ENCUENTRO
CON LOS ESTUDIANTES DE LA FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS
DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
Septiembre 30 de 2005 (Medellín – Antioquia)
Compatriotas:
Muy grato regresar a
la Universidad a tener esta oportunidad democrática con ustedes. Yo no he sido partidario
de que la democracia moderna la sigamos dividiendo entre
democracia de izquierda y democracia de derecha. Eso era
válido cuando en el Continente había dictaduras.
Pero hoy cuando todo el mundo manifiesta aceptar la regla
democrática, eso empieza a ser obsoleto, polarizante
e impráctico.
Polarizante. Lo vimos
hace poco en la elección del
Secretario de la OEA.
Impráctico. Una periodista de la CNN me decía: ¿usted
cómo se siente como gobernante de derecha en un medio
latinoamericano de izquierda? Le contesté: ¿y
usted por qué cree que Lula es de izquierda y yo de
derecha, cuando llevamos casi el mismo tiempo en el poder?
Y no supo responderme. Le dije: ¿y usted qué es?
Me dijo: yo soy de izquierda. Le dije: ¿y por qué?
Y no supo responderme. Eso empieza a ser impráctico.
He creído que lo que hay que preguntarnos es si una
democracia es incluyente o excluyente, si una democracia
está regida por el ordenamiento jurídico o
por caprichos, si una democracia es una democracia de caudillos
o una democracia de liderazgos responsables con el pluralismo
y con la Constitución.
Y para eso he propuesto cinco elementos:
La Seguridad Democrática.
El respeto a las garantías y a las libertades públicas,
como la que insultamos esta mañana aquí.
La construcción de cohesión social que, dicho
sea de paso, es el gran camino para pasar de la Seguridad
Democrática a la paz estable. La cohesión social,
que es la justicia social, yo la pongo ahí como ese
tránsito necesario para que la Seguridad Democrática
de hoy se convierta en la paz estable de mañana.
La transparencia, sin lo cual no hay confianza. La confianza
es necesaria para que cada individuo se sienta parte del
todo colectivo.
Y el respeto a las instituciones.
Esto empieza por el respeto al pueblo, a las instituciones
del poder público,
etcétera.
¿Por qué hemos llamado esto Seguridad Democrática?
Por razones históricas y de vocación.
¿Cuál es la vocación?
Garantizar el pluralismo en Colombia.
¿Cuál es la razón histórica?
El Continente fue recorrido por la doctrina de la seguridad
nacional. En nombre de la seguridad de aquella época,
se suprimieron las libertades públicas, se impusieron
dictaduras, se persiguió a los disidentes, se descalificó a
la oposición, se anuló la democracia.
Entonces la nuestra
es democrática, para establecer
una diferencia con lo que fue el fantasma de la seguridad
nacional que recorrió el Continente.
¿Cuál es nuestra vocación con esta
seguridad Democrática? Profundizar el pluralismo a
través de proteger por igual a todos los estamentos
de la sociedad colombiana.
Seguridad Democrática implica seguridad para los
amigos de las tesis del Gobierno y seguridad para los críticos.
Pienso, Jorge, profesor Alonso, que siempre la oposición
ha tenido garantías en Colombia, pero nunca tan eficaces
como ahora.
Recuerden qué pasaba con los voceros de la verdadera
oposición. Y creo que eso empieza a legitimar porque
esta seguridad es democrática.
Seguridad Democrática para proteger por igual al
campesino que al empresario del campo, al líder gremial
que al líder sindical.
Y creo que eso va relacionándose con el segundo elemento,
que es la garantía de las libertades públicas,
donde por supuesto hay un gran compromiso con los derechos
humanos.
Esta Seguridad Democrática, profesor Giraldo, y ahí contesto
una de sus valiosas críticas, solamente es sostenible,
debido a que es un Estado de opinión, en la medida
que sea creíble, y para ser creíble tiene que
ser eficaz y transparente.
Y no es transparente
si no protege la totalidad de universo ciudadano, y no
es transparente si no adhiere en la práctica
a los derechos humanos. Eso es bien, bien importante.
¿Por qué nosotros hemos calificado como terroristas
a estos grupos y por qué hemos negado la existencia
de un conflicto armado?
Que hubo raíces ideológicas, como lo dice
el profesor Pizarro Leongómez, claro que las hubo.
Cuando el doctor Valencia Cossio y yo estudiábamos
en la Facultad de Derecho veíamos, a principios de
los años 70, una formación guerrillera en Colombia
bastante ideológica.
Y recuerdo que las diferencias
eran: quién defiende
más las tesis de Cuba, quién defiende más
la tesis de Moscú, quién defiende más
la tesis de Pekín.
Nunca pensamos, cuando
ya se vislumbraba el poder del narcotráfico
en Colombia, que quienes parecían en ese momento antípodas
fueran después a mezclarse, a converger, a fusionarse.
Eso ha sido un tránsito inesperado, para mí,
en el proceso de observar la vida colombiana. Creo que hemos
pasado de unas raíces ideológicas a un mercenarismo.
¿Por qué se
les dice terroristas y se niega la existencia del conflicto
armado?
Para contestar eso hay
que decir qué legitimó a
algunos movimientos insurgentes de América Latina.
Fueron legitimados por dos circunstancias: por la lucha contra
las dictaduras y por la lucha por la construcción
de justicia social.
¿Qué ha pasado en Colombia? Hoy hay una democracia
en profundización, y la lucha de estos sectores insurgentes
no ha contribuido a la democracia, ni ha contribuido a la
erradicación de la pobreza.
Miremos: cuando todavía no había certeza de
que Colombia fuera a aprobar la elección popular de
alcaldes, recuerdo que la Farc hacía llegar a la Ciudad
Universitaria unos volantes tratando de justificar su lucha
armada porque en Colombia no había ampliación
democrática.
Vino la elección popular de alcaldes. Posteriormente,
la Constitución del 91, que trajo la elección
popular de gobernadores, que introdujo mecanismos muy importantes
de participación directa, de democracia directa.
¿Y cuál ha sido la respuesta de estos grupos?
Asesinar alcaldes, presionarlos, etcétera. Cuando
este Gobierno empezó había 400 alcaldes, de
los 1.096 de Colombia, que no podían ejercer en los
municipios por presión de los grupos violentos. Eso
es una contradicción con lo que ellos habían
predicado para tratar de justificar su acción armada.
Y el Gobierno lo que
ha hecho es dar ejemplo, creo yo, con muchas falencias
que tenemos, porque no estamos en un paraíso,
pero creería que hemos dado pasos correctos en materia
de respeto a la democracia.
Si ustedes miran el
referendo de 2003, encontrarán
que los grupos opositores abstencionistas tuvieron tanto
o más espacio para defender sus tesis que el Gobierno.
Si ustedes miran esas
elecciones de 2003, verán que
por primera vez a alcaldías muy importantes y a gobernaciones
muy importantes llegaron voceros de la verdadera oposición,
que habían sido asesinados en el pasado por la sola
circunstancia de ser candidatos.
El Gobierno los protegió eficazmente como candidatos,
sin importar que su origen fuera, por ejemplo, en el apoyo
por parte de partidos políticos nutridos por antiguas
guerrillas, etcétera. Y hemos construido gobernabilidad
con ellos, y hemos construido ese mínimo de unidad
de Patria. Creo que eso empieza a hacernos claridad sobre
esto. Estamos en una democracia en proceso de profundización.
Si ustedes leen las
legislaciones europeas, como la alemana, el commonlow,
que ya empieza a tener bastante documental,
encontrarán que allí hay un punto común,
que es definir como terrorismo cualquier acción armada
o amenaza de uso de armas por razones ideológicas,
religiosas, políticas.
Pues bien, uno les pregunta
a los profesores europeos, a los politólogos: ¿por qué eso? Y dicen:
definirlos como terroristas es el balance que nosotros necesitamos
para seguir luchando por la profundización de nuestra
democracia. Si Europa occidental garantiza una democracia
pluralista y profunda, la contraprestación para que
la ecuación esté equilibrada es que a aquellos
que desafían esa democracia a través de la
amenaza o el uso de armas, se califiquen como terroristas.
Entonces es distinto
una guerrilla luchando contra una dictadura que una guerrilla
o unos paramilitares afectando el ordenamiento
jurídico en un país, donde hoy está probado
que todas las diferencias se pueden resolver democráticamente.
Creería que la posibilidad de resolver las diferencias
democráticamente es lo que está marcando la
diferencia.
Se me pregunta: bueno,
pero si son terroristas, ¿cómo
va a negociar con ellos?
Por eso hemos pedido
el cese de hostilidades. Recuerden ustedes el proceso irlandés del Viernes Santo de 1998.
Allí se exigió el cese de hostilidades, pero
se dio todo el plazo para llegar al desarme y a la desmovilización.
Y un punto adicional
bien importante: ese proceso de paz no surgió por espontaneidad. Surgió porque
durante 17 años los gobiernos de la señora
Tatcher y John Major impusieron una política severa
de autoridad y seguridad en Gran Bretaña, que derrotó el
ala más militarista del IRA y que permitió que
los sectores inclinados a la negociación, al interior
del IRA, pudieran predominar sobre los sectores que negaban
la negociación.
La negociación allí surgió de una política
de autoridad y se facilitó por la exigencia del cese
de hostilidades y la concesión de aplazar el desarme
y la desmovilización. Creo que ese punto es bien importante
también para tenerlo en cuenta en Colombia.
¿Entonces cómo podemos dar nosotros el tránsito
de definirlos como terroristas a permitir la negociación
con ellos? A partir del cese de hostilidades, que es lo que
hemos venido exigiendo.
Que hay unas raíces de conflicto histórico,
no se pueden negar. ¿Cuál es mi definición
de conflicto al mirar hoy el mundo? Es un mundo cargado de
diversidad. Y la diversidad cuando todos los actores tienen
que estar interrelacionados, que es la característica
del mundo moderno, genera permanentemente un conflicto, que
es la discrepancia.
Pero cuando hay la posibilidad
de definir la discrepancia cotidianamente a través de la apelación democrática,
no se puede reconocer la acción armada para definir
la discrepancia.
Mi reconocimiento al
conflicto armado equivale a una justificación
de lo que no es justificable. Porque entrar a justificar
la apelación armada cuando hay un profundo avance
para garantizar la democracia, prácticamente es aceptar
que le pongan talanqueras a la democracia.
Y esto lo abono con
dos elementos. La guerrilla dijo durante mucho tiempo,
también además de lo que decía
que justificaba su acción porque no había elección
popular de los gobernantes más cercanos, dijo que
no aceptaba entrar a negociar porque en este país
no había garantías para la oposición.
Eso fue válido cuando se asesinó a la Unión
Patriótica. Pero creo que ahí confluyeron dos
errores. El error por parte de los promotores de ese partido
de aceptar la combinación de la lucha armada con la
lucha política. La lucha política no acepta
sino las armas argumentales. Y el error del Estado de haberle
faltado determinación para proteger eficazmente a
la gente de la Unión Patriótica.
Eso dos errores históricos no se pueden repetir.
Creo que con las garantías eficaces que hoy tiene
la oposición, y que se pueden demostrar a lo largo
de estos 38 meses de Gobierno, esa justificación de
la Farc está eliminada en el tiempo. Es tema del pasado.
Y lo otro: que no empezaba
a negociar hasta que no se desmontara el paramilitarismo.
De los paramilitares se hablaba, pero
nada se hacía contra ellos. Este Gobierno ha enfrentado
a los paramilitares con igual severidad que a la guerrilla.
Nuestro propósito ha sido la recuperación institucional.
Mire: yo me habría podido unir a los paramilitares
soterradamente para enfrentar la guerrilla. Les habría
dicho: quédense quietos, no tenga más incursiones
en masacres, ayúdenle al Gobierno a eliminar ELN y
Farc.
Y de pronto iríamos más adelante en la lucha
con el ELN y la Farc, pero qué mal camino, qué mal
ejemplo, qué mal ejercicio. Por razones cristianas,
democráticas, de compromisos de ciudadano, de observancia
de la Constitución, de padre de familia, la decisión
que tomamos fue la institucional, que no siempre ha sido
la de Colombia.
Este señor, cuyo tema hoy se discute, desde un grupo
delincuencial tuvo alianzas con el Estado para enfrentar
otro grupo delincuencial. El Estado nunca se puede unir con
grupos delincuenciales para enfrentar otros grupos delincuenciales.
El camino tiene que ser absolutamente institucional, así sea
más demorado y más difícil.
En muchas zonas me dicen:
Presidente, ¿quién
nos va a defender ahora que no hay paramilitares? ¿Por
qué no aplazaron el desmonte de los paramilitares
hasta que hubieran acabado con la guerrilla? Porque el pueblo
colombiano no puede seguir sometido a la guerrilla o a los
paramilitares.
Esos dos fenómenos hay que acabarlos todos, como
hay que acabar el narcotráfico y hay que acabar la
corrupción. Tenemos que hacer el gran esfuerzo de
que sean las fuerzas institucionales las que ejerzan el monopolio
de la protección efectiva de la ciudadanía
colombiana.
Creo que esos pasos
le quitan a la guerrilla el otro argumento que esgrimía
para no negociar: el argumento de la existencia del paramilitarismo.
Dadas estas condiciones,
he dicho: Colombia tiene una crisis humanitaria. Pero esa
crisis humanitaria no justifica la
acción de estos grupos armados porque, al contrario,
ellos han contribuido a agravarla.
¿Cuál ha sido el resultado social de estas
cuatro décadas de estos grupos? Menos inversión
en Colombia, más desempleo, atraso del país,
más pobreza, menos confianza en nuestras instituciones.
Entonces ellos han producido un resultado muy diferente a
lo que dijeron iría a ser el factor legitimador de
su lucha, su lucha social.
Recientemente he dicho,
para facilitar acuerdos con el ELN, que si empieza un proceso
de paz y hay un cese de hostilidades,
yo no tendría inconveniente en decir: bueno, reconozco
que hay un conflicto político, vamos a negociarlo
con el ELN.
¿Por qué lo he dicho? Para facilitar la paz.
Porque allí lo práctico es entrar a alimentar
un cese de hostilidades y, a partir de un cese de hostilidades,
a posibilitar la llegada a la paz. Y muchas veces el gobernante
tiene que dejar a un lado sus propias convicciones, por los
bienes públicos superiores. Y el bien superior de
la paz es un bien público que tiene que prevalecer
sobre las convicciones del gobernante.
Felipe, el gobernante
tiene que dar ejemplo en cumplimiento de la ley, y usted
me ha pasado aquí el papelito de
los diez minutos.
Muchas gracias.