CEREMONIA DE ASCENSO DEL GENERAL MARIO
MONTOYA
COMO COMANDANTE DEL EJÉRCITO NACIONAL
Febrero 22 de 2006 (Bogotá – Cundinamarca)
Compatriotas:
Regresamos a este campo de parada de
la Escuela José María Córdova, a
cumplir con un rito, que se da en circunstancias accidentadas
y difíciles, para presenciar la asunción
del mando del Ejército Nacional por parte del
General Mario Montoya Uribe.
Ingresó a su carrera militar
hace 36 años. Empezó como lancero, paracaidista,
experto en explosivos, trabajó en contraguerrillas
e inteligencia militar. Comandante de compañía
de la Escuela Militar, Comandante de Grupo de Caballería
en Cúcuta, Comandante del Batallón de Inteligencia
No. 4 en Villavicencio, Director de la Escuela de Caballería,
Comandante de Comando Operativo No. 9 en el Bagre (Antioquia),
Comandante de la Brigada 18 en Arauca, Agregado Militar
en Inglaterra, Director de Inteligencia del Ejército,
Comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta del Sur, Comandante
de la 4 Brigada, líder de las Operaciones Mariscal
y Orión en las comunas de Medellín, Comandante
del Comando Conjunto No. 1 del Caribe.
El General Mario Montoya asume, por
sus méritos, el Comando del Ejército de
la Patria. En sus manos pulcras, en su carácter
firme, en su personalidad espontánea y comunicativa
con los colombianos, en su identidad de combatiente de
todas las horas, los altos mandos, el Ministro y yo,
entregamos a usted hoy, el Comando del Ejército
de nuestra Patria.
General: llega usted en un momento
en el cual este desafío del terrorismo no es para
prolongarlo. Este desafío del terrorismo no es
para que los hechos sigan dando oportunidad a los analistas
de decir que aquí hay una guerra prolongada de
baja intensidad. Su misión es, superarlo para
siempre. Que usted, los altos oficiales, los oficiales,
los suboficiales y los soldados de la Patria, en compañía
de las otras Fuerzas, le digan a Colombia que su misión
es la de poner, de una vez por todas, fin a estas dificultades.
Hay limitaciones presupuéstales,
siempre las habrá. Hay limitaciones de infraestructura,
siempre las habrá. Hay limitaciones de tropa,
siempre las habrá. En este momento de la historia
de la Patria requerimos comandantes victoriosos. No requerimos
comandantes para justificar derrotas y la victoria, para
bien de Colombia, hay que obtenerla con más o
con menos recursos. La victoria, para bien de Colombia,
hay que obtenerla con más o con menos infraestructura.
La victoria, para bien de Colombia, hay que obtenerla
con más o con menos soldados. Es la hora de la
victoria, General Montoya.
Varias generaciones perdidas por la
incertidumbre y el derramamiento de sangre de este desafío
terrorista, reclaman hoy, desde todos los estratos sociales,
desde todos los puntos cardinales de la Patria, que esta
sea la hora de la victoria definitiva.
Ese es el fondo. Esa es la idea. Ese
es el propósito. Ese es el aliento que subyace
a su designación, señor General Montoya.
Quiero saludar a su familia, agradecer
la abnegada compañía que le han dado, la
calidez del hogar con que lo han rodeado, que ha hecho
posible su exitosa vida militar y anticipar a doña
María Eugenia, a sus hijos y a toda su familia,
la gratitud del pueblo y del Gobierno por la compañía
que le den en esta etapa crucial que inicia.
Compatriotas:
Acudo a este campo de parada de la
Escuela José María Córdova en un
momento en que los sentimientos se nos han afectado,
en que la tristeza nos ha embargado, en que la consternación
ha querido crearnos dudas.
Nada más importante en los momentos
de dificultades, que asumir las responsabilidades. Nada
más importante que reconocer las dificultades,
corregir el rumbo, más no detenerlo.
Compatriotas, el rumbo se corrige,
pero no se detiene.
No puede haber un solo segundo sin
solución de continuidad, no puede haber un solo
minuto de parálisis de nuestra voluntad y de nuestra
acción para recuperarle a Colombia plenamente,
con espíritu y con praxis democrática,
su seguridad.
Nada más importante en momentos
de dificultades, que alimentar la voluntad con energía,
con energía creadora. No dejar que la consternación
bloquee la imaginación, no permitir que el dolor
enceguezca. Acudo a este campo a decir a todos ustedes,
que la energía que necesitamos para superar dificultades,
tenemos que situarla en el corazón.
Con energía en el corazón,
quiero dirigir unas palabras al Ejército de la
Patria, a toda la Fuerza y a todos mis compatriotas.
Y lo hago con facilidad, porque quiero esta Fuerza Pública,
no pienso en la Fuerza Pública como un extraño,
no actúo ante la Fuerza Pública como alguien
ajeno a ella, no pertenezco a la idea de que para ser
demócrata y civilista hay que renegar de la Fuerza
Pública.
He creído trabajar en Colombia
para que todos los compatriotas entendamos que la Seguridad
Democrática es el primero de los valores democráticos,
piedra angular para que los otros valores democráticos
funcionen y que, por ende, no se excluye la Seguridad
Democrática con los otros valores democráticos.
He querido proceder, desde hace muchos
años, cuando era Gobernador de Antioquia, con
la confesión y la exteriorización de todos
mis errores y limitaciones. Como un demócrata
comprometido con la Fuerza Pública, como esa especie
rara que es producto de la combinación de la democracia
y del sentimiento militar. Por respeto, jamás
me he vestido con el camuflado, pero ustedes saben que
debajo de este Everfit de civil, hay una constitución
física, un corazón y un sentimiento de
soldado y de policía.
Les hablo como un ser lleno de limitaciones,
pero con esa mezcla entre el respeto a la democracia
y el compromiso profundo y afectuoso con la Fuerza Pública.
Quiero dirigir estas palabras con toda franqueza y con
todo cariño.
No he entendido mi función como
la función de alguien externo, llegado para maltratar
la Fuerza Pública, sino como la función
de un civil que ha luchado en la democracia y que ha
tenido el mandato popular de dirigirla, de acompañarla,
de apoyarla, de escucharla, para bien de la Patria.
Rindo, en primer lugar, un homenaje
al General Reynaldo Castellanos, al soldado, al patriota
honesto, al batallador en todos los sitios del territorio.
En este mismo campo lo posesioné como
Comandante del Ejército y no lo hice por circunstancias
del albur.
Cuando empezó el Gobierno, nuestra
primera etapa del Plan Patriotas fue en Cundinamarca, él
la dirigió con éxito. Después le
confiamos la primera etapa de la Operación Omega,
que era la continuidad del Plan Patriota, la dirigió con éxito.
Y de allí ascendió a la comandancia del
Ejército de la Patria.
En algún momento le impondremos
las condecoraciones que merece, y seguramente, ese día
le diremos unas palabras amables, que no trascenderán,
se quedarán en privado. Por eso hoy, que trascienden,
cuando mucha atención de los compatriotas está convocada
por estos acontecimientos, le rindo un homenaje de admiración
y de gratitud al soldado, que el general Reynaldo Castellanos
ha encarnado.
Quiero, mirar algunos elementos de
nuestra política de Seguridad Democrática.
Esa política de Seguridad Democrática
necesita, voluntad política, necesita agresividad,
necesita transparencia, necesita acompañamiento
integral, necesita credibilidad.
La voluntad política en un Estado
de opinión no depende solamente del Presidente
de la República, depende del grado de aceptación
del pueblo a una política de seguridad.
Ustedes saben que yo tengo toda la
voluntad política para recuperar la seguridad
en Colombia, que no hemos tenido limitaciones en la decisión,
ni cálculos personales. Que hemos estado dispuestos
a enfrentar todos los riesgos sin vacilación para
recuperar la seguridad.
He procurado, asumir todas las responsabilidades
políticas y en todos los momentos difíciles.
He procurado que ustedes no se sientan solos. Que el
Presidente de la República asuma las mayores responsabilidades
en momentos tan difíciles como el incidente con
la hermana República de Venezuela cuando se capturó al
señor Granda. Procuré que ustedes no se
sintieran solos, que sintieran que el Presidente de la
República, su Comandante constitucional, era quien
asumía –como en efecto ocurrió- la
voluntad política.
He procurado asumir la responsabilidad
política, que ustedes sientan esa responsabilidad,
cuando hemos tenido incidentes con la hermana República
del Ecuador, solamente provocados en el propósito
de liberar a Colombia del terrorismo y de proteger la
vida de nuestros soldados.
He procurado asumir la responsabilidad
política de inmediato, sin esguinces, sin ocultamientos,
en momentos tan difíciles entre los cuales recuerdo
aquella ocasión cuando el terrorismo de la FARC
asesinó al ex ministro Gilberto Echeverri y al
gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria, justamente
en una operación de rescate que intentaba nuestra
Fuerza Pública.
He procurado asumir la responsabilidad
política ante la comunidad internacional, en el
Parlamento Europeo, en los Estados Unidos, en nuestra
hermana Suramérica.
He procurado asumir la responsabilidad
política en todo el debate con Ong’s que
cuestionan nuestra política de seguridad.
Lo he hecho, porque entiendo que la
voluntad política tiene que expresarse con la
asunción de la responsabilidad política.
Soy de la idea que cuando el Presidente
de la República calcula, recorta, elude su responsabilidad
política en materia de seguridad, en ese momento
se ve limitada, se ve inoculada de precariedad, la manifestación
de la responsabilidad política.
He querido que ustedes sientan la voluntad
política en el apoyo a sus iniciativas, en el
estímulo a nuevas iniciativas, en la toma por
parte del Presidente de la República de decisiones
altamente riesgosas y necesarias. Una de las últimas,
emprender con ustedes la operación Colombia Verde
para arrebatarle al terrorismo el Parque Nacional de
la Macarena, devolvérselo a Colombia, de la droga,
a la biodiversidad.
Pero esa voluntad política se
vuelve precaria cuando el pueblo no respalda un propósito
de seguridad. Esa voluntad política y la posibilidad
de asumir responsabilidades políticas, decaen
cuando el pueblo no respalda un propósito de seguridad.
La voluntad política, en un
Estado de opinión –que es el nombre que
realmente hay que darle a la visión moderna del
Estado de Derecho- depende de la manera como quien tiene
que ejercerla –en este caso el Presiente- pueda,
en todo momento, tener respaldo de la ciudadanía
y transmitirlo a la Fuerza Pública.
Tenemos que cuidar en el Estado de
opinión la confianza ciudadana. Los maltratos
la afectan.
Los maltratos afectan la confianza
del soldado en la institución. Quien maltrata
no tiene confianza en la Institución porque la
irrespeta. Los maltratos afectan la confianza de los
padres de familia de los soldados en la Institución.
Esa desconfianza contagia y puede conducirnos a una perdida
general de confianza, que hay que evitar.
Si eso se diera, habríamos perdido
todas las posibilidades para transmitir voluntad política
a las Fuerzas y para asumir las responsabilidades políticas
que implican altos riesgos.
El segundo elemento la agresividad,
la iniciativa.
La Fuerza Pública de la Patria
no puede vivir en la teoría, tiene que estar en
permanente disposición de agresividad en la iniciativa,
pero esa agresividad no es compatible con maltratos.
Por ejemplo, al soldado hay que formarlo
en la convicción de la agresividad, pero la agresividad
tiene que ejercerse en la Fuerza Pública con alegría,
no con amargura.
El soldado maltratado es un soldado
que se reciente. Puede llegar a ser un soldado valiente,
agresivo, con iniciativa, pero finalmente llegará a
ser un soldado amargado y resentido. Batallas que se
dan al amparo de las fuerzas de la amargura y del resentimiento,
son batallas que se pierden.
El soldado victorioso tiene que ser
un soldado que proceda con espontaneidad y con alegría,
por eso al soldado hay que formarlo sin maltratarlo.
El maltrato genera resentimiento y
amargura. El resentimiento y la amargura como estímulos
de la conducta, conducen a la derrota.
El soldado victorioso es el soldado
con fortaleza, con agresividad, con iniciativa y con
alegría y espontaneidad. Para que no se pierda
la alegría, para que fluya la espontaneidad, el
soldado no puede ser maltratado.
El maltrato al soldado lo autoriza
para maltratar. Primero, sufre él el maltrato
y después se siente autorizado para maltratar
al criminal, al terrorista, para maltratar al ciudadano
inocente.
Si algo tiene que caracterizar a la
Fuerza Pública de la Patria, es su capacidad de
ser victoriosa con transparencia. Al soldado hay que
enseñarlo a ganar, sin autorizarlo para maltratar.
Esto hay que repetirlo y repetirlo.
Tiene que interiorizarse en nosotros, quienes tenemos
las máximas responsabilidades y tiene que interiorizarse
en cada uno de los oficiales, de los suboficiales y en
todos los soldados y policías de la Patria.
No puede haber maltrato de palabra
ni de obra al interior de la Institución, ni en
la relación de la Institución con los criminales.
A los criminales hay que derrotarlos transparentemente,
sin afectarle los derechos humanos.
Y en la relación de la Fuerza
Pública con la ciudadanía, todos los días
tiene que haber delicadeza.
El soldado de la Patria, al campesino,
al turista en el aeropuerto, al ciudadano que requisa
en la carretera, tiene que transmitirle cariño,
espontaneidad, alegría. Es fundamental para que
en la ciudadanía se de esa confianza y esa legitimidad
de las cuales, en el Estado de opinión, emanan
las posibilidades para que el Presidente de la República
pueda cumplir con el ejercicio de la voluntad política
y con la asunción de responsabilidades políticas.
Hemos hablado de voluntad política,
hemos hablado de agresividad, de iniciativa con alegría,
con espontaneidad, sin maltratos. Hablemos de la credibilidad.
Sabíamos que era no era fácil
en Colombia la elección de un Presidente comprometido
en la derrota del terrorismo. Lo logramos, en un ejercicio
pedagógico muy esforzado, compenetrándonos
mentalmente con nuestros compatriotas en el sentido de
que la derrota del terrorismo es un imperativo para la
profundización de la democracia. En el sentido
de que la postura de seguridad no es una postura que
niega las libertades, al contrario, las tutelas, las
protege.
Cambiar una mentalidad dirigente, en
un Patria que la habían enseñado a rechazar
las políticas de seguridad, que le habían
indicado que la civilidad era sinónimo de debilidad,
que la habían desorientado haciendo creer que
para ser demócrata había que ser permisivo
y amigo de los terroristas e indiferente o desdeñoso
frente a la Fuerza Pública. Cambiar eso no ha
sido fácil.
Desde el momento en que empezamos esa
tarea, sabíamos que teníamos dos victorias
por conseguir, ambas muy difíciles: la victoria
de opinión y la victoria militar.
El pueblo nos ha rodeado, pero esa
confianza hay que cuidarla, alimentarla, fertilizarla
todos los días. No hay nada más grave que
confiarse en la confianza. No hay nada más necesario
que alimentar con esmero la confianza.
Y nos falta la definitiva derrota militar.
Sabíamos y sabemos que es difícil, somos
conscientes, y así nos lo dice el pueblo, que
vamos ganando, pero no hemos ganado todavía.
Sabemos que esto toma tiempo, nunca
nos comprometimos con plazos cortos ni con resultados
inmediatos. Lo que le comprometimos al pueblo fue una
obligación de medios, de trabajar de día
y de noche, sin vacilaciones, sin cálculos personales,
para derrotar el terrorismo.
Compatriotas, distinguidos Comandantes,
soldados y policías de mi Patria: la victoria
militar necesita que perdure la confianza de opinión.
Para poder prologar, profundizar, pulir, fomentar esta
acción de Seguridad Democrática, se necesita
dinero, se necesita infraestructura, se necesitan soldados,
aviones, helicópteros. Todo eso es estéril
aunque se consiga, si no hay confianza de opinión.
Lo básico para poder avanzar
en esta tarea, hasta lograr la victoria de la Institución
armada de la Patria, que es la victoria de la Constitución
y la victoria de la democracia, es todos los días,
consolidar la victoria del apoyo de opinión.
Con maltratos se pierde la confianza
de la opinión. Con maltratos, al perder la confianza
de la ciudadanía, se afecta la posibilidad de
continuar esta batalla hasta que nuestra Fuerza Pública
consolide la victoria.
La credibilidad de la política
de Seguridad depende de la eficacia y de la transparencia.
Cuando los colombianos salen a las
carreteras, los unos en buses y los otros en vehículos
particulares, recuperan la confianza en el derecho a
gozar su Patria, se instalan los humildes restaurantes
en las carreteras, encuentran los colombianos empleo
en los hoteles, los niños agitan una bandera de
Colombia para saludar a los soldados y a los policías
que están a la vera del camino, los colombianos
sienten confianza en su Institución armada.
Pero, cuando se maltrata un soldado
y el dolor de ese soldado se refleja en su madre, en
su padre y ese dolor contagia a la comunidad, se afecta
la confianza.
La confianza es producto –repitámoslo
una y mil veces- de la eficacia y de la transparencia.
La transparencia es un compromiso práctico
con los derechos humanos. Otros ejércitos del
Continente derrotaron movimientos insurgentes, al costo
de suspender la vigencia de los derechos humanos. El
nuestro tiene que demostrar que es capaz de derrotar
el terrorismo, observando rigurosamente los derechos
humanos.
Otros gobiernos del Continente derrotaron
el terrorismo al costo de suspender las libertades públicas.
En Colombia tenemos que demostrar nuestra capacidad de
derrotar el terrorismo y simultáneamente, de profundizar
las libertades públicas.
Generalmente, los derechos humanos
se miden en las acciones de la Fuerza Pública
frente a los criminales y frente a algunos sectores de
la sociedad civil. Excepcionalmente se miden al interior
de la Fuerza Pública.
Pero, si algo debe quedarnos claro
en este triste episodio, es que hay una profunda relación
entre los derechos humanos que tenemos que respetar en
nuestro combate a los criminales, los derechos humanos
que tenemos que respetar en nuestra relación con
la ciudadanía y los derechos humanos que tenemos
que respetar al interior de la Fuerza.
Si irrespetamos los derechos humanos
al interior de la Fuerza, estamos autorizando que las
víctimas y victimarios de esas violaciones, nos
irrespeten en su relación con la ciudadanía
y en su combate a los criminales.
Colombia, durante muchos gobiernos,
ha hecho un infinito esfuerzo de sensibilización
de los soldados y policías en materia de derechos
humanos.
El Vicepresidente de la República
en su continuo diálogo con la comunidad internacional,
exhibe nuestros esfuerzos en formación de derechos
humanos, las cátedras y los alumnos en derechos
humanos en nuestra Fuerza Pública, las tareas
en procura de que haya una gran conciencia de derechos
humanos.
Nada menos, la semana anterior, defendía
yo –en alguna difícil reunión en
los Estados Unidos- nuestro récord en derechos
humanos. ¿Qué pasa?, que si se violan los
derechos humanos al interior de la Institución,
no nos van a creer que respetamos los derechos humanos
en el combate a los terroristas y en las relaciones con
la ciudadanía.
Allí hay dos problemas: uno
de credibilidad y otro de estímulo de conductas.
Si los violamos al interior de la Fuerza,
perdemos la credibilidad para defender que los observamos
ante ciudadanía y ante los criminales.
Si violamos los derechos humanos al
interior de la Fuerza, entonces no estimulamos conductas
de respeto de derechos humanos, sino que estimulamos
conductas de violación de derechos humanos.
Ahí vamos viendo cómo
estos no son incidentes de poca monta, son profundos.
Son profundos porque la política de Seguridad
nuestra, no es la política de seguridad de una
dictadura. Es democrática, no sólo por
ser la política de seguridad de un gobierno democrático
comprometido en la protección de los valores democráticos.
Esta política es democrática porque es
una política en un Estado de opinión.
Cuando mis profesores de derecho, unos
solamente nos enseñaban la tesis de la dictadura
del proletariado como forma de Estado para sustituir
lo que ellos llamaban el Estado de la explotación
capitalista, otros –en buena hora- nos enseñaban
los elementos característicos del Estado de Derecho.
El Estado con la Constitución escrita. Eso hoy
no lo distingue de otros Estados. El Estado con distribución
de las competencias del poder en ramas. Eso hoy no lo
distingue de otros Estados. El Estado con órganos
de control. Eso hoy no necesariamente distingue al Estado
de derecho de otros Estados. El Estado con participación
de opinión, a mí juicio, ese es el elemento
característico singular del Estado de Derecho,
el elemento que finalmente identifica al Estado de Derecho
y lo distingue de otros Estados.
Pues bien, es un Estado de opinión
y esta política de Seguridad, es una política
en un Estado de opinión.
Hoy, casi ningún gobernante
en el mundo se niega a obedecer una ley externa, hetenónoma,
como lo denominan los juristas-. Lo que distingue unos
gobiernos de otros, es su respeto por la opinión.
Eso es lo que identifica nuestro Estado de Derecho.
Por eso, nuestra política de
Seguridad está soportada en las operaciones militares
y policivas, pero fundamentalmente, en la confianza de
opinión. Esa confianza de opinión depende
de nuestra eficacia. Esa confianza de opinión
depende de nuestra observancia de los derechos humanos.
En Colombia, en estos días,
hemos tenido dos debates: el debate de la violencia infantil
y el debate de este incidente lamentable de torturas
al interior de la Fuerza. No los podemos desvincular.
Hay que preguntarse ¿cuál de los dos incide
más en el otro? Si no corregimos la violencia
infantil, que hay que corregirla al interior de nuestras
familias, entonces estaremos maltratando niños
para que finalmente sean soldados maltratados u oficiales
que maltratan. Y si no asumimos, de una vez por todas,
el compromiso de que no haya maltratos en la Fuerza Pública,
se seguirá viendo en Colombia, como algo natural,
que se maltrate en la Fuerza Pública o al interior
de las familias.
Todos tenemos que evolucionar. Recuerdo
que muy pequeño, cuando apenas balbuceaba palabras
mi hijo mayor, yo creí estrenar la autoridad pelándolo. ¡Qué error!
Me he gastado muchos años de la vida y muchas
expresiones de cariño con él, haciéndole
entender que me equivoqué. Con el segundo estrené ese
lado amable de la paternidad.
¿Saben cómo formamos
a los soldados?: con disciplina, sí; exigiéndoles
estudio, sí; con severidad, sí, para que
mejoren la condición física; exigiéndoles
compromiso con la Patria, exigiéndoles que en
el soldado no pueden haber días de fiesta ni horarios
de locha, ni sentido de vacaciones, pero al soldado hay
que transmitirle cariño. El valor del soldado
se forma en el cariño, el valor del soldado no
se forma en el maltrato.
Con los jóvenes, para que sean
hombres de bien, hay que ser totalmente severo, pero
la severidad tiene un componente fundamental que es el
cariño. La severidad para producir buenos resultados,
no puede acompañarse de maltratos.
Visitemos señor Ministro, señores
Generales, en los próximos días el Batallón
de Honda, convoquemos allí a todos los padres
de familia vinculados a este incidente, y a los soldados,
y asumamos desde allí la responsabilidad de rectificar
estos errores, de que jamás vuelvan estos errores
a pretender manchar el buen nombre de los soldados y
de los policías de la Patria.
Expreso mi voz de gratitud al General
Reynaldo Castellanos y pido a usted, General Montoya,
que conduzca al Ejército de la Patria con un propósito:
la victoria.
Muchas veces, en las Brigadas bajo
su comando vi una pancarta que ponía entre comillas
aquella frase de El Libertador: “Dios da la victoria
a la perseverancia”.
¡Colombianos, perseveremos para
cosechar victorias!
¡Colombianos, perseveremos para
superar dificultades!
Soldados de mi Patria, ¡perseveremos
para corregir los errores que hayamos cometido!
¡Perseveremos para que la democracia
de esta gran Nación, disfrute pronto la victoria
total de nuestros soldados!
Muchos éxitos General Montoya.