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II CUMBRE MUNDIAL CAFETERA
Septiembre 24 de 2005 (Salvador de Bahía – Brasil)

Señoras y señores:

Hace dos años, la Organización Mundial del Café nos citó a Cartagena y allí tuvimos la gratísima visita del Presidente de Brasil Luiz Inácio “Lula” Da Silva. Los colombianos quedamos inmensamente agradecidos y reconocidos.

En nombre de todos mis compatriotas, traigo a usted señor Presidente (de Brasil Luiz Inácio) “Lula” (Da Silva) un saludo lleno de solidaridad y de afecto.

Es muy grata esta reunión en esta ciudad histórica tan importante.

Cuando recordaba nuestra reunión en Cartagena, y ahora esta reunión en Salvador de Bahía, veía aspectos comunes tan importantes de estas dos bellas ciudades, su parte histórica, su presencia y su futuro, sus desafíos unidas al respaldo de estas aguas del atlántico que allá se tornan en el caribe.

Durante los últimos años las relaciones de Colombia y Brasil se han profundizado muchísimo. Celebramos lo que parecía un imposible: el acuerdo entre la Comunidad Andina y MERCOSUR. Cuando nos proponíamos en el año 2002, año en que fueron elegidos el Gobierno del Presidente Lula del Brasil y el Gobierno que presido en Colombia, ese acuerdo parecía una utopía. Hoy es una realidad.

Hemos avanzado muchísimo hacia la integración de la Comunidad Suramericana, confiamos que finalmente sea una integración más práctica, menos retórica. Una integración con resultados, austera, las relaciones internacionales en el mundo contemporáneo hay que legitimarlas, no con retórica sino con resultados, hay que aprovechar las comunicaciones, el Internet, las teleconferencias para reducirle costos al manejo de las relaciones internacionales y creo que la unión suramericana puede ser un gran ejemplo de relaciones internacionales modernas, prácticas, con solidaridad.

CRISIS CAFETERA

No estamos en una situación tan mala como hace dos años, pero hay signos de preocupación. La crisis todavía no está plenamente recuperada. Hasta el mes de julio pensábamos que definitivamente la crisis iba a ser un tema del pasado, pero lo que ha pasado, lo que ha ocurrido en las últimas semanas, demuestra los peligros que aún mantiene esta crisis.

Hay que recordarle al mundo que los ingresos de los países productores en algún momento alcanzaron $12 mil millones de dólares al año, y que eso se ha reducido a $5 mil.

Hay que recordarle al mundo que la elevación de los precios del petróleo ha producido un impacto muy negativo en la elevación de los precios de insumos para la producción cafetera, como para la producción agrícola en general.

Y cuanto nos preocupa saber que instrumentos financieros internacionales como los fondos que estaban invertidos en café, se están trasladando al petróleo, con un inmenso interrogante sobre lo que pueda ser su impacto en el precio del café.

En Cartagena propusimos el ingreso de Estados Unidos a la Organización Mundial del Café, los reclamamos y tenemos que agradecer a sus directivos, al doctor Néstor Osorio, al todos los directivos de la Organización Internacional del Café (OIC) y a los Estados Unidos el paso que se dio. Hoy, registramos complacidos la presencia ya como miembro pleno de la OIC de los Estados Unidos, un gran consumidor.

Quiero llamar la atención sobre la relación que tienen esta Conferencia Mundial Cafetera y la reunión que hace dos semanas se dio en Naciones Unidas para confirmar nuestro compromiso con las Metas del Milenio.

Las Metas Sociales del Milenio, que son un desafío para la paz de la humanidad, cuyo cumplimiento es una exigencia para la estabilidad de las democracias, están en nuestros países productores íntimamente relacionadas con la suerte de la caficultora.

Si el ingreso de los productores no se mejora, se dificulta muchísimo que países con pobreza e inequidades puedan ser exitosos en el cumplimiento de las metas sociales del milenio.

En Colombia por ejemplo, la caficultura es una alternativa muy eficaz que evita el crecimiento de las drogas ilícitas y del terrorismo, ese es otro tema sobre el cual queremos llamar la atención. Porque ese producto no se puede tratar como un simple mercado, sino como un producto que tiene una profunda significación social, una relación estrechísima con el desafío de los países nuestros de cumplir con las metas sociales del milenio, una relación estrechísima con desafíos como el que tiene Colombia de superar el terrorismo y las drogas ilícitas.

El café es un camino social, es un camino de estabilización democrática.

Colombia, tiene 800 mil hectáreas en la caficultura, guarden esta cifra apreciados asistentes de todo el mundo cafetero. En promedio una familia cafetera colombiana, tiene 3 hectáreas. Ahí vamos viendo esa estructura profundamente democrática, social de la caficultura en Colombia, como se ve en muchos países.

El 90% de nuestras familias cafeteras tiene menos de 2 hectáreas. El café colombiano es manejado manualmente en su totalidad en unas montañas que en muchas partes tiene altas pendientes. Hemos tenido que hacer un enorme esfuerzo para mejorar la productividad sin mecanizar, con el manejo manual, lo que tiene gran incidencia en el tejido social colombiano, y por supuesto, produce un gran impacto en la calidad del café.

Los científicos han concurrido que una de las razones que más influye en la suavidad y en el aroma del café de Colombia, es el manejo manual.

Colombia tiene una institucionalidad cafetera ejemplo. De ella hacen parte 563 mil familias. Está organizada en tres niveles: En el nivel local, en el nivel regional y e internacional. Los órganos de esa institucionalidad se proveen por procedimientos democráticos, por el voto directo de esa gama tan amplia y democrática de pequeños propietarios.

Esa institucionalidad ha tenido una relación histórica, de gran importancia, con sus integrantes, los productores, con el Gobierno colombiano y con la comunidad internacional.

A través de esa institucionalidad el Gobierno ha hecho acuerdos, en ocasiones como en los últimos años, para compensar en alguna parte a los productores por la pérdida de ingresos.

El Gobierno ha tenido que acudir a hacer esfuerzos fiscales enormes para entrar a ayudar a esos pequeños productores, porque los ingresos reducidos les crearon inmensas dificultades para pagar sus deudas.

Hubo un momento en el cual, mientras las tasas de interés subían aceleradamente, los precios del café venían en dirección contraria. Entonces, conjuntamente institucionalidad y Gobierno tuvieron que salir al rescate de esos cafeteros endeudados y arruinados.

A través de la institucionalidad se trabaja muchísimo en temas de investigación, de renovación.

Es hora de pensar nuevamente en el quehacer cafetero. Creo que debemos salir de esta reunión de Salvador de Bahía con una conciencia con mayor sensibilidad sobre la responsabilidad que va por igual a países productores y a países consumidores.

Indudablemente los países productores tenemos que hacer mayores esfuerzos en competitividad, mayores esfuerzos en la responsabilidad social con los productores, pero también tenemos que entregarle el mundo un nuevo producto, nuevos canales de mercadeo.

Nosotros, en los países productores, tenemos que hacer mayores esfuerzos por producir café orgánico, por producir café amistoso con el medio ambiente.

Que el mundo entero sepa que al saborear una taza de café no sólo está saboreando un producto de la economía, sino un producto que tiene responsabilidades sociales y responsabilidad con el medio ambiente.

En algún momento, Colombia por aumentar la producción y la productividad, pasó de tener una café históricamente cultivado con sombrío a un café en plena exposición al sol.

Aumentó la producción, pero también aumentó la erosión del suelo. Y se destruyeron los nacimientos de agua porque ese fenómeno, esa histeria, llevó a destruir mucho bosque protector de nacimiento de agua y se ahuyentaron las aves.

Nuestro café orgánico todavía representa poco, pero está creciendo al 33% al año. En el momento que el mundo tenga mayor información sobre el carácter social de la caficultura, sobre el compromiso de la caficultura con el medio ambiente, el mundo tiene que ser más receptivo a este producto.

Esta crisis del petróleo, la crisis energética que se puede constituir en el gran obstáculo al mejor desempeño de la economía mundial, nos obliga a pensar más en el café orgánico.

Nuestros hermanos países de Centroamérica que participan de manera muy importante en la caficultura y que la caficultura tiene para ellos, como para Colombia y para otros países un gran significado social, no son países productores de petróleo, tampoco producen gas, no producen carbón, están hoy en muy serias dificultades para pagar sus energéticos. Hasta el punto que me permito decir hoy acá lo que dije hace una semana en Naciones Unidas, estos países pueden correr el riesgo de tener que destinar a pagar los costos energéticos, aquellos recursos que habían destinado para cumplir las metas sociales del Milenio.

Una vez más el imperativo de acelerar la producción de café orgánico para que haya menos dependencia de la adquisición de petróleo, de derivados, de fertilizantes, de agroquímicos en general y de otros energéticos.

La necesidad de producir café orgánico es un imperativo para que haya mayor conciencia sobre el carácter social de este producto en los países consumidores.

Pero también necesitamos nuevos canales de mercadeo. Yo veo con preocupación que la institucionalidad cafetera mundial perdió una oportunidad y casi pierde una segunda.

Yo me pregunto por qué la institucionalidad cafetera mundial permitió que se consolidaran en el fondo unas pocas transnacionales muy sólidas comercializadoras de alimentos y los países productores de café nos quedamos por fuera de ellas, creo que eso nos hizo inmenso daño.

Nos quedamos sin intervención en las grandes cadenas comercializadoras de alimentos en el mundo, perdimos esa oportunidad. Y la perdimos porque creímos que los buenos precios iban a ser una constante inamovible. Y estamos a punto de perder una segunda oportunidad.

El mercadeo ha querido llegarle en pequeñas tiendas de grandes cadenas directamente a los productores. A los consumidores. ¿Cuál es mi preocupación?: que esas tiendas le están mostrando al mundo que quieren pasar del posicionamiento de la marca del productor al posicionamiento de la marca de la tienda.

La orientación publicitaria que se ve en esas tiendas indica que se esconde el origen del café y se divulga y se promueve el nombre de la tienda. Eso puede ser muy grave, porque en una generación puede darse que el mundo ya no sepa de orígenes de café, sino simplemente del nombre del quien lo distribuye.

Colombia ha querido hacer el esfuerzo de empezar modestamente un esquema de tiendas en los países industrializados para ofrecer café directamente al público con la marca Juan Valdez Café de Colombia.

Es la mejor manera de defender el origen del café y de hacer publicidad vendiendo. Pero creo que para poder competir con esas grandes cadenas de tiendas, este esfuerzo no es suficiente. Nosotros estamos con el liderazgo de nuestra institucionalidad cafetera próximos a una capitalización a ese esquema por parte de todos los productores, pero insisto, necesitamos que ese sea un esfuerzo internacional de todos los países que producen café.

Imaginen ustedes que peligro, que en unos pocos años, quien se tome una taza de café en Tokio o en Nueva York o en Beijing, no sepa nada de la marca de origen sino que simplemente relacione esa taza de café con el nombre de una tienda internacional que nada tiene que ver con el productor ni con el país donde se produce. Requerimos hacer ese esfuerzo, no dejarlo en el discurso sino llevarlo a la realidad.

Y los países consumidores tienen inmensa responsabilidades. Tienen una responsabilidad con el precio del café por la relación de este precio con la construcción de equidad. Si no hay equidad es imposible un orden internacional tranquilo. Yo me pregunto, ¿por qué en muchas partes se está produciendo café artificialmente?, lo que va en contra de producir café amigable con el medio ambiente y me dan una razón: porque los países industrializados con sus subsidios a la agricultura, con sus barreras de ingreso de productos agrícolas, obligan a los países productores a tener que sembrar café en áreas donde podrían sembrarse otros productos.

Llamamos la atención de los países industrializados para que ellos caigan en cuenta de su responsabilidad de permitir el acceso al mercado de productos agropecuarios de nuestros países, y evitar así que las circunstancias sigan forzando a utilizar esas tierras con café artificialmente producido.

Necesitamos de verdad hacer un gran esfuerzo para racionalizar los precios. Yo vengo hoy con preocupación porque si bien estamos en mejores circunstancias que hace dos años, las señales de las últimas semanas son difíciles.

Llegamos a tener café por encima de 1,10 (centavos de dólar) y esta semana ha estado en 91 centavos de dólar. Hay que hacer un esfuerzo para ponerle un piso al café de un dólar. Es una necesidad.

Hay que salir de esta reunión con algo positivo. Que no sea una reunión simplemente de discurso. Que no sea una reunión simplemente de cortesía. Que no sea una reunión para hacer un homenaje. Que sea una reunión para tomar decisiones.

A mí me preocupa que mientras el mercado es capaz de desviar recursos del café al petróleo, nosotros no somos capaces en los países productores de tomar acciones que nos defiendan.

No estamos en el mundo de las cuotas, pero sí tenemos que hacer un esfuerzo para orientar recursos financieros hacia la caficultura y evitar que todos se desvíen hacia el petróleo, con un grave impacto en los precios.

Cuando uno dice: “tomemos acciones para defender que el precio no se ponga por debajo de dólar”, le dicen: “cuidado, que eso es muy grave, que eso atenta contra el libre mercado”. Esos son los dogmas del mercado, que finalmente lo que hacen es atentar contra la equidad social. Cuando el mercado produce estragos, nada se dice.

Cuando desde los gobiernos o desde los sectores sociales producimos mecanismos para defender nuestros ingresos sociales de los excesos del mercado, inmediatamente algunos se espantan y dicen: “eso es muy grave para la marcha de la economía”.

La marcha de la economía solamente es tranquila y sin sobresaltos, en la medida que garantice equidad social.

Yo los invito a que todas nuestras autoridades estudien unos mecanismos que pongamos en práctica e impulsemos desde los países productores, para evitar que siga esta desviación de recursos del café al petróleo.

Y que nos propongamos hacer lo que haya que hacer para ponerle un piso al precio del café, que no esté por debajo de un dólar.

Es preferible que nos critiquen los economistas que le tienen un respeto magistral al libre mercado, es preferible que nos critiquen ellos, a permitir que se siga derrumbando la vida social de nuestros pueblos.

El presidente Lula nos está debiendo una visita. Esta tarde cuando regrese a Colombia tendré que decir allá cuando va usted, porque lo estamos esperando con empresarios y trabajadores brasileros, para que fomentemos la inversión de brasileros en Colombia y de colombianos en el Brasil.

Nuestras economías, no obstante la diferencia en sus tamaños, son muy parecidas en lo que producen. Por eso nosotros no podemos quedarnos en la ilusión del intercambio, porque, más que complementarias, son economías de producción semejante.

Tenemos que avanzar es hacia la integración de inversiones. Eso lo consideramos absolutamente necesario y, con su liderazgo, puede promoverse muy eficazmente.
Además allá estamos totalmente comprometidos en esa lucha para que cumplamos con las metas sociales del Milenio, y para cumplir con las metas que usted, con tanto entusiasmo, le ha propuesto al mundo para eliminar el hambre, esa lucha contra el hambre.

Apreciados amigos de todos los países productores: éxitos.

Estaré muy atento de lo que digan los cables de los medios de comunicación, y ojalá pudiera decir a los colombianos que en la reunión de Salvador de Bahía se atrevieron a tomar medidas para que el precio no siga por debajo de un dólar.

A todos, muchas gracias.

 
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