PALABRAS DEL PRESIDENTE URIBE EN LA ESCUELA
MILITAR DE CADETES
Diciembre 6 de
2006 (Bogotá - Cundinamarca)
“Hoy y mañana son días
muy importantes para la Patria, son días de reflexión
sobre la labor que en favor de la Constitución,
de la recuperación de la Nación, tienen
que cumplir las Fuerzas Militares y de Policía.
Mañana, aquí mismo, en
la Policía, en la Fuerza Aérea en Cali
y en la Armada en Cartagena, asistiremos de corazón
a grados muy significativos para el porvenir de la Nación.
Hoy acudimos aquí a certificar
unos ascensos, a entregar unas condecoraciones. Hoy se
ha ascendido al grado de almirante a David René Moreno
Moreno, quien se desempeñaba, quien había
realizado a cabalidad sus funciones de Vicealmirante.
Y al grado de General a quien hasta hoy actuaba como
el mayor general Fernando Soler Torres.
Ascienden a mayores generales quienes
hasta hoy eran los brigadieres generales Germán
Galvis Corona, Carlos Orlando Quiroga Ferreira, Édgar
Ceballos Mendoza, Carlos Arturo Suárez Bustamante
y Jorge Enrique Parga Parga. Y el hasta hoy contralmirante
Juan Pablo Vergara Loboguerrero asciende al grado de
vicealmirante.
Ascienden al grado de brigadieres generales,
desde hoy son generales de la República, quienes
venían desempeñándose con lujo como
coroneles: William Fernando Pérez Laiseca, Leonardo
Gómez Vergara, José Rafael González
Villamil, Luis Eduardo Pérez Arango, Leonardo
Barrero Gordillo, Hugo Rodríguez Durán,
Jorge Ernesto Rodríguez Clavijo, Sergio Mantilla
Sanmiguel, Paulino Coronado y Gustavo Adolfo Ocampo.
Los señores capitanes de navío
ascienden a contralmirantes: Roberto García Márquez
y Ricardo Galvis Cobo. Y a generales de la República,
brigadieres generales, los coroneles Eleuterio Sánchez
Rivas y Hugo Enrique Acosta Téllez.
Hemos condecorado con la medalla de
35 años de servicio al mayor general Mario Montoya
Uribe y al vicealmirante Guillermo Barrera Hurtado.
Y con la medalla a 30 años de
servicio a los brigadieres generales Clímaco Solórzano,
Francisco José Ardila, Jairo Erazo y Ricardo Vargas,
Jaime Calderón. Y a los coroneles Gustavo Vargas, Édgar
Espinosa, Rafael Mejía y Miguel Caro.
Quienes ascienden hoy lo hacen en medio
de una carrera abnegada al servicio de la Patria. Sus
ascensos llegan en un momento oportuno, en el momento
de la definición total para la derrota del terrorismo.
Al entregarles este ascenso, fruto de sus merecimientos,
felicitarlos, pedirle a Dios que les ayude en el cumplimiento
de su tarea, les hemos encomendado una hora definitiva
de la Patria: la hora de la derrota total del terrorismo.
Y hemos condecorado al Comandante del
Ejército y al Comandante de la Armada por 35 años
de servicio. Una larga vida con abnegación y transparencia
entregada a servir bien a Colombia. Y con 30 años
de servicio a los brigadieres generales y coroneles ya
mencionados, una larga vida de servicio a la Patria.
Y todo lo que queda por hacer.
Quiero hacer especial mención
a las familias de quienes hoy han sido ascendidos y de
quienes hoy han sido condecorados. Llegar a almirante,
a general, a mayor general, a vicealmirante, a brigadier
general y contralmirante, en una Patria durante décadas
afectada por el terrorismo financiado por el narcotráfico,
exige haber hecho un recorrido heroico.
Ese recorrido heroico no lo hace un
individuo solamente estimulado por sus propios talentos,
requiere muchos apoyos, el de la Institución,
pero por encima de todo el apoyo de sus familias.
A las esposas, que los han acompañado
durante tantos años, a los hijos, a los papás,
a las mamás, a los hermanos, a esas familias que
35 ó 30 años los entregaron al servicio
de la Patria y los han acompañado con afecto,
con la calidez del hogar, para que le presten esta tarea
invaluable a Colombia, va un aplauso desde el fondo de
nuestros corazones, el aplauso a esas familias.
Señor Vicepresidente, señores
ministros, señores comandantes, oficiales, suboficiales,
soldados de mi Patria, compatriotas todos: hoy y mañana
debemos reflexionar sobre el honor de la Fuerza Pública
colombiana y sobre el imperativo de recuperar plenamente
la vigencia de las instituciones.
Una Fuerza Pública que durante
décadas –no siempre debidamente apoyada,
en muchas ocasiones incomprendida–, ha librado
esta batalla contra un terrorismo rico, financiado por
el narcotráfico, es una Fuerza Pública
heroica.
Hoy hacemos una convocatoria, la convocatoria
del respeto al honor de la Fuerza Pública colombiana.
Del respeto al honor de la Fuerza Pública colombiana
por cada uno de sus integrantes, por el Gobierno civil
y por la ciudadanía en general. Aquí que
se acaben los terroristas y que salga adelante la Fuerza
Pública institucional.
Como lo ha dicho el Ministro: nuestro
proceso de paz es un proceso de verdad, de justicia,
de reparación. No es un proceso para darle oportunidades
políticas al narcotráfico, ni al terrorismo.
Es un proceso para que la Seguridad Democrática
produzca sus efectos en la reconciliación.
Que la verdad depure todas las instituciones.
Que la verdad depure al Congreso. Que la verdad depure
la justicia. Que la verdad depure al Ejecutivo. Que la
verdad depure todas las instituciones. Que para el honor
de la Fuerza Pública, la verdad depure a la Institución
Armada.
Quien haya delinquido debe ser condenado
como individuo, no puede afectar la institución
del Congreso, ni la institución de la justicia,
ni al Ejecutivo, ni a las Fuerzas Militares y de Policía.
Nosotros estamos en franco desafío
para derrotar al terrorismo. Por eso la Fuerza Pública
no puede aceptar chantajes contra su honor de parte de
ninguna expresión del terrorismo. Mediante Dios,
ningún chantaje terrorista va frenar a la Fuerza
Pública para cumplir a cabalidad con el honor
que le corresponde: la tarea de derrotar finalmente al
terrorismo.
Hagamos una reflexión: el honor
de la Fuera Pública es necesario para aislar de
la institución a aquellos que persistieren en
la tarea de mancharla. Apelar al honor de la Fuera Pública
es necesario para que nadie tenga disculpas que le permitan
justificar relaciones con la delincuencia. Apelar al
honor de la Fuerza Pública es necesario para que
el país recorra, con toda la verticalidad, con
toda la firmeza, el camino de la derrota de la corrupción.
Esa tarea dirigida por el Vicepresidente
en el Ejecutivo, la queremos llevar hasta las últimas
consecuencias. Cuando los pueblos, los gobiernos, por
temor, por vacilación, permiten que los chantajes,
las guerras políticas de las guerras sucias, interfieran
los procesos de depuración, quien finalmente gana
es el terrorismo.
Por eso nuestra disposición
es dar el salto que requiere la Patria en su totalidad,
afrontando todo el debate para que finalmente la verdad
nos conduzca a una Nación en adelante sin terrorismo
guerrillero, sin terrorismo paramilitar, sin narcotráfico,
sin corrupción.
Hoy y mañana son días
para recapacitar por rescate de la institucionalidad.
He repetido muchas veces en las últimas semanas,
apreciados compatriotas, aquella discusión que
se dio en las escuelas de derecho, a raíz de la
invasión alemana a Francia.
El ejército alemán invadió a
Francia y la discusión fue: ¿esa Francia
invadida a qué Estado respondía: al francés
o al alemán? Y los científicos del derecho
se hicieron esta pregunta: ¿en el territorio francés
quién impera? ¿El estado francés
o el invasor alemán? Y ellos mismos se respondieron:
el invasor alemán, porque es el que toma decisiones
y las puede hacer cumplir.
Eso estaba pasando en el territorio
de la Patria: el terrorismo invasor había desalojado
al poder legítimo del Estado colombiano. Era el
terrorismo el que tomaba decisiones, el que sometía
a los ciudadanos, el que desalojaba al Estado legítimo.
Cuando hablábamos de recuperar
las instituciones, es para que sean desalojados los usurpadores,
para que sea la justicia de la Patria la que haga cumplir
la ley de la Patria, para que sean las armas de la Patria,
en los brazos y en los hombros de los soldados y policías
de la Patria, las que protejan a los ciudadanos, para
que sean las instituciones democráticas de la
Patria las que expresen las decisiones de las mayorías
y los reparos de las minorías.
Recuperar las instituciones es hacer
que en lugar de paramilitares y guerrillas, prevalezca
la Fuerza Pública como expresión legítima
de la Constitución para proteger a los ciudadanos.
Que en lugar de justicia privada, prevalezca la justicia
del Estado.
Y tenemos que adelantar un proceso
de eficacia en la derrota de los criminales y de revisión
de conceptos.
Los últimos sucesos que condujeron
a ordenar unos traslados a la cárcel de Itagüí,
me produjeron en sus vísperas unas reflexiones:
durante casi 40 años en mi ciudad de Medellín,
y en los últimos años, en los últimos
lustros, en casi todo el territorio de la Patria, he
escuchado la deformación de la democracia.
Nuestros compatriotas, maltratados
por el crimen, por un sentimiento de un Estado que no
los defiende, no solamente han tenido que someterse en
muchas regiones a guerrilleros y a paramilitares, sino
que también se han alterado los conceptos. Asesinan
a alguien y antes de rechazar y repudiar el crimen, la
pregunta que suele hacerse es: ¿por qué lo
mataron? Y entonces cuando se responde: lo mataron porque
era mafioso, lo mataron porque ayudaba a los paramilitares,
lo asesinaron porque le ayudaba a la guerrilla, lo asesinaron
porque estaba en una discoteca con la mujer de un mafioso,
cuando aparecen justificaciones de esta naturaleza, ya
se acaba el repudio frente al crimen, no hay interés
en estimular la justicia, porque se cree que esas razones
justifican el crimen.
Digo a mis compatriotas: no se pueden
dividir los crímenes entre buenos y malos, todos
son horrendos. No se pueden calificar los usurpadores
de las instituciones entre buenos y malos, todos son
amenazas a la dignidad y a la convivencia.
Es la hora de una reflexión
colectiva: la reflexión de no buscar en adelante
justificaciones al crimen, sino de erradicar el crimen.
Al leer la Constitución y al
volver sobre las creencias cristianas del pueblo colombiano,
la conclusión es una: el respeto a la vida no
puede tener atenuantes, no puede tener excepciones.
Necesitamos reafirmarlo en la conciencia
nuestra, en la conciencia de la totalidad de nuestros
compatriotas.
La guerrilla tiene la posibilidad de
los acuerdos de paz, o la espera la derrota por parte
de la institución armada.
Nosotros, en medio de nuestros errores,
de nuestras vicisitudes, hemos tomado decisiones buenas
para la democracia.
Jamás aceptamos unir a la institución
armada con criminales para derrotar a otros criminales.
Por eso nuestra lucha contra la guerrilla se ha llevado
adelante, a tiempo que hemos desmontado el poder criminal
del paramilitarismo. Eso es bien importante. Quizás
fuéramos más adelante en la lucha contra
la guerrilla, si hubiéramos descuidado desmonte
del poder criminal del paramilitarismo y hubiéramos
estimulado alianzas oscuras y malditas con organizaciones
criminales.
Nuestro camino genera una autoridad
moral. Ha sido un camino exclusivamente institucional,
así como tiene que ser el propósito de
la Nación de recuperar totalmente la institucionalidad.
Es el camino que toma más tiempo,
pero produce los mejores resultados. Es el que genera
más confianza, es el que finalmente estimula la
reconciliación total, apreciados compatriotas.
Y en esa tarea vamos a continuar.
Quienes hayan ascendido en el día
de hoy saben que Colombia no puede permitir que esta
afrenta terrorista en nuestra democracia, la sigan denominando: ‘un
conflicto prolongado de baja intensidad’. Por eso
esta afrenta hay que derrotarla ya.
Los señores coroneles que hoy
han ascendido a brigadieres generales, los señores
capitanes que hoy han ascendido a contralmirantes, los
señores brigadieres generales que hoy han ascendido
a mayores generales, el mayor general Soler hoy ha ascendido
a general, el señor vicealmirante hoy ascendido
a almirante, todos ellos saben que para que a esta afrenta
a la democracia no se le siga calificando como ‘un
conflicto prolongado de baja intensidad’, esta
afrenta hay que derrotarla de una vez por todas.
Permítanme decir: en Colombia
no puede haber más paramilitarismo, ni en los
hechos ni en la teoría.
Aquellos que cumplan con el proceso
de paz, tendrán los beneficios de la ley y los
apoyos para reincorporarse a la vida constitucional.
Aquellos que no cumplan con el proceso
de paz o que, sin haberse sometido a la ley, continúen
delinquiendo, tienen que ser perseguidos con la fuerza
implacable de nuestra institución armada, sin
ninguna contemplación. No se les puede llamar
en adelante paramilitares, son simplemente criminales.
En la etimología del paramilitarismo
hay etapas que la memoria de la historia clarificará.
Sí, faltaron decisiones oportunas para derrotar
la guerrilla y el narcotráfico. Creció la
guerrilla, creció el desespero de las gentes de
muchas regiones, que no veían que compareciera
el Gobierno a defenderlas. Creció el narcotráfico.
Y ese narcotráfico financió a los unos
y estimuló el crecimiento desmesurado, en pocos
años, de los otros.
Hoy, que nadie pueda justificar en
una región la creación de paramilitares.
No lo podemos permitir, ni podemos permitir que lo justifiquen.
Dondequiera que aparezca la formación de una banda
de justicia privada, la tenemos que derrotar militarmente,
y de inmediato.
Y dondequiera que señalen a
la Fuerza Pública como incapaz de derrotar a la
guerrilla para justificar la aparición de estos
grupos, la Fuerza Pública tiene que demostrar
su capacidad de derrotar a la guerrilla y de impedir
que se organicen, bajo el nombre de paramilitares o de
autodefensas, simples criminales.
Dejemos, en el concepto y en los hechos,
atrás esta historia del paramilitarismo. Derrotemos
a aquellos que no se han sometido a la justicia, y esperemos
que los sometidos a la justicia cumplan con la ley, que
les da beneficios.
Y no permitamos más que a alguien
se le ocurra denominar a alguna banda de criminales como
paramilitares, con el propósito de justificarla.
A derrotarlos a todos, es la consigna de la hora.
Que en todas las regiones de la Patria,
en ese Catatumbo donde nos duele el asesinato de los
soldados, en Urabá, en el sur del país,
en el Pacífico, en todos los departamentos, la
presencia eficaz de la Fuerza Pública sea la garantía
de una ciudadanía. Que en adelante la ciudadanía
tenga tanta confianza, que a nadie se le ocurra pensar
en soluciones de justicia privada. Este es un paso fundamental
en el rescate de la institucionalidad.
Los felicito señores generales,
almirantes, mayores generales, brigadieres generales,
capitanes, contralmirantes y vicealmirantes.
¡Hoy es la hora del honor de
la Fuerza Pública!
¡Es la hora del rescate total
de la institucionalidad colombiana!
¡Es la hora de la verdad y de
la depuración, para que el país deje atrás
la historia del terrorismo infiltrado en la política,
o en el Ejecutivo, o en la justicia, o en la Fuerza Pública!
¡En esta hora del honor militar
y de la institucionalidad de la Patria, firmeza!
¡Firmeza para salir adelante,
firmeza para consolidar la victoria frente a quienes
hemos derrotado, y firmeza para animar nuestra tarea,
a fin de conquistar la victoria sobre quienes aún
persisten en el terrorismo!
A ustedes, queridos familiares, muchas
gracias. La Patria, la suerte de la Patria, en muy buena
parte depende de la conducción militar de sus
distinguidos esposos, papás y hermanos, a quienes
hoy hemos ascendido o condecorado.
Ascensos y condecoraciones, que son
el legado individual de quienes abnegadamente dedican
su vida a las armas de la República. Ese honor
que no podemos dejar mancillar con perturbaciones del
terrorismo.
¡Que viva Colombia!
A todos muchas felicitaciones y muchas,
muchas gracias”.