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INAUGURACIÓN DEL FESTIVAL DE LA LEYENDA VALLENATA
Abril 26 de 2007 (Valledupar – Cesar)

Compatriotas:

Acudimos esta noche al inicio de la versión cuarenta del Festival de la Leyenda Vallenata.

Hace pocos días en Cartagena se congregaba una gran expresión de la Lengua Castellana para aplaudir al Maestro Gabriel García Márquez, Premio Nobel, en los cuarenta años de la primera edición de Cien Años de Soledad, en los 80 años de edad y en los 25 años de haber recibido el Premio Nobel. El Vallenato es la literatura de García Márquez en pentagrama.

Y hace pocos días el mundo celebraba en Cartagena el Congreso del Idioma y en Medellín se aprobaba la Nueva Gramática de la Lengua Española. El Vallenato es una de las narraciones más auténticas de nuestra lengua.

Y el año pasado celebrábamos hace dos años los 400 años de la primera edición de la obra cumbre de nuestra lengua: El Quijote.

Pues bien, llegamos esta noche aquí a esta convocatoria universal del Cesar, del pueblo vallenato al pueblo colombiano y al mundo entero, en medio de alegrías, en medio también de preocupaciones, pero en medio de grandes ilusiones.

Acudimos esta noche a acompañar al gran pueblo vallenato en el Gran Festival de la Leyenda.

Durante los últimos 40 años aquí se vivió mucha violencia, y el Festival de la Leyenda fue el oasis que en cada año de dificultades le daba unos días de esparcimiento al pueblo del Cesar.

Acudimos esta noche a acompañarlos en el homenaje que le rinden a Gabriela Febres Cordero, por esa dedicación de ella a servir bien a Colombia, a ser una promotora de los valores colombianos, y por esa decisión de ella de tener en el vallenato la primera expresión de la creatividad y del ingenio de los colombianos.

Venimos esta noche a honrar a quienes promovieron el Festival: a Consuelo Araújo Noguera, quien nos acompaña desde la historia, al ex presidente Alfonso López Michelsen y a Rafael Escalona, gloria del vallenato.

Venimos esta noche a aplaudir la constancia de la Fundación del Festival, a acompañar el homenaje que se le rinde a uno de sus más importantes soportes, a Cecilia Monsalvo.

Venimos esta noche, con el Procurador General de la Nación, con muchos de mis compañeros de Gobierno, con la Reina de Colombia, con el Gobernador del Valle del Cauca, con la Gobernadora del Amazonas a rendirle el homenaje de la emoción de todos los colombianos al pueblo vallenato.

Apreciados compatriotas del Cesar: permítanme simplemente decir que dedicaremos en los años que nos quedan de Gobierno, todas las energías de nuestro ser, con todo el vigor del alma, a lograr un Cesar y una Colombia tranquilos y prósperos. Un Cesar y una Colombia en paz, sin guerrillas, sin paramilitares, sin corrupción, sin narcotráfico. Que cuando se abran los acordeones no tengan que producir las notas nostálgicas de los secuestros y de las masacres que nos maltrataron durante 40 años.

La única vinculación que reclama este pueblo es la afectiva. En la madrugada del 8 de agosto de 2002, horas después de haber empezado nuestro Gobierno, antes de que amanecieran los primeros rayos de luz, aterrizamos en el aeropuerto de Valledupar para emprender la tarea de la derrota del terrorismo.

Esa tarea la llevamos de la mano de ustedes, sin reversa, para tener una nación libre, una nación próspera, unas nuevas generaciones felices.

Sé que hay motivos de preocupación y de tristeza. Por allá hay un verso de mi tierra que dice: “Esta noche canto aquí para mañana llorar porque siempre la alegría es la fuerza del pesar”.

Pero hoy vamos a decir al revés. Vamos a decir que el pesar y la nostalgia se nos han de convertir siempre en alegría, porque hay un propósito popular y gubernamental de un Cesar sin violencia y sin violentos.

Vamos a decir esta noche que tenemos toda la voluntad y todo el empeño para que estos acordeones acompañen las narraciones que habrán de darle bienvenida a un futuro lleno de paz y de ilusiones.

El Quijote, por allá en uno de sus párrafos, dice bellamente y lo quiero recordar ante ustedes para nuestras reflexiones. Dice: “Todas las borrascas que nos ocurren son señales de que presto habrá de serenar el tiempo y habrán de sucedernos bien las cosas. Como el bien y el mal no son durables, de ahí se sigue que habiendo durado tanto el mal, el bien esté ya cerca”.

Deseamos el bien cerca, por los siglos de los siglos, para esta gran tierra vallenata.

Muchas gracias.

 
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