridad con todos ustedes.

 
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