CONVERSATORIO SOBRE EL
TRATADO DE LIBRE COMERCIO
CON ESTADOS UNIDOS
Organizado por la Universidad Católica
Mayo 02 de 2006 (Bogotá – Cundinamarca)
Compatriotas:
Me complace mucho
visitar esta mañana la Universidad
Católica de Colombia, que he tenido el privilegio
de visitar en varias ocasiones. En primer lugar, quiero
felicitarlos por ese esfuerzo particular que vienen adelantando
como contribución de la Universidad a la revolución
educativa de Colombia, una magnífica tarea.
A propósito, permítanme
hacer dos comentarios sobre el tema educativo y el
TLC.
En primer lugar,
debemos clarificar un mal entendido que en algunas
partes de ha difundido, en el sentido
de que el TLC afectaría la universidad colombiana.
De ninguna manera puede afectarla. Incluso lo único
que se crea con los Estados Unidos es un grupo de trabajo
para agilizar reclamos de estudiantes sobre convalidación
de títulos, tanto allá como aquí.
¿Por qué? Porque muchos estudiantes colombianos
que estudian y se gradúan allá, tienen
dificultades para convalidar el título o para
ejercer la profesión allá. Todo lo que
se busca, sin afectar las disposiciones de uno y otro
país, es agilizar mediante grupos de trabajo los
reclamos de los estudiantes y los reclamos de los profesionales.
Además, principios tan caros para la universidad
colombiana como la autonomía que se desprende
de la Constitución, que consagra la Constitución,
la autonomía que se reglamenta en la Ley 30, ese
principio, como los principios fundamentales de la universidad,
son intactos, quedan intactos, son intangibles de la
universidad que no podría afectar un tratado internacional.
El tratado no se
involucra con ellos. Simplemente lo menciono para resaltar
con mucha fuerza la idea de que
conservamos plenamente la autonomía universitaria.
Otros principios
muy importantes para la universidad colombiana, la
organización jurídica, alrededor
de una naturaleza jurídica de entidades sin ánimo
de lucro, eso queda totalmente a salvo. Ni se menciona.
Ni siquiera intentaría el tratado afectar ese
principio.
Como también otro principio caro para la universidad
colombiana, de gran importancia, que es la obligación
del Estado de subsidiar la universidad publica, para
lo cual hay un mandato constitucional y hay que mantener
una transferencia en valores constantes.
Este año la transferencia del Gobierno a la universidad
pública vale no menos de 2 billones. Y por supuesto,
instrumentos de financiación tan importantes para
Colombia como el Icetex, que venimos creciendo, en nada,
en nada son afectados.
El tratado ni siquiera
menciona estos temas. Por ejemplo, el Icetex antes
de que empezara este Gobierno tenía
una cartera total de 500 mil millones. Hoy esa cartera
supera los 800 mil millones. Se ha presentado un gran
crecimiento.
Pero ese crecimiento
los próximos años
puede ser mayor, más acelerado, porque puede llegar
a no menos de 2 billones. Y eso lo facilita la reciente
ley aprobada en diciembre por el Congreso, que convierte
al Icetex en una entidad financiera de la educación
de carácter independiente, una entidad estatal
pero autónoma, independiente, ya no limitada por
los techos, por los topes del presupuesto nacional.
Todo ese conjunto
de principios ni siquiera es aludido por el TLC. Porque,
apreciados estudiantes, me preguntaron,
a raíz de las distorsiones sobre este debate,
que si era cierto que el Gobierno iba a cerrar la Universidad
Industrial de Santander, la Universidad de Córdoba.
Me lo preguntaron en Montería y me lo preguntaron
en Santa Marta: que por el TLC se acababa la universidad
pública y los estudiantes iban a tener que entrar
a la Universidad de Harvard, pagando 35-40 mil dólares
al año de matrícula.
Esas especies nada
tienen que ver con la realidad. Yo quisiera pensar
que son infundios por la época
de campaña, que tan pronto transcurran en Colombia
las elecciones, ya esos temas se tranquilizarán.
Al contrario, yo
lo que veo es una gran importancia derivada del TLC
para la universidad, porque la fuerza
a trabajar mucho más en calidad, a trabajar mucho
más en pertinencia, a trabajar mucho más
en cobertura.
Para poder derivar
las ventajas que puede derivar Colombia de acceder
al mercado más grande del mundo, el
mercado de los Estados Unidos, al cual todos añoran,
hay que mejorar la competitividad.
Y la competitividad
depende de muchos factores. Déjenme
referir a dos. La competitividad depende del capital
humano y del capital físico.
Pero es mucho más importante para la competitividad
el capital humano. ¿Por qué? Porque un
país, así sea pobre en recursos naturales,
así sea pobre en petróleo, si tiene capital
humano, si lo forma, si lo educa, si lo instruye, si
hace de ese capital humano un capital con conocimiento
científico, con conocimiento tecnológico
y al mismo tiempo con solidaridad, con sentido de pertenencia
y con responsabilidad frente al conglomerado, ese capital
humano se encarga de rebasar los obstáculos de
la pobreza y dotar ese país de infraestructura,
de capital físico.
Al contrario, cuando
un país está bien
dotado de recursos naturales, tiene suficiente capital
físico, es capaz de construir toda la infraestructura
que requiera, si no tiene capital humano es muy posible
que todo eso que se construya sea inocuo, sea desperdicio.
Que a pesar de la riqueza, a pesar de la capacidad de
construir carreteras, puentes, laboratorios, por falta
de capital humano eso no contribuya a la productividad,
al mejoramiento del nivel de vida.
Y en esto de poder
avanzar hacia la competitividad en materia, dándole énfasis a la formación
del capital humano, el TLC sí es muy exigente
y es una gran oportunidad para que la universidad colombiana
avance en cobertura, avance en calidad y avance en pertinencia.
Yo agradezco inmensamente
a la Universidad por haber abierto este espacio hoy,
a Édgar Gómez,
su presidente, por la introducción generosa. Al
señor rector, Jesús Horta Vásquez,
por las muy juiciosas reflexiones sobre la educación
en Colombia, los comentarios sobre los aportes que viene
haciendo la Universidad al desarrollo educativo del país.
Quisiera dejar estas
palabras a guisa de introducción
y más bien poder avanzar a partir de aquí con
un diálogo dinámico, para que ustedes presenten
sus preocupaciones, sus inquietudes, sus preguntas sobre
el TLC.
Es un menú muy completo. Es bueno preguntarse
y es bueno tener en ese menú presente lo siguiente: ¿había
hecho Colombia esfuerzos anteriores para un TLC? Aquel
tratado del presidente López Pumarejo de 1935,
que no se pudo llevar a la práctica porque sobre
vino la Segunda Guerra Mundial.
Hubo esfuerzos después, aislados. Este Gobierno
necesitó hacer un gran esfuerzo para convertir
el TLC en política de gobierno, porque lo que
había antes era la política de un ministerio,
el deseo de un ministro, pero no el propósito
de un gobierno.
Es importante preguntarse
cómo fue la experiencia
de Colombia con el Atpa, cómo es con el Atpdea,
cómo fue con el tránsito, el Atpa, el Atpdea,
ese sistema unilateral de preferencias, transitorio,
limitado en el tiempo que nos ha dado los Estados Unidos,
para poder ingresar a su mercado y que vence el 31 de
diciembre de este año y que tiene severas limitaciones,
porque la gente no invierte porque dice: cómo
voy a invertir si la presencia de Colombia con sus productos
en el mercado de Estados Unidos empieza a bloquearse
a partir del 31 de diciembre de 2006 cuando vence el
Atpdea, circunstancia que nos obligó al TLC.
Temas muy importantes
también preguntarnos si
con el Atpdea podíamos exportar todo o si quedaban
muchos productos restringidos que ahora se abre la posibilidad
de exportarlos gracias al TLC.
Es interesante mirar
las dificultades que tuvimos para que el Gobierno de
Estados Unidos aceptara negociar con
nosotros, porque ellos estaban empeñados en el
ALCA. Fueron muchas las horas de debate que transcurrieron
para convencer al Gobierno de los Estados Unidos en la
necesidad de no insistir en el ALCA, de no ponerlo como
primera prioridad, de respetar diferencias de orientación
política, diferentes perfiles de las economías.
Hay unas economías más necesitadas de
entrar al mercado de Estados Unidos que otras. Por ejemplo,
el Brasil no tiene tanto afán como nosotros, porque
el Brasil no le exporta a Estados Unidos sino el 19 por
ciento de sus exportaciones. Nosotros exportamos más
del 40. El mercado que más crece para Brasil no
es el de Estados Unidos, el que más ha crecido
en los últimos años es China, donde Brasil
exporta ya seis mil millones de dólares al año.
Si bien China ha
tenido unos efectos benéficos,
colaterales, para la economía nuestra, nosotros,
a diferencia del Brasil, no tenemos mucho que exportarle
a China directamente.
Entonces ahí vemos una economía con menos
afán de hacer tratados con Estados Unidos, como
la economía del Brasil, una economía como
la colombiana con mucho más afán de hacer
esos convenios.
Vemos otras diferencias:
economías petroleras,
de hidrocarburos, que venden esos productos sin necesidad
de tratados, y que por ende no tienen afán para
hacer estos TLC con los Estados Unidos. O economías
como la nuestra, que la oferta exportable gira bastante
alrededor de la manufactura industrial mediana, bastante
alrededor de productos agrícolas, altamente competidos
en el mercado mundial, y que requieren tratados de comercio
para poder colocarlos en esos mercados.
Es importante mirar
las dificultades que tuvimos con los Estados Unidos,
para que allí se entendiera
que el camino no tenía que ser la prioridad del
ALCA, que le impone a todo el mundo el mismo tratamiento,
sino la consideración, el reconocimiento de que
hay economías diferentes, intereses políticos
diferentes, y que por ende debían los Estados
Unidos entrar a negociar con países que tenían
más urgencia de hacerlo, como el caso colombiano.
Es también importante mirar las dificultades
de esos 22 meses de negociaciones, su resultado final
en la industria, su resultado final en la pequeña
empresa, altamente favorecida. En el medio ambiente:
primera vez que los Estados Unidos aceptan unas menciones
en materia ambiental que nos convienen ampliamente. Por
ejemplo, Colombia no se comprometió, no se obligó a
patentar plantas.
Es importante mirar
qué ha pasado en el tema
cultural, en el tema de los medicamentos, en el tema
agrícola, que en mi concepto se beneficia como
un todo, pero que hay productos que tienen riesgo, a
pesar de largos años de desgravación, que
tenemos que apoyar desde ya para que no vayan a ser afectados
por la competencia. Tal es el caso del arroz, tal es
el caso de la avicultura.
El impacto en el
empleo, en la protección de
los derechos de los trabajadores.
Lo que ha pasado
con América Latina. Colombia
en estos cuatro años de Gobierno, se convirtió en
el gran impulsador del acuerdo de la Comunidad Andina
y de MERCOSUR. Hace cuatro años ese acuerdo no
se veía en el horizonte, hoy es una realidad.
Ha sido ratificado por nuestro Congreso, se encuentra
para revisión de la Corte Constitucional.
Colombia hace cuatro
años no veía en el
horizonte la Unión Suramericana, hoy es una realidad,
la hemos construido con nuestros hermanos suramericanos.
Hace cuatro años avanzaba el Plan Panamá – Puebla
en Centroamérica con la visión de Mesoamérica,
y Colombia estaba ausente. Colombia es hoy integrante
del Plan Panamá – Puebla, lo que nos permitirá una
integración importante con Centroamérica,
en materia de construcción de la línea
de transmisión de energía eléctrica,
del suministro de gas, posteriormente del gasoducto a
Centroamérica. También nos abre la posibilidad
de que podamos surcar, superar ese obstáculo histórico
para poder construir la carretera del Darién.
Y además, ese paso, el de la participación
de Colombia en el Plan Panamá – Puebla,
es un paso práctico para que Colombia cumpla una
tarea que le corresponde de ser un gran articulador entre
Suramérica y Centroamérica.
Pero nos quedan
ahí temas pendientes, muy importantes,
como el acuerdo de comercio que necesitamos con los países
centroamericanos. Porque al tener ellos acuerdos de comercio
con otros países, al comprarles a otros países,
nosotros corremos el riesgo que las exportaciones que
enviamos a Centroamérica no sigan creciendo. Peor,
que lleguen a disminuirse. Todavía peor, que algunos
productos colombianos que llegan allí, sean rechazados
en el mercado centroamericano, porque no puedan competir
con otros países que van a exportar a Centroamérica,
sin tener la limitación de los aranceles en Centroamérica.
Y viene el tema
de Europa, que también nos da
un tratamiento semejante al Atpdea de los Estados Unidos,
un sistema unilateral de preferencias, insuficiente.
El mercado más importante hoy, por esa expansión
de la Unión Europea, al cual tenemos que llegar
de manera definitiva, que nos obliga a realizar un tratado
en los próximos años.
Y el tema de China,
economía frente a la cual
nosotros no proponemos un tratado convencional de comercio,
sino un tratado de inversión. Mientras muchos
países suramericanos pueden exportar a China grandes
cantidades de soya o de níquel o de cobre, nosotros
producimos mínima cantidad de esos productos.
En cambio lo que más producimos es lo que China
produce en cantidades millonarias y a bajos costos, como
esa manufactura mediana.
Con China necesitamos,
más que un tratado convencional,
un tratado ordinario, de comercio, con China necesitamos
un tratado de protección de inversiones, para
que ojalá el capital que ha venido creciendo en
China incursione para invertir en Colombia.
Está el tema de la relación con nuestros
países hermanos, con los países andinos.
Es muy importante decir esto: en los últimos años
el crecimiento de las exportaciones de Colombia a los
Estados Unidos, que aspiramos mantener y reactivar y
robustecer en su ritmo, ha ayudado mucho a que Colombia
compre más de Venezuela.
Mire, esto es importante
mirarlo y constatarlo en las cifras. En este Gobierno
en verdad han crecido mucho
las ventas colombianas a Estados Unidos, y simultáneamente
casi que se han duplicado las compras colombianas a Venezuela.
Hace pocos años Colombia le compraba a Venezuela
500 millones de dólares al año, el año
pasado le compró más de 1.100.
¿Qué demuestra esta relación? Que
en la medida que Colombia le vende más a los Estados
Unidos, Colombia mejora su capacidad adquisitiva y sus
posibilidades de comprarle a Venezuela, como lo acredita
este crecimiento, esta circunstancia de haberse multiplicado
por dos en los últimos años el volumen
de compras colombianas a la hermana República
de Venezuela.
También el tema de Bolivia, que es socio observador
de MERCOSUR desde principios de la década anterior,
frente a lo cual Colombia no ha hecho ningún reclamo.
Y que para enfrentar eventuales riesgos que creemos que
no se presenten pero que Bolivia alega en el tema de
la soya, estamos dispuestos a acordar con la hermana
Bolivia lo que haya que acordar, incluido, si fuere necesario,
yo creo que no es necesario, unas medidas compensatorias
de Colombia a la producción soyera de Bolivia.
En fin, el tema
que se nos abre es muy, muy importante. Esta mañana al entrar aquí, algunos comunicadores
me preguntaban por el paso boliviano de la nacionalización
de los hidrocarburos. Colombia dio ese paso en 1968,
la reforma constitucional de presidente Lleras Restrepo
declaró que el subsuelo, sus recursos, pertenecen
al Estado colombiano. Es un paso que en tiempo oportuno
dio Colombia.
Lo que ha hecho
Colombia es que, a partir del principio de que los
recursos del subsuelo son de propiedad del
Estado, el Estado da concesiones para que puedan ser
explotados. Por ejemplo, en el caso del petróleo,
nosotros lo explotamos directamente a través de
Ecopetrol, una empresa del Estado, o a través
de asociaciones o de concesiones con particulares, en
las cuales la final participación del Estado colombiano
como socio o simplemente como receptor de regalías
y de impuestos, es una participación importante,
que además fomenta lo que necesitamos fomentar
hoy por hoy, que es la búsqueda de hidrocarburos
en nuestra Patria.
Porque mientras
Bolivia, la hermana nación con
ocho millones de habitantes, tiene 70 teras cúbicas
de reservas probadas en gas y la posibilidad de probar
mucho más, Colombia tiene apenas ocho teras cúbicas
de reservas probadas de gas.
Mientras la hermana
República Bolivariana de
Venezuela exporta o produce todos los días más
o menos tres millones 200 mil barriles de petróleo,
con 26 millones de habitantes, Colombia con 42 millones
y medio, 44 millones de habitantes, apenas produce 530
mil barriles de petróleo, y tiene una producción
que amenaza ser declinante por falta de grandes hallazgos
de reservas petroleras.
Entonces Colombia
ha combinado una política de
hidrocarburos que, con la Constitución de 1968,
se definió que estos recursos, como todos los
recursos del subsuelo, son del Estado, pero que el Estado
puede explotarlos directamente o a través de asociados
o concesionarios, lo cual se hace, y hoy con énfasis
en poder probar nuevas reservas para que el país
no llegue a tener dificultades en el futuro.
Ayer fue primero de mayo y durante todo el fin de semana
tuve la oportunidad de hablar del tema del empleo, del
tema de lo que puede pasar en el TLC frente a los trabajadores,
y me permití hacer las siguientes anotaciones:
En los últimos cuatro años, en Colombia
hemos creado un millón 951 mil empleos en el sector
privado. ¿De dónde surge esto? Les voy
a ser un poquito más cuidadosos en la cifra: si
ustedes miran, la población ocupada de Colombia
en el año 2002 –hay que comparar marzo contra
marzo–, en marzo de 2002 Colombia tenía
16 millones 654 mil trabajadores. En marzo de 2006, 18
millones 505 mil. Eso muestra un crecimiento de un millón
951 mil nuevos empleos. Un crecimiento cercano a los
dos millones de empleos.
Y hay preocupaciones
que por la informalidad. De todas maneras, en el cuatrienio
se ha reducido bastantes puntos:
del 34 – 35, al 29.
Pero hay elementos
muy importantes: de todos los colombianos que hace
cuatro años contestaban que no estaban
trabajando tiempo completo, de ese total ya hay dos millones
que reconoce haber pasado de trabajar tiempo parcial,
a trabajar tiempo completo.
Bien importante
es anotar esto: en estos cuatro años
el salario mínimo ha crecido por encima de inflación.
Miren, el salario
mínimo acumulado en estos cuatro
años ha crecido el 31,02 por ciento y la inflación
el 23,83 por ciento.
Y es bien importante
anotar esto: buena parte de cómo
se ha reanimado lo que es la filiación a la seguridad
social, no obstante todo lo que falta. Hoy el régimen
contributivo de salud tiene dos millones y medio de nuevos
afiliados. Eso se debe a la recuperación de la
economía.
Las cajas de compensación familiar tienen alrededor
de 700 mil nuevos trabajadores afiliados. El régimen
de pensiones y el sistema de seguridad social en riesgos
profesionales, cada uno tiene más de un millón
de nuevos trabajadores afiliados. Yo creo que son pasos
importantes.
Algo que quiero
agitar en estas semanas finales hasta el 7 de agosto,
es un pacto social, de un solo punto,
entre empleadores y trabajadores, para que los empleadores
acepten que, dado que van mejorando las condiciones de
la economía, todos los trabajadores que están
en empleos permanentes, pero que han sido vinculados
mediante contratos temporales, sean vinculados mediante
contratos a término indefinido.
¿Por qué? Porque eso ayuda a que haya
más tranquilidad en la familia del trabajador.
Al trabajador lo angustia muchísimo saber que
su empleo es temporal, su familia se angustia de saber
si ese empleo se va a renovar o no, esa angustia se elimina
cuando el trabajador es vinculado a término indefinido.
Y cuánto le ayuda eso también
a las buenas relaciones, a las fraternas, cristianas,
relaciones entre
el empleador y el trabajador, amistosas relaciones.
Y cuánto ayuda a la misma empresa, porque entonces
en la medida en que el trabajador no sea temporal sino
que esté contratado a término indefinido,
todo lo que es el acervo de conocimientos, la masa de
conocimientos del trabajador, le ayuda a la productividad
de la empresa.
¿Qué pasa
en el TLC con esto, con los derechos de los trabajadores?
No se afecta, al contrario,
se refuerza.
¿Quién defiende los derechos de los trabajadores?
La Constitución, la ley, los jueces de la República,
las autoridades, los pactos y las convenciones, y estos
tratados internacionales también.
En concreto, el
TLC dice: si uno de los países
signatarios viola los derechos de los trabajadores, la
otra parte puede impedir que los productos de aquel país
que violó los derechos de los trabajadores, entren
a su mercado. Mirémoslo no en el evento de que
Estados Unidos viole los derechos de sus trabajadores,
que quedaríamos automáticamente autorizados
para frenar la llegada de productos norteamericanos acá,
veámoslo en nuestro propio país. Si aquí no
hay protección efectiva a la vida de los trabajadores,
Estados Unidos queda válidamente autorizado para
frenar la exportación de productos colombianos
a ese mercado. Si siguiéramos violando los derechos
de niños, produciendo bienes de exportación
con trabajo de niños que deberían estar
en la escolaridad, Estados Unidos queda autorizado por
el tratado para frenar la exportación de esos
bienes producidos en Colombia.
El tratado se convierte
en una herramienta adicional para ser más efectivos en la protección
de los derechos de los trabajadores.
El tratado para
nosotros no es un fin ideológico.
El comercio no es un fin ideológico. El tratado
es un mecanismo para que crezca la economía y
para poder cumplir un fin, que es el de tener una sociedad
con equidad, una sociedad sin exclusiones, sin odio de
clases, ni lo uno ni lo otro.
Lo repetí muchísimo este fin de semana
con motivo del Día del Trabajo: nosotros no queremos
una sociedad con empleadores egoístas, tampoco
queremos una sociedad con odio de clases. Queremos una
sociedad fraterna, una sociedad con relaciones cristianas
y democráticas en la práctica, en la vida
cotidiana, entre empleadores y trabajadores. Y cuando
uno mira el ajuste de estos propósitos al tratado
encuentra que el tratado es una garantía adicional
para defender los derechos de los trabajadores.
Muy apreciados profesores, estudiantes, directivos,
con el mayor gusto escucho comentarios, preocupaciones,
observaciones de ustedes.
Le agradezco muchísimo a la Universidad de nuevo
esta invitación y los escucho.