Compatriotas:
Acudimos hoy a este campo de la Escuela General Santander,
para asistir a una ceremonia siempre trascendente de
la vida de la Patria.
Hemos ascendido hoy al cargo
de General al comandante de la Policía, Jorge Daniel Castro Castro: una
vida al servicio de la institución, una vida
al servicio de la Patria, con transparencia, con eficacia,
con espíritu democrático.
General: me honra mucho que,
hace poco de tres años,
tuve el honor de imponer a usted el segundo Sol, cuando
ascendió a Mayor General. Y cómo me honra
hoy tener la oportunidad, después de haber trabajado
tanto largo rato con usted en el servicio de la Patria,
de imponer el tercer Sol, cuando ya asciende de Mayor
General a General de la República.
General: tenemos toda la confianza
que todos los días
sus energías serán más pródigas
en resultados para la derrota final del terrorismo.
Y nos congregamos hoy para
graduar como Mayor General al inspector general de
la Policía, anterior
brigadier general Jaime Augusto Vera Garavito. Toda
nuestra felicitación.
Al grado de brigadieres generales
son ascendidos los hasta ayer coroneles Marco Antonio
Pedreros Rivera,
quien tiene la gran responsabilidad de la Policía
Metropolitana del Valle de Aburrá. Luis Alberto
Moore Perea, quien asumirá como comandante de
la Policía Metropolitana de Santiago de Cali,
hijo del Chocó. Honra mucho a la Policía
Nacional, al Gobierno, que hoy a General de la República
sea ascendido alguien que representa genuinamente la
amable diversidad de esta Nación, la noble tierra
chocoana.
Ascienden también a brigadieres generales,
el general Jesús Antonio Gómez Méndez,
director de Carabineros y de Seguridad Rural de la
Policía. General Álvaro Caro Meléndez,
comandante del departamento de la Policía de
Atlántico, y el general Álvaro Enrique
Miranda Quiñones, comandante de la Policía
de Santander.
A todos ellos nuestra felicitación, la gratitud.
A sus familias, que los han acompañado durante
tantos años, con abnegación, con amor,
con la calidez del hogar. A esas familias, un saludo
desde el fondo de nuestro corazón.
Nos hemos congregado para asistir
a la graduación
de 176 subtenientes de la Policía Nacional,
promoción mayor Rosendo Vigoya Umaña.
Queremos rendir un homenaje
a la memoria del mayor Rosendo Vigoya Umaña, expresar nuestra solidaridad,
nuestro afecto, a su señora, a sus hijitos.
El Mayor fue asesinado por
los terroristas de las Farc, cuando, valerosamente,
hace unos meses, estaba
actuando en el programa de erradicación manual
de droga en el Parque Nacional de La Macarena.
Lo asesinaron por erradicar
la droga, lo asesinaron por proveer al rescate de
esa gran reserva ecológica
de la Patria y del mundo, que es el Parque Nacional
de La Macarena.
Esta promoción tiene 32 mujeres. Cómo
son de eficientes las mujeres en las tareas comunitarias,
cómo dan ejemplo en el cumplimiento del deber,
cómo manejan con pundonor sus competencias,
con transparencia, los recursos del Estado.
Cuánto más crezca la participación
femenina en la Policía, en las armas de la Nación,
mayor la tranquilidad para todos nosotros los colombianos.
Aplaudimos desde todo el corazón esta creciente
participación de la mujer en la Policía
de Colombia, como hoy se expresa con 32 mujeres que
son ya subtenientes de la República en esta
promoción.
Un aplauso a la mujer colombiana
en la Policía.
Y nos honra muchísimo que en este curso de
subtenientes hayan participado y hoy se gradúen
cuatro subtenientes panameños, de la hermana
Panamá. Muchas gracias por su confianza en la
Policía de Colombia, en nuestras Escuelas, muchas
gracias por su confianza en la institucionalidad de
nuestra Patria.
Y quiero felicitar de todo
corazón esta promoción.
Quiero felicitarla en cabeza del subteniente Juan Gabriel
Ramírez Rodríguez, primer puesto del
curso. Honra a Colombia una juventud de esta determinación,
de esta vocación académica, de esta firmeza
para derrotar el terrorismo.
Honra a Colombia tener subtenientes
como Juan Gabriel Ramírez Rodríguez, distinguido hoy como
el mejor de la promoción, el sobresaliente de
una promoción sobresaliente, quien ha recibido
la medalla Francisco de Paula Santander, y quien ha
recibido las condecoraciones de naciones amigas que
honran a la juventud de nuestra Patria.
Es la hora de la institucionalidad
y del honor de la Fuerza Pública. Lo que estamos haciendo con
la Seguridad Democrática tiene un objetivo:
una Patria sin guerrillas y sin paramilitares, sin
narcotráfico y sin corrupción.
Lo que estamos haciendo con
la Seguridad Democrática
es labrando, día a día, el camino de
la recuperación institucional.
En muchos sitios de la Patria,
las instituciones legítimas
del Estado colombiano habían quedado reducidas
a las formas, habían perdido su poder, habían
perdido su capacidad de hacer cumplir las leyes, estaban
destituidas en la práctica por guerrilleros
y paramilitares, ambos financiados por el narcotráfico.
El proceso en que nos encontramos es para que la Patria
recupere plenamente la vigencia de las instituciones
en todo el territorio.
La historia dirá cuántos años
de debilidad se necesitaron para que se llegara a ese
proceso de deterioro institucional, cuántos
años de leguleyismo al servicio del terrorismo
se requirieron para que los terroristas finalmente
se impusieran, y cuántos años de desatención
en la seguridad, de descuido en el apoyo a la Fuerza
Pública.
Se le apoyaba en los cócteles, se le apoyaba
en las ceremonias, pero no se le apoyaba en la operación,
en los campos y en las ciudades de Colombia. Se asistía
a los cócteles y a las ceremonias de graduación
y a las ceremonias de condecoración, pero a
la hora de apoyar a la Fuerza Pública para derrotar
a las fuerzas terroristas, se prefería vivir
siempre atacando a la Fuerza Pública y en coqueteo
con los terroristas.
Eso es lo que ha cambiado.
Aquí hay todo el
apoyo a la Fuerza Pública, como parte sustancial
de esta política de recuperación institucional,
y toda la decisión de la derrota del terrorismo.
Una Colombia sin guerrillas
implica, general Castro, generales ascendidos, oficiales,
suboficiales, policías
de mi Patria, ser todos los días más
eficaces para que en esta Patria, que hace cinco años
muchos estaban a la espera de que la guerrilla finalmente
asumiera el poder, finalmente se acabe esa pesadilla,
ese riesgo.
Les quedarán dos opciones: les quedará la
opción de entrar de buena fe en un proceso de
paz, o la opción de esperar la derrota final
a cargo de la institución legítima del
Estado de Derecho.
Y algo que le da autoridad
moral a esta tarea, es que el combate lo ha hecho
contra el terrorismo solamente
la institucionalidad. Nosotros no aceptamos malos ejemplos
del pasado, cuando algunas instituciones se mezclaron
con terroristas para derrotar otros terroristas. Nosotros
hemos procedido con un objetivo: la recuperación
de la institucionalidad. Y con un medio: enfrentar
a los terroristas solamente con las fuerzas institucionales.
Seguramente para quienes me
critican, no les habría
extrañado que un Gobierno presidido por mí se
hubiera unido con paramilitares para atacar a la guerrilla.
Lo que ignoraban mis críticos y los amigos soterrados
de la guerrilla, es que el propósito nuestro
va más allá de la derrota de la guerrilla.
Ignoraban que el propósito nuestro es el rescate
de la institucionalidad, es el deseo cristiano y democrático
de que nuestra generación entregue todas las
energías para que podamos legar un país
recuperado en la vigencia de las instituciones.
Y hemos enfrentado al paramilitarismo
sin antecedentes. Los resultados son más elocuentes que el discurso.
Los paramilitares dados de baja, los paramilitares
capturados. Hemos abierto un proceso de paz, a la luz
de la crítica internacional y de la controversia
nacional.
Queremos una Nación sin paramilitares. Aquellos
que están en el proceso de paz y lo cumplan,
se les respetará lo que la Ley de Justicia,
Verdad y Reparación define, que es la consagración
jurídica del proceso.
Los que insistan en sus actividades
delictivas, serán
combatidos por la Fuerza Pública con toda determinación.
En el pasado se acuñó el término
paramilitarismo, para en alguna forma justificar la
acción de organizaciones de justicia privada,
cuyo propósito era combatir la insurgencia guerrillera,
al amparo de la debilidad oficial.
Se dijo que por la falta de
determinación política
de los gobiernos para enfrentar la guerrilla, se fueron
creando condiciones para que se organizaran fuerzas
al margen de la ley para combatir esa guerrilla.
Todas esas circunstancias fueron
creando razones que condujeron a denominar esas bandas
con el nombre de ‘paramilitares’.
Las circunstancias de hoy son
diferentes. Hoy hay toda determinación de derrotar todas las expresiones
de violencia, de proteger todas las regiones de Colombia.
No puede haber razones para que a alguna banda se le
denomine ‘paramilitar’, ni se le pretenda
dar tratamiento benigno.
A aquellos que no participen
en el proceso de paz, les queda dos señalamientos: primero, el señalamiento
de puros criminales, y segundo, el señalamiento
de orden a la Fuerza Pública para que finalmente
los derrote.
Pido a los colombianos una
reflexión: no debemos
hablar más de paramilitarismo como acción
presente o futura. Que quede como una categoría
del pasado, cuyas consecuencias hay que acabar de resolver.
Una reflexión a mis compatriotas: que el único
camino en todas las regiones de la Patria sea la Fuerza
Pública, y la cooperación ciudadana con
la Fuerza Pública. No para legitimar el principio
de la justicia privada, sino para cumplir el mandato
constitucional, en un Estado de solidaridad, de que
cada ciudadano tiene que cooperar con las instituciones
en busca del bienestar colectivo.
¡Es hora de rescate de institucionalidad y hora
de rescate de honor en la Fuerza Pública!
Esta Fuerza Pública valerosa no puede permitir
que se le manche, no puede permitir que se le desafíe.
Allí donde exista alguien que ha cometido un
delito, que tiene relaciones con grupos al margen de
la ley, que ha delinquido por acción o por omisión,
que se le separe de la institución, que se le
juzgue, que se le lleve a la cárcel. Pero la
institución todos los días tiene que
cimentar más su honor. Honor de la Fuerza Pública
y rescate de la institucionalidad, son mandatos en
esta hora de la Patria.
Se discute lo que ha sucedido en el proceso de paz
con los mal llamados paramilitares.
Apreciados compatriotas: los
procesos de paz no pueden ser frustrados ni defraudados.
En los procesos de paz
no puede haber frustración por falta de voluntad
política para sacarlos adelante, ni tampoco
puede haber defraudación por permitir que, en
nombre de la paz, se tolere la impunidad.
Nosotros hemos tenido la voluntad
política
de adelantar este proceso. El Congreso aprobó una
Ley, la primera en procesos de paz en Colombia que
exige justicia, verdad, reparación. Antes simplemente
todo se perdonaba y pasaban de incendiar el Palacio
de Justicia, con los dineros del narcotráfico,
a querer manejar el Congreso de la República,
a aspirar a la Presidencia, y a dictar cátedra
moral a la Nación.
Hoy el paso por la justicia lo hemos defendido y lo
hacemos cumplir. Hay que tener en cuenta estos precedentes,
para cuando en el futuro se den procesos de paz con
las Farc y con el Eln.
Porque en la crítica a nuestro Gobierno, hay
crítica sana que recibimos. Pero también
hay crítica de amigos soterrados de las Farc
y del Eln que, para defender esas organizaciones terroristas,
quisieran siempre tener el pretexto del mantenimiento
del paramilitarismo, que ellos atacan, pero que saben
que en la medida que nosotros no lo desmontemos, se
les mantendrá una razón de justificación
al Eln y a las Farc.
El Gobierno reitera su voluntad con el proceso, siempre
y cuando no se cometan delitos que defrauden la buena
fe, delitos que violen la ley, delitos que afecten
la confianza de los colombianos y de la comunidad internacional
en nuestras instituciones.
Aspiramos que la Fiscalía General de la Nación,
con todo nuestro apoyo en lo que demande el señor
Fiscal, pueda esclarecer los delitos que hayan ocurrido,
asignar responsabilidades individuales, ayudarnos a
hacer claridad sobre todas las denuncias que nos condujeron
a las últimas decisiones.
Digámoslo claro, para que nada quede oculto:
sectores de este proceso que hoy están en la
cárcel de Itagüí, directa e indirectamente
han insinuado que en los crímenes recientes
han participado oficiales de la Fuerza Pública.
Nosotros no ocultamos esas
insinuaciones. Este Gobierno no es el Gobierno de
las sonrisas cómplices
de tantos años con la delincuencia. Este no
es el Gobierno del tapen, tapen, tapen. Este es un
Gobierno firme para el rescate de la institucionalidad.
Por eso cuando los paramilitares
que están
en Itagüí insinúan, directa o indirectamente,
que puede haber oficiales de la Fuerza Pública
comprometidos en los crímenes recientes, el
Gobierno, en lugar de callarse, el Gobierno, en lugar
de buscar silencios, el Gobierno pone de presente esa
insinuación ante el país, ante la Fiscalía,
ante la Procuraduría General de la Nación,
ante la Corte Suprema de Justicia, para que se investigue,
para que exista claridad, para que no quede ninguna
duda de nuestro proceso de recuperar las instituciones.
En el pasado se dio el mal
ejemplo de juntar instituciones con delincuentes
para perseguir otros delincuentes.
Nosotros habremos cometido errores, pero hemos transitado
un camino con toda firmeza en estos años, que
ha sido en camino de la institucionalidad.
De pronto iríamos más adelante en el
combate contra las Farc y contra el Eln, si subrepticiamente
hubiéramos estimulado alianzas con el paramilitarismo
para enfrentar estos grupos terroristas. Pero el legado
que le queremos dejar a las nuevas generaciones, es
un legado de valor civil, de responsabilidad con la
Patria, de determinación para derrotar al terrorismo
con total respeto al medio constitucional, que es la
fuerza institucional de la Nación.
Queremos ayudar a la Fiscalía, en todo lo que
esté a nuestro alcance, para que despegue velozmente
la aplicación de la Ley de Justicia, de Verdad,
de Reparación. De la Ley de este proceso de
paz, que trae beneficios a quienes en él participan,
como las condenas reducidas.
Este proceso de paz, en la
medida que contribuya con la verdad, va a cicatrizar
heridas en la sociedad colombiana.
Y va a crear en la sociedad colombiana la conciencia
de que nunca más, por las debilidades de los
gobiernos, por la confusión entre civilidad
y debilidad, los colombianos podremos hacerle el juego
a la guerrilla, o buscar defensa en los paramilitares.
El Gobierno estimula que esta
Ley se aplique rápidamente.
Esta mañana, en una reunión con los
Ministros, el señor Vicepresidente, el Fiscal,
el Alto Comisionado, reiteramos el propósito
de ayudar al Fiscal en esta aplicación, para
que, avanzando la Ley, no quede la menor duda del imperio
del ordenamiento jurídico en Colombia.
La verdad siempre es buena.
Ayuda a la recuperación
de la institucionalidad, ayuda a depurar. A depurar
la política, a depurar el Ejecutivo, a depurar
la Fuerza Pública, a depurar la justicia. Depuración
que se requiere en esta hora de honor y de recuperación
institucional.
Por eso, así como a lo largo del proceso, cuando
ha sido necesario, el Gobierno ha brindado seguridad
a algunos desmovilizados, el Gobierno ha ordenado que
se brinde seguridad a las familias de aquellos desmovilizados
o de aquellos que estén en la cárcel
de Itagüí, que corran riesgos. Todo lo
que tengamos que hacer por la protección de
esas familias, lo haremos.
Nosotros, en procura de rescatar
la institucionalidad, hemos venido haciendo una pedagogía en Colombia:
que no se siga dividiendo en nuestro país el
crimen entre un crimen bueno y crimen malo. Todo crimen
es horrendo.
Nosotros no podemos permitir
la impunidad del crimen que convierte en víctima al mafioso, ni la impunidad
del crimen que convierte en víctima al ciudadano
inocente.
En ambos casos hay que derrotar
la impunidad. Hay que acabar con ese cuento que,
por debilidad oficial,
se impuso en el conversatorio de los colombianos en
los últimos 30 años.
Cuando se asesina a alguien,
en lugar de repudiar el asesinato, se pregunta quién era, para tratar
de encontrarle justificaciones. Entonces, cuando alguien
dice: ‘no, lo que pasa es que estaba en tratos
con la mafia’, o el otro dice: ‘debía
una cuenta’, o el otro dice: ‘lo mataron
porque estaba en una discoteca con la mujer de un narcotraficante’,
se acaba el repudio al crimen, se acaba el interés
de esclarecerlo, y aparece la justificación.
Eso no se puede permitir.
Para nosotros, la protección de los que están
en cárcel, en sus vidas y en sus derechos, la
protección de sus familiares, es tan importante
como la protección de las familias y de los
ciudadanos colombianos que no tienen estas dificultades.
Por eso nuestra seguridad es
democrática. Esto
no es de ahora. Así lo planteamos desde la campaña
que nos condujo a la elección presidencial en
el 2002. Y el proceso democrático, las elecciones
de este año, han demostrado que nuestro concepto
de seguridad es democrático, porque es seguridad
para todos los colombianos. Independientemente de que
estén en la cárcel o en el ejercicio
de oficios lícitos. Independientemente de que
con sus tesis apoyen al Gobierno o sean voceros de
la oposición.
El Alto Comisionado para la
Reinserción (Frank
Pearl) debe reunirse esta semana con los grupos que
integran los 40 mil desmovilizados de Colombia, hablar
con ellos, dar a ellos confianza. Ese proceso es muy
costoso. Hablar de 40 mil desmovilizados es fácil
en la teoría. Administrar 40 mil desmovilizados
es muy difícil en la práctica.
Comparen con el número de desmovilizados del
pasado. El M - 19, algo así como 900. Si se
le suma el EPL, el Quintín Lame, no llegan a
4 mil. Ahora son 40 mil desmovilizados.
Ellos deben tener confianza:
que si cumplen, el Gobierno les cumple. Deben saber
qué es mejor el camino
de la reinserción definitiva a la vida constitucional,
que las tentaciones de reincidencia criminal.
A quienes cumplan en la cárcel, se les respeta
el proceso de paz. A los desmovilizados que cumplan,
a todos aquellos que están en diferentes centros
de referencia del país, se les respeta el proceso
de paz. A quienes reincidan, se les levantan los beneficios
de la Ley de Justicia y Paz, y si llegaren a tener
la suspensión de la extradición, también
se levanta la suspensión de extradición.
Todos los días el leguleyismo inventa tesis.
El leguleyismo que condujo a Colombia a este horrendo
dominio del terrorismo, ahora dice que se está utilizando
la extradición como un mecanismo de presión
política.
Si sirve para presionar a la
delincuencia, para derrotar a la delincuencia, utilizamos
la extradición.
Para derrotar a la delincuencia,
este Gobierno ha autorizado ya más de 500 extradiciones. Para
derrotar a la delincuencia, el país se tiene
que preparar para que en momento que corresponda, si
nuestra justicia ha fallado, también se extradite
por requerimiento de la Corte Penal Internacional,
que dentro de dos años entrará ya a tener
el alcance pleno del tratado que la incorpora en el
ordenamiento mundial en relación con Colombia.
Hay temores. En unas regiones
de Colombia donde se desmovilizaron paramilitares,
subsisten temores por
las presiones de la guerrilla. El camino no es rearmar
estos grupos, el camino no son las Águilas Negras,
el camino no son las nuevas bandas emergentes. ¡A
todos estos bandidos hay que derrotarlos! El camino
es evitar la presencia guerrillera con la acción
institucional del Ejército y de la Policía,
con la integración entre la Fuerza Pública
y la institución armada de la Nación.
Ese es el camino, apreciados compatriotas.
Es difícil, pero con buena y firme voluntad
todos los días lo lograremos. En el Catatumbo
y en Urabá. Y lo lograremos en los Montes de
María y en el Golfo de Morrosquillo, y lo lograremos
en el Baudó, y lo lograremos en tantos sitios
del sur de la Patria.
Con constancia, amaneciendo
todos los días
con energías recargadas para avanzar en seguridad,
en esas zonas los colombianos finalmente se convencerán
de que es mejor dormir con la protección de
la Fuerza Pública para enfrentar la amenaza
guerrillera, que con el doble riesgo de la amenaza
guerrillera y la ficticia protección paramilitar.
Hay temores. En mi ciudad de
Medellín hay el
temor de que las Farc están contratando desmovilizados
del paramilitarismo. Eso hay que enfrentarlo.
Señor General Carrillo y hoy señor General
Pedreros, quien hasta ayer era coronel de la República:
cada vez que intenten las Farc entrar a Medellín,
a derrotarla. No vamos a permitir que esa acción
mercenaria del terrorismo, ahora contrate desmovilizados
para ejecutar acciones criminales de otro tipo y de
la misma gravedad.
Con nuestra persistencia, con
el heroísmo de
la Fuerza Pública, todos los días, a
pesar de las dificultades y reveses, debe acrecentarse
en Colombia el sentimiento ciudadano de confianza en
nuestras instituciones.
Señor General Castro,
muchas felicitaciones.
Señores Generales ascendidos,
muchas felicitaciones.
Los espera una tarea más dura. Esta estrella
que por primera vez llega al hombro de algunos, que
por segunda vez llega al hombro del General Vera, este
Sol que por tercera vez llega sus hombros, General
Castro, son expresiones de la ilusión de una
Nación que no quiere que se hable más
de un ‘conflicto prolongado de baja intensidad’,
sino que se hable de la hora de derrotar este desafío
terrorista a la democracia.
¡Que ustedes no sean los Generales de la contención
del conflicto, como lo llaman algunos teóricos,
sino los Generales de la derrota definitiva del terrorismo!
Dios mediante, lo vamos a lograr.
Y en medio de dificultades, la voluntad del pueblo
colombiano, tras el propósito
de la institucionalidad, los acompaña a ustedes
férreamente.
A sus familias, que han consagrado
tantos años
de la calidez del hogar a estimular su tarea patriótica,
nuestra gratitud, nuestra gratitud inmensa.
Compatriotas, en el pasado
se apaciguaba a los criminales para que hubiera tranquilidad
en los gobiernos. Eso
conducía a que jamás hubiera tranquilidad
en la Nación. Ahora, a pesar de que halla zozobra
en la política, dificultades para el Gobierno,
no hay apaciguamiento.
¡Atrás quedó el apaciguamiento! ¡Ahora
toda la firmeza contra el terrorismo, así el
Gobierno tenga dificultad, pero para lograr que finalmente
la Nación tenga tranquilidad y tenga confianza!
¡Que tiemblen los criminales, que trabaje más
la Fuerza Pública, que nos ayude la justicia,
que en el Gobierno enfrentemos con éxito dificultades,
que no compremos apaciguamiento, para que la ciudadanía
colombiana pueda vivir tranquila!
¡Que viva Colombia y que viva nuestra Policía!
Muchas gracias.