Señoras y señores
Mil gracias al Círculo de
Montevideo, al presidente Sanguinetti (Julio María,
ex presidente de Uruguay), y al presidente (de Costa
Rica, Óscar) Arias,
por darnos la oportunidad de venir hoy a oír
tantas cosas importantes que hemos escuchado esta mañana.
Permítanme –para empezar y después
para terminar esta intervención– tratar
de sustentar desde ya mi aplicación para ser
inscrito dentro de pocos años en el Círculo
de Montevideo.
Entonces, empiezo por hacer unos reconocimientos.
El presidente (Belisario) Betancur
asumió en
Colombia en 1982. Su gestión estuvo caracterizada
por una inquebrantable búsqueda de la paz.
Yo asumí en 2002 una gestión caracterizada
por una inquebrantable búsqueda de la derrota
de los violentos.
Podría haber una gran contradicción,
pero la historia se encarga de sintetizar esas contradicciones,
y en el presidente Betancur lo que ha encontrado mi
Gobierno es un gran apoyo. ¿Desde dónde?
Desde esa instancia intelectual y espiritual que ha
caracterizado un ejemplo de dignidad de ex presidente.
Al presidente Sanguinetti le
ha tocado una tarea difícil.
Muchos europeos cuando hablan de mi Gobierno, hablan
de la dictadura de Uribe, de Uribe paramilitar, de
Uribe militarista, de Uribe de derecha. Claro que en último
viaje a Europa casi me muero del tedio, porque ya encontré muy
poquitos opositores.
Antes en las calles de Madrid
(España) eran
centenares, la última vez tres, y ya se volvió muy
tedioso el viaje. La gracia es que el presidente Sanguinetti
defendía mí política cuando los
opositores salían masivamente a las calles.
El (ex) presidente (de Chile,
Ricardo) Lagos ha sido un gran ejemplo de visión de globalización
desde lo social.
Alguna vez le insistí al (hoy ex) presidente
(del Brasil, Fernando Enrique) Cardozo, siendo yo Presidente
electo de Colombia, y le escuché con gran atención
en Brasilia, y al otro día vine a Colombia a
preparar el plan de lo que él me había
enseñado: las familias educadoras.
Empezamos con 220 mil, tenemos
600 mil y, con la ayuda de Dios, este año vamos a llegar a millón
y medio, en un país de 10 millones de hogares.
El presidente (de Costa Rica, Óscar) Arias –muchos
me dicen: pero si tu eres un guerrero, ¿no te
da miedo ir a hablar con Arias, que es un pacifista?–,
me ha ayudado inmensamente con su consejo. Esta mañana
al dialogar con él, pues le contaba yo mis esfuerzos
de seguridad, que de pronto no deben ser los que más
le gustan, pero también le pedía consejos
a ver cómo prosperamos en los de paz.
Alguna vez salí a entrevistarme con el (ex)
presidente (de España, Felipe) González.
Había sido yo Gobernador de mi departamento
en Colombia, y creí que ya había llegado
a esa vida que me recordaba ahora el presidente Lagos,
porque al otro día de haber terminado esa
Gobernación estaba en bicicleta, de tenis
y de morral en la Universidad de Oxford, sintiéndome
como un disidente total de mi Patria.
Y después me llaman a visitar al presidente
González, y dije yo: pero si el presidente González
es el jefe del Partido Socialista Obrero Español, ¿qué le
habrán dicho de mí? Que yo soy una caverna
latinoamericana, que soy la derecha, que soy militarista.
Y me dijo: es una reunión de un cuarto de hora.
Yo llegué allá entre solemne y nervioso.
Esa reunión fue de dos horas. Yo me levantaba
cada momento a partir de allí, porque me daba
pena con él. Y lo escuché y al final
me dijo: persista, que la seguridad es un valor democrático
y una fuente de recursos.
Entonces de ustedes he tenido mucho que aprender,
y tengo mucho que agradecerles.
A mí me parece que la polarización latinoamericana
entre izquierda y derecha, en los términos del
presidente Cardozo, es una utopía regresiva.
Empieza esa polarización a ser obsoleta, y a
ser impráctica.
Tenía validez cuando había dictaduras
en el continente, y se asumían unas posiciones
de izquierda, bien alimentadas por el humanismo europeo,
especialmente por el humanismo de la posguerra, de
(Norberto) Bobbio y otros, para combatir esas dictaduras.
Hoy, que todo el mundo en apariencia
está comprometido
con la regla democrática, esa división
es obsoleta, polarizante. Como se ha expresado, para
riesgo de la unión del continente, en algunas
decisiones. E impráctica. Se nota esa división
en los discursos de campaña, pero no se nota
en los resultados de Gobierno.
Alguna periodista me decía: ¿pero qué hace
usted en un medio latinoamericano de izquierda, que
a usted lo señalan de derecha?
Yo le dije: señora periodista, ¿usted
por qué dice que yo soy de derecha? Y me contestó:
porque yo soy de izquierda.
Y le decía: señora periodista, déme
una razón por la cual usted se califica de izquierda
y a mí me descalifica de derecha. Se enojaba.
Después le dije: ¿por qué usted
dice que tal gobierno es de izquierda y el mío
de derecha? Y no me contestó.
He procurado pensar en lo que
serían los elementos
divisores, para poder calificar a América Latina
entre gobiernos de derecha y gobiernos de izquierda.
La globalización. Yo creo que allí hay
más un eufemismo, allí hay más
un deseo de artificios ideológicos que una realidad.
Claro, cuando uno vende sin necesidad de acuerdos de
mercado todo lo que produce, puede protestar contra
la globalización. Pero cuando uno produce solamente
aquello que necesita acuerdos de mercado para poder
acceder a más consumidores, tiene que entender
más claramente la globalización.
Yo no creo que la globalización sea hoy el
elemento para decir que quienes están a favor
son de derecha y quienes la entienden son de izquierda.
Pero otro elemento: la postura
frente a la seguridad. La verdad es que la seguridad
es de derecha, mala,
militarista, mientras no se tiene necesidad de acometer
programas de seguridad. Mientras no llega el secuestro,
mientras no llega el narcotráfico, mientras
no llegan los grupos terroristas que derrotan al Estado.
Cuando aparecen esos fenómenos,
los gobiernos que protestaban contra la seguridad,
temen que inmediatamente
el pueblo los descalifique por darle respaldo a la
seguridad.
La prioridad de la seguridad
no puede ser un divisor ideológico. Tiene más o menos prioridad,
de acuerdo con el momento que viva cada país.
La cohesión social. Ninguna democracia, ninguna
política se sostiene en el largo plazo, sin
una búsqueda con resultados de cohesión
social.
No veo es esos elementos nuevos que permitieran calificar
unas democracias como de izquierda y descalificar a
otras como de derecha.
He pensado que tenemos que trabajar inmensamente para
mejorar estas democracias, alrededor de cinco elementos.
La Seguridad Democrática, no es la doctrina
de la seguridad nacional. Nuestra seguridad en Colombia
es democrática, para establecer la diferencia
con lo que fue la doctrina de la seguridad nacional,
que suprimió libertades, sustentó dictaduras,
eliminó el disenso.
La nuestra es para rescatar
las libertades, no perdidas por acción del Estado sino por acción
de los terroristas.
Nuestra Seguridad Democrática hace cuatro años
era un discurso, hoy una realidad. Llevamos tres procesos
electorales, donde los colombianos, que en unas regiones
vivían dominados por el paramilitarismo y en
otras regiones por la guerrilla, gracias al avance
de la seguridad han venido recuperando las libertades.
El único constreñimiento que se presentó en
el último proceso electoral fue el del grupo
narcoterrorista de las Farc (que todavía tiene
mucho poder en algunas regiones, no poder de persuasión,
poder criminal de narcotráfico y armas) contra
electores de la causa que yo represento.
Pero esto no fue notorio. No
fue notorio por dos razones: porque la oposición tuvo todas las garantías
efectivas. Y no fue notorio porque los colombianos
respaldaron abrumadoramente nuestra opción.
Seguridad Democrática porque es seguridad para
proteger por igual a los gremios empresariales que
a los líderes de los sindicatos. Seguridad Democrática
para proteger por igual a los voceros afines a las
tesis de gobierno y a los líderes de la oposición.
No quiero fatigarlos con cifras. Falta mucho, pero
hemos avanzado bastante.
Seguridad con eficacia y con
adhesión a los
derechos humanos, como elemento necesario de sostenibilidad,
en el largo plazo, de un proyecto democrático
de seguridad.
Por primera vez la Oficina
del Alto Comisionado de Naciones Unidas, con sede
en Bogotá, empieza
a reconocer un gran avance en las instituciones estatales
colombianas en materia de derechos humanos.
El esfuerzo es inmenso, y no
vamos a defraudar a la comunidad democrática
internacional.
El segundo elemento, el de
las libertades. El tercero, el de la cohesión social, sobre el que tanto
nos han hablado esta mañana aquí el discurso
del presidente Arias y las intervenciones de los ex
presidentes Lagos y Cardozo.
El tema de transparencia, como
razón de confianza
democrática, y el tema de independencia de instituciones.
Si algo me preocupa en el debate
de América
Latina, es que no se le ha hecho el enjuiciamiento
a la tendencia regresiva de eliminar independencia
de instituciones. Una democracia sin instituciones
que conformen el Estado, con relativa dependencia,
se convierte simplemente en una dictadura con votos.
A ese tema América Latina le tiene que prestar
toda la atención.
El tema de la cohesión social necesita de un
concepto de Estado, un concepto de la inversión,
un concepto del crecimiento y la distribución,
un concepto de globalización y economía
interna. Y quiero referirme a algunos de estos conceptos.
Tengo que contarles lo que
se está haciendo
en Colombia. Voy a procurar ser lo menos subjetivo
posible.
Aquel el periodista norteamericano
que escribió el
libro ‘El Castro que yo conocí”,
fue a Cuba, a decirle al presidente (Fidel) Castro
que él quería escribir un libro sobre
su biografía. El presidente Castro le dijo:
Es que tú eres pro-imperialista, tú no
me vas a tratar con objetividad. Él le dijo:
Objetividad total no hay, pero voy a procurar tratarlo
con la menor subjetividad.
Los gobernantes somos muy dados
a creer que todo lo que encontramos estaba mal, que
todo lo que hacemos
está bien y que todo lo que hacen nuestros sucesores
les queda mal. Yo voy a procurar de ser lo menos subjetivo,
para contarles algunas cosas que estamos haciendo allí a
partir de estos conceptos.
Nosotros creemos que el Estado
tiene que ser garante de la cláusula social. Que el Estado no puede
obstructor de la iniciativa privada. Creemos que América
Latina no puede ir de regreso por los extremos que
fracasaron, uno de los cuales fue la utopía
de la estatización, y el otro, la utopía
del desmonte del Estado. Ni desmonte del Estado, ni
estatización.
Nosotros hemos venido reformando
la administración
en Colombia. Hemos reformado 300 empresas del Estado.
Ahora estamos en plena acción para reformar
el Instituto de los Seguros Sociales, todas sus clínicas.
Imaginarán ustedes el debate.
Venimos realizando esta reforma
guiados por estos principios. Hace cuatro años, cuando llegamos,
estaba quebrada la Empresa Nacional de Telecomunicaciones.
Muchas voces decían: Déjela desaparecer,
que el sector privado la sustituye. No. Nosotros nos
propusimos un camino en el cual ella no bloqueara las
inversiones en telecomunicaciones del sector privado,
pero que se fortaleciera. Porque hay que tener allí presente
al Estado para llegar a comunidades remotas. Hay que
tener presente el Estado para suplir fallas del mercado.
La reestructuramos, con un
costo político muy
alto. Ahora tenemos un socio internacional, que tiene
en esa empresa un 50 por ciento, más una acción.
El resultado es éste: le costaba 170 millones
de dólares al año pagarles a los pensionados,
no tenía con qué pagarles, hoy está al
día. Tenía graves problemas para pagar
la nómina trabajadores activos, hoy hay tranquilidad.
No tenía un peso, un dólar con qué invertir,
en un país con un gran atraso en Internet, en
banda ancha. Va a invertir en los próximos tres
años 4 mil millones de dólares.
Ahora estamos reformando la
seguridad social. Tenemos participación privada, participación
de entidades muy presentes en la vida colombiana, como
cooperativas, y participación estatal. Con un
común denominador: solidaridad. En todas tiene
que haber solidaridad. Y tenemos unas reglas muy estrictas,
que garantizan la solidaridad de los diferentes actores
de la seguridad social.
Hay un gran debate porque estamos
eliminando el viejo Instituto de los Seguros Sociales
y sustituyéndolo
por una alianza entre el Estado y las Cajas de Compensación
Familiar. Entidades sin ánimo de lucro en Colombia,
con representación de empleadores y trabajadores.
Manejan un recurso público parafiscal. Están
regidas por el derecho privado, pero sin ánimo
de lucro. Y administran tareas sociales de gran importancia.
Creemos mucho en esa alianza estratégica.
Este año la Empresa Nacional de Petróleos
(ya nos aprobaron la ley después de un gran
debate), se capitaliza con la comunidad, con los inversionistas
nacionales e internacionales, en un 20 por ciento.
Alguna vez le escuchaba al
presidente Cardozo las cifras de evolución de Petrobrás,
desde el momento en que la convirtieron en empresa
mixta.
Ese ejemplo se lo repito diariamente a mis compatriotas.
Cuando se reforman estas empresas
del Estado en esa dirección, se mejora el patrimonio público,
se aumenta, dejan de estar estas empresas al servicio
de los privilegios sindicales o de las clientelas políticas,
y se ponen al servicio de la comunidad.
Hay que definir a quién le sirve el Estado: ¿A
los privilegios sindicales, a los privilegios políticos,
o a la comunidad? La razón de ser del Estado
es la comunidad. Y cuando se tiene un socio estratégico,
comunitario, esas empresas se blindan contra la politiquería.
Cuando estábamos en pleno debate de la reforma
de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones, el sindicato
me dijo, con razón. Presidente, ¿por
qué le asignan todas las culpas de la tragedia
de la empresa al sindicato? Nosotros siempre pedimos,
pero fueron los gerentes los que nos dieron.
Además los gobiernos y los dirigentes políticos
mandaban a la empresa personas incapaces, simplemente
a que mejoraran los salarios o a que mejoraran su pensión
de jubilación o a que se jubilaran.
Hoy con el socio estratégico la empresa está blindada
frente a esos malos manejos. Esperamos que este año
quede blindada la empresa de petróleos, con
el proceso de democratización para capitalizarla. ¿Es
eso neoliberalismo? ¿Puede invocarse ese argumento
para justificar una polarización en América
Latina? Creo que no.
Nosotros tenemos una idea de
la relación entre
crecimiento y distribución. América Latina
vivió épocas en las cuales se hizo creer,
década de los 60, que había que trabajar
era por el crecimiento y que la distribución
llegaría espontáneamente. Se fracasó.
El proceso desarrollista en
algunos países
mostró que mientras en algunos años la
economía crecía en un 14 por ciento,
se aumentaba la pobreza. Y también hemos venido
otras décadas en América Latina en las
cuales nos han dicho: lo fundamental es la distribución,
y le han dado la espalda al crecimiento, y han terminado
distribuyendo pobreza.
Nosotros creemos que hay que
hacer un gran esfuerzo alrededor de la confianza,
para llevar de la mano el
crecimiento con la distribución. Y eso necesita
confianza para la inversión para que haya crecimiento,
y necesita que los sectores excluidos, en la medida
que vayan dando su incorporación, la dignificación
de su existencia, tengan confianza en ese proceso.
Cuando se habla de los TLC,
de los accesos a los mercados, tengo muy presente
lo que ha dicho el presidente Lagos:
eso no es la panacea, pero tampoco se puede manejar
como una categoría ideológica.
El ejemplo de Chile fue claro:
un país con
16 millones de habitantes, me corregirá el presidente
Lagos, tiene alrededor de 54 acuerdos de comercio,
que son acuerdos de acceso a mercados. Y eso nos presenta
la siguiente realidad: esos 54 países con los
cuales Chile tiene acuerdos de comercio, suman 3.500
millones de habitantes. ¿Cuál es el resultado?
16 millones de chilenos pueden venderle a un mercado
de 3.500 millones de consumidores.
Y eso ha jalonado todo ese
esfuerzo chileno por la investigación, todo ese esfuerzo chileno por
la competitividad. Si no tuvieran los requerimientos
de esos mercados, no estarían ahora en alianza,
científica y productiva, con los neozelandeses
para producir maderas finas que resistan no menos de
180 grados de calor.
Entonces lo primero que tenemos
que ver es que el acceso a los mercados, per se no
es la panacea. Pero
tampoco podemos negarlo, haciéndolo entender
como una categoría ideológica.
Y allí vienen muchas discusiones. Discutiendo
con un colega latinoamericano hace pocos días,
me decía: no, lo que hay que hacer es impulsar
la economía interna, para vincular a las corrientes
dinámicas de la economía las grandes
masas excluidas.
Yo le decía: pero a eso se ayuda con acceso
a mercados. Porque ese acceso a mercados ayuda a generar
mayores grupos de inversión que, bien orientados,
ayudan a resolver el problema de exclusión.
Y agregaba yo: pienso que América Latina necesita
superar la exclusión social, sin crear exclusiones
de inversión.
Y me decía: bueno, lo que pasa es que nosotros
no creemos en la inversión extranjera.
Y mi réplica fue: hoy la inversión doméstica
es tan exigente en condiciones como la extranjera.
Porque la globalización nos ha producido un
mundo mercuriano. Si un país no da condiciones
a sus inversionistas, se van para otra parte.
Ahora, cuando uno lee a Thomas
Friedman, el periodista norteamericano (‘El mundo es plano’), en
su obra trae, como algunos ejemplos que nos traían
ahora, cómo las declaraciones de renta en los
Estados Unidos las están haciendo contadores
en Asia, cómo muchas empresas se surten en un
país, integran esos insumos a su cadena productiva,
terminan el producto en otro. Eso no es extraño.
La primera globalización que vivió América
Latina fue la de la sustitución de importaciones.
La vivió con la diferencia de que era muy fuerte
el Estado – Nación, y entonces eso disipó las
controversias ideológicas de la época.
Para decirles sobre mi país, la sustitución
de importaciones llevó a que cada ciudad colombiana
quería producir lo mismo que las otras. Cada
una quería tener sus fábricas procesadoras
de alimentos, sus fábricas de calzado, sus textileras,
sus fábricas de confecciones. Pero después
apareció la versión en esa época
de las ventajas relativas, y llegaron también
las carreteras, los ferrocarriles, la aviación.
Entonces uno dijo: no, yo no
voy a seguir produciendo aquí la confección. Voy a producir apenas
el hilo, y en la otra ciudad el telar, y en la de más
allá la confección.
Ese fenómeno, que ahora se critica de globalización,
lo vivimos en la sustitución de importaciones,
en el Estado – Nación. Y hoy no es que
se haya superado el Estado – Nación. Lo
que pasa es que también los esfuerzos de competitividad,
y no obstante el presupuesto de recursos, ha llevado
a que en los mismos Estados haya regiones más
prósperas que otras.
Yo creo que la gran sabiduría china ha sido
comprender que el proceso lo tienen que jalonar unas
regiones, pero utilizar los recursos para ir llevando
la infraestructura y el bienestar a todas aquellas
regiones rezagadas, que es lo que deberíamos
aprender en América Latina.
Por eso no debemos sorprendernos
de lo que está pasando
ahora. Lo hemos vivido en otras épocas.
La inversión. Primero, un país como
Colombia no puede pensar lo que están pensando
otros países de la región, de demeritar
la inversión privada y pensar que todo lo va
a hacer con recursos de hidrocarburos, porque no los
tenemos.
Y yo temo que a pesar de que
con recursos de hidrocarburos se construyan hoy grandes
fábricas en algunos
países, se instalen grandes empresas de comunicaciones,
eso al final termine en chatarra, con pérdida
de competitividad y con obsolescencia.
Por eso la receta del estatismo no es buena, ni para
aquellos que tienen exceso de recursos derivados de
hidrocarburos. Hay que crear confianza inversionista.
Ahora, la inversión tiene que ser, tiene que
cumplir una función social. De lo que tienen
que ser muy cuidadosos nuestros países es: frenar
la inversión especulativa, garantizar que la
inversión sea igual a función social.
Chile, por ejemplo, dio un ejemplo con las barreras
a los capitales especulativos.
Sí. Hay grandes retos para los cuales se necesitan
grandes flujos de inversión, como el reto de
la energía, sobre el cual muy seguramente vamos
a tener la oportunidad de escuchar al presidente González.
Países que no tienen hidrocarburos, que tienen
que explorar, con déficit fiscal, con déficit
comercial, ¿qué hacen si no estimulan
la inversión internacional para que llegue allí?
Cómo no estimulamos la inversión los
países que podemos hacer desarrollos en combustibles
alternativos. Ya allí estamos produciendo un
millón 50 mil litros diarios de alcohol carburante.
Confío que en este cuatrienio lo dupliquemos,
aprendiéndole al Brasil. Pero eso todo necesita
transferencia de tecnología y confianza inversionista.
Cuando yo hablo de que la inversión tiene que
ser una función social, nosotros la conectamos
a nuestras metas y resultados sociales.
Y conectamos la cohesión social con la seguridad.
En las palabras del presidente González, la
seguridad es una fuente de recursos. Sin seguridad
no hay inversión, y sin inversión no
nos queda más camino que repartir pobreza.
Para repartir prosperidad hay
que tener inversión,
y ahí empezamos a ver la relación entre
seguridad y cohesión social.
Alguien decía: No, es que la seguridad es una
aspiración de las dictaduras de derecha, y la
cohesión social es la gran aspiración
de la izquierda.
Hoy vemos que esa mutua implicación entre seguridad
y cohesión social ha borrado esas fronteras.
Teníamos una pobreza del 60 por ciento, está alrededor
del 45 (por ciento). Nuestra meta para el 2010 es que
quede en el 35 (por ciento). Y en la visión
de largo plazo que se viene construyendo en el país,
nosotros aspiramos dejarles a quienes nos sucedan en
la Presidencia, un camino relativamente expedito para
que en el año 2019 no supere el 15 (por ciento).
Por primera vez el país empieza a mostrar un
punto de inflexión en el coeficiente Gini, de
distribución del ingreso.
Hemos avanzado mucho en la
afiliación a la
seguridad social, vamos a cumplir con una meta: plena
cobertura en salud para los sectores subsdidiables,
para el año 2010.
Con otra meta: plena cobertura
en educación
básica, una gran revolución en formación
técnica, y una gran integración entre
la formación técnica, la formación
universitaria y los programas de ciencia y tecnología.
Nuestro instituto de formación técnica,
el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), lo reformamos.
Antes, cuando era todo estatal, en el año 2002,
les llegaba a un millón de colombianos. Ahora
el 70 por ciento de sus servicios los presta a través
de convenios con universidades, con instituciones de
capacitación, con la empresa privada. El año
pasado les llegó a cuatro millones de colombianos,
y este año debe avanzar para tener millón
y medio de personas en ambiente virtual.
Estamos haciendo un gran esfuerzo
en el microcrédito.
Tuvimos una gran ayuda del presidente Iglesias, cuando él
se desempeñaba al frente del Banco Interamericano.
Las cifras son elocuentes en
lo que ha aumentado el microcrédito como porcentaje de la cartera total.
Les llegamos con microcrédito, en nuestros primeros
cuatro años, a millón 800 mil familias.
Ahora estamos comprometiendo
todo el sistema financiero, con instituciones estatales
como el Fondo de Garantías,
instituciones de capacitación, ONG’s de
acompañamiento y de supervisión, en un
esquema que llamamos Banca de Oportunidades, para llegarles
con crédito a las grandes mayorías excluidas.
Tenemos la meta de llegar en
este cuatrienio a 5 millones de familias colombianas
con acceso al crédito,
capacitación para proyectos, acompañamiento.
Creemos que la integración no puede ser excluyente.
Les he dicho a mis interlocutores de América
Latina que Colombia es un aliado leal de los Estados
Unidos y un buen hermano latinoamericano.
En estos últimos años dimos un paso
(que cuando hablábamos usted y yo, presidente
Cardozo, hace cinco o seis años parecía
imposible): el acuerdo Comunidad Andina – MERCOSUR.
Los presidentes centroamericanos
generosamente aceptaron la vinculación de Colombia al Plan Panamá –Puebla,
en el cual tenemos que cumplir, por acciones geográficas,
un papel de articulación entre Centroamérica,
la visión mesoamericana y Suramérica.
La verdad es que los procesos
de integración
no se pueden detener por artificiales polarizaciones
ideológicas.
Cuando yo escucho al señor presidente Arias,
siento algún complejo. Cuando él nos
habla que aquí no hay Ejército, siento
envidia de la buena. Presidente Arias, allá (en
Colombia) lo hemos tenido que crecer. Muchísimo. ¿Por
qué? Porque el poder de los grupos terroristas
había derrotado la soberanía real del
Estado en muchas regiones. Unos colombianos tenían
que someterse a los paramilitares y otros a la guerrilla.
Pero todo ese crecimiento de
nuestra Fuerza Pública
se ha hecho con dos condiciones: primero, con absoluto
respeto a las libertades. Fundamento de nuestra política
de Seguridad Democrática: los Derechos Humanos.
Y con una segunda condición: que el mayor gasto
en seguridad sea inferior al mayor gasto en política
social.
Creemos que la paz nace de
la seguridad. Aproximadamente había 60 mil terroristas hace cuatro años. ¿Por
qué les digo terroristas? Porque en América
Latina hubo guerrillas contra dictaduras. La circunstancia
de luchar contra dictaduras les permitió aspirar
al reconocimiento, que en alguna forma ennoblece, de
insurgentes. La nuestra ha sido sicaria de la democracia.
Muchas de estas guerrillas
de América Latina
vivieron de donaciones, de fundaciones llenas de ideales
democráticos de Europa Occidental. Los grupos
nuestros se alimentan del narcotráfico, de la
destrucción ecológica, de la destrucción
de las nuevas generaciones. Por eso son terroristas.
De ahí nuestra seguridad, nuestra firmeza para
adelantarla, y el calificativo de terroristas que no
dudamos en depararles. Además siguiendo el ejemplo
de legislaciones europeas. Cuando se miran las jurisprudencias
del Common Law de los ingleses, los códigos
de Alemania, la misma legislación española,
uno se extraña al encontrarse con definiciones
de terrorismo como esta: terrorismo es el uso de la
fuerza o la simple amenaza del uso de la fuerza, por
razones ideológicas, políticas o religiosas.
Y les pregunto a los profesores
europeos: ¿Por
qué ustedes tan severos en esa calificación?
Y me contestan los profesos europeos: Porque como garantizamos
el pluralismo democrático, no podemos darle
ninguna legitimación a la fuerza.
Colombia va por el mismo camino.
Eso nos da autoridad moral, después de haber
mostrado nuestra consecuencia entre el discurso y
los hechos, para descalificar a
estos grupos como terroristas.
Sin embargo, no negamos los
procesos de paz. Se han desmovilizado 30 mil paramilitares
y 10 mil guerrilleros.
Y estamos aplicando una Ley de Justicia y Paz, que
es bien importante, en plena discusión en Colombia.
Lo que marca diferencias con
leyes y procesos de paz en el mundo entero y con
los anteriores de Colombia:
la nuestra es una ley de paz, sin impunidad. Una ley
de paz con verdad. Y una ley de paz con reparación
a las víctimas. Hoy está en plena aplicación
en Colombia, bajo la supervisión de la Organización
de Estados Americanos.
Y hay una gran discusión en el país
porque está aflorando la verdad. Antes de ayer
le decía yo a mis compatriotas: ¿por
qué nos escandaliza? Lo que estamos oyendo ahora
en los estrados judiciales, es lo que se oía
en las tertulias. Es la consecuencia de que el Estado
hubiera perdido la soberanía real, de que en
muchas regiones la gente se hubiera tenido que someter
a la guerrilla o a los paramilitares. Entonces eso
aflora ahora en los estrados judiciales.
Y el Gobierno estimula esa
verdad. Además,
la verdad es necesaria para que haya reconciliación.
La reconciliación no nace de la falta de verdad
o de la mentira. La paz sin verdad es una paz efímera.
Es como la cicatrización en falso. La apariencia
de la piel muestra cicatrización, pero la infección
queda por debajo.
La verdad es necesaria para que el país haga
reflexiones, para que el país sepa qué fue
lo que vivimos y cómo tenemos que labrarnos
un futuro sin guerrilla, sin paramilitares, sin narcotráfico,
sin corrupción, de instituciones democráticas.
Y la verdad hay que buscarla
completamente. Hay que desentrañar la verdad de la parapolítica,
y hay que desentrañar la verdad de la guerrilla
y la política.
La búsqueda de la verdad integral no es el
fomento del odio. Es el camino para llegar a la reconciliación
sincera, que surge a partir de choques, como los choques
a los cuales usted refería, presidente Cardozo.
Creo que este proceso hay que
adelantarlo con mucho valor. Mañana les diré a mis compatriotas,
en un Consejo Comunitario en Pereira, que la búsqueda
de la verdad no puede llevarnos a ser severos con los
adversarios políticos e indulgentes con los
amigos políticos. Hay que ser en eso totalmente
objetivos. Tener la menor subjetividad posible.
Y yo creo que la manera cómo se está adelantando
este proceso, rompe con muchos procesos en el mundo
y con anteriores de Colombia. Y ay de las guerrillas.
Porque creo que la severidad de este proceso para evitar
impunidad, va a crear un marco que cuando se vayan
a dar procesos con las guerrillas en el futuro, ese
marco no se va a poder violar. Esto pone un gran precedente.
A Colombia se le señalaba internacionalmente
como un paraíso de impunidad. Le decía
yo esta mañana a la Corte de Derechos Humanos,
aquí en San José, que la observancia
rigurosa de este proceso tiene que llevar al mundo
a sustituir ese señalamiento a Colombia, por
respeto a Colombia.
Ahora se discute, porque eso
lo están transmitiendo
por televisión, en vivo. La televisión
en Colombia tiene una Comisión de regulación
independiente del Gobierno. Preguntan mi opinión
y digo: Déjenlo transmitir. De todas maneras
es un país de tantas libertades, que si no lo
transmite la televisión, al otro día
sale en los periódicos.
Y mejor que la verdad interpretada,
es la verdad que les llegue sin mediación
a todos quienes quieran conocerla.
Entonces me dicen: No, pero
es que esos líderes
del paramilitarismo que están allá en
la cárcel, y en esas audiencias, van a aprovechar
la televisión para desarrollar quién
sabe qué tramas. Lo hacen en la televisión
o a través de los periódicos o en la
radio.
Más aún, yo creo que la transmisión
directa, como está hoy, les da la posibilidad
a los colombianos de seguir esos juicios, y de ayudar
a ratificar si lo que se está diciendo allí es
la verdad o si es mentira.
Y nuestra Ley de Justicia y Paz es muy clara: la verdad
a medias los lleva a perder los beneficios. La mentira
los lleva a perder los beneficios.
Hemos visto, para terminar,
una discusión en
América Latina en contra de aquel libro de Fukuyama:
El fin de las ideologías. El mundo no se puede
estancar. Pero lo que no puede hacer uno es criticar
a alguien que quiso estancar el mundo, y uno estancarlo
con sus propias tesis.
El proceso evolutivo no se
puede detener. Yo creo que América Latina no puede estar en una confusión
babilónica, ni tampoco pretender que todos quepamos
en un Mini Morris.
Ahora le preguntaba yo al presidente
Arias: ¿cuál
es el vehículo más pequeñito que
se vende en Costa Rica? Y él primero me dijo:
Fiat. Después me dijo: No, el más pequeñito
es el Mini Morris.
Canciller, ¿cuál es el más pequeñito
que se vende en Colombia? Mi hermana María Isabel
tiene uno chiquitico. El Twingo. En un Twingo de los
de Colombia o en un Mini Morris de Costa Rica, no cabe
América Latina.
Ahora, la biodiversidad tampoco
puede ser anarquía.
En nombre de la diversidad tampoco podemos llegar a
una confusión babilónica. Tenemos construir
consensos, y los consensos exigen que todo el mundo,
así como defiende, también revise lo
que está haciendo.
Muchas gracias, apreciados
Presidentes y ex Presidentes. Y, por favor, vayan
considerando mi aplicación,
para que me reserven el cupito de una vez.