“Volvemos a este campo de paradas
de la Escuela Militar José María Córdova,
a asistir a una ceremonia de gran importancia para
la Patria.
Después de tantos lustros
de servir bien a Colombia, con entusiasmo de todas
las horas, con iniciativa, con transparencia, asciende
a General de tres Soles el comandante del Ejército,
Mayor General Mario Montoya Uribe. A él, nuestra
gratitud, por su esmerada tarea de devoción
por la Patria, en el Ejército, en el glorioso
Ejército de Colombia. A su señora doña
María Eugenia, a sus hijos, a su familia, que
lo ha acompañado con abnegación, con
calidez, con amor, en estos duros avatares del ejercicio
de su vocación en favor de la Patria. A esa
distinguida familia, nuestra infinita gratitud.
Tengo el honor
de que la vida me permitió imponer el segundo Sol al General Mario
Montoya Uribe, y hoy acudo a imponer a él el
tercer Sol. Esta mañana, en la Escuela de Policía
General Francisco de Paula Santander, tuve un honor
semejante, al ascender también a General de
tres Soles al comandante de la Policía, el General
Jorge Daniel Castro Castro. Hoy, el ascenso de ambos
es motivo de ilusión para la Patria, que ya
quiere ver cercana la hora de la derrota final del
terrorismo.
Y acudimos
a graduar la promoción
Abraham Varón Valencia, el general ex Comandante
de las Fuerzas, ex Ministro de la Defensa, en cuyo
nombre, para honrar a su memoria, ha sido graduada
esta promoción.
Agradezco
a la juventud colombiana entregarnos este grupo de
subtenientes, expresión
de una juventud que se prepara, de una juventud con
un alto concepto de Patria, de una juventud transparente,
de una juventud llena de valores, de una juventud dispuesta
a que Colombia deje atrás la pesadilla del terrorismo.
Los felicito
a todos. Agradezco, jóvenes, su voluntad de servicio. La Patria
ha estado, está y estará en deuda de
gratitud con cada una de sus actuaciones.
Quiero mencionarlos
a todos, al mencionar el nombre de quienes ocuparon
los primeros puestos.
De los subtenientes Javier Andrés Calderón,
su padre Javier Alfonso, su madre doña Dignori.
Del subteniente Miguel Ángel Angulo, Omar y
doña Rosalía, sus padres. Del subteniente
Cristian Monsalve, don José Miguel y doña
Hilda, sus padres. Del subteniente Carlos Andrés
González López, Marco Aurelio y doña
Esperanza, sus padres. Del subteniente José Eduardo
Castillo Pinilla, José Samuel y doña
Gilma sus padres. Del subteniente Julián Leonardo
Sarmiento, don Luis y doña María, sus
padres. Del subteniente Rafael Eduardo Barbosa, don
Rafael y doña Blanca Liria, sus padres. Del
subteniente Manuel Ricardo Rey, don José y doña
María sus padres. Del subteniente Giovanni Ricardo
Vargas, Giovanni y doña María Isabel,
sus padres. Del subteniente Yurle Winson Castro Bedoya,
Celio y Marina, sus padres.
A toda la
promoción, nuestra
gratitud y nuestra felicitación. En los papás
y mamás mencionados, quiero hacer llegar la
gratitud a todos los papás y todas las mamás
de estos subtenientes. Le están entregando ellos
lo mejor de su afecto al servicio de la Patria.
Colombia,
en la hora de la recuperación
total de la seguridad, deberá guardar, en el
corazón de cada ciudadano, gratitud. No sólo
a estos subtenientes, sino a sus papás, a sus
mamás, a sus hermanos, que consintieron en la
vocación de que ellos se dedicaran exclusivamente
al servicio de la Patria.
Cuando en
compañía
del Ministro y de los Altos Mandos recorría
estas escaleras, preguntaba a uno de mis compatriotas
si tiene un hijito en la graduación de hoy,
y me contestó: ‘dos’. Me conmovió.
No solamente entregó uno, sino dos, a este abnegado
servicio de la Patria.
Desde el fondo
del corazón,
a ustedes, papás y mamás, nuestra gratitud.
Va un aplauso de alborozo por su valor y su patriotismo.
Esta juventud
que hoy se gradúa,
es garantía de que vamos a tener éxito
en el propósito de recuperar totalmente la institucionalidad
de la Nación. En el propósito de una
Fuerza Pública, en la hora del honor y de la
victoria. Una Fuerza Pública sin mácula.
Una fuerza Pública que en el designio y en el
cuidado del honor, está recuperando la institucionalidad
de la Nación.
La FuerzaPública, la justicia,
el decoro del Gobierno, de la política, fueron
desalojados en muchas regiones de la Patria por el
terrorismo. Los usurpadores, guerrilleros y paramilitares,
alimentados por el narcotráfico, se aprovecharon
de la debilidad de tantos años para derrotar
nuestras instituciones.
En buena hora
estamos acompañados
de la determinación del pueblo en la tarea de
derrotar a los invasores. En el propósito de
una Colombia sin guerrilla, sin paramilitares, sin
narcotráfico, sin corrupción. En el propósito
de una Colombia transparente, próspera, equitativa,
como lo merece esta juventud de subtenientes que hoy
se gradúan. Y lo vamos a lograr, mediante Dios,
con la constancia de todos, con el apoyo del pueblo
y con el heroísmo de las Fuerzas Militares y
de Policía de la Patria.
La recuperación de las instituciones,
el honor de la Fuerza Pública, son imperativos
del momento, apreciados compatriotas.
Hacemos esta
convocatoria porque, a pesar de lo que falta, hemos
avanzado. Hemos avanzado
por el camino de la institucionalidad. Para mis críticos,
no habría sido extraño que un Gobierno
dirigido por mí, subrepticiamente se hubiera
aliado con paramilitares para derrotar a la guerrilla.
Hemos procedido de manera contraria.
Nuestro camino
es el de la institución,
porque nuestro objetivo es la institucionalidad. Por
razones cristianas y democráticas, por compromiso
de legado popular, por una Colombia reconciliada, orgullosa
de su ordenamiento jurídico con la que soñamos,
jamás habríamos permitido que nuestra
política se confundiera con acciones de bandidos
para derrotar a otros bandidos.
En el pasado eso no dio buen resultado. Por un lado
se combinó la debilidad,
y por el otro lado apareció, en momentos de angustia, la permisividad
para autorizar que, para producir resultados, la Fuerza Pública en algún
estamento y en alguna localidad tuviera que unirse con sectores de bandidos
para derrotar a otros bandidos.
Lo nuestro no es la debilidad. Lo
nuestro es la institucionalidad.
Aquí la debilidad de muchos
años permitió que la guerrilla creciera,
que el narcotráfico inundara el país,
que la gente indefensa, angustiada, en desespero, viera
en los paramilitares alguna salida, que, finalmente,
por esa continuada debilidad del Estado, paramilitares
y guerrillas se convirtieran en sicarios, en verdugos
por igual del pueblo.
El pueblo
colombiano no quiere más
eso. El pueblo colombiano quiere el rescate total de
la institucionalidad.
¡Vamos
a derrotar todas las expresiones del crimen!
En Colombia
no debemos hablar más
de paramilitarismo como acción del presente
o del futuro. Es un problema del pasado cuya solución
está en camino.
En aquellas
regiones donde se apeló al
paramilitarismo, porque se entendió que era
una organización al margen de la ley con vocación
de derrotar la insurgencia guerrillera, donde muchos
tuvieron que convivir o aceptar, por la debilidad del
Estado, a pesar de que otros ingresaron allí con
propósito delictivo, en todas esas regiones
debe predominar hoy la Fuerza Pública.
Es difícil,
en todas estas regiones, derrotar a la guerrilla,
pero lo vamos a
lograr.
Cuando se
desmovilizan los paramilitares del Catatumbo, me
dicen los ciudadanos: ‘Presidente, ¿quién
nos protege?’. La Fuerza Pública.
A pesar de
que haya reveses y dificultades, es la Fuerza Pública la única
para proteger esos bienes colectivos que son la tranquilidad
y la
seguridad.
Es preferible
trabajar con la Fuerza Pública, ayudarle a que mejore, cooperar con
ella, que tener que dormir esperando un ataque guerrillero
o tener que correr a pedir una protección paramilitar.
Lo único que da tranquilidad
al individuo y a la sociedad, es la protección
efectiva a cargo de las instituciones democráticas.
Es lo que
requerimos en el Catatumbo y en Urabá, y en la Sierra Nevada y en Paramillo,
y en el sur del país, y en los Llanos Orientales,
en la ladera cundiboyacense, en la región cafetera,
la Fuerza Pública, con toda la determinación,
el coraje de estos subtenientes para derrotar finalmente
las expresiones criminales.
Que en adelante
nadie piense en más
en paramilitarismo como fuerza irregular anti-insurgente.
El único camino frente a la guerrilla, es el
camino de la institución militar. Y la guerrilla
sabrá si negocia y lo hace de buena fe, o espera
que la derrotemos con la acción transparente
de la Fuerza Pública.
Quizás la derrotaríamos
más fácil si nos hubiéramos aliado
con los paramilitares. Pero eso no sería bueno
para Colombia. Sería una victoria mezquina,
ilegítima, espúrea, de efectos de muy
corta duración.
El camino
de la institucionalidad, de la apelación exclusiva a nuestra Fuerza Pública,
a la acción de estos valientes subtenientes,
es un camino que toma tiempo, que tiene reveses y dificultades,
es un camino con el calvario y espinas, es un camino
con pocas rosas, pero es el único camino que
trae la reconciliación total de los colombianos.
Es el único camino que trae motivos para que
los colombianos nos sintamos orgullosos de nuestra
Constitución y de nuestras instituciones.
Hemos combatido
a la guerrilla y a los paramilitares, y hemos permitido
un proceso de
paz. Las decisiones que hemos tomado en los últimos
días frente a ese proceso de paz, son decisiones
a las que nos hemos visto obligados, porque esos procesos
de paz no pueden ser defraudados por la tipificación
de delitos por parte de quienes están participando
en esos procesos de paz.
El Gobierno
ha tomado unas decisiones bajo mi responsabilidad
política, porque lo
peor que le pasaría a un proceso de paz con
los paramilitares, sería que el Gobierno, advertido
de irregularidades y de presuntos delitos, no tomara
decisiones y permitiera que el proceso avanzara artificialmente,
cabalgando sobre la impunidad.
Por eso nuestras
decisiones. Es mejor un proceso sin impunidad, con
decisiones severas, así haya
dificultades, que un proceso en el cual, en nombre
de la paz, se impere en impunidad.
Las personas
que están en
la cárcel de Itagüí, algunos de
ellos han insinuado, directa o indirectamente, que
en los crímenes de las últimas semanas,
que contribuyeron a motivar nuestra decisión
del traslado a esa cárcel, habrían participado
oficiales de la Fuerza Pública con sectores
del narcotráfico.
Antes de que
eso salga a la luz pública,
por caminos diferentes, el Gobierno ha querido, por
conducto del Comisionado y por conducto de mi persona,
contarles a la ciudadanía, al Ministro de la
Defensa, a los Altos Mandos y al Fiscal General de
la Nación.
Sabemos que el Fiscal, con su liderazgo, nos va a ayudar
a esclarecer todos estos hechos, a desvirtuar o a ratificar
hipótesis, a asignar responsabilidades
individuales, como tiene que ser en esta materia.
Aquellos que
cumplan con el proceso de paz, les cumpliremos con
el proceso de paz. Aquellos
que no cumplan con el proceso de paz, perderán
los beneficios de la Ley de Justicia y Paz, y si llegaren
a tener el beneficio de la suspensión de la
extradición, ese beneficio también se
les levantará.
Es la hora
de que avance la Ley de Justicia y Paz. Esa ley da
unos beneficios, es cierto.
Es una ley de paz. Pero no de impunidad. La diferencia
entre esta Ley y nuestro proceso y lo que sucedió antaño,
es que antes solamente nos preocupábamos por
leyes de perdón. No había preocupación
por la verdad, no había preocupación
por la reparación, no había preocupación
por la justicia.
Eso permitió que, en nombre
del perdón, algunos pasaran de ser pirómanos
que incendiaron el Palacio de Justicia, con los dineros
del narcotráfico, a querer dominar el Congreso
de la República, a aspirar a la Presidencia
y a convertirse en los catones morales de la Nación.
La diferencia
entre el actual proceso y algunos de los beneficiarios
de antiguos procesos,
que hoy son tan críticos, es que en el actual
proceso no ha impunidad, que en el actual proceso tienen
los beneficiarios de la paz que cumplir con las obligaciones
de verdad y de reparación, y tienen que pasar
por el examen de la justicia.
Es que en
el actual proceso, el Gobierno ha preferido la dificultad
que se deriva para castigar
el delito, que la comodidad de los oídos sordos
frente al delito, para que se dé una paz artificial.
El Gobierno
cree que la verdad ayuda a recuperar las instituciones,
a depurar la política,
a depurar la justicia, a depurar el Ejecutivo, a depurar
las Fuerzas Militares y de Policía. La depuración
que requiere esta Patria, para que esta Patria merezca
la confianza, la exposición al riesgo de los
jóvenes subtenientes que hoy se gradúan.
Este no ha
sido el Gobierno del tapen, tapen. Este ha sido el
Gobierno que ha enfrentado todos
los temas de cara al sol, a plena luz del día.
Por eso hemos pedido que para estimular la verdad,
no haya obstáculos.
Algunos de
los que están en
la cárcel de Itagüí han pedido protección
para sus familias. El Gobierno ha autorizado que se
protejan las familias de ellos. Esas decisiones, para
nosotros, no son nuevas. En el proceso cuando fue necesario
proteger algunos desmovilizados, lo hicimos.
Y nuestra
seguridad es democrática,
nuestra seguridad es para todos los colombianos, nuestra
seguridad es para proteger por igual la familia de
aquel que esté en una cárcel, a la familia
de aquellos que no tienen ese tipo de problemas.
Nuestra seguridad
es democrática,
como se demostró recientemente en las elecciones
de Congreso y Presidencia (de la República),
donde voceros de las tesis de Gobierno y sus más
acérrimos críticos gozaron por igualdad
de la protección de los soldados y policías
de la Patria, que encarnan la Seguridad Democrática.
Nosotros creemos
que hay que darles seguridad a todos. Eso es consistente
con las ejecutorias
de estos cuatro largos años, con el discurso
que nos llevó a la Presidencia de la República
en la campaña de 2002.
Nosotros no
creemos que debe seguir la actitud inhumana de calificar
los crímenes,
de dividirlos entre buenos y malos. Nosotros creemos
que hay que hacer una pedagogía en favor del
derecho de la vida, que lleve a los colombianos a aceptar
que es tan importante el derecho a la vida de aquel
que está en un problema judicial, como el derecho
a la vida de aquel que no tiene ese problema.
En estos días, cuando pregunté por
los crímenes de Medellín –que me
condujeron, en parte, a las decisiones tomadas de traslado
a la cárcel de Itagüí–, alguien
me dijo: ‘Presidente, es que era mafioso’.
Y dije: ‘mafioso o no mafioso, no puede haber
impunidad, finalmente todos somos seres humanos’.
La derrota
del asesinato es la victoria del derecho a la vida.
Y el derecho a la vida hay que
protegerlo por igual, en favor del inocente que en
favor del criminal. Hay que desterrar de la conciencia
y del diálogo de los colombianos, esa aceptación
que muchas veces se hace de la justicia privada.
Compatriotas,
en los últimos
35 años, en mi ciudad de Medellín y en
muchas partes de Colombia, he escuchado que cuando
se sucede un crimen, antes de repudiarlo se pregunta
por qué lo mataron, para buscar justificaciones.
Que lo mataron
por una cuenta, que lo asesinaron porque estaba en
la mafia, que lo asesinaron
porque estaba en una discoteca con la mujer de un narcotraficante.
Y entonces se encuentran justificaciones y prevalecen
las justificaciones, y se opaca el repudio al crimen. ¡Eso
no puede seguir!
Si nosotros
vamos a construir de verdad una Nación solidaria, una Nación
próspera, una Nación con rectitud, tenemos
que desterrar el crimen, cualquiera sea la víctima.
Por eso, además, tomamos recientes
decisiones de traslado a la cárcel de Itagüí.
Y confiamos que, con el liderazgo del Fiscal General,
con la ayuda de la Policía Judicial, todo esto
tiene que aclararse.
Pueden saber
todos los desmovilizados que aquellos que estén respetando las reglas
del proceso, el Gobierno les respetará el proceso.
Pueden saber los que están en Itagüí,
pueden saber los que están en diferentes lugares
de Colombia: hay 30 mil desmovilizados de los paramilitares
aproximadamente, y casi 10 mil de la guerrilla. El
Alto Comisionado para la Reinserción (Frank
Pearl), se reunirá velozmente en esta semana,
de manera colectiva, en diferentes sitios, para verse
cara a cara con los 40 mil, reiterarles la voluntad
del Gobierno de cumplir, de salir adelante, en un proceso
difícil. Una cosa es hablar de 40 mil desmovilizados
en una oficina. Otra cosa es apropiar el presupuesto,
sufragar los gatos, conducir el proceso para reinsertarlos
a la vida constitucional.
Este pueblo
colombiano es el pueblo más valiente del mundo. En España delinquían
docenas, en Irlanda docenas, aquí encontramos
hace cuatro años más de 60 mil terroristas
armados. Los analistas decían que para invertir
en Colombia había que esperar unos días,
a fin de que las Farc consumaran la toma del poder,
darle un tiempo a ver cómo iba a ser su gobierno
y después decidir si se invertía o no
en Colombia.
Eso lo hemos
erradicado. Falta mucho, pero el proceso de recuperación va en marcha,
gracias al heroísmo de la Fuerza Pública.
Este gran
pueblo colombiano, que encarna tanto valor, debe
ayudarnos hoy para que allí donde
hay temores de la guerrilla, nadie apele a paramilitares,
para que los paramilitares sean cosa del pasado, para
que la única apelación sea la Fuerza
Pública.
Este pueblo
colombiano, valeroso y noble, debe ayudarnos a crear
confianza en la Fuerza
Pública.
Nosotros hacemos
llegar hoy un mensaje a los desmovilizados: no permitimos
la reincidencia.
Aquellos que quieren volver a delinquir, pierden todos
los beneficios. Que se olviden de las “Águilas
Negras”, que se olviden de grupos criminales
de otra pelambre, que se olviden de las bandas emergentes,
porque la decisión de la Fuerza Pública
es derrotar todas esas expresiones criminales. Y para
ese propósito contamos hoy con esta nueva promoción
de subtenientes del Ejército de la Patria.
Claro que
hay temores. Me llamaba alguien de Medellín y me decía
que se estaba rumorando que las Farc estaban contratando
desmovilizados
para hacer terrorismo.
Cobardemente,
hace pocas semanas, en Cali, las Farc, para lanzar
artefactos terroristas,
contrató delincuentes que nada tenían
que ver con las Farc.
Esos temores
hay que enfrentarlos. De ahí que el Ejército y la Policía,
con el apoyo de la administración de justicia
de la Fiscalía, van a avanzar en la tarea de
aniquilar el terrorismo en todas las ciudades de Colombia,
y que no vamos a permitir, que no vamos a permitir
que la guerrilla crea que ahora puede campear, porque
el país viene desmontando el paramilitarismo.
Al contrario, el desmonte del paramilitarismo
refuerza nuestra autoridad moral para combatir y derrotar
a la guerrilla.
Las circunstancias
que hemos vivido son difíciles, pero traen
un buen horizonte para la Patria.
El Gobierno
habría podido
simplemente dejar que las cosas pasaran, comprar apaciguamientos.
Eso le habría traído tranquilidad aparente
al proceso, nos habría traído tranquilidad
al Gobierno, pero habría sido desastroso para
el sueño del país de recuperar la institucionalidad.
Cuando los
gobiernos compran apaciguamiento de parte de los
criminales, los gobiernos lo que hacen
es comprar intranquilidad para la ciudadanía.
En lugar de
gobiernos tranquilos por delincuentes apaciguados,
y de una ciudadanía
angustiada porque no se supera el terrorismo, nosotros
preferimos que se dé la controversia política,
que haya intranquilidad en la política, que
en el Gobierno tengamos que trabajar más, enfrentar
mayores dificultades, pero que no apacigüemos
a los delincuentes, sino que mantengamos el propósito
de derrotarlos a todos, para que la ciudadanía
colombiana pueda confiar en el sueño de una
Nación con honor institucional, de una Nación
democrática, ceñida totalmente a la Constitución
y a la Ley.
Papás y mamás de estos
graduandos, doña María Eugenia y familia
del General Montoya, a ustedes la gratitud del corazón
encendido de la Nación.
General, éxitos, no más
esperas, el cuento de los teóricos de la guerrilla
de un conflicto prolongado de baja intensidad, queda
atrás.
Ahora, con
ese nuevo Sol, General, ¡alta
intensidad, permanente intensidad para abreviar el
paso y derrotar el terrorismo!
Graduandos,
como dijera el general Córdova, ¡ni un paso atrás, la
Patria espera siglos de prosperidad y de tranquilidad,
derivados de la acción heroica de ustedes!
¡Que viva Colombia, y que viva
nuestro Ejército!”.