CLAUSURA
DEL DIPLOMADO DE ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS
PARA PERIODISTAS DE ANTIOQUIA
Marzo 15 de 2006 (Medellín – Antioquia)
Compatriotas:
Muy distinguidas
familias, muy distinguidos coterráneos
que nos reunimos esta noche, y los amigos periodistas
que vienen a ejercer hoy su oficio. Quiero dar un saludo
muy afectuoso a todos ustedes.
La verdad es que
las cosas de la tierra no suelen impresionar a quienes
no dejan de vivir en ella porque la visitan
frecuentemente, pero tengo que confesar que me impresionan
las cosas de la tierra. Creería que por estar
a toda hora pisándola, gozándola, visitándola,
nada causa asombro, todo parece cotidiano, pero no es
así. Se observa una dinámica muy interesante,
excelente, una gran fortaleza en Medellín, en
Antioquia.
Esta tarde llegué muy cumplido al Instituto Tecnológico
Metropolitano, y allí se nos prolongó mucho
un encuentro con estudiantes y profesores, que me impidió llegar
a tiempo a esta reunión. Cosas de la dinámica
de la tierra, hace cinco años, 600 estudiantes
allá, hoy casi 8.000. La meta, en pocos días,
13 mil.
El 85 por ciento
de ellos trabajan, ya han introducido un elemento importantísimo en la Revolución
Educativa, todos pueden estudiar en dos fases: en una
primera para acceder al título de tecnólogos.
Y en una segunda para ir a la universidad, completar
los créditos y acceder a los títulos de
educación superior. La calidad de las preguntas,
la diversidad de los temas, la curiosidad, la imaginación,
dicen que tenemos una juventud excelente.
Hace muy poco la
Cámara de Comercio de Aburrá Sur,
era un esfuerzo serio, como todos los esfuerzos antioqueños.
Pero difícil imaginar que iba a lograr este tamaño,
a tener la capacidad de emprender estos proyectos, me
asombra muy positivamente, apreciados coterráneos.
Al entrar al hotel,
le pregunté al doctor Manuel
Molina por la ocupación, asombrosa. Y le pregunté por
la nueva torre. Los proyectos que dejaron de ser menos
sueños, que se están realizando, son proyectos
de una magnitud que hace pocos años no habríamos
sido capaces de anticipar.
Pero aquí las cosas no son por milagro, aquí las
cosas son por esfuerzo. Asistimos esta noche a la culminación
de un nuevo esfuerzo, de este grupo tan brillante de
periodistas de la tierra, que ha hecho un enorme esfuerzo
de estudio, de sacrificio de lo que podría ser
su día de descanso a la semana. Un gran esfuerzo
de superación.
La verdad es que
no sabía qué me emocionaba
más, si entregarles el diploma a las nuevas generaciones
de periodistas, comprometidos como las nuevas generaciones
de colombianos y de antioqueños, a estudiar y
a trabajar todos los días, o entregarles el diploma
a quienes de la generación de los mayores, con
quienes he compartido toda la vida, regresaron a las
bancas de la universidad a hacer este diplomado. No sabría
para quién es más merecido el aplauso:
si para esa juventud disciplinada, o para aquellos mayores
que dan ejemplo en el yunque, en el mismo yunque que
nos llevamos esta noche de la Cámara de Comercio
de Envigado.
Muy difícil ejercer el periodismo en Colombia.
Yo diría que en continente, en nuestra América
Latina, desde el punto de vista jurídico-formal,
Colombia es la nación que ha tenido mayor claridad
en aquello de respetar, en su ordenamiento jurídico,
las libertades, la libertad de prensa. Es aquella que
más ha auspiciado, desde el punto de vista jurídico-formal,
el ejercicio del periodismo. Es aquella también
que más lo ha honrado con figuras sobresalientes
del periodismo.
Pero cuando creímos que habíamos ganado
la batalla formal por la libertad de prensa, empezamos
a perder la batalla material. La violencia, en sus expresiones
terrorismo, en su polución con el narcotráfico,
le creó a Colombia una barrera para el ejercicio
de las libertades y para el ejercicio del periodismo,
que nunca concibieron los Padres de la Patria, que fundaron
esta nación sobre bases sólidas de libertad.
El periodismo colombiano
ha corrido inmensos riegos, violencia, años de asesinar 25 periodistas. Deberíamos
decirle hoy al mundo que ya no asesinan uno solo, pero
todavía el año pasado nos asesinaron dos
periodistas. Amenaza, censura, diría yo que una
especie de autocensura impuesta en regiones del país
por la violencia.
Abrigo sí la esperanza que el domingo fue una
demostración de que los colombianos nos sentimos
más libres. Diría yo que los colombianos
acudieron el domingo a las urnas, con alguna duda sobre
la complicación del manejo del tarjetón
electoral, pero con una sensación de mayor libertad.
Y ojalá eso lo pueda percibir el periodismo colombiano.
Yo como Presidente siento vergüenza, cuando en alguna
región de la Patria el periodismo se tiene que
autocensurar, por no causarle incomodidades a un grupo
terrorista, por temor a una amenaza, o por atender la
solicitud que llega con amenaza. Es muy grave, eso lo
tenemos que superar totalmente.
Aquí no censura el Estado, censura la delincuencia,
y eso tiene que ser un mal decadente que, para bien de
Colombia, ya dure más poco.
Hemos emprendido
esta tarea de la Seguridad Democrática.
Si bien no la hemos ganado enteramente, la vamos ganando.
Diría yo que hay varios intangibles importantes
para cosechar de esta tarea. Antes la seguridad se entendía
como una propuesta ideológica de derecha, de sectores
entre comillas militaristas, enemigos de las libertades,
de sectores de poca sensibilidad social, de sectores
de poco comportamiento civilizado.
Pienso que el gran
intangible que hemos logrado es que Colombia tenga
hoy un concepto muy distinto de la seguridad,
el gran intangible que hemos logrado es que nuestros
compatriotas entiendan hoy la seguridad como un valor
democrático, como una fuente de recursos, como
un axioma transversal a todos los campos de actividad
de la vida nacional.
Cuando veo que en
un proceso electoral voceros de la oposición y amigos de las tesis de Gobierno por
igual, pueden acudir a todos los sitios de la geografía,
que los colombianos perciben que su Policía y
su Ejército no están al servicio de caprichos
gubernamentales, sino de la seguridad para todo el universo
poblacional, independientemente de que los unos piensen
de una manera y los otros de manera diferente, creo que
eso tiene que haber contribuido muchísimo a que
los colombianos, gusten o disgusten del Gobierno, acepten
todos que la seguridad es un valor democrático,
un imperativo sin el cual no se consolida esa mínima
unidad de un ciudadano con los otros, del todo con cada
individuo, que finalmente va bosquejando la Nación.
Esa bella unidad
popular que es la Nación, en
una Colombia tan sufrida por el terrorismo, hay que esculpirla
a partir de la concreción de ese valor que es
la seguridad.
Alrededor del tema
giran muchas discusiones. Se ha dicho: ¿por
qué el Presidente de la República señala
como terroristas a los grupos insurgentes? ¿Por
qué el Presidente de la República niega
la existencia de un conflicto? Y he contestado: cuando
miramos legislaciones europeas, de la Europa Occidental,
encontramos que allí definen como terrorismo el
uso de la fuerza o la simple amenaza de uso de fuerza,
por razones ideológicas, políticas o religiosas.
¿Por qué lo hace Europa Occidental? Porque
niega el uso de la fuerza como exigencia, que debe derivarse
del hecho de que hay un total respeto al pluralismo democrático.
Justamente, el respeto nuestro al pluralismo democrático
crea una identidad de valores con Europa Occidental,
que nos permite hacer la misma aproximación, definir
la violencia o el uso de la violencia fundamentada en
esas razones, como una acción terrorista.
Y ahí aparece una diferencia con situaciones
que se presentaron en el continente, en otros países
donde los grupos insurgentes enfrentaron dictaduras.
Aquí estos grupos lo que han hecho es deteriorar
la democracia. Enfrentar la democracia con acción
violenta, en cualquier parte del mundo, se señala
hoy como terrorismo.
El calificativo
de insurgente tiene un grado de reconocimiento de legitimidad
en la causa, tiene un grado de reconocimiento
de nobleza a la acción, y por supuesto ese grado
lo demerita la condena de terrorismo, y lo que marca
la diferencia de lo uno a lo otro es que frente a la
democracia no se puede legitimar acción violenta
alguna.
Hemos dicho también que es una acción
terrorista por sus métodos, y hemos dicho también
que es una acción terrorista por la fuente de
su financiación, la droga destructora de la humanidad.
Pues bien, emprendimos
el camino de la seguridad y la calificamos como democrática por muchas razones.
En otras partes del continente la insurgencia combatía
dictaduras, aquí el Estado de Leyes tiene que
defenderse del embate de la violencia.
Hace años, en mis épocas de la Universidad
de Antioquia, la Farc escribía y nos decía
a los estudiantes en esas cartas, en esos panfletos,
que no aceptaba la paz porque Colombia no había
abierto la posibilidad de la elección directa
de las autoridades más cercanas al pueblo.
Vinieron aquellos
años 80 del presidente Betancur,
del senador Álvaro Gómez Hurtado, después
de más de un siglo de luchas, que habían
empezado en la Constitución de 1863 en Rionegro,
en el Congreso Ideológico de Ibagué del
liberalismo en 1923, el país por fin aprobó la
elección popular de alcaldes.
La Constitución del 91 sumó la elección
popular y directa de gobernadores, los mecanismos de
participación directa, y la insurgencia, que había
reclamado esa ampliación de la democracia, como
condición para entrar en diálogos conducentes
a la reconciliación, hizo todo lo contrario de
lo que esperábamos.
Muchos esperábamos que esos pasos de ampliación
democrática le dieran razones a la insurgencia
para entrar definitivamente en procesos serios de paz.
Su accionar fue en opuesta dirección. Se convirtieron
en sicarios de alcaldes y gobernadores, se convirtieron
en factores de afrenta a otra libertad democrática,
a la libertad del pueblo de seleccionar directamente
a las autoridades más cercanas.
Aquí, como en otros sitios del continente, trataron
de justificar su lucha en la problemática social,
pero la nuestra la empeoraron, frenaron el desarrollo
30 años. En esos 30 años más que
se duplicó la población, se profundizó la
miseria, el país perdió el dinamismo de
tasas de inversión, los capitales dejaron de llegar,
los nuestros se fugaron, el resultado fue más
pobreza, más injusticia, 4 millones de colombianos
expulsados al extranjero, 3 millones de desplazados internos.
Las libertades públicas hipotecadas, no por acción
del Estado ni de sus gobiernos, sino por acción
del terrorismo.
En otras latitudes,
en otros países del continente,
muchos factores pudieron poner fin a esos conflictos.
Uno de ellos: estos grupos vieron agotarse en otras partes,
como en El Salvador, las donaciones que provenían
de afuera, en aquella época de la misma Europa
occidental. Eso les creó angustia mayor y también
los obligó a negociar.
En el caso nuestro,
en el curso de 15 años, Colombia
hizo el tránsito de una insurgencia y de un narcotráfico
que parecían antípodas, a una insurgencia
y un narcotráfico que se fusionaron.
Hace 20 años, ningún agudo analista de
la política habría tenido la posibilidad
de asomarse, aventurar lo que hoy vivimos: la fusión
del narcotráfico con quienes fueron sus antípodas,
los sectores insurgentes, lo cual también marca
una diferencia entre lo nuestro y lo que ocurrió en
otras partes.
Y la mayor diferencia
se da en el modelo para la solución.
En muchas partes
los Estados ganaron el desafío,
imponiendo dictaduras, torturando y masacrando, violando
los derechos humanos. La seguridad nuestra es democrática
porque hemos buscado llevar de la mano el afán
por la eficacia, con el compromiso por la transparencia,
por el respeto a los derechos humanos.
Quizás, hace cuatro años, cuando la generosidad
de mis compatriotas me permitió llegar a la Presidencia
de la República, habríamos podido tomar
otro camino, habríamos podido decirle al paramilitarismo,
subrepticiamente, que cesara masacres y que nos ayudara
a eliminar la guerrilla. De pronto iríamos más
adelante en la lucha contra los sectores guerrilleros,
pero le habríamos hecho un profundo mal a la democracia,
a la ética, al sentimiento cristiano de la Nación,
a la aspiración de reconciliación definitiva.
Adoptamos el único camino posible, el de las
instituciones. Difícil, días de reveses
muy amargos, pero el único que permite que las
heridas se cicatricen, que en algún momento la
reconciliación llegue, que los ciudadanos se sientan
unidos, alrededor de la fe, de la confianza en las instituciones
que proteja a todos dentro de sus divergencias.
Y emprendimos ese
camino con absoluta convicción
democrática. En otras partes, en nombre de la
seguridad censuraron la prensa. Nuestra seguridad es
democrática porque ha luchado por quitarle una
censura a la prensa, la censura del terrorismo.
En otras partes,
en nombre de la seguridad, suspendieron las libertades
públicas. Nuestra seguridad es
democrática porque hemos querido una Colombia
más segura, para que los ciudadanos se sientan
más libres.
Yo creo que algo
bien importante para rescatar de la Colombia de hoy,
es que los ciudadanos perdieron temor
a hacer presencia en todo el territorio, una ciudadanía
más libre.
Algo para rescatar de la Colombia de hoy, en medio de
las dificultades que tenemos, es que los ciudadanos perdieron
el temor a denunciar.
Hace pocas semanas
estuve en Barrancabermeja. Acostumbro a hacer en las
regiones unos consejos de seguridad. ¿Por
qué en las regiones? Para que el tema de seguridad
no sea un tema exclusivo de los Altos Mandos, del Ministro
y el Presidente de la República, sino que involucre
a las autoridades regionales y a todos los niveles de
la Fuerza Pública.
Y también acostumbramos dividir esos consejos
en dos etapas: una primera para escuchar a la comunidad,
y una segunda para revisar ya cómo estamos avanzando,
dónde estamos fallando para ajustar nuestras acciones.
Y celebré mucho la actitud de los ciudadanos
de Barrancabermeja. Su capacidad de denuncia, su valor
civil para denunciar, recuperado. Les dije aquel día:
ustedes pasaron 25 años atormentados por el ELN,
por la Farc, y aquí no había capacidad
de denuncia. Y no solamente estaba censurada la prensa,
sino censurada la ciudadanía.
Después pasaron 5 ó 6 años amordazados
por el paramilitarismo y tampoco tuvieron capacidad de
denuncia. Hoy denuncian por igual a unos y otros. Qué bueno,
yo creo que ese es un rescate de la libertad, en favor
de la ciudadanía y de los medios de comunicación.
Vimos a través de los medios que en el proceso
electoral para escoger el Congreso de la República
que acaba de concluir, los candidatos fueron a todos
los sitios de la Patria, lanzaron todas las consignas
que quisieron. En unas partes gritaban: abajo el paramilitarismo,
y en otras: abajo la guerrilla, cuando hace poco no se
atrevían a hacerlo. Qué bueno, es un rescate
de las libertades, y creo que esto tiene que incidir
para bien del periodismo.
La Seguridad Democrática es un camino para reconquistar
las libertades materiales, porque las formales siempre
las hemos tenido. Es un camino para reconstruir paz a
través del debate fraterno, y es un camino para
la reconciliación definitiva.
Pienso que los críticos a nuestro sistema, también
al Gobierno, deben y podrían hacer una reflexión:
la reflexión de que han gozado de libertades,
de libertades efectivas, y que eso invita a construir
consensos.
Por dura que parezca
la crítica, cuando los gobiernos,
a través de la seguridad como valor democrático,
garantizan esas libertades a los críticos, se
dan condiciones para que ellos reflexionen sobre la necesidad
de construir consensos. Para que el debate sea menos
polarizante y más constructivo, para que el debate
no sea sobre la agresión a las personas, sino
sobre la exploración de las ideas.
Por eso creo que
la Seguridad Democrática tiene
que ayudar a reconciliar el país, dentro del pluralismo,
dentro de la diversidad, que es totalmente distinto al
enfrentamiento polarizante de una sociedad.
Confío que Colombia pueda avanzar en el desmonte
definitivo del paramilitarismo. Estas elecciones deben
ser recordadas como unas elecciones que ya se realizaron
en la víspera del desmonte definitivo del paramilitarismo.
Desmovilizado la
semana anterior el grupo que comandaba el señor conocido como Jorge 40 en el Cesar, quedan
dos grupos importantes: uno, en el norte del Chocó,
al frente del cual ha estado un señor a quien
se le conoce con sobrenombre de El Alemán, que
está en diálogos con el Comisionado. Y
otro en los Llanos orientales, que no ha querido entrar
en diálogos, al cual se le persigue con toda la
legitimidad de la institución armada de la Patria.
Confío que puedan avanzar los diálogos
con el ELN. Cuando la seguridad se entiende como un valor
democrático, hay que proceder con tanta firmeza
para enfrentar a los criminales, como con tanta prudencia
y delicadeza para permitir que surja el diálogo
que se requiere.
Por eso, con la
misma firmeza con que hemos perseguido a los criminales
en medio de dificultades y limitaciones
en estos cuatro años, pero con un apoyo generoso,
infinito del pueblo colombiano, también hemos
firmado los decretos para que salga Francisco Galán
de la cárcel a buscar la paz, o para que Antonio
García, como líder del ELN, pueda emerger
desde la clandestinidad a buscar la paz.
Estar en la cárcel o en la clandestinidad es
lo mismo. Es la negación absoluta de las libertades.
Salir de la cárcel, como salir de la clandestinidad,
produce un efecto refrescante.
Confiaría yo que al percibir Antonio García
la amable aurora de la libertad en su propio ser, se
convenza más de la necesidad que tiene Colombia
de avanzar hacia la paz.
Convocamos a los
colombianos a ejercer sus libertades democráticas,
a votar por quien quisiera, para propinarle una derrota
al terrorismo.
Colombia ha refrendado
su vocación democrática.
Quien tiene que revisar su conducta es el terrorismo.
Las Farc en el pasado
también dijo que no hacía
la paz porque en Colombia no había garantías
para la oposición.
Yo les ruego a los
colombianos procesar las garantías
de la oposición en el Referendo de 2003, las garantías
para la oposición en las elecciones de alcaldes
y gobernadores de 2003, las garantías de la oposición,
efectivas, no retóricas, en este proceso.
Dijo la Farc que
no hacía la paz porque Colombia
no desmontaba el paramilitarismo. Estamos en la víspera
del desmonte total del paramilitarismo. Es hora de que
la Farc haga una revisión de su comportamiento.
Y permita que se avance en un proceso de paz urgente,
serio y de buena fe.
Una Colombia con
seguridad, es una Colombia propicia para un periodismo
más seguro, menos censurado,
para un periodismo más libre.
Por supuesto, un
país con 44 millones, que quiere
sus valores locales pero que necesita, por el bien su
ciudadanía, penetrar los mercados del mundo, buscar
ponerse al día con los países más
desarrollados, es un país de retos que requiere
un periodismo más especializado, más preparado.
Este esfuerzo académico de ustedes responde a
ese reto. Mao Tse Tung solía decir que “el
ser humano empieza a morir el día que deja de
estudiar”. Este diploma que ustedes reciben esta
noche, apreciados comunicadores de la tierra, es apenas
un estímulo para que sigan.
Una carrera tan
difícil como la de ustedes, exige
el doble de sacrificio, exige más trabajo y más
estudio todos los días. Colombia tiene inmensos
retos. Tiene un reto con la Seguridad Democrática,
que es un reto del periodismo. Colombia tiene un reto
con el cumplimiento de las metas sociales del Milenio,
con la derrota de la corrupción, y en esos retos
tiene que comparecer el periodismo.
El periodismo tiene
que ser un factor de acicate sobre los gobiernos, para
exigir que los gobiernos cumplan
con las metas sociales del Milenio. Que esta Patria,
a la par que profundiza la democracia, construya justicia
social. En los Estados de Opinión eso no se logra
sin una exigencia de la opinión, y el periodismo
es un factor extraordinariamente eficaz de representación
de la opinión.
Para bien de la
credibilidad nacional en nuestras instituciones, y
para bien de la credibilidad internacional en Colombia,
Colombia tiene que derrotar la corrupción. Para
derrotar la corrupción hay muchas recetas. Más
severidad en las penas, más eficacia en la justicia.
En aquella que más creo yo, es más participación
de opinión. En los Estados de opinión,
en cuanto más participe la ciudadanía,
mayor la transparencia que se garantiza.
Ahora tenemos un
programa que se llama Contratistas Visibles. En el
plan de pavimentos que se conoce con
el nombre de Plan 2.500, estamos haciendo un seguimiento
riguroso de cada contrato, a interventores, contratistas,
para que no sólo los funcionarios públicos,
sino los contratistas, asuman también su responsabilidad
ante la ciudadanía. Es una expresión de
la participación ciudadana, en aras de la transparencia.
La eliminación de la corrupción es un
imperativo de construcción de credibilidad, y
el medio para hacerlo, la participación de la
opinión pública, tiene en el periodismo
un elemento insustituible.
Medellín se apresta a ser subsede del Congreso
de la Lengua. Una gran oportunidad. Su Majestad el Rey
de España, como tuve oportunidad de comunicarle
al señor Alcalde, la semana pasada, quien preside
finalmente toda la organización del idioma, ha
aceptado estar en Medellín con los diferentes
congresos en esos días.
Lo que viene ocurriendo
en la ciudad, el aporte magnífico
de sus autoridades a la educación, nos va a permitir
presentar ante el mundo una Medellín que dejó de
ser la ciudad del Cartel y empieza a ser la ciudad educadora
por excelencia del continente. Así queremos que
la reconozca el mundo.
Ustedes, apreciados
periodistas de la tierra, con ese gran esfuerzo, están honrando el nuevo Medellín,
el de la ciudad de excelencia como educadora. Ustedes
se han educado más para ser mejores educadores,
y eso cómo va a ayudar a cambiarle la imagen a
la ciudad.
La imagen de los
pueblos hoy no es de cosméticas,
sino de realidades. Uno puede decir muchas cosas a través
de las pantallas de la televisión, pero si no
corresponden con la realidad la gente finalmente no cree
en lo que se dice sino en lo que se percibe. Entonces,
con la contribución de ustedes, con el ejemplo
que nos dan a la mejor percepción de la ciudad,
vamos a ayudar a que la ciudad se convierta en la ciudad
mejor conocida en el continente por su tarea educadora.
Muchas gracias, Humberto, por el toro. Me preocupa mucho
porque los toros de casta suelen ir solamente a una corrida.
Pero en buena hora
me lo regalaron con el yunquero, porque con el esfuerzo
del yunque hay que hacer la excepción,
a ver si se embiste con nobleza en la segunda corrida.
Muy apreciados comunicadores:
Núñez, en
una época atormentada de la política colombiana,
fascinante para estudiar, solía decir que el periodismo
debe ser candil y no tea, cordial y no tósigo.
Antes, José Félix de Restrepo, nuestro
coterráneo, había dicho algo tan importante
hoy para ustedes los periodistas y para nosotros los
hombres públicos que, a pesar de tener oficios
muchas veces contrapuestos, tenemos el mismo deber ético
frente a la comunidad.
Quiero repetir hoy,
ante ustedes, para felicitarlos de corazón por este esfuerzo, para felicitar a
los familiares por esta compañía que les
han dado. A Humberto López, a María Victoria,
al doctor Molina, a la Universidad de Medellín,
a la Cámara de Comercio, al señor Gobernador,
al señor Alcalde de Itagüí, al señor
Alcalde de Medellín, quiero repetir para ustedes
y para nosotros los hombres públicos, aquella
sentencia de José Félix de Restrepo: “Si
por evitar la destrucción del mundo, tienes que
cometer una injusticia, deja que el mundo se destruya
pero no cometas una injusticia”.
Ustedes hoy están
más preparados para
seguir siendo todos los días más justos.
Felicitaciones.