CLAUSURA
DEL FORO ‘CONVIVENCIA
PACÍFICA’
Febrero 23 de 2006 (Barranquilla
- Atlántico)
Compatriotas:
Me honra mucho visitar hoy
la Corporación Universitaria,
y hacerlo para un evento de tanta importancia: el Buen
Gobierno, la convivencia.
Quisiera introducir estas palabras,
primero, con una felicitación a la Universidad por estos esfuerzos.
Hacer tarea universitaria en nuestra Patria ha sido
muy difícil, y esta Corporación Universitaria
ha hecho Patria.
A usted, doctor (Tito José) Crissien, a todo
el equipo, quiero transmitir, en nombre de mis compañeros
y en el mío, del Gobierno Nacional, todas nuestras
felicitaciones por esta manera de hacer Patria.
Segundo, quiero referirme a
algunos aspectos del Estado Comunitario. Y tercero,
a algunos aspectos de negociación
pacífica de conflictos. Y después invitar
a las preguntas, preocupaciones de ustedes.
¿Cuál es, en mis cavilaciones, el origen
del Estado Comunitario? Era yo estudiante de Derecho
y Ciencias Políticas, y estaba en su furor en
el mundo el marxismo. El mundo se lo dividían
entre la orientación comunista de Moscú,
la de Pekín o la de Cuba. Parecía que
no habría opciones en el futuro.
Paradojas de la vida, poco
tiempo después ocurrió todo
lo opuesto: cayó el Muro de Berlín, se
cayeron los Estados marxistas. Perduran algunos. Nunca
lo esperó mi generación. A mi generación
la formaron mucho más en la idea de que sería
eliminado el capitalismo, que en la idea de que pudiera
caerse el marxismo.
Pero después apareció el libro de Francis
Fukuyama, “El fin de la historia”, a mi
juicio otro error. La historia es un proceso dialéctico,
ininterrumpido.
Tan grave pensar que el marxismo
sería infinito,
como se le hizo pensar a mi generación, cuando
estábamos en las bancas de la universidad, como
hacer creer a los jóvenes de hoy que la discusión
ideológica se estanca en la economía
de mercado. Ni lo uno, ni lo otro. Vivimos en un proceso
permanentemente dialéctico.
En aquella época lo que se nos enseñaba
fundamentalmente como modelo de Estado era la dictadura
del proletariado, que se proponía como el modelo
de Estado para derrotar el Estado explotador capitalista.
En la universidad pública no eran muchos los
profesores que enseñaban el Estado de Derecho,
ni éramos muchos los estudiantes que lo estudiábamos
con gran entusiasmo. Yo recuerdo tanto lo uno como
lo otro. El uno enmarcado en la lucha de clases, en
el propósito de eliminar la sociedad de clases.
El otro enmarcado en los principios de la constitución
escrita, la separación del poder en ramas, la
existencia de órganos de control independientes
y la alta participación de opinión pública.
Generalmente yo he sido disidente.
Procuré estudiar
con cuidado las materias que nos enseñaban en
aquella época. En la clase de ciencias políticas
había que estudiar a (Nicos) Poulantzas, en
la introducción a la economía a Marta
Harnecker, en filosofía estudiábamos
las cuatro tesis filosóficas de Mao, en prospectiva
política el librito de (Louis) Althusser, “Ideología
y aparatos ideológicos de Estado”.
Yo estudié eso con juicio, pero siempre he
sido disidente, y como uno profundiza los vicios, seguramente
moriré disidente.
Y estudié con gran vocación el Estado
de Derecho, el Estado de Leyes. Y a lo largo de la
vida he venido haciendo esta disquisición sobre
sus elementos característicos.
Constitución escrita
hoy tienen todos los modelos de Estado, eso deja
de ser el elemento que distingue
al Estado de Derecho.
Separación del poder en ramas, hoy se da en
todas partes, en unas con más independencia
que en otras. Eso ha dejado de distinguir al Estado
de Derecho, no puede decir uno que eso sea hoy lo fundamental.
Órganos de control independiente, yo creo que
no pueden ser ni del Gobierno ni de la oposición,
tienen que ser técnicos, imparciales. Más
grave que órganos de control politizados a favor
o en contra no hay. Y esta es una dilución muy
importante de la ciencia y de la praxis política
actual en Colombia. Y los tienen que tener todos los
Estados.
Para mí lo que identifica, caracteriza fundamentalmente
al Estado de Derecho, es la participación de
la opinión pública, es un Estado de opinión.
Porque otros dicen: el gran
aporte histórico
del Estado de Derecho es haber obligado a que el gobernante
tenga que someterse a una ley ajena a él, externa
a él. La garantía de que eso se dé es
la alta participación de la opinión.
Entonces ahí vamos conduciéndonos a lo
que yo he llamado: la ecuación que hace equivalente
el Estado de Derecho al Estado de Opinión.
Y eso nos va llevando al Estado
Comunitario, un Estado de alta participación de la ciudadanía,
un Estado de opinión, con dos propósitos:
la construcción de equidad y la construcción
de transparencia.
Ese Estado Comunitario busca
una sociedad con equidad, a través de una creciente participación
de la ciudadanía en la toma de las decisiones
oficiales, en la ejecución de esas decisiones
y en su vigilancia.
Y eso nos va conduciendo de
la construcción
de equidad a la garantía de buen gobierno: eficiencia
y transparencia.
Yo veía muy estancada la discusión colombiana
entre neoliberalismo y socialdemocracia, y pensé que
un aporte importante a esa discusión podría
ser no tanto la teoría como la praxis del Estado
Comunitario.
Pensé que el mundo no se podía estancar
en el Consenso de Washington, ni tampoco en una versión
desfigurada de la socialdemocracia, y que en ese proceso
evolutivo hay que propiciar permanentemente la participación
ciudadana, el Estado Comunitario.
Y hemos procurado ejercerlo
a lo largo de estos casi cuatro años de gobierno. En la Gobernación
de Antioquia se hizo un gran esfuerzo en ese sentido.
Era yo Senador de la República, antes de esa
Gobernación, y trabajaba permanentemente con
los alcaldes, por regiones, en lo que llamábamos
unos ejercicios comunitarios para el buen gobierno.
Tengo que agradecer que uno de los colombianos que
mejor ha entendido este aporte del Estado Comunitario,
es el gobernador del Atlántico, el doctor Carlos
Rodado, a quien en esta Corporación Universitaria
de su ciudad quiero expresarle mi gratitud.
Veamos las relaciones de ese Estado Comunitario con
la equidad, con la eficiencia y con la transparencia.
La participación comunitaria garantiza que
los recursos vayan a construir equidad. La participación
comunitaria evita que haya apropiaciones de los recursos
en contra de la equidad. La participación comunitaria
le da al pueblo más vocería para reclamar
la destinación de recursos a aquellos fines
que se necesitan para construir equidad.
Yo lo he sentido en este gobierno:
un consejo comunitario en Barranquilla, de los tantos
que hemos celebrado,
equidad en la asignación de recursos de educación
a la Costa Caribe. El reclamo por equidad en infraestructura
para la Costa Caribe, el reclamo para que crezca el
régimen subsidiado de salud, el reclamo para
que crezca Familias en Acción, el reclamo para
que crezca el Sena, el reclamo para que crezca Bienestar
Familiar.
Un gobierno encerrado es un
gobierno menos dado a percibir esos reclamos, menos
garante de poder atenderlos.
De ahí la importancia de tener la disposición
permanentemente abierta a recibir esos reclamos y,
por ende, a tratar de atenderlos en lo posible.
Esta práctica del Estado Comunitario también
nos ha hecho ver que es un camino para mejorar los
resultados de gobierno, porque hemos planificado con
la comunidad, ejecutado con la comunidad y controlado
con la comunidad.
De manera comunitaria trabajamos
en todo el país,
al principio del Gobierno, para definir la agenda con
cada municipio, con cada distrito –agradezco
la compañía de nuestro Alcalde (encargado
de Barranquilla), Juan García–, para definir
el Plan de Desarrollo.
El Plan de Desarrollo no se
redujo en esta ocasión
a un entendimiento entre el Ejecutivo y el Congreso.
Tuvo altísima participación comunitaria.
En lugar de auxilios parlamentarios, en lo cual ha
habido de todo, buenos y malos, transparentemente aplicados
y corruptamente apropiados, ajustados a las necesidades
o desfasados de las necesidades, este Gobierno los
eliminó. Llegamos a un final de Gobierno sin
auxilios parlamentarios, pero con audiencias públicas.
Un ilustre vocero de la oposición me decía:
Presidente, usted no resiste los cuatro años,
usted no es capaz de llegar al año cuarto de
gobierno sin auxilios parlamentarios. Lo resistimos.
Se lo agradezco al Parlamento. Eso es un gran cambio
en las costumbres políticas.
Y llegamos al último año de gobierno
sin presupuestos adicionales. El Gobierno podría
estar hoy ejecutando un presupuesto adicional del año
2005, en la víspera de campaña, en la
víspera de elecciones. No lo hace, no se aprobó presupuesto
adicional.
Pero sí, ¿que hicimos? Audiencias públicas.
Los recursos de acueductos, de alcantarillados, de
vías, todos se dispusieron en audiencias públicas.
Esos 100 kilómetros de carretera que hoy se
están pavimentando en el Atlántico, se
discutieron en audiencia pública.
Hace 15 días estuvimos en el departamento con
el Gobernador, el Alcalde de Barranquilla y los alcaldes
de los municipios, en un programa que se llama “Contratistas
visibles”, pidiéndole cuenta a cada uno
de los contratistas sobre cómo va cada uno de
los contratos, y pidiéndoles que asumieran una
responsabilidad pública ante la comunidad.
Cuando el Gobierno y el Congreso
se aíslan
de la comunidad, se pueden entender muy bien entre
ellos, pero quedan desacreditados ante la comunidad.
A mí me han dicho ministros: Yo no tuve con
el Congreso los problemas suyos, Presidente, porque
yo arreglé todo con auxilios y puestos. Este
Gobierno ha dado participación y escasa, porque
casi todo se ha definido con meritocracia.
Ustedes hablan con el Director
del Sena de Barranquilla, meritocracia. Con la Directora
de Bienestar Familiar
del Atlántico, meritocracia. Con quien dirige
la Oficina del Trabajo, meritocracia.
A este Congreso le ha tocado
hacer unos sacrificios muy grandes en relación con lo que eran antiguas
costumbres con la política, y todavía
seguramente queda mucho que cambiar. Y seguramente
hemos cometido muchos errores.
Y me decía mi interlocutor: Yo resolvía
los problemas con un puesto o con un auxilio, y se
nos acababan los problemas. Este Gobierno ha discutido
mucho con el Congreso. Yo me he tenido que sentar,
largas horas, a discutir con el Congreso un artículo
de una ley. Pero yo creo que eso ha sido útil.
Porque nada gana un país cuando consigue que
se entiendan bien el Ejecutivo y el Congreso, si ambos
quedan desacreditados con la comunidad.
Entonces algunos han criticado
y han dicho: Uribe acabó con la democracia representativa. No.
Yo creo que está hoy más vigorosa y mejor
legitimada. Lo que pasa es que en nuestra época,
no se puede pensar en una democracia representativa
que excluya la participativa.
Si Madison, Jefferson, los
fundadores de la Constitución
de los Estados Unidos, resucitaran, yo creo que no
podrían poner el debate en blanco y negro, como
lo pusieron en ese momento. Tendrían que aceptar
que nuestra época es una época que necesita
mezclar la democracia representativa con la democracia
participativa.
Y así lo entendió la Constitución
del 91, que no solamente crea o redefine el Congreso,
sino que creo todos los elementos de participación.
Es muy importante lo que se ha hecho para redistribuir
gasto público.
No fue solamente la representación congresional
con el Ejecutivo quienes definieron que carreteras
hacer, sino que fue en audiencias públicas,
donde participaron los congresistas y el Ejecutivo,
pero ninguno de los dos imponiendo. Los gobernadores
y los alcaldes, diputados, concejales, organismos comunitarios,
una mezcla de democracia representativa y democracia
participativa.
Yo creo que eso legitima más las instituciones,
que la otra, que es la exclusión muchas veces
de la partición comunitaria. En mi opinión,
apreciados compatriotas atlanticenses, se fortalece
más la democracia representativa, aun cuando
esa democracia le abre espacios a la participación
comunitaria.
Y ese proceso de Estado Comunitario
ha sido muy importante para la gobernabilidad. No
era fácil la gobernabilidad
en un gobierno presidido por mí, que ha tenido
que construir sobre la marcha mayorías parlamentarias,
bastante criticado por amplios sectores intelectuales:
Uribe mano dura, Uribe paramilitar, Uribe militarista,
Uribe de derecha, Uribe violador de los derechos humanos.
No era fácil, con toda esa cantaletica, construir
gobernabilidad.
Este proceso ha servido para
construirla, porque en todo ese ejercicio de Estado
Comunitario no hay un
solo alcalde de Colombia que pueda decir: el Gobierno
me desconoció. No hay un solo gobernador de
Colombia que pueda decir: el Gobierno me irrespetó.
Todos han tenido la puerta abierta, como la ha tenido
la comunidad.
Hemos querido gobernar sin
discriminar a la gente por razones de su ubicación política,
o por el origen político de su elección.
Las elecciones del 2003, que llevaron al doctor Luis
Eduardo Garzón a la Alcaldía de Bogotá,
y a voceros muy importantes de la oposición
real, a puestos de gran trascendencia, también
hicieron que muchos analistas dijeran: Esto sí se
puso bueno, se le acabó la gobernabilidad al
Gobierno. ¿Cómo se va entender con alcaldes
y gobernadores de la posición radical?
El ejercicio participativo
nos llevo a decir: hay que construir unidad de patria
en lo básico.
El Gobierno trabaja con ustedes, independiente del
origen político de su elección. Necesitamos
honradez y capacidad de gestión. Seguramente
si ustedes le preguntan al doctor Luis Eduardo Garzón: ¿usted
tiene diferencias con Uribe?, él les va decir:
muchas. Y si le preguntan: ¿usted se ha entendido
con Uribe en el gobierno, tiene algo que sentir de
Uribe, ha discriminado a Bogotá?, les tendrá que
decir: no.
Tema de la Alcaldía de Barranquilla: era de
suponer que por el origen político de la Alcaldía
de Barranquilla, iban tener todas las dificultades
el Gobierno Nacional y la Alcaldía de Barranquilla
entre ellos. Trabajando con todo amor por la ciudad
y por la Patria, uno llega y coincide en agendas que
necesita la comunidad, y eso todo a través del
ejercicio del gobierno comunitario. El gobierno comunitario
ayuda muchísimo ha construir gobernabilidad,
en un país pluralista, a partir del respeto
a la diversidad. El gobierno comunitario ayuda mucho
a la eficiencia, y se los voy a poner en sentido no
teórico, sino práctico. ¿Qué hace
un Presidente, qué hacen unos ministros que
a toda hora le tienen que dar la cara a al comunidad?
Ponerse las pilas, estar respondiendo.
El Ministro de Minas y yo hicimos
ahora un compromiso allí, en la Cámara de Comercio: que vamos
a buscar como una ley de los años 20 del siglo
pasado, nos permite por decreto ponerle tope al costo
del alumbrado público en los distritos y municipios
de Colombia. Porque esa ley de los años 20 dijo
que los municipios son totalmente autónomos
para regular el servicio de alumbrado público
y, en nombre de esa autonomía, ha habido en
Colombia abusos.
Entonces como no hemos podido
tramitar una ley que autorice que la Creg entre a
regularlos, vamos a buscar
si por decreto podemos decir: esa autonomía
es solamente para regular el servicio y cobrar el costo
del servicio, no para abusar.
Ay, que yo vuelva a Barranquilla
y que no diga qué pasó con
la propuesta de ese decreto. Ay, que el Ministro venga
y que no diga qué pasó con la propuesta
de ese decreto.
Yo empiezo a venir a Barranquilla
recién elegido
presidente, y en todo ese ejercicio comunitario aparecía
la necesidad del dragado del puerto, de construir esas
obras al frente para frenar el desplazamiento del río,
del Transmetro, de los caños. Y como volvíamos
a los 15 días, o al mes, o al mes y medio, a
volver a darle la cara a la comunidad, ¿quién
se podía olvidar de eso?
Uno gobierno que no le da la
cara a la comunidad puede darse licencias y decir:
no tengo plata o eso se hace
dentro de 10 años o lo hará el otro gobierno.
Un gobierno dándole la cara a la comunidad a
toda hora, tiene que responder.
Entonces no eran el Ministro
de Obras y el Presidente encerrados en una oficina
presidencial, sino aquí. ¿Qué ha
pasado que no se hizo el contrato con los holandeses
para las obras del otro lado del río? Y al Ministro
de Hacienda: los recursos, que no los hay, tiene que
haberlos. Y entonces, ¿cuándo abrimos
la licitación? ¿O lo del Transmetro?
Y lo del Transmetro acosa por
igual al Presidente de la República que al Alcalde de Barranquilla,
porque entonces también frente a la comunidad
se decía: es que Barranquilla todavía
no está lista, porque todavía no está ajustada
a la Ley 617. Y eso ponía al Alcalde de Barranquilla
con pilas, a ver cómo ajustaba la ciudad a la
Ley 617.
Para la eficiencia del Estado
es muy importante la participación comunitaria. Un gobierno que le
tiene que dar la cara a toda hora a la comunidad, es
un gobierno que tiene que ser más diligente
y más eficiente. Menos promesero, pero más
comprometido. Eso es bien importante, apreciados estudiantes:
menos promesero, pero más comprometido.
En administración la participación comunitaria
equivale a un proceso de seguimiento permanente. Y
por mejores planes estratégicos, acciones, proyectos
que se definan, si no hay seguimiento permanente las
cosas no resultan.
Para la eficiencia del Estado
es fundamental la participación
comunitaria, porque se constituye en un medio de seguimiento
permanente, que presiona al Ejecutivo a ser cumplido.
Y esa participación comunitaria también
se constituye en una garantía de transparencia.
Se dificulta la acción de la corrupción
cuando todos los contratos se adjudican en audiencia
pública. Entonces el Gobierno ha exigido que
todos los contratos se adjudiquen en audiencia pública. ¿En
qué estaríamos, si no lo hubiéramos
hecho así?
Nosotros con Transmilenios
en Bogotá, Barranquilla,
Cartagena, Medellín, Pereira, Cali y Soacha, ¿en
qué estaríamos si todo eso no se hubiera
adjudicado en audiencia pública. ¿En
qué estaríamos si más de 400 contratos
del Plan 2.500 no se hubieran adjudicado en audiencia
pública?
Esa audiencia pública de contratación,
que es una expresión del Estado Comunitario,
es un gran camino para eliminar la corrupción.
Uno tiene que creer en todo, en la ley, en la sanción,
en el procedimiento. Déjenme decir que la participación
comunitaria, a mi juicio, es el remedio más
efectivo para derrotar la corrupción en Colombia.
Y le da confianza a la ciudadanía.
Y desde el punto de vista del
Gobierno, la participación
comunitaria obliga al Gobierno a ser menos promesero,
pero más comprometido, y a la comunidad la obliga
a ser más consciente. Un ejemplo, de hace dos
horas: una de las peticiones de los empresarios de
Barranquilla esta mañana, de todos los estratos,
de estrato 100 hasta estrato menos 100, era un centro
de convenciones en Barranquilla. Que el Gobierno les
pusiera la plata.
Yo me gano un aplauso si les
digo: cuenten con ella. Y vuelvo a los 15 días y no la tengo, y al mes
y no la tengo. Derivo de ahí incredulidad. Entonces
me tuve que poner colorado y decirles: hombre, la plata
no está. No la tengo.
Si les digo ahora que sí la tengo, les miento.
Vamos a buscar un esquema, hay unos estímulos
tributarios. El Gobernador me ayudó explicándolos.
Esos estímulos tributarios han permitido que
se construyan hoteles en Barranquilla, el sector privado
está invirtiendo, vamos a utilizarlos, además
hay la posibilidad de que Findeter les preste un dinero
a 15 años.
Entonces ahí aparece un gobierno que no puede
prometer lo que no puede cumplir, pero que tiene que
cumplir a comprometer a buscar opciones. Quedé comprometido
en volver a Barranquilla más o menos en un mes,
para buscar opciones con el sector privado de aquí,
alrededor de los estímulos tributarios y de
un crédito del Gobierno para sacar adelante
el centro de convenciones.
La participación comunitaria vuelve al gobierno
menos promesero y más comprometido, piloso.
Uno sabe que sale de un consejo comunitario un sábado
por la noche, pero también sabe que el otro
sábado tiene que volver a un consejo comunitario,
y que quién sabe cuántas reuniones comunitarias
transcurran en el curso de la semana.
Entonces uno no se puede olvidar.
Yo mañana
tengo que ir a Boyacá a darles la cara y decirles
qué ha pasado en este Gobierno con la doble
calzada Bogotá – Tunja – Sogamoso.
Y la comunidad se ha concientizado tanto que me hacen
un seguimiento milimétrico, de qué pasa
con esa obra.
Pero la comunidad también se vuelve más
consciente. La comunidad es igualmente exigente pero
más consciente, porque esa participación
comunitaria le permite conocer prioridades y limitaciones
y le permite también asumir responsabilidades.
Mire, esto no puede ser todo del Gobierno Nacional,
nosotros tenemos que hacer esfuerzos locales. Y conocer
lo que en otras circunstancias no se conocería:
el alto nivel de déficit, de endeudamiento,
etcétera.
Y todo eso conduce a que el
Estado de Derecho se vaya tornando en Estado Social
de Derecho. A través
de la participación comunitaria, ese Estado
de Leyes se convierte en un Estado de equidad social.
Y un vehículo para hacer ese tránsito
del Estado de Derecho al Estado Social de Derecho,
es la participación comunitaria, porque exige
que los recursos se administren bien, que cumplan funciones
de equidad.
Y finalmente, asigna responsabilidades.
Mientras más
participe la gente y más el Gobierno tenga que
dar la cara, menos difícil es para la gente
decir: el responsable de ese fracaso es usted, el responsable
de ese éxito es usted. Se asignan responsabilidades.
Y eso hay que desvincularlo
con lo que yo llamaría:
la nueva etapa de la descentralización en Colombia,
que es la asociatividad. Tiene que haber una mejor
integración de los gobiernos locales, regionales
y el Nacional, y todos con la opinión.
El Gobernador ha sido un gran
defensor de la descentralización,
atrevido en eso. Él ha propuesto que todos los
departamentos puedan tener competencias en materia
de asignación de tributos. Un momento difícil
de Colombia por el déficit y la necesidad de
ser competitivos internacionalmente. Y yo he estado
pensando que, además de incrementar recursos, ¿qué debe
desarrollar la descentralización ahora en Colombia?
Yo creo que la asociatividad.
Los departamentos y municipios
pueden hacer casi todo lo que quieran. El problema
es de recursos, no de competencias.
Por ley, hoy podrían hacer casi todo lo que
quieran. Lo que pasa es que les falta plata. Y yo creo
que la manera de superar eso es asociándose.
Por ejemplo, estamos preparando
el nuevo plan de vías
de competitividad, para que al próximo gobierno,
cualquiera que él sea, no le pase lo que le
ocurrió al nuestro. Nosotros nos demoramos mucho
para empezar estos planes viales, porque no teníamos
plata y no había proyectos. Y todavía
hay dificultades: esa carretera que va por la orilla
del Canal del Dique, en el Atlántico, que estamos
pavimentando, hay que hacerle un realce, por encima
de las últimas cotas de inundación, que
batieron todos los récords. Ahí parece
ya que hay conseguido un dinero con la Corporación
del Río Magdalena.
Entonces le estamos proponiendo
ahora al país
el nuevo plan de vías, que se tiene que discutir
ampliamente con gobernadores, alcaldes, congresistas,
comunidad.
Y me han dicho: que se necesita
tal vía municipal,
tal otra. Y yo he contestado: yo creo que el próximo
gobierno no va a poder hacer sino vías de competitividad.
Entonces me dicen: ¿y qué va a pasar
con las vías departamentales que aún
no se han pavimentado y que no sean de competitividad
nacional? Tampoco las podemos abandonar.
Entonces ahí estamos tratando de estimular
la asociatividad: que el Gobierno Nacional tramite
un crédito de mil millones de dólares,
a 20 años de plazo, con la mejor tasa de interés
posible, y que lo ejecuten los departamentos, preferiblemente
de manera asociada, para pavimentar vías departamentales.
Y que a medida que lo vayan pagando, el Gobierno Nacional
vaya creando un fondo, para que les realimente esos
recursos. O les vaya obteniendo un nuevo crédito,
para mantener ese proceso de mejoramiento de vías
departamentales.
Los distritos se van a tener
que unir para muchos efectos, y los municipios. Yo
tengo la vieja cantaleta
de que cada municipio pequeño no puede tener
una Umata, costosa, burocrática e ineficiente.
Se tienen que unir y hacer esas Umatas regionales.
Los alcaldes van a Bogotá y me reclaman a mí y
a los funcionarios que por qué se están
contratando las vías terciarias desde Bogotá,
que por qué no se contratan con ellos. Y tienen
razón.
Y los alcaldes me dicen: ah,
es que allá en
Bogotá hay interés, porque eso lo hacen
muy caro desde allá, nosotros lo hacemos más
barato. Y algunos funcionarios me dicen: es que se
la roban o la parten con un político. Una desconfianza
mutua. Para superarla, hay que lograr la asociatividad.
Asociados unos municipios vecinos para ejecutar recursos
nacionales y propios, en el mejoramiento de vías
terciarias, yo creo que se disipan todas las dudas.
Porque cada municipio se convierte en fiscal del vecino
en esa asociación, a la cual todos convergen,
y en eso tiene que confiar el Gobierno central.
Yo diría que en esto de buen gobierno, hay
que pensar en todo ese tema de la participación
comunitaria como condición de gobernabilidad,
de buena planeación, de legitimidad institucional,
de eficiencia del Estado, de transparencia y de equidad,
y de asunción de responsabilidades. Y hay que
pensar en el nuevo camino de la descentralización,
que debe tener gran énfasis en la asociatividad.
Yo no estudié en las academias militares, paradojas
de la vida, yo estudié negociación de
conflictos. En lugar de estar conduciendo el Ejército
y la Policía, debería estar por ahí,
buscando el diálogo. Creo que son plenamente
compatibles, aunque aparecen excluyentes.
Déjenme decirles que, en la medida que los
colombianos aprendamos a negociar los conflictos de
la vida diaria, pacíficamente, se va frenando
la adhesión de sectores de la población
a querer definir las cosas violentamente.
A mí me dicen: ¿pero para qué un
programa de negociación pacífica de conflictos?
Eso no persuade a guerrilleros ni paramilitares. Pero
en la medida que se negocien pacíficamente los
conflictos del hogar, de la vida laboral, los conflictos
callejeros, los conflictos políticos, eso va
creando una gran conciencia colectiva en favor de la
negociación pacífica.
La negociación de conflictos no implica unanimidad,
implica todo lo contrario, reconocer la diversidad.
El mundo actual es un mundo crecientemente interdependiente
y la diversidad se hace más notoria, en cuanto
que haya mayor interrelación entre los actores
diversos.
Si Édgar y yo pensamos distinto, pero nunca
nos vemos, esa diversidad no se va a hacer notoria.
Si pensamos distinto y estamos ocupando sendas curules
del Congreso, esa diversidad se hace notoria, porque
actuamos de manera interdependiente todos los días.
Entonces en un mundo que es menos aislado, más
interdependiente, debido a la revolución de
las comunicaciones, la diversidad está menos
aislada, más expuesta a aflorar en conflictos.
Yo les diría: hay diversidad, interdependencia
y conflicto. Lo que hay que hacer es no soñar
con que no va a haber conflicto. Lo que a mi juicio
debe hacerse es pensar cómo se supera. Ya aparecen
unos métodos de superación de conflictos
bien, bien importantes, que yo creo que hay que aplicarlos
a la sociedad colombiana.
Ahora, las dos preguntas que
hacen sobre el tema de los Derechos Humanos y el
Derecho Internacional Humanitario:
en un Estado de opinión, la política
de seguridad se sustenta en el respaldo de opinión,
y el respaldo de opinión a una política
de seguridad necesita mirar dos puntos: que esa política
sea eficaz y que sea transparente. Y para que sea transparente,
tiene que ser totalmente respetuosa de los derechos
humanos.
El Derecho Internacional Humanitario
es una especie de ese gran género, que son los derechos humanos.
Yo tenía conmigo, hoy no tengo, las cifras que
quejas de violación de derechos humanos imputables
a la Fuerza Pública en Colombia. Han disminuido
dramáticamente. La semana pasada las llevé a
los Estados Unidos, y confío que, tan pronto
pueda viajar el Vicepresidente o la señora Canciller
a Europa, las lleven a Europa.
Una política de seguridad, para que sea democrática,
no puede suprimir las libertades públicas, no
puede afectar los derechos humanos. Lo que caracteriza
nuestra política de seguridad, y la distingue
de políticas de seguridad que se plantearon,
que se propusieron en otros países del continente,
es que la nuestra es democrática.
Miren ustedes lo que pasó en muchos países
hermanos, y no menciono nombres para evitar malos entendidos:
en nombre de la seguridad de la lucha contra el terrorismo,
el Estado masacraba. Aquí el Estado tiene el
interés es en los derechos humanos.
En nombre de la seguridad de
la lucha contra el terrorismo, el Estado suprimía las libertades públicas.
Aquí yo creo que se ha profundizado.
Yo llamaría a los colombianos a comparar la
campaña de hoy con anteriores. Teníamos
muchos sitios vedados. Ayer me llamaron y me dijeron:
por aquí está en Tumaco el doctor fulano,
con el doctor fulano, con el doctor fulano. Atiéndalos
y protéjalos. Que fulano de tal quiere ir a
Puerto Rico, Caquetá. Llévenlo. Yo creo
que hay un país más libre en la práctica.
Frecuento unos consejos de
seguridad con participación
comunitaria y he notado un cambio dramático
en lo que dicen los colombianos. Hace cuatro años
me decían: Presidente, le voy a contar algo,
pero escondidito.
Como un viejito de El Peñol, Antioquia. Una
vez les dije, por ahí analizando los colombianos:
mire, yo salí de la Gobernación de Antioquia
y me fui al exilio. Y cuando regresé, una señora,
en el aeropuerto de Barranquilla, me decía:
Uribe, a la guerrilla chuzo y chuzo y chuzo.
En Bogotá me llamaban a un ladito del aeropuerto
y me decían: mira, Uribe, con mucha delicadeza,
porque el tema tiene unas apariencias complicadas de
manejar… ¡Las personalidades colombianas!
Y un viejito de El Peñol, Antioquia, en el
aeropuerto de Medellín, me decía: Gobernador, ¿cuándo
volvió? Ayer. Venga pa’ca, yo lo apoyo
a usted y apoyo a las Convivir, pero eso sí,
no vaya a decir que yo lo apoyo.
Y aun en esta espontaneidad
Caribe, al principio del Gobierno, en cualquiera
de estas ciudades, y recuerdo
el amanecer del 8 de agosto, me decían en Valledupar:
le vamos a contar unas cositas pero al oído,
solito.
Hoy todo el mundo denuncia.
Hace cuatro años
se morían de miedo de denunciar a los paramilitares.
Hoy apuestan a ver quién es más duro
en la denuncia. Yo creo que es la consecuencia de un
país más libre.
Ramón, doctor Ramón Pacheco, pienso
que el carácter democrático de nuestra
seguridad es la mejor contribución a los derechos
humanos. Les dejo esa reflexión.
Ahora vi por allí propaganda de José David,
del doctor Crissien, del uno y del otro. Y enseguida
del doctor Ashton, y un carro con propaganda de la
doctora Piedad Córdoba. Todas las expresiones
ejerciendo libremente sus derechos, y en toda parte.
Y no en esta ciudad, siempre bulliciosa, siempre amable,
siempre espontánea, sino en todos lo sitios
de Colombia.
Yo creo que ese es el mejor
aporte a los derechos humanos: persistir con toda
tenacidad en una política
de seguridad, pero con absoluto respeto a las libertades
democráticas.
Bueno, me entusiasmé mucho,
apreciados estudiantes y directivos. Ahora las preguntas
y los comentarios
y las objeciones de ustedes. Les ofrezco la palabra.
Muchas gracias.