CONMEMORACIÓN DEL NATALICIO
DE RAFAEL NUÑEZ
Septiembre 28 de 2005 (Cartagena
de Indias, Bolívar)
Compatriotas:
En primer lugar quiero agradecer al señor Gobernador
esta distinción que me abruma y me compromete. La
verdad es que cuando se mira a los colombianos con el mismo
propósito con el cual se mira a los hijos, lo único
que se quiere es que el pueblo pueda vivir feliz y que felices
vivan las nuevas generaciones. Esa es la única, la
mejor retribución a la cual se puede aspirar con afecto
por la República.
Siento violados esos
preceptos cuando, primero por la generosidad del señor Alcalde de declarar un hijo adoptivo de
esta ciudad que tanto me compromete, y ahora por generosidad
del señor Gobernador, me impone la máxima presea
de esta tierra que lleva el nombre del Libertador: la Orden
Rafael Núñez.
Cómo me compromete con su tierra, con la Patria,
cómo me compromete con el pensamiento luminoso e iluminante
del ex presidente Núñez y cómo me compromete
con su amistad y generosidad, señor Gobernador.
Fue necesario aplazar
este acto unas horas hoy porque con el señor Gobernador, su colega de San Andrés,
los alcaldes de Cartagena y de Santa Marta, nos desplazamos
a la Isla de Saint Kitts para reunirnos con los directores
de las empresas de cruceros, industria que está moviendo
más de 11 millones de turistas en el mundo, la mitad
aquí en el Caribe, para una nueva sesión con
ellos a ver como impulsamos que esos cruceros, no obstante
dificultades que todavía tenemos como la alarma de
viajeros de los Estados Unidos, tocan intensamente Cartagena,
Santa Marta y San Andrés.
Creo que las perspectivas
empiezan a ser mejores, no obstante que las cosas toman
tiempo. Y tenemos que seguir luchando
para que esa alarma de viajeros todos los días se
suavice hasta que se elimine.
Me preguntaban hoy los
periodistas: bueno, ¿y cuándo
empiezan a llegar los cruceros masivamente a Cartagena, Santa
Marta y San Andrés? Es tema de paciencia. No se consigue
de medianoche para el día. Es tema de seguir luchando
para que cada colombiano se convierta en un arquitecto de
la paz, en un constructor de la confianza nacional.
La imagen no se cambia
hoy sino con hechos. Finalmente la imagen es el resultado
de los hechos. Si cada uno de nosotros
contribuye a consolidar las instituciones democráticas
a través de su fin superior, que es la paz y el bienestar.
Si cada uno de nosotros contribuye al buen nombre de Colombia,
la imagen internacional del país tiene que mejorar
y entonces este país empezará a gozar todas
las posibilidades con que el Creador lo ha dotado.
Soñamos caudales
de turistas desembarcando en estas tres ciudades de la
Patria, contribuyendo con sus recursos
al empleo, al ingreso popular, al mejoramiento del nivel
de vida de los ciudadanos, y en esa tarea no desmayaremos.
Hace ciento diez años, dos leales servidores del
doctor Rafael Núñez y de doña Soledad
Román salieron de la modesta y acogedora casa de El
Cabrero –una residencia igual que la personalidad de
sus dueños–, tomaron los baúles que contenían
los archivos personales del Presidente, los depositaron en
un bote y remaron mar adentro. Cuando estuvieron a alguna
distancia de la playa, lanzaron al agua los papeles. Así cumplieron
la última voluntad de Núñez: que desaparecieran
para siempre los testimonios y constancias con los hechos íntimos
de varias décadas de historia protagonizados por él.
Núñez tenía conciencia del valor histórico
de esas piezas, pero prefirió respetar la intimidad,
la discreción, la memoria de todos los que alternaron
con él en el debate de las ideas, en la formulación
de las estrategias, en la concreción de los acuerdos.
Aunque fue Núñez el líder que formuló tesis
y propuestas, también fue el negociador reservado
y conciliador, enemigo del bochinche y de la afrenta personal.
Colombia conmemora hoy
en Cartagena ciento ochenta años
del natalicio de uno de sus pilares fundacionales. Rafael
Núñez nació en 1825, cuando aún
las gentes de Cartagena curaban las heridas de la guerra
de Independencia y en todo el país se tejía
lentamente la nueva institucionalidad republicana.
Jefe ilustrado, liberal
por convicción, acompañó a
los presidentes Obando, José Hilario López
y Mosquera, en la formulación de políticas
trascendentales, como la construcción del país
civil, la desamortización de manos muertas, la prohibición
de la esclavitud. Asistió a la Convención de
Rionegro y convalidó con su firma la Constitución
de 1863.
Diecisiete años después, en su primer mandato,
buscó el consenso con sus copartidarios a fin de devolverle
la unidad a la Nación, de modificar la estructura
constitucional disolvente, de redimir al pueblo del caos
y la anarquía reinantes por la disolución del
ejercicio de la autoridad, y por el imperio del mal entendido
derecho de autonomía absoluta de los Estados o el
anarquizante principio del derecho de los pueblos a la insurrección.
En 1880 Núñez intentó aplicar, con
paciencia y constancia, un dicho que solía repetir: “la
esencia de la política es el compromiso, esto es,
las concesiones mutuas”. El esfuerzo conciliador fue
en vano. La dirección de su partido, en actitud intolerante,
la obcecación ideológica, la incapacidad autocrítica,
se negaron a acompañarlo en las reformas que permitirían
al país superar el terrible dilema “regeneración
o catástrofe”.
Núñez, el dialéctico por excelencia,
encontró socios extraordinarios en el Partido Conservador,
entre ellos a don Carlos Holguín. Eran hombres universales,
que no aceptaban dogmas sino la fuerza de los argumentos.
Escritores políticos convirtieron su encuentro en
un ejercicio de la inteligencia, dirigido a lograr la unidad
nacional.
Ambos habían leído a Hippolite Taine y coincidieron
en tomar como suyas estas ideas que aparecen citadas en uno
de los textos políticos del Presidente Núñez: "Por
malo que un gobierno sea, hay una cosa peor aun, y es la
supresión de todo gobierno. Si desfallece y deja de
ser obedecido, si es ajado y falseado de fuera por una presión
brutal, la razón cesa de conducir los asuntos públicos,
y la organización social retrocede muchos grados.
“Por la disolución
de la sociedad y por el aislamiento de los individuos,
cada hombre vuelve a su debilidad
original, y el poder entero cae en manos de las agrupaciones
transitorias que, como torbellinos, se levantan del seno
de la polvareda humana.
“Este poder, que con tanta dificultad es ejercido
por los hombres de mayores aptitudes; se comprende cuán
lastimosamente habrán de desempeñarlo fracciones
improvisadas (…)
“Síntomas varios indican que estas apreciaciones
de H. Taine podrán ser aplicadas a Colombia dentro
de poco tiempo, decía el Presidente Núñez,
si todos los grupos políticos que se agitan en la
superficie social no se esfuerzan en convertirse en verdaderos
partidos para trabajar luego con método, perseverancia,
energía y patriotismo en la reorganización
de la Nación”.
La obra de Núñez, de Núñez el
reformador,trasciende el tiempo y el espacio. Como Bolívar
y Santander, fue líder con visión universal,
inspirado e innovador. También como ellos, fue soñador
y romántico, alejado completamente del halago personal
y de los beneficios materiales.
Los colombianos tenemos
que conocer a nuestros fundadores. La Universidad de Cartagena,
la Gobernación de Bolívar
o la Alcaldía, deben buscar editar la obra completa
del pensador de El Cabrero, con la ayuda del Ministerio de
Cultura, para que todos podamos disfrutar la vena intelectual
y las tesis políticas del más preclaro hijo
de Cartagena.
Felicito al Gobernador
y a su equipo por todo el trabajo que han hecho, por la
gran idea de celebrar el año
del natalicio, la realización de conferencias y la
vinculación de los estudiantes a todo este movimiento
cultural. En ese escenario, recibo con humildad, con gratitud
y con compromiso la Gran Cruz de la Orden de Rafael Núñez,
que ha querido conferirme la administración departamental.
Núñez, como Bolívar y como Santander,
entendió el equilibrio entre el orden y la autoridad.
El orden como presupuesto ineludible de la libertad, la autoridad
que hace posible la igualdad de oportunidades. Durante muchos
años fue incomprendido, tachado de traidor por los
intransigentes y los empecinados en el error; por los incapaces
de enderezar el rumbo político; por aquellos que se
negaron a reconocer su obra magnífica, la Constitución
del 86, una de las más estables de América.
Algunos académicos hablan, aún hoy, del carácter
autoritario de la Carta de Núñez y Caro. Al
contrario, la gran sabiduría del articulado de la
Constitución de 1886 es que trascendió lo coyuntural
y fijaba unas pautas dentro de las cuales se podían
mover los gobiernos, los congresos y las Cortes.
El presidente Núñez era un demócrata
con autoridad, no un autoritario. Su bella descripción
de los límites de la prensa pinta bien ese perfil.
Nunca la persiguió y definió así su
papel: “La imprenta debe ser antorcha y no tea, cordial
y no tósigo, debe ser mensajera de la verdad, y no
de error ni calumnia, porque la herida que se hace a la honra
y al sosiego es con frecuencia la más grave de todas”.
Núñez, en alianza con don Carlos Holguín,
logró, hace 120 años, la reinstitucionalización
y la unidad nacional. Todos los colombianos, sin distingos
políticos, en un acto de cohesión nacional
y de pluralismo, debemos reafirmar nuestra decisión
de exaltar su memoria. Incluso aquellos que han descreído
de su estatura de prócer, bien podrían hoy,
en acto de rectificación, repetir las palabras de
Alfredo Iriarte en el centenario de su muerte. Dijo Iriarte: “Los
pocos que venimos de la vesania ‘antinuñista’,
si bien no hemos llegado nunca ni llegaremos a la ‘nuñilatría’,
sí estamos en un punto de admiración hacia
ese vidente inmenso que fue Núñez en el campo
de la vida institucional del país”.
Compatriotas: señor
Gobernador y señor Alcalde,
Núñez fue un productor de ideas que trascendieron
su época. Sus ideas no fueron contemporáneas
de su ciclo vital. Fue el gran creador de las instituciones,
citado bellamente esta noche, interpretado magistralmente
por el doctor Múnera y por el señor Gobernador,
el pensamiento de Núñez cobra mucha actualidad.
¡Cómo se preparó! Esos años en
Europa, su estudio de la economía inglesa, de los
nuevos conceptos de banca y de moneda, llegaron con él
a Colombia. Concibió la intervención en la
banca, como un papel esencial del Estado para garantizar
la moneda sana. Núñez es quien finalmente introdujo
al país el concepto de moneda sana.
Núñez fue quien se anticipó en la tesis
de que la inflación es el peor impuesto en contra
de los pobres. Núñez concibió la intervención
del Estado en la banca y en la moneda, como un camino necesario
para democratizar el acceso al crédito, tan vigente
hoy en Colombia, a fin de superar problemas de las medianas
y de las pequeñas empresas.
Núñez, el periodista. Cuando alguno de sus
críticos lo ha señalado de autoritario, sorprende
mucho comparar ese señalamiento con el Núñez
periodista. Una pluma infatigable, creadora, en permanente
imaginación como la suya, no puede ser diferente a
la expresión de un gran espíritu democrático.
Las circunstancias del
momento lo obligaron a establecer el orden, porque el mismo
advirtió que el desorden
se había convertido en enemigo de las libertades.
Eso tan simple, que aprendimos de nuestros padres cuando
repetían a Núñez, sobre el orden y la
libertad, sobre la relación de esos dos valores, es
una premisa necesaria, un faro que debe observarse en todos
los momentos de la vida nacional.
Núñez, el dialéctico. Núñez,
el innovador. Cómo fue capaz, después de haber
colaborado en la Constitución de 1863, de detectar
años después el proceso de desinstitucionalización
y de desorden por el cual se disolvía la República,
y proponerle al país ese magistral texto del 86, que
es el principio de la institucionalidad de la vida nacional.
Núñez no fue un dogmático. Fue un dialéctico,
un movilizador de ideas, un inspirado en los hechos, alguien
que sabía reaccionar con visión histórica
ante los hechos cotidianos. ¡Qué difícil
saber reaccionar con visión de largo plazo ante los
hechos cotidianos!
¿Por qué su ascenso a la Presidencia del Estado
de Bolívar, que fue justamente el anticipo de su ascenso
a la Presidencia de la República? Porque en esta tierra
caribe ha existido un fenómeno subyacente a su temperamento.
Este temperamento alegre, este temperamento bullanguero y
extrovertido del caribe, refleja una gran aversión
contra la injusticia, refleja una resuelta actitud en contra
de la violencia, refleja una personalidad individual y colectiva
totalmente repudiante del desorden.
El desorden en que se
sumía la República hizo
que el temperamento caribe encontrara en Núñez,
primero un conductor para que esta región de la Patria
superara el desorden, y después un conductor para
que toda la Patria llegara a los caminos del orden y de la
libertad.
Núñez expresaba, pues, en su personalidad
de gobierno ese espíritu de orden y de libertad que
subyace al temperamento alegre y extrovertido del pueblo
caribe.
Me ha correspondido en este Gobierno, en esta oportunidad
que la democracia y el Creador me han dado de servir a los
colombianos como Presidente de la Nación, acudir a
la celebración del primer centenario de los pactos
de paz que pusieron fin a la Guerra de los Mil Días.
Tuve el inmenso honor,
en la compañía del
ex presidente López Michelsen, de ser, al lado de
la Presidente de Panamá, orador central cuando se
conmemoraron, el 3 de noviembre de 2003, los primeros 100
años de la independencia de la hermana Nación.
Y hoy tengo la gran
posibilidad de acompañarlos a
ustedes en esta celebración tan importante del natalicio
de Núñez y el honor que me confiere el señor
Gobernador.
Esta sucesión de hechos me ha provocado una pregunta: ¿qué produjo
la Guerra de los Mil días: la crisis, la separación
de Panamá, la obra de Núñez, o la indisciplina
del país que no quiso seguir sus recomendaciones de
institucionalidad?
¡Qué difícil la respuesta! Pero tenemos
que intentarla sin duda, sin vacilación. Si el país
hubiera oído a tiempo aquella apología encomiable
del orden a partir de la institucionalidad, quizás
no habríamos tenido que celebrar los 100 años
de los pactos de Nederlandia, de Chinácota y del buque
norteamericano anclado en Panamá, que le pusieron
fin a la Guerra de los Mil Días, y quizás no
habría sucedido aquel hecho en un momento tan difícil
cuando perdimos lo que era por entonces la cabeza de la Nación.
Diría, apreciados compatriotas, que es absolutamente
necesario reivindicar la obra intelectual del Presidente
Núñez, para que en las nuevas generaciones
de colombianos se cultive el proceso cultural de aceptar
el orden como principio para unir un ciudadano con el otro,
y entre todos crear el todo colectivo que es la Nación
y como principio del ejercicio de las libertades.
Para que las nuevas
generaciones puedan vivir felices en esta Patria, es absolutamente
necesario que nuestras instituciones
y los hombres que están al frente de ellas, garanticen
el orden como fundamento para el ejercicio de las libertades.
Y reivindiquemos el
Núñez de la transparencia,
ese intelectual que iluminó al país y que se
convirtió en ejemplo con su desprendimiento de los
bienes materiales, como bellamente lo relataban esta noche
el doctor Múnera y el señor Gobernador.
Una democracia moderna
necesita seguridad con alcance democrático,
por la que luchó Núñez. Una democracia
moderna necesita la garantía eficaz de las libertades
públicas, las que Núñez ejerció como
pensador, como periodista, las que buscó siempre garantizar
a partir de que todos reconociéramos el orden.
Una democracia moderna
necesita cohesión social,
la que él avizoraba a través de sus tesis económicas
como aquella de garantizar la moneda sana.
Una democracia moderna
necesita transparencia como factor de confianza. Si no
hay transparencia, y lo anticipó Núñez,
se disuelve el colectivo nacional. Si no hay transparencia,
es imposible que los ciudadanos rindan homenaje de respeto
a las instituciones, a los textos jurídicos que deben
defender por igual los hombres que, por sus posiciones en
la democracia, tienen también que practicar la transparencia.
Déjenme proponer a ustedes un motivo de reflexión:
Que ese Transcaribe que se construirá en esta ciudad,
y que puede ser un gran principio de comodidad en la vida
de los sectores populares, de ahorro de costos y de tiempos
en desplazamientos, para que haya más tiempo para
la familia, para el deporte, para la recreación y
para el estudio, que puede ser un gran principio de transformación
urbana de Cartagena, que puede ser la realidad del sueño
de articular en un sistema de transporte masivo los caños,
la Bahía y las vías terrestres, lleve el nombre
de Rafael Núñez. Para que cada ciudadano que
utilice el sistema de transporte masivo de Cartagena lea
en las paredes interiores de los buses o de los buques-buses
que habrán de construirse, el pensamiento de Núñez.
Para que cada ciudadano
que se desplace en ese sistema de transporte, recuerde
que hay que ejercer las libertades a
partir de contribuir a que los demás puedan ejercerlas,
y que para ello se requiere el orden.
Para que cada ciudadano
que aborde este sistema pueda leer en las paredes las frases
de desprendimiento de Núñez,
que fueron las raíces espirituales y morales de su
honradez, con las cuales les rindió superior tributo
a Colombia.
Compatriotas, para que
las nuevas generaciones puedan vivir felices: ¡Libertad
y Orden!
Muchas gracias, señor
Gobernador, por tanta generosidad.