“Regresamos esta tarde a la Escuela Marco Fidel
Suárez para asistir a la graduación de
un grupo de subtenientes de la Fuerza Aérea
Colombiana, con un buen número de mujeres, que
le dan tanta seguridad a la Fuerza, tanta confianza
a los colombianos, por la diligencia en sus tareas
públicas, por la honradez en el manejo de los
recursos del Estado, por su pundonor en el cumplimiento
del deber.
Queremos agradecer a estos
jóvenes la decisión
patriótica que tomaron de dedicarse al servicio
exclusivo de la Nación, en un momento de dificultades
y de oportunidades, en un bello momento en el cual
la Patria quiere dejar atrás la negra pesadilla
del terrorismo.
Ustedes son ejemplo por su
valor civil. Son ejemplo por su coraje, por su determinación. Son ejemplo
por su integridad. Pocos días antes de posesionarse
como presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy
visitó su Universidad de Harvard. Allí pregunto
a los estudiantes de aquella época si se estaban
preparando, como se tienen que preparar todos los líderes,
para estar listos a responder las preguntas del juicio
de la historia.
¿Fuimos nosotros hombres de carácter? ¿Fuimos
nosotros hombres íntegros? ¿Fuimos nosotros
hombres de buen juicio? ¿Fuimos nosotros hombres
de determinación? Eso es lo que encontramos
como respuesta positiva en estas graduaciones de subtenientes
en las diferentes armas de la República. Una
juventud con integridad, una juventud con carácter,
una juventud con determinación, una juventud
con buen juicio, una juventud con coraje, una juventud
de esperanza de que vamos a recuperar la institucionalidad.
Es la hora del honor militar
y de la institucionalidad. La institucionalidad en
la justicia, en la política,
la institucionalidad en la eficacia de la Fuerza Pública.
En muchos sitios del país había sido
desalojada por los grupos criminales. Por guerrillas
y paramilitares, financiados ambos por el narcotráfico.
Fueron lustros durante los cuales creció la
guerrilla, el narcotráfico, aparecieron los
paramilitares y brilló por su ausencia la voluntad
política del Estado para hacer prevalecer las
instituciones.
Es la hora de hacer desalojar
a los intrusos, a los usurpadores, a los criminales.
Es la hora de recuperar
el imperio de las instituciones. Su contribución,
apreciados subtenientes, es una gran esperanza de que
esta tarea se va a consolidar.
Durante estos años hemos avanzado, pero no
lo suficiente. Hace cinco años algunos inversionistas
interesados en Colombia oían decir esto de los
analistas: ‘no inviertan todavía, esperen,
las Farc están próxima a tomarse el poder
en Colombia, hay que dar un tiempo a ver qué va
a pasar después de que las Farc instauren su
poder en Colombia’.
Eso lo hemos reversado, gracias
al heroísmo
de los soldados, de los policías de la Patria,
al arrojo de los pilotos de la Fuerza Aérea.
Y hoy la Nación viene recuperándose en
un camino de institucionalidad.
Los colombianos tenemos un
designio: una Patria sin guerrilla, una Patria sin
paramilitares, una Patria
sin narcotráfico y una Patria sin corrupción.
Ustedes, subtenientes, hacen una gran contribución
para lograrlo.
Y quiero, hondamente, desde
el alma, desde el corazón,
hacer llegar un saludo a las mamás, a los papás,
a los familiares de ustedes aquí presentes.
Porque ustedes, que todavía no son papás
ni mamás, no alcanzan a imaginar el sentimiento
del padre, cómo será el de la madre por
los hijos.
Y en la situación de Colombia, en este desafío
terrorista todavía no superado, el sacrificio
que hacen sus padres al ver que ustedes asumen la tarea
de las armas para recuperar la fe en Colombia, el sacrificio
que hacen los padres es muy grande. Sólo ellos
se resignan en ese sacrificio, por el amor que le tienen
a la Patria.
Mamás y papás aquí presentes,
muchas gracias por este sacrificio que ustedes hacen
por Colombia. Los aplaudimos con gratitud, desde el
fondo del corazón.
Hemos tomado el camino de
la institucionalidad. La institucionalidad es nuestro
destino y es nuestro medio.
Hemos combatido a la guerrilla y a los paramilitares
institucionalmente. No se han repetido experiencias
del pasado, cuando hubo alguna asociación entre
instituciones y criminales para derrotar criminales.
No. Lo nuestro es un camino transparente. Más
difícil.
Mis críticos habrían entendido que
yo me hubiera asociado con criminales del paramilitarismo
para derrocar a la guerrilla. De pronto iríamos
más adelante en la tarea de combatir al Eln
y a las Farc, pero iríamos por un camino tortuoso.
El único camino que las convicciones cristianas
y democráticas, que el juramento ante la Constitución
permite, es el camino de la institucionalidad. El que
estamos recorriendo. Tiene dificultades, contratiempos,
tiene reveses, pero es el camino de la reconciliación,
es el camino de la construcción, de fe, de fe
en Colombia.
Nosotros estamos dispuestos
a hacer todo el recorrido necesario para que las
instituciones mejoren, para
que se depure la política y se depure la justicia
y se depure la Fuerza Pública y se depure el
Ejecutivo, y haya en todas las instituciones de Colombia
el brillo de la transparencia, que es el fundamento
de la solidez institucional.
La Fuerza Públicaen esta hora de la Nación,
tiene que hacer brillar su honor. Tiene que hacer brillar
su honor, reposado en dos objetivos: el objetivo de
la transparencia y el objetivo de la eficacia. Y no
van a quedar dudas sobre esos objetivos.
El país asiste a una
controversia: a la controversia sobre lo que sucede
en el proceso de paz con los paramilitares.
Pues bien, apreciados compatriotas,
en el pasado, la debilidad del Estado en muchas regiones,
el avance
de la guerrilla, el narcotráfico, engendraron
el paramilitarismo. Muchos ciudadanos agobiados por
la guerrilla, desesperanzados por la ausencia del Estado,
acudieron al paramilitarismo.
Así como el narcotráfico financia la
guerrilla, también ha financiado al paramilitarismo.
Pero eso no puede ser más. Nuestra gran autoridad
para derrotar la guerrilla radica no solamente en la
legitimidad del pueblo colombiano, de nuestra determinación,
sino también del propósito de tener una
Nación sin paramilitares.
Los paramilitares no deben
ser más una razón
de acción del presente, ni del futuro de Colombia.
Vengo a Cali esta tarde a
la ceremonia de graduación
de los subtenientes de la Fuerza Aérea, a hacer
llegar a mis compatriotas vallecaucanos el mensaje
de que atrás debe quedar la historia del paramilitarismo.
Que sus problemas todavía no se han acabado
de superar, pero que hacia adelante no debe haber en
la acción, en la realidad colombiana, paramilitares.
Quienes no cumplan con el
proceso de paz, quienes persistan en la acción delincuencial, son simplemente
bandas de criminales que deben recibir la persecución
frontal de la Fuerza Pública de la Patria.
En la etimología del paramilitarismo, su razón
y su nombre se derivan de la circunstancia de que fueron
bandas inicialmente organizadas de manera irregular
para combatir la insurgencia guerrillera.
En la Colombia de hoy, lo único válido
para combatir la criminalidad guerrillera es la acción
institucional de la Fuerza Pública.
Muchos colombianos en el Catatumbo,
en Urabá,
en el Paramillo, en el Perijá, allí donde
se han desmovilizados paramilitares, dicen: ‘Presidente, ¿quién
nos va a proteger?’.
Con el Ministro y los Altos
Comandantes se está haciendo
un gran esfuerzo para que la Fuerza Pública
haga presencia en todas esas regiones. De pronto hay
reveses, dificultades dolorosas, como el reciente asesinato
de los soldados en Ocaña, Norte de Santander,
y el reciente asesinato de los policías en Tierradentro,
Córdoba. Pero esos reveses no nos pueden hacer
renunciar a nuestro camino, el camino de la institucionalidad.
En todas las regiones de la
Patria hay que crear las condiciones para que los
ciudadanos puedan dormir
tranquilos. Cuando se está esperando un ataque
guerrillero, no se puede dormir tranquilo. Cuando se
está ante la necesidad de buscar unos paramilitares
para indagar por la defensa, no se puede dormir tranquilo.
Lo único que permite el reposo, la tranquilidad
de la ciudadanía, como lo dijera bellamente
El Libertador, en su carta a la Convención de
Ocaña, es la apelación exclusiva a las
armas de la República, a la Fuerza de las instituciones,
que es lo único que garantiza la virtud en el
control del orden público. Ese es nuestro camino.
Las decisiones que hemos tomado
recientemente del traslado a la cárcel de Itagüí,
se deben a la circunstancia de que el Gobierno ha adelantado
ese proceso de paz con toda determinación, con
toda vocación. Lo ha defendido nacional e internacionalmente,
pero no puede permitir que ese proceso de paz sea defraudado
por delitos.
El Fiscal General de la Nación esclarecerá,
para rectificar o ratificar las versiones sobre participación
de algunos de ellos en crímenes y en otros delitos
de gran preocupación.
La semana pasada, cuando asistía a un acto
empresarial en Medellín, pregunté por
unos crímenes recientes, y alguien me dijo: ‘Presidente,
no pregunte por ellos, que ese era mafioso’,
o el otro: ‘era paramilitar’, o el otro: ‘guerrillero’.
Y contesté: ‘eso de estar justificando
crímenes por la presunta calidad de las víctimas,
maltrata la convivencia colombiana’.
Una Nación democrática
y cristiana tiene que respetar el derecho a la vida
para todo ciudadano.
Sea un ciudadano inocente o sea un ciudadano sobre
quien existan imputaciones por algunas razones de mala
conducta.
El país tiene que dejar atrás eso.
No hay crímenes buenos, no hay crímenes
malos. Todos son horrendos, repudiables. Y da tristeza
saber que esta debilidad estatal ha conducido a que,
en muchas ocasiones, antes que repudiar un crimen,
cuando de él se tiene noticia, se le busca justificación.
Se pregunta: ¿por qué lo mataron? Y
cuando aparece la respuesta: lo mataron porque era
guerrillero, lo mataron porque les contribuía
a los paramilitares, lo mataron porque era mafioso,
lo mataron porque lo encontraron en una discoteca bailando
con la mujer de un narcotraficante, esas justificaciones
entonces opacan el repudio al crimen y crean un ambiente
de impunidad.
Ningún crimen se puede justificar, ningún
crimen se puede explicar. Si nosotros vamos a recuperar
el imperio de las instituciones, la aplicación
textual de la letra de la Constitución, exegética
de su texto, tenemos que recuperar para todos los colombianos
el respeto a la vida, el respeto a la libertad.
Por eso es muy importante
esclarecer estos crímenes.
Que la Fiscalía desvirtúe o asigne responsabilidades
individuales. Pero lo que no puede el Gobierno es permitir
que avance un proceso de paz sobre rieles de impunidad
y de nuevos delitos. Eso le hace mucho daño
al proceso de paz.
Por eso la decisiones que hemos tomado.
Algunas de estas personas
recluidas hoy en la cárcel
de Itagüí, han insinuado, directa o indirectamente,
que en esos crímenes ha participado el narcotráfico
y oficiales de la Fuerza Pública.
Tan pronto lo supimos, supimos
de esas insinuaciones, el Comisionado y mi persona
tomamos la decisión
de contarles a la Fiscalía y al país,
para que por decisión nuestra afloren esas insinuaciones,
y sea la propia Fuerza Pública o sea la Fiscalía
las que esclarezcan.
Porque si fueren verdad, hay
que proceder con sanciones ejemplares y ejemplarizantes.
Si no fueren verdad,
hay que desvirtuar, evitar que esas insinuaciones hagan
daño, y dar definitivamente con los culpables
de estos crímenes.
El proceso de paz debe continuar en favor de aquellos
que cumplan con el proceso de paz.
En las próximas horas la Fiscalía empezará las
audiencias de aplicación de la Ley de Justicia
y Paz. Una ley, sí, de paz, pero también
de reparación, también de justicia. Una
ley no solamente de perdón y olvido, una ley
diferente de las del pasado.
Ahora los beneficiarios del
proceso de paz tienen que pasar por la justicia,
someterse a la verdad y
a la reparación. Eso contrasta con el pasado,
cuando beneficiarios de procesos de paz pudieron simplemente
hacer el tránsito de pirómanos que incendiaron
el Palacio de Justicia, sacrificaron a los magistrados,
patrocinados por el dinero del narcotráfico,
y rápidamente, orondos, llegaron a querer controlar
el Congreso de la República, a aspirar a la
Presidencia y a tornarse en catones morales de la Nación.
Eso no se puede repetir. Los
procesos de paz de ahora exigen justicia, exigen
reparación, exigen toda
la transparencia. Por eso las decisiones que hemos
tomado.
El señor Comisionado de la Reinserción
recorrerá el país en los próximos
días, para explicarles a los 40 mil reinsertados
que el programa continúa. Programa difícil
y costoso. Una cosa es hablar de 40 mil reinsertados,
otra cosa muy distinta apropiar las partidas presupuestales
para ese programa, dirigirlo, hacer que fructifique,
capacitar, buscar empleo.
Las dimensiones son inmensas.
En Colombia tenemos 40 mil desmovilizados. Todos
los que afectaron la tranquilidad
de Irlanda, el grupo IRA, tenía apenas docenas.
Los terroristas españoles han sido no más
de dos centenares. Enfrentar aquí 40 mil desmovilizados
es un gran reto.
Los que cumplan, tendrán todo el apoyo del
Estado para reinsertarse a la vida civil. Los que reincidan,
tendrán la persecución, con toda determinación,
de la Fuerza Pública y de la justicia para castigarlos
como es debido.
Nada de grupos criminales
nuevos. Nuestra decisión
es impedir que prosperen ‘Águilas Negras’,
que prosperen bandas emergentes.
Colombia tiene que acabar
con el narcotráfico,
con los viejos paramilitares, con la guerrilla, y evitar
que prosperen las nuevas organizaciones criminales.
Estimulamos la verdad. Es
una característica
necesaria en un proceso de recuperación institucional.
Ayuda a que haya reflexiones, depura la política,
la justicia, al Ejecutivo, depura a la Fuerza Pública.
El Gobierno ha tomado la decisión de proteger
las familias de las personas recluidas en Itagüí,
familias que necesiten protección. No es extraño.
A lo largo del proceso, cuando ha habido necesidad,
algunos de los desmovilizados han sido protegidos por
la Fuerza Pública. No es extraño que
ahora tomemos la decisión de proteger a las
familias que lo requieran, porque nuestra seguridad
es democrática.
Estos cuatro largos años de seguridad han
demostrado que nuestro propósito de seguridad
es democrático, que nuestra seguridad es para
proteger por igual a las familias de las personas inocentes
de Colombia y a las familias de aquellas personas que
tienen un proceso, como el que se surte en la cárcel
de Itagüí.
Nuestra seguridad es para
todos los colombianos, como lo hemos demostrado en
la práctica.
Hay temores. Algunos me dicen: ‘Presidente, ¿y
quién nos cuida en el Catatumbo? ¿Quién
nos cuida en el Urabá? Se desmovilizaron los
paramilitares, la guerrilla está copando esos
territorios’.
Por eso estamos haciendo un
gran esfuerzo, para que sean las instituciones democráticas las que
protejan a los ciudadanos, apelando a la cooperación
ciudadana.
Por eso este grupo destacado
de subtenientes de la Fuerza Aérea se incorpora
labores efectivas de combate para ayudar a que la
Patria derrote todas
las expresiones del terrorismo. Por eso los colombianos
han hecho sacrificios presupuestales grandes.
En los próximos días llegarán
los nuevos aviones Tucano, que darán una gran
oportunidad a la Fuerza Aérea para avanzar en
la tarea del triunfo total de la paz en Colombia.
Hay temores. Me decían hace dos semanas: ‘las
Farc están contratando delincuencia común
en Cali’.
Aquí reaccionamos, no nos arredraron los atentados
del terrorismo, dimos la cara con toda determinación,
y hoy le repito con afecto al gran pueblo vallecaucano
que no está solo, que cada vez que el terrorismo
quiera hacer daño en esta tierra, estaremos
presentes, con garra y con determinación, para
defender al pueblo caleño y al pueblo vallecaucano,
y evitar que lo siga maltratando el terrorismo.
¡Ustedes no están
solos, apreciados compatriotas del Valle del Cauca!
¡Que las Farc contrate sicarios de igual calaña
criminal, eso no importa, los combatimos!
Lo importante es que nuestra
manera de combatir sea transparente, institucional,
eficaz, que se pueda presentar
ante los ojos de propios y extraños.
Hay temores. Que las Farc
están contratando
desmovilizados en Medellín.
¡Pues vamos a combatir a las Farc, y los desmovilizados
que reincidan, ahora afiliados a las Farc, serán
perseguidos con todo el ímpetu que la Constitución
le imprime a la Fuerza Pública de la Patria!
Muchas gracias, subtenientes,
por esta decisión
de vida. La paz que, con la ayuda de ustedes, vamos
a conseguir, es el gran futuro de la Patria.
Ayer, con el liderazgo de
la presidente del Congreso, la doctora Dilian Francisca
Toro Torres, se aprobó finalmente
la Reforma a la Salud, que nos permitirá en
un período de tres años lograr plena
cobertura de salud en Colombia.
Estamos adelantando una tarea
militar de derrota del terrorismo, una tarea de apoyo
a la justicia para
recuperación de la institucionalidad y una tarea
social para conseguir una Colombia con orden público,
con libertades, con cohesión social. Una Colombia
en trance de derrotar el terrorismo y simultáneamente
en trance de superar la pobreza. Una Colombia con dignidad,
una Colombia con justicia, una Colombia a la altura
de las expectativas y de los sueños de los graduandos
de hoy.
Quiero felicitarlos a ustedes,
graduandos, en cabeza del subteniente Daniel Díaz del Toro, su compañero,
primer puesto del curso regular, y quien, además
de estudiar ingeniería eléctrica a lo
largo de estos ocho semestres, siempre ocupó el
primer puesto.
A ustedes las felicitaciones,
a través del
subteniente Daniel Díaz del Toro.
Y a los papás y a las mamás de todo
el grupo, las felicitaciones, por intermedio de Isabel
Cristina y de don Javier, la mamá y el papá de
Daniel Díaz del Toro.
Señor general Ballesteros, la Fuerza Aérea
ha hecho un gran trabajo con unos avioncitos obsoletos
y humildes. Ahora le llegan unos Tucanos modernos.
¡Pues bien, así como en estos cuatro
años esos avioncitos obsoletos no los han apagado
un momento, ahora mantengan prendidos los Tucanos y
no les den reposo sino cuando el pueblo colombiano
diga que ha recuperado plenamente la libertad, que
en algún momento el terrorismo nos quiso arrebatar!
¡Qué viva Colombia, y que viva la Fuerza
Aérea!”.