CONMEMORACIÓN
DEL CENTENARIO DEL NACIMIENTO DEL
EX PRESIDENTE ALBERTO LLERAS CAMARGO
Julio 04 de 2006 (Bogotá – Cundinamarca)
Compatriotas:
En primer lugar quiero expresar
en nombre de mis compañeros
de Gobierno y de los colombianos todos, nuestra gratitud
al señor Ex Presidente Alfonso López
Michelsen, quien con diligencia, entusiasmo, viene
presidiendo los actos conmemorativos de este natalicio,
de este centenario tan importante para la Patria. Y
agradecer al distinguido grupo de colombianos que a él
lo acompaña en esta bella tarea.
Quiero así mismo agradecer el esfuerzo de las
academias, el interés y su hospitalidad esta
tarde, cuando en el primer día hábil
de la semana después del festivo 3 de julio,
nos reunimos para iniciar formalmente la conmemoración
del centenario de este natalicio.
Y quiero agradecer y felicitar
al doctor Otto Morales Benítez por esta edición sobre el Ex
Presidente Alberto Lleras titulada, Sendero histórico
y humanístico de Alberto Lleras.
Muy apreciados compatriotas:
Intentar unas líneas sobre el Ex Presidente
Alberto Lleras Camargo es atreverse a escribir sobre
un inmortal. Verdad que lo es, por su obra y su legado.
La primera, su obra, ayudó de manera determinante,
durante las décadas de su existencia, a moldear
la república y las instituciones que al regirla
garanticen la convivencia. Lo segundo, su legado, es
un necesario punto de referencia para el servidor público
y guía para la consolidación de la Nación
alrededor de la libertad y la igualdad.
Su única idea de poder era el servicio público
regido por la ley y sometido a la probidad y a la eficiencia.
Era un ejemplo de desdén por el poder personal,
de intransigencia en contra de su ejercicio omnímodo
y de solícita disposición al servicio
de las instituciones y del pueblo.
El Ex Presidente Alberto Lleras
conectó a nuestra
generación con los próceres de la independencia.
Su abuelo, Lorenzo María Lleras, fue secretario
del General Francisco de Paula Santander, y también,
ya sexagenario, integrante de la Constituyente de Rionegro
de 1863. Pero la transmisión más importante
en ese proceso centenario fue la idea de la ley como
factor fundamental de unidad del pueblo, garantía
de libertad y elemento subordinante del gobernante.
Idea que proveniente del General Santander, al recogerla
Alberto Lleras, la convirtió en esencia de su
doctrina, que debe ser doctrina del presente y del
futuro de la patria: la ley superior y más importante
que el gobernante.
Alberto Lleras, para destacar
el aporte a la ley, definió a Santander como el antiprócer.
Y de su misión dijo “que fue la de crear
un país que no dependiera de los héroes
sino de la voluntad de los pueblos”, siempre
expresada en la ley.
Podríamos decir que la llama olímpica
de la ley se ha enseñoreado de la Patria gracias
a esos 170 años de recorrido entre las manos
de Santander y las de Alberto Lleras.
Su legado incluye la más clara relación
entre la democracia, la ley, la república, la
libertad y la cohesión social.
Cuando mi generación se asomaba al uso de razón,
Alberto Lleras se destacaba como el campeón
en la lucha por la ampliación de la democracia.
Acudí de niño, de la mano de mi madre
para acompañarla, a las labores de proselitismo
del plebiscito de 1957 y de la elección del
año siguiente, que con el Frente Nacional trajeron
el derecho de las mujeres al voto y de su llegada a
cargos de elección. Ese pasaje de sufragio universal
se vivió en mi comarca, como en el país
entero, con frenesí patriótico. Y en
esas nobles jornadas el sentimiento popular mayoritario
identificaba la democracia de la Patria con la figura
cimera de Alberto Lleras.
En buena hora profundizó para
la posteridad el concepto de la democracia como fuente
de la ley
que es a su vez causa de la libertad.
En su discurso de desagravio
al Ex Presidente Eduardo Santos por el cierre de
El Tiempo, en referencia a
la ley, dijo: ”Cuando la ley, la ley escrita,
la ley común a todos, la ley que no aplica el
político sino el juez, la ley que no nace de
un arrebato de voluntad, de la soberbia y de la malicia
sino de la transacción parlamentaria, del forcejeo
inteligente, de la equilibrada decisión de los
delegados del pueblo, ejerza otra vez su flexible y
suave imperio sobre nosotros, la voz de la libertad
que en vuestra garganta ha tenido acentos espléndidos,
volverá a conmover a los colombianos….”
Conceptos semejantes al anterior,
materia común
en sus escritos, se constituyeron y son una gran lección
sobre el debate parlamentario, de origen popular, que
con las instituciones de democracia directa, se constituyen
en las exclusivas fuentes formales de la ley revestida
de legitimidad.
Por supuesto, fue gran defensor
de los partidos políticos,
ajeno al sectarismo, y puede decirse que siempre los
concibió como partidos de opinión y no
como agrupaciones para tramitar intereses diferentes
al general. En el mismo discurso al Ex Presidente Eduardo
Santos expresó que “los partidos no eran
bárbaras montoneras de impacientes burócratas,
sino los canales por donde discurrió, entre
el fértil humus democrático, el torrente
de sabiduría de los más grandes varones
de Colombia”.
Partidos políticos como “torrentes de
sabiduría y no bárbaras montoneras de
impacientes burócratas”, era su convicción.
Transmitía una gran comprensión del
equilibrio entre la democracia representativa y la
participativa. No aceptaba que los partidos pudiesen
sustituir la opinión, les reconocía la
capacidad simple de canalizarla.
Su liderazgo en el Plebiscito
exhibe ante la historia su profundo respeto por la
opinión ciudadana
y su adhesión a la democracia participativa
que se nutre en mutua implicación con la representativa.
Fue Alberto Lleras un defensor
perenne de las libertades. Defenderlas y garantizarlas
fue el faro que lo guió como
periodista, luchador político, gobernante y
en su formidable tarea internacional.
Creció ante la historia y primero en el respeto
de sus contemporáneos por haber entregado tranquilamente
el mando presidencial a sucesores del partido contrario.
Garantista de las libertades democráticas, cumplió rigurosamente
sus fallos. La manera como dirigió el debate
presidencial en las elecciones de 1946 y reconoció el
triunfo conservador sobre la división liberal,
le acrecentaron la confianza que seguramente incidió para
que, de modo diferente a la primera opción examinada
que era la del Doctor Guillermo León Valencia,
se convirtiera Alberto Lleras en el primer presidente
del Frente Nacional.
En tan delicada transición fue depositario
de la plena confianza conservadora, con el Doctor Laureano
Gómez a la cabeza, cuando apenas se iniciaba
el experimento de la alternación entre los mismos
que la víspera se trenzaban entre el odio, la
violencia y la desconfianza. Esto lo dice todo sobre
la confianza que inspiraba entre propios y contrarios.
Con los pactos del Frente Nacional,
Alberto Lleras veía realizada su misión histórica
de cerrar para siempre las luchas sangrientas entre
los partidos, que él, a través de solamente
dos generaciones de mayores, conocía en detalle
desde la independencia.
Punto fundamental de su pura
noción de libertad
fue su concepción del papel de la fuerza pública
en la democracia. Confieso haber leído varias
veces su discurso sobre el tema con el propósito
de consolidar nuestra visión de seguridad democrática.
No admitía la deliberación ni el voto
entre los integrantes de la fuerza pública,
porque veía en ello el riesgo de intromisión
de las armas en la política. Lo horrorizaba
la hipótesis de que la férrea jerarquía
de la institución armada condujera a los soldados
y policías a cumplir órdenes superiores
a través del ejercicio del sufragio.
Al interpretar a Alberto Lleras
en tan delicado asunto, mantener a la fuerza pública por encima de la
deliberación y alejada del voto, da a los ciudadanos
la garantía de que las armas de la república
son para protegerlos a todos con prescindencia de sus
afinidades políticas. Además, evita que
los subalternos en la institución armada corran
el riesgo de ejercer la libertad democrática
del sufragio con la pérdida de la libertad democrática
de la libre escogencia.
Alberto Lleras fue un gladiador
contra el marxismo, contra el comunismo. Sus críticos lo interpretaron
mal o no quisieron interpretarlo. Su oposición
a esta ideología, a los estados totalitarios
de la guerra fría y a las prácticas que
se proponían en el continente, no era una negación
de lo social sino una defensa de las libertades, que
al conculcarlas, conducían lo social al fracaso.
La historia dirá si fue la alternación
la que engendró las guerrillas comunistas porque
supuestamente restringía los espacios políticos.
También la historia mirará los espacios
políticos críticos y contestatarios que
se abrieron, no obstante la alternación.
Pienso que la alternación tranquilizó los
espíritus, con lo cual fueron desvanecidos los
impulsos de apelar a dictaduras. Entonces se crearon
las condiciones para que las reglas de la alternación
no fueran obstáculos para que surgieran, como
en efecto ocurrió, el disenso y la crítica,
que llevaban algunos años en el olvido.
Con Alberto Lleras en el timón, en la alternación
germinaron de nuevo las libertades públicas.
En consecuencia, las guerrillas comunistas no se explican
en la ausencia de libertades que no se dio, sino en
la circunstancia de que muchos militantes de las antiguas
guerrillas partidistas, antes que desmontarlas, las
adaptaron al marxismo que en la época empezaba
a importarse con febrilidad.
Tenía Alberto Lleras una honda convicción
de lo social. Su participación en la Constitución
de 1936 como Ministro de Gobierno, fue su doctorado
en el valor democrático de la igualdad.
Bajo la orientación del Presidente López
Pumarejo, y en la compañía de ilustres
colombianos como el Doctor Darío Echandía,
fue Alberto Lleras artífice de primera línea
en la Norma Constitucional que definió la propiedad
como función social.
Al trazar directrices para
el Liberalismo, Alberto Lleras hacía total claridad sobre el carácter
de intervención y no de absorción que
debía defender esa doctrina. Intervención
para garantizar lo social y no absorción para
permitir el florecimiento de la iniciativa privada.
Rechazaba el Estado ausente de lo social que finalmente
era sustituido por el capitalismo rapaz.
Nada más contrario a su manera sobria de ser,
austera de vivir, olvidada de pretensiones de riqueza
personal, que la vinculación al capitalismo
salvaje e imperialista que le asignaban sus críticos.
Alberto Lleras percibió su ciclo vital no entre
episodios gloriosos sino entre páginas controvertidas
y dolorosas, que requirieron de muchas de sus virtudes,
por él mismo enumeradas, no porque se las atribuyera
sino porque las destacaba como imprescindibles en la
tarea pública. En efecto, entre las suyas estaban
la abnegación, previsión, cooperación,
lealtad con la Patria.
Como a tantos colombianos,
el hogar inculcó a
mi niñez amor patrio en dosis superior, y al
mismo tiempo admiración en igual grado por Alberto
Lleras. Muchos vivimos la infancia y primera adolescencia
referidas a una asimilación irrompible entre
la Patria y Alberto Lleras.
Mi primer hogar, y era una
historia que se repetía
en ciudades, aldeas y campos de la Patria, tenía
su fotografía que se miraba con igual respeto
a aquel que se profesaba por la bandera, el escudo
y el Himno. Y cerca, en el mismo espacio, una radiola
philips, de tamaño aparatosa, que mis hermanos,
primos y yo escuchábamos cuando nuestros papás
nos convocaban a oír a Alberto Lleras. Quizá lo
traicionó la propia percepción de su
audiencia, cuando en referencia a Alfonso López
Pumarejo dijo que “el pueblo escuchó por
primera vez lo que otros dijeron antes”. Era
idéntica su conexión con el pueblo.
Son pocos mis primeros recuerdos
de la televisión
en blanco y negro. Uno de ellos, intenso en mi ser,
la transmisión del sepelio de Alfonso López
Pumarejo al regresar su cadáver de Londres.
Al lado de mi abuelo, pasé entre el asombro
por sus lágrimas de dolor por la partida de
López Pumarejo y la concentración de
ambos ante el panegírico que Alberto Lleras
leyó con su conmovedora voz. Lo había
escrito con el juicio con que escribió todos
los renglones de su vida, pero en esta ocasión
la tinta estaba salpicada por lágrimas y la
razón atribulada por afecto.
Recomendaría a los jóvenes colombianos
leer ese discurso, para apreciar en la merecida exaltación
de López Pumarejo, la dimensión humana,
filosófica, literaria y patriótica de
Alberto Lleras Camargo.
Jefferson hablaba de aristócratas por poder
y por dinero y de aristócratas por talento y
merecimientos. Lo expresaba en el significado griego
de lo mejor en la idea pública de poder.
Alberto Lleras Camargo es un
ser superior, por talento y merecimientos, en la
idea pública del servicio.
Muchas gracias.