INTERVENCIÓN
ANTE LA 60 ASAMBLEA GENERAL DE LA ONU
Septiembre 17 de 2005 (Nueva York – Estados
Unidos)
Señoras y señores:
Deseamos saludarlo,
señor Presidente, felicitarlo
por su elección, y desear todo el éxito en
el proceso de reforma que comienza.
La celebración del 60 aniversario es un escenario
propicio para reiterar el compromiso de mi país con
los principios y objetivos de las Naciones Unidas. Expresamos
nuestro apoyo en la tarea de reforma.
La adhesión de Colombia al multilateralismo se cimenta
en la activa participación durante todo el proceso
de las Naciones Unidas, desde el 26 de Junio de 1945, al
suscribir la Carta de San Francisco, hasta nuestros días,
con la importante presencia de varios de sus organismos en
mi país, que apoyan las políticas nacionales
para resolver los retos que enfrentamos.
Constituye motivo de
orgullo saber que varios colombianos han dejado su huella
en la Organización. Entre otros,
Alberto Lleras Camargo, ex Presidente de Colombia, uno de
los primeros y más aguerridos y eficaces defensores
del principio de igualdad jurídica entre los Estados.
Paladín de la defensa común, que compromete
a los Estados democráticos a acudir en la defensa
de cualquiera de ellos que resultare agredido.
Colombia tuvo el privilegio
de presidir, con Eduardo Zuleta, la apertura de la Primera
Asamblea General. Su visión
de la Organización es tan vigente hoy como hace 60
años, tal y como fuera reconocido por usted, Señor
Presidente, en su discurso ante la Asamblea en días
pasados.
La diversidad y la evolución del pensamiento son
dones del ser humano. Para ejercer estas facultades, se requiere
que los Estados garanticen oportunidades democráticas,
que permitan a cada individuo aportar y competir en la búsqueda
del bien colectivo. No hay lugar para el Fin de las Ideologías.
Estancar la ideología es anular la emulación,
desconocer la inteligencia y paralizar la creatividad para
el hallazgo de soluciones colectivas.
Del reconocimiento de
la diversidad y la evolución
del pensamiento surge nuestra vocación por el pluralismo. Éste
ilumina nuestra lucha contra el terrorismo, que durante 3
largos años hemos adelantado con convicción
democrática.
Al ver las dictaduras
como expresiones del pasado y la democracia como paradigma
indestructible, es oportuno revisar conceptos
que empiezan a ser obsoletos y que deben ser sustituidos
por otros más útiles y modernos.
La visión que categoriza los gobiernos como de izquierda
y derecha, es una perspectiva simplista que produce un ambiente
político polarizante. Ha desatado emociones y sensibilidades
irreconciliables, que no son consecuentes con las acciones
que se llevan al interior de los gobiernos y que amenazan
la unidad de nuestros países.
Me atrevo a proponer
que, en su lugar, utilicemos cinco parámetros para calificar nuestras democracias. Ellos
son: la seguridad con alcance democrático; la protección
efectiva de las libertades públicas; la transparencia
como factor de confianza; la cohesión social como
principio de sostenibilidad democrática, y la independencia
de las instituciones.
Así, bajo estos parámetros, podemos definir
si una democracia es institucional o caudillista; si está regida
por el ordenamiento jurídico o por caprichos personalistas;
si es una democracia progresista o retardataria, incluyente
o excluyente.
Colombia está trabajando un concepto de Seguridad
Democrática, inserto en la seguridad global. La llamamos
Democrática porque difiere de la doctrina de Seguridad
Nacional, que recorrió el continente y se utilizó para
suprimir libertades, castigar la democracia, estigmatizar
a la oposición y frustrar el disenso.
Nuestra seguridad está orientada a la profundización
de la democracia. Hemos hecho un gran esfuerzo para que ese
proceso de restablecer la seguridad se sienta como un valor
democrático para todas las expresiones del pensamiento.
Nos hemos propuesto que la seguridad le llegue por igual,
de manera eficaz y transparente, a los más cercanos
amigos de las tesis de Gobierno y a los más duros
contradictores.
En Colombia, el problema
de la seguridad ha sido el producto de la debilidad del
Estado frente a los delincuentes. Hemos
querido transformar la ecuación y tener, finalmente,
un Estado con toda la fortaleza para garantizar a los colombianos
la eficacia de sus libertades y ponerlos a salvo de todas
las amenazas.
Frente a una democracia
profunda y sin ambigüedades,
ninguna acción violenta puede tener visos de legitimidad;
al contrario, se demanda su descalificación con el
señalamiento de terrorista. Por ello somos solidarios
con aquellos pueblos y personas que sufren las acciones del
terror.
Durante tres años consecutivos han disminuido el
homicidio, el secuestro y otros crímenes terroristas.
Todavía no hemos ganado la batalla contra el terrorismo,
pero la estamos ganando. Esa victoria dará tranquilidad
y progreso a Colombia y, erradicadas de su suelo las drogas
ilícitas, el mundo sentirá inmenso alivio.
Para ello necesitamos el concurso y el apoyo de la comunidad
internacional.
La oposición en Colombia siempre ha tenido garantías,
pero hoy son realmente eficaces gracias a la Seguridad Democrática.
Colombia siempre ha acogido la causa de los derechos humanos,
pero éstos cuentan ya con mayor respeto en la práctica,
gracias a la Seguridad Democrática.
El concepto de seguridad
que profesamos y practicamos, al fortalecer la confianza
ciudadana en las instituciones, exige
que los violentos cesen hostilidades y se apresten a negociar
el respeto definitivo a la paz. La acción decidida
y firme de combatir a quienes ejercen el terror, de la mano
de una política generosa para quienes deciden dejar
la intimidación por las armas, ha permitido la desmovilización
y reinserción de 20.000 terroristas, de cerca de 50.000
que encontramos. El Gobierno mantiene abiertas las puertas
de la negociación, bajo la condición de que
se acepte el cese de hostilidades.
Necesitamos el apoyo
del mundo a nuestros planes de reinserción.
Imaginen ustedes el tamaño del desafío: 20.000
reinsertados que podrán duplicarse en los años
venideros. Personas que han vivido de las armas, acostumbradas
a matar. ¿Qué mejor contribución a la
paz que el abandono definitivo de la ilegalidad? Por ello
requerimos el apoyo del mundo para brindar a los reinsertados
oportunidades de rehabilitación e integración
social.
Estamos en la implementación de la Ley de Justicia
y Paz, aplicable a todos los grupos terroristas. En comparación
con leyes anteriores de Colombia y con otros procesos en
diversos países, eleva la exigencia en materia de
justicia y de reparación a las víctimas.
Para erradicar la droga
que financia el terrorismo, hemos aumentado las fumigaciones
y estamos muy optimistas con la
erradicación manual, que al terminar 2005 debe completar
30.000 hectáreas destruidas. Requerimos más
apoyo del mundo para encontrar oportunidades alternativas
a nuestros campesinos.
La Seguridad Democrática ha empezado a recuperar
la confianza inversionista, que muestra ya los primeros signos
de disminución del desempleo. De ahí provendrán
los recursos para enfrentar otro desafío: la superación
de la pobreza y la construcción de una nación
con total cohesión social.
Nuestra política social está enmarcada en
una visión de largo plazo y en metas inmediatas que
se revisan cotidianamente. Están ajustadas a las metas
del Milenio, cuyo cumplimiento reiteramos ante esta Asamblea.
De los 7 capítulos de nuestra revolución social,
permítanme mencionar 3: la Revolución Educativa,
eje de la cohesión social, es el camino de la equidad
en la distribución del ingreso y de la apertura de
canales de ascenso social, sin los cuales la democracia queda
a medias; el País de Propietarios, con énfasis
en la financiación de microempresarios, de pequeños
y medianos empresarios, para superar la barrera de acceso
al crédito, odiosa discriminación que oscurece
la democracia; y, la Protección Social Integral, que
en 3 años deberá tener seguro de salud para
toda la población pobre, que avanza en la alimentación
a los niños para facilitar su acceso a la educación
y en la atención a los ancianos.
Colombia debe terminar
este año con 500.000 Familias
en Acción, o familias pobres educadoras, que reciben
un subsidio del Estado para la alimentación y educación
de sus hijos. En el próximo futuro llegaremos a 1
millón de familias, todo lo cual se suma a los crecientes
esfuerzos presupuestales para la Revolución Educativa.
En 2006, completaremos
10 millones de niños beneficiados
por los programas de nutrición y 570 mil ancianos
recibirán un estipendio que les permita cubrir urgentes
necesidades.
Nuestra política social también comprende
un esfuerzo constante para fortalecer los programas de desarrollo
alternativo, que permitan superar de manera definitiva el
problema de las drogas ilícitas. En éstos,
la comunidad internacional tiene una oportunidad única
para contribuir y hacer efectivo el principio de corresponsabilidad.
El programa Familias
Guardabosques, que suma 33.000 familias comprometidas a
mantener sus áreas libres de droga
y a supervisar la recuperación del bosque, de la selva
tropical, el programa de atención a desplazados y
reinsertados, juntos estos tres programas: Familias Guardabosques,
desplazados y reinsertados, deberán costar el año
entrante al Presupuesto de Colombia 300 millones de dólares.
Somos firmes en la lucha
contra el terrorismo y firmes en la convicción de que una victoria permanente y sostenida
depende del éxito en la lucha de cada país
por la cohesión social. Al proyectar nuestra política
de seguridad para que se convierta en un axioma de Estado,
la concebimos inexorablemente acompañada del permanente
mejoramiento de la situación social de nuestro pueblo.
Es equivocado el dilema
entre autoridad versus política
social. La paz es hija de la autoridad, pero para alcanzarla
de forma definitiva se requiere construir un tejido social
con equidad.
Sea esta una oportunidad
para llamar la atención
sobre la amenaza del precio del petróleo y de la falta
de alternativas energéticas, sobre países pobres
que son importadores netos. Ya se expresan asomos de inconformidad
que pueden sobrevenir en graves quebrantos a la estabilidad
institucional. No enfrentar este problema puede generar obstáculos
mayores a la lucha contra la pobreza, puede aplazar el logro
de las metas del Milenio. Muchos países, entre ellos
países hermanos Centroamericanos y del Caribe, requieren
una acción urgente para ayudar a financiar la provisión
de combustibles y el desarrollo de nuevas fuentes.
Reitero la gratitud de los colombianos por la presencia
solidaria y eficaz de Naciones Unidas en nuestro suelo.
Deseamos que la discusión sobre la reforma afiance
más el multilateralismo. Deseamos que de ese debate
emerja la Organización fortalecida, para promover
la existencia efectiva de una democracia institucional, regida
por el ordenamiento jurídico, progresista e incluyente,
en cada uno de los países del concierto de las naciones.
La diplomacia contemporánea, con Naciones Unidas
a la cabeza, tiene que tornarse más austera en gastos,
apelar más a Internet y a las comunicaciones modernas,
menos a los viajes, a fin de no constituirse en carga onerosa
y gravosa para los países y así hacer posible
que los recursos ahorrados en organizaciones, gastos y contratistas,
lleguen de verdad a las comunidades a reivindicar.
Señalo que el tema de la austeridad en la diplomacia
mundial está ausente de la reforma de Naciones Unidas
y debemos incluirlo.
Cada país y Naciones Unidas, como nuestra Organización
universal, pueden contribuir para hacer realidad estos anhelos
y brindar paz, seguridad y desarrollo integral a nuestros
pueblos, cumpliendo así las metas que nos hemos propuesto
para los primeros años de mesta nueva centuria.
Saludamos con afecto al pueblo
norteamericano golpeado por el huracán Katrina, y
deseamos expresar nuestra concreta solidaridad a los afectados.
Deseamos que en pocos
días colombianos expertos en
operaciones de asistencia y rescate en estos casos, puedan
estar integrados a la comunidad afectada en los Estados Unidos.
Estamos empeñados
en una tarea: cumplir las metas sociales del Milenio.
Muchas, señor
Presidente y distinguidos delegados.