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PALABRAS DEL PRESIDENTE URIBE EN CEREMONIA DE ASCENSOS DEL EJÉRCITO NACIONAL
Diciembre 7 de 2006 (Bogotá - Cundinamarca)

“Volvemos a este campo de paradas de la Escuela Militar José María Córdova, a asistir a una ceremonia de gran importancia para la Patria.

Después de tantos lustros de servir bien a Colombia, con entusiasmo de todas las horas, con iniciativa, con transparencia, asciende a General de tres Soles el comandante del Ejército, Mayor General Mario Montoya Uribe. A él, nuestra gratitud, por su esmerada tarea de devoción por la Patria, en el Ejército, en el glorioso Ejército de Colombia. A su señora doña María Eugenia, a sus hijos, a su familia, que lo ha acompañado con abnegación, con calidez, con amor, en estos duros avatares del ejercicio de su vocación en favor de la Patria. A esa distinguida familia, nuestra infinita gratitud.

Tengo el honor de que la vida me permitió imponer el segundo Sol al General Mario Montoya Uribe, y hoy acudo a imponer a él el tercer Sol. Esta mañana, en la Escuela de Policía General Francisco de Paula Santander, tuve un honor semejante, al ascender también a General de tres Soles al comandante de la Policía, el General Jorge Daniel Castro Castro. Hoy, el ascenso de ambos es motivo de ilusión para la Patria, que ya quiere ver cercana la hora de la derrota final del terrorismo.

Y acudimos a graduar la promoción Abraham Varón Valencia, el general ex Comandante de las Fuerzas, ex Ministro de la Defensa, en cuyo nombre, para honrar a su memoria, ha sido graduada esta promoción.

Agradezco a la juventud colombiana entregarnos este grupo de subtenientes, expresión de una juventud que se prepara, de una juventud con un alto concepto de Patria, de una juventud transparente, de una juventud llena de valores, de una juventud dispuesta a que Colombia deje atrás la pesadilla del terrorismo.

Los felicito a todos. Agradezco, jóvenes, su voluntad de servicio. La Patria ha estado, está y estará en deuda de gratitud con cada una de sus actuaciones.

Quiero mencionarlos a todos, al mencionar el nombre de quienes ocuparon los primeros puestos. De los subtenientes Javier Andrés Calderón, su padre Javier Alfonso, su madre doña Dignori. Del subteniente Miguel Ángel Angulo, Omar y doña Rosalía, sus padres. Del subteniente Cristian Monsalve, don José Miguel y doña Hilda, sus padres. Del subteniente Carlos Andrés González López, Marco Aurelio y doña Esperanza, sus padres. Del subteniente José Eduardo Castillo Pinilla, José Samuel y doña Gilma sus padres. Del subteniente Julián Leonardo Sarmiento, don Luis y doña María, sus padres. Del subteniente Rafael Eduardo Barbosa, don Rafael y doña Blanca Liria, sus padres. Del subteniente Manuel Ricardo Rey, don José y doña María sus padres. Del subteniente Giovanni Ricardo Vargas, Giovanni y doña María Isabel, sus padres. Del subteniente Yurle Winson Castro Bedoya, Celio y Marina, sus padres.

A toda la promoción, nuestra gratitud y nuestra felicitación. En los papás y mamás mencionados, quiero hacer llegar la gratitud a todos los papás y todas las mamás de estos subtenientes. Le están entregando ellos lo mejor de su afecto al servicio de la Patria.

Colombia, en la hora de la recuperación total de la seguridad, deberá guardar, en el corazón de cada ciudadano, gratitud. No sólo a estos subtenientes, sino a sus papás, a sus mamás, a sus hermanos, que consintieron en la vocación de que ellos se dedicaran exclusivamente al servicio de la Patria.

Cuando en compañía del Ministro y de los Altos Mandos recorría estas escaleras, preguntaba a uno de mis compatriotas si tiene un hijito en la graduación de hoy, y me contestó: ‘dos’. Me conmovió. No solamente entregó uno, sino dos, a este abnegado servicio de la Patria.

Desde el fondo del corazón, a ustedes, papás y mamás, nuestra gratitud. Va un aplauso de alborozo por su valor y su patriotismo.

Esta juventud que hoy se gradúa, es garantía de que vamos a tener éxito en el propósito de recuperar totalmente la institucionalidad de la Nación. En el propósito de una Fuerza Pública, en la hora del honor y de la victoria. Una Fuerza Pública sin mácula. Una fuerza Pública que en el designio y en el cuidado del honor, está recuperando la institucionalidad de la Nación.

La FuerzaPública, la justicia, el decoro del Gobierno, de la política, fueron desalojados en muchas regiones de la Patria por el terrorismo. Los usurpadores, guerrilleros y paramilitares, alimentados por el narcotráfico, se aprovecharon de la debilidad de tantos años para derrotar nuestras instituciones.

En buena hora estamos acompañados de la determinación del pueblo en la tarea de derrotar a los invasores. En el propósito de una Colombia sin guerrilla, sin paramilitares, sin narcotráfico, sin corrupción. En el propósito de una Colombia transparente, próspera, equitativa, como lo merece esta juventud de subtenientes que hoy se gradúan. Y lo vamos a lograr, mediante Dios, con la constancia de todos, con el apoyo del pueblo y con el heroísmo de las Fuerzas Militares y de Policía de la Patria.

La recuperación de las instituciones, el honor de la Fuerza Pública, son imperativos del momento, apreciados compatriotas.

Hacemos esta convocatoria porque, a pesar de lo que falta, hemos avanzado. Hemos avanzado por el camino de la institucionalidad. Para mis críticos, no habría sido extraño que un Gobierno dirigido por mí, subrepticiamente se hubiera aliado con paramilitares para derrotar a la guerrilla. Hemos procedido de manera contraria.

Nuestro camino es el de la institución, porque nuestro objetivo es la institucionalidad. Por razones cristianas y democráticas, por compromiso de legado popular, por una Colombia reconciliada, orgullosa de su ordenamiento jurídico con la que soñamos, jamás habríamos permitido que nuestra política se confundiera con acciones de bandidos para derrotar a otros bandidos.
En el pasado eso no dio buen resultado. Por un lado se combinó la debilidad, y por el otro lado apareció, en momentos de angustia, la permisividad para autorizar que, para producir resultados, la Fuerza Pública en algún estamento y en alguna localidad tuviera que unirse con sectores de bandidos para derrotar a otros bandidos.

Lo nuestro no es la debilidad. Lo nuestro es la institucionalidad.

Aquí la debilidad de muchos años permitió que la guerrilla creciera, que el narcotráfico inundara el país, que la gente indefensa, angustiada, en desespero, viera en los paramilitares alguna salida, que, finalmente, por esa continuada debilidad del Estado, paramilitares y guerrillas se convirtieran en sicarios, en verdugos por igual del pueblo.

El pueblo colombiano no quiere más eso. El pueblo colombiano quiere el rescate total de la institucionalidad.

¡Vamos a derrotar todas las expresiones del crimen!

En Colombia no debemos hablar más de paramilitarismo como acción del presente o del futuro. Es un problema del pasado cuya solución está en camino.

En aquellas regiones donde se apeló al paramilitarismo, porque se entendió que era una organización al margen de la ley con vocación de derrotar la insurgencia guerrillera, donde muchos tuvieron que convivir o aceptar, por la debilidad del Estado, a pesar de que otros ingresaron allí con propósito delictivo, en todas esas regiones debe predominar hoy la Fuerza Pública.

Es difícil, en todas estas regiones, derrotar a la guerrilla, pero lo vamos a lograr.

Cuando se desmovilizan los paramilitares del Catatumbo, me dicen los ciudadanos: ‘Presidente, ¿quién nos protege?’. La Fuerza Pública.

A pesar de que haya reveses y dificultades, es la Fuerza Pública la única para proteger esos bienes colectivos que son la tranquilidad y la seguridad.

Es preferible trabajar con la Fuerza Pública, ayudarle a que mejore, cooperar con ella, que tener que dormir esperando un ataque guerrillero o tener que correr a pedir una protección paramilitar.

Lo único que da tranquilidad al individuo y a la sociedad, es la protección efectiva a cargo de las instituciones democráticas.

Es lo que requerimos en el Catatumbo y en Urabá, y en la Sierra Nevada y en Paramillo, y en el sur del país, y en los Llanos Orientales, en la ladera cundiboyacense, en la región cafetera, la Fuerza Pública, con toda la determinación, el coraje de estos subtenientes para derrotar finalmente las expresiones criminales.

Que en adelante nadie piense en más en paramilitarismo como fuerza irregular anti-insurgente. El único camino frente a la guerrilla, es el camino de la institución militar. Y la guerrilla sabrá si negocia y lo hace de buena fe, o espera que la derrotemos con la acción transparente de la Fuerza Pública.

Quizás la derrotaríamos más fácil si nos hubiéramos aliado con los paramilitares. Pero eso no sería bueno para Colombia. Sería una victoria mezquina, ilegítima, espúrea, de efectos de muy corta duración.

El camino de la institucionalidad, de la apelación exclusiva a nuestra Fuerza Pública, a la acción de estos valientes subtenientes, es un camino que toma tiempo, que tiene reveses y dificultades, es un camino con el calvario y espinas, es un camino con pocas rosas, pero es el único camino que trae la reconciliación total de los colombianos. Es el único camino que trae motivos para que los colombianos nos sintamos orgullosos de nuestra Constitución y de nuestras instituciones.

Hemos combatido a la guerrilla y a los paramilitares, y hemos permitido un proceso de paz. Las decisiones que hemos tomado en los últimos días frente a ese proceso de paz, son decisiones a las que nos hemos visto obligados, porque esos procesos de paz no pueden ser defraudados por la tipificación de delitos por parte de quienes están participando en esos procesos de paz.

El Gobierno ha tomado unas decisiones bajo mi responsabilidad política, porque lo peor que le pasaría a un proceso de paz con los paramilitares, sería que el Gobierno, advertido de irregularidades y de presuntos delitos, no tomara decisiones y permitiera que el proceso avanzara artificialmente, cabalgando sobre la impunidad.

Por eso nuestras decisiones. Es mejor un proceso sin impunidad, con decisiones severas, así haya dificultades, que un proceso en el cual, en nombre de la paz, se impere en impunidad.

Las personas que están en la cárcel de Itagüí, algunos de ellos han insinuado, directa o indirectamente, que en los crímenes de las últimas semanas, que contribuyeron a motivar nuestra decisión del traslado a esa cárcel, habrían participado oficiales de la Fuerza Pública con sectores del narcotráfico.

Antes de que eso salga a la luz pública, por caminos diferentes, el Gobierno ha querido, por conducto del Comisionado y por conducto de mi persona, contarles a la ciudadanía, al Ministro de la Defensa, a los Altos Mandos y al Fiscal General de la Nación.
Sabemos que el Fiscal, con su liderazgo, nos va a ayudar a esclarecer todos estos hechos, a desvirtuar o a ratificar hipótesis, a asignar responsabilidades individuales, como tiene que ser en esta materia.

Aquellos que cumplan con el proceso de paz, les cumpliremos con el proceso de paz. Aquellos que no cumplan con el proceso de paz, perderán los beneficios de la Ley de Justicia y Paz, y si llegaren a tener el beneficio de la suspensión de la extradición, ese beneficio también se les levantará.

Es la hora de que avance la Ley de Justicia y Paz. Esa ley da unos beneficios, es cierto. Es una ley de paz. Pero no de impunidad. La diferencia entre esta Ley y nuestro proceso y lo que sucedió antaño, es que antes solamente nos preocupábamos por leyes de perdón. No había preocupación por la verdad, no había preocupación por la reparación, no había preocupación por la justicia.

Eso permitió que, en nombre del perdón, algunos pasaran de ser pirómanos que incendiaron el Palacio de Justicia, con los dineros del narcotráfico, a querer dominar el Congreso de la República, a aspirar a la Presidencia y a convertirse en los catones morales de la Nación.

La diferencia entre el actual proceso y algunos de los beneficiarios de antiguos procesos, que hoy son tan críticos, es que en el actual proceso no ha impunidad, que en el actual proceso tienen los beneficiarios de la paz que cumplir con las obligaciones de verdad y de reparación, y tienen que pasar por el examen de la justicia.

Es que en el actual proceso, el Gobierno ha preferido la dificultad que se deriva para castigar el delito, que la comodidad de los oídos sordos frente al delito, para que se dé una paz artificial.

El Gobierno cree que la verdad ayuda a recuperar las instituciones, a depurar la política, a depurar la justicia, a depurar el Ejecutivo, a depurar las Fuerzas Militares y de Policía. La depuración que requiere esta Patria, para que esta Patria merezca la confianza, la exposición al riesgo de los jóvenes subtenientes que hoy se gradúan.

Este no ha sido el Gobierno del tapen, tapen. Este ha sido el Gobierno que ha enfrentado todos los temas de cara al sol, a plena luz del día. Por eso hemos pedido que para estimular la verdad, no haya obstáculos.

Algunos de los que están en la cárcel de Itagüí han pedido protección para sus familias. El Gobierno ha autorizado que se protejan las familias de ellos. Esas decisiones, para nosotros, no son nuevas. En el proceso cuando fue necesario proteger algunos desmovilizados, lo hicimos.

Y nuestra seguridad es democrática, nuestra seguridad es para todos los colombianos, nuestra seguridad es para proteger por igual la familia de aquel que esté en una cárcel, a la familia de aquellos que no tienen ese tipo de problemas.

Nuestra seguridad es democrática, como se demostró recientemente en las elecciones de Congreso y Presidencia (de la República), donde voceros de las tesis de Gobierno y sus más acérrimos críticos gozaron por igualdad de la protección de los soldados y policías de la Patria, que encarnan la Seguridad Democrática.

Nosotros creemos que hay que darles seguridad a todos. Eso es consistente con las ejecutorias de estos cuatro largos años, con el discurso que nos llevó a la Presidencia de la República en la campaña de 2002.

Nosotros no creemos que debe seguir la actitud inhumana de calificar los crímenes, de dividirlos entre buenos y malos. Nosotros creemos que hay que hacer una pedagogía en favor del derecho de la vida, que lleve a los colombianos a aceptar que es tan importante el derecho a la vida de aquel que está en un problema judicial, como el derecho a la vida de aquel que no tiene ese problema.

En estos días, cuando pregunté por los crímenes de Medellín –que me condujeron, en parte, a las decisiones tomadas de traslado a la cárcel de Itagüí–, alguien me dijo: ‘Presidente, es que era mafioso’. Y dije: ‘mafioso o no mafioso, no puede haber impunidad, finalmente todos somos seres humanos’.

La derrota del asesinato es la victoria del derecho a la vida. Y el derecho a la vida hay que protegerlo por igual, en favor del inocente que en favor del criminal. Hay que desterrar de la conciencia y del diálogo de los colombianos, esa aceptación que muchas veces se hace de la justicia privada.

Compatriotas, en los últimos 35 años, en mi ciudad de Medellín y en muchas partes de Colombia, he escuchado que cuando se sucede un crimen, antes de repudiarlo se pregunta por qué lo mataron, para buscar justificaciones.

Que lo mataron por una cuenta, que lo asesinaron porque estaba en la mafia, que lo asesinaron porque estaba en una discoteca con la mujer de un narcotraficante. Y entonces se encuentran justificaciones y prevalecen las justificaciones, y se opaca el repudio al crimen. ¡Eso no puede seguir!

Si nosotros vamos a construir de verdad una Nación solidaria, una Nación próspera, una Nación con rectitud, tenemos que desterrar el crimen, cualquiera sea la víctima.

Por eso, además, tomamos recientes decisiones de traslado a la cárcel de Itagüí. Y confiamos que, con el liderazgo del Fiscal General, con la ayuda de la Policía Judicial, todo esto tiene que aclararse.

Pueden saber todos los desmovilizados que aquellos que estén respetando las reglas del proceso, el Gobierno les respetará el proceso. Pueden saber los que están en Itagüí, pueden saber los que están en diferentes lugares de Colombia: hay 30 mil desmovilizados de los paramilitares aproximadamente, y casi 10 mil de la guerrilla. El Alto Comisionado para la Reinserción (Frank Pearl), se reunirá velozmente en esta semana, de manera colectiva, en diferentes sitios, para verse cara a cara con los 40 mil, reiterarles la voluntad del Gobierno de cumplir, de salir adelante, en un proceso difícil. Una cosa es hablar de 40 mil desmovilizados en una oficina. Otra cosa es apropiar el presupuesto, sufragar los gatos, conducir el proceso para reinsertarlos a la vida constitucional.

Este pueblo colombiano es el pueblo más valiente del mundo. En España delinquían docenas, en Irlanda docenas, aquí encontramos hace cuatro años más de 60 mil terroristas armados. Los analistas decían que para invertir en Colombia había que esperar unos días, a fin de que las Farc consumaran la toma del poder, darle un tiempo a ver cómo iba a ser su gobierno y después decidir si se invertía o no en Colombia.

Eso lo hemos erradicado. Falta mucho, pero el proceso de recuperación va en marcha, gracias al heroísmo de la Fuerza Pública.

Este gran pueblo colombiano, que encarna tanto valor, debe ayudarnos hoy para que allí donde hay temores de la guerrilla, nadie apele a paramilitares, para que los paramilitares sean cosa del pasado, para que la única apelación sea la Fuerza Pública.

Este pueblo colombiano, valeroso y noble, debe ayudarnos a crear confianza en la Fuerza Pública.

Nosotros hacemos llegar hoy un mensaje a los desmovilizados: no permitimos la reincidencia. Aquellos que quieren volver a delinquir, pierden todos los beneficios. Que se olviden de las “Águilas Negras”, que se olviden de grupos criminales de otra pelambre, que se olviden de las bandas emergentes, porque la decisión de la Fuerza Pública es derrotar todas esas expresiones criminales. Y para ese propósito contamos hoy con esta nueva promoción de subtenientes del Ejército de la Patria.

Claro que hay temores. Me llamaba alguien de Medellín y me decía que se estaba rumorando que las Farc estaban contratando desmovilizados para hacer terrorismo.

Cobardemente, hace pocas semanas, en Cali, las Farc, para lanzar artefactos terroristas, contrató delincuentes que nada tenían que ver con las Farc.

Esos temores hay que enfrentarlos. De ahí que el Ejército y la Policía, con el apoyo de la administración de justicia de la Fiscalía, van a avanzar en la tarea de aniquilar el terrorismo en todas las ciudades de Colombia, y que no vamos a permitir, que no vamos a permitir que la guerrilla crea que ahora puede campear, porque el país viene desmontando el paramilitarismo.

Al contrario, el desmonte del paramilitarismo refuerza nuestra autoridad moral para combatir y derrotar a la guerrilla.

Las circunstancias que hemos vivido son difíciles, pero traen un buen horizonte para la Patria.

El Gobierno habría podido simplemente dejar que las cosas pasaran, comprar apaciguamientos. Eso le habría traído tranquilidad aparente al proceso, nos habría traído tranquilidad al Gobierno, pero habría sido desastroso para el sueño del país de recuperar la institucionalidad.

Cuando los gobiernos compran apaciguamiento de parte de los criminales, los gobiernos lo que hacen es comprar intranquilidad para la ciudadanía.

En lugar de gobiernos tranquilos por delincuentes apaciguados, y de una ciudadanía angustiada porque no se supera el terrorismo, nosotros preferimos que se dé la controversia política, que haya intranquilidad en la política, que en el Gobierno tengamos que trabajar más, enfrentar mayores dificultades, pero que no apacigüemos a los delincuentes, sino que mantengamos el propósito de derrotarlos a todos, para que la ciudadanía colombiana pueda confiar en el sueño de una Nación con honor institucional, de una Nación democrática, ceñida totalmente a la Constitución y a la Ley.

Papás y mamás de estos graduandos, doña María Eugenia y familia del General Montoya, a ustedes la gratitud del corazón encendido de la Nación.

General, éxitos, no más esperas, el cuento de los teóricos de la guerrilla de un conflicto prolongado de baja intensidad, queda atrás.

Ahora, con ese nuevo Sol, General, ¡alta intensidad, permanente intensidad para abreviar el paso y derrotar el terrorismo!

Graduandos, como dijera el general Córdova, ¡ni un paso atrás, la Patria espera siglos de prosperidad y de tranquilidad, derivados de la acción heroica de ustedes!

¡Que viva Colombia, y que viva nuestro Ejército!”.

 
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