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PALABRAS DEL PRESIDENTE URIBE EN LOS 40 AÑOS DE LA
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL CARIBE
Julio 25 de 2007 (Bogotá D.C. - Cundinamarca)

“Qué esfuerzo tan grande: cuarenta años de enseñar, de enseñar bien. Superar tanta dificultad. Una cosa es celebrarlos. Otra cosa es haberlos vivido y haberlos luchado.

Mis compañeros de Gobierno y yo nos hacemos presentes esta noche, señora Rectora, para decir desde esta universidad a los colombianos que todos la aplaudimos por este gran esfuerzo.

Recordamos hoy el liderazgo de su fundador: el doctor Mario Ceballos Araújo. El lema: “Ciencia para el Progreso”. Bien reflejado en las palabras interesantes, profundas, que usted nos dirigió para abrir esta ceremonia.

Diecinueve programas en pregrado y 21 de posgrado, 600 trabajadores, 370 catedráticos, 10 mil estudiantes. Una gran tarea. Y la proyección sobre la comunidad: la emisora cultural, el canal de televisión.

Es inconcebible en la vida moderna entender la universidad que no esté en permanente conexión con la sociedad. La universidad tiene que ser la caja de resonancia donde lleguen los problemas de la sociedad, el laboratorio experimental y científico donde se procesen esos problemas, y el centro desde el cual se replique hacia la sociedad para proponerle soluciones.

Y eso se hace si la universidad, además de la tarea con sus estudiantes, está conectada con todos los sectores de la sociedad. Y qué bien lo hace la Universidad Autónoma del Caribe con esos puentes con la comunidad, como son la emisora cultural y el canal de televisión.

Muchas felicitaciones. Gratitud en nombre de todos los colombianos. Y quiero felicitar a todos los compatriotas que han sido condecorados esta noche por la universidad, muy especialmente a los distinguidos periodistas barranquilleros formados aquí.

Me decía el Gobernador que algo que honra a la universidad es haber ejercido ese gran liderazgo en la formación de comunicadores del Caribe.

Por eso esta noche hemos visto con mucho agrado que Jorge Cura y Mabel Morales, que hacen parte de ese grupo de comunicadores con gran liderazgo en el Caribe colombiano, fueron formados en esta universidad.

Permítanme decir que una universidad como la Universidad Autónoma del Caribe, contribuye inmensamente a la democracia que queremos. No a la democracia de la división artificial de América Latina entre democracias de izquierda y de derecha, obsoleta división, anticuada, sin razón de ser, sino a la democracia moderna, en proceso permanente de profundización, que combina la búsqueda de la seguridad, el respeto a las libertades públicas, la construcción de cohesión social, el esfuerzo por la transparencia como medio para obtener la confianza ciudadana y el respeto a las instituciones independientes del Estado y el respeto de cada una de ellas a la necesidad de contribuir en la unidad del Estado.

Cómo contribuye este esfuerzo universitario a esa tarea.

Se refería usted, señora Rectora, al tema de la productividad, al tema de la competitividad. Para ello se necesitan muchos elementos. Infraestructura. Infraestructura en la concepción tradicional y en la nueva concepción. La infraestructura de las telecomunicaciones, la infraestructura de la modernidad.

Pero todo depende de que un país viva en una revolución educativa permanente, en una senda permanente de progreso educativo, como ha vivido la Universidad Autónoma del Caribe en estos 40 años.

Agradezco inmensamente este doctorado. Me compromete más con la Patria, con el sector educativo, con esta tierra atlanticense, con esta ciudad de Barranquilla, con las nuevas generaciones. Es producto de la generosidad de ustedes, porque lo que procuro es cumplir el deber, que los colombianos me han dado esa inmensa posibilidad de hacerlo dirigiendo la Nación desde la Presidencia de la República.

Los Consejos Comunitarios, el diálogo permanente con los colombianos, es un reconocimiento al hecho, no circunstancial sino profundo, de la sociología contemporánea, de que es imposible que funcione la democracia representativa sin un soporte permanente en la participativa. Que la participativa también necesita la canalización a través de la representativa.

Aquello que dividió a los líderes de los Estados Unidos en el proceso de formación de esa gran nación: de un lado querían que funcionaran solamente como una democracia representativa, y de otro lado le hacían todo el énfasis a la democracia participativa, hoy la síntesis muestra que se necesita un gran equilibrio entre ambas.

De la necesidad de ese equilibrio devienen los Consejos Comunitarios y la práctica de este Gobierno de dialogar permanentemente con el pueblo colombiano. Hemos procurado que sea un diálogo sin demagogia, sin promesa, pero con comprometimiento.

¿Qué vemos bueno? Es muy exigente para el Gobierno, es una rendición de cuentas de todos los días. El Gobierno termina un día de diálogo y sabe que al otro día lo espera el diálogo con la comunidad.

Eso le exige mucho al Gobierno, le exige al Gobierno un esfuerzo continuado por cumplirle a la comunidad. Además le exige al Gobierno buscar soluciones para superar obstáculos no fácilmente superables; estar imaginando a toda hora nuevas opciones. Le exige al Gobierno sinceridad, pero también esfuerzos. No le permite la promesa que se va incumplir, ni tampoco le permite decir un frío “no” a todas las sugerencias comunitarias. Le impone al Gobierno la tarea de buscar con mucha energía caminos para resolverle problemas a la comunidad.

Exige además que el Gobierno conozca muy bien las aspiraciones de cada lugar de la patria. Y del lado de la comunidad, este contacto es muy importante, porque le da la oportunidad de esa interlocución, de hacer todos los reclamos. Y también le permite mantener una mejor información para que la comunidad sepa dónde están las limitaciones a sus anhelos.

Encontramos muy saludable para construir confianza, que es lo fundamental en las instituciones democráticas, ese permanente diálogo con los colombianos.

El periodismo: me impone usted este doctorado Honoris Causa en el programa con el cual esta universidad ha enaltecido al Caribe y ha interpretado las dotes del hombre y de la mujer caribe de la patria.

Qué difícil el ejercicio de esa profesión. Y qué difícil la relación del periodismo y la política. Y cuánto más difícil la relación entre el periodismo y el Ejecutivo.

Los gobiernos ejecutan, los periodistas analizan. Los gobiernos proponen, los periodistas critican. Los gobiernos rechazan, los periodistas se distancian de los rechazos de los gobiernos.

Tienen que vivir tan cerca y tan lejos, al mismo tiempo, el periodista y el Ejecutivo. Tan cerca, porque tienen un objetivo común: la comunidad, lo público. Y tan lejos, porque tienen frente a lo público una labor diferente. El uno ejecuta. El otro comunica, analiza y critica.

Vamos a ver, distinguida Rectora, si cuando concluyamos esta labor por la patria, podemos ejercer la labor que usted me impone hoy, la de periodismo.

Muchas veces creo que violo los códigos del comunicador moderno. Uno de mis profesores solía decir que la tarea más importante del liderazgo moderno es la tarea de comunicaciones. Pero ya les expreso por qué creo que la violo.

Primero, porque si bien el liderazgo exige que el 80 por ciento del tiempo se dedique a comunicaciones, también exige que de ese 80 por ciento, el 90 se dedique a escuchar.

Tal vez este doctorado me va a exigir hablarles menos a los colombianos y escucharlos más, para poder estar a la altura de ese imperativo de las comunicaciones modernas.

Y le confieso, apreciada Rectora, que tengo todos los defectos para el periodismo y las comunicaciones. El primero: poco sé de secretos. En la oficina donde hoy oficio este deber con la patria, debería tener un letrero que diga: “Si viene a traerme secretos, devuélvase”.

Ayer tuve la oportunidad de reunirme (imagínese lo que sería yo cuidando la reserva de las fuentes, de pronto se equivocó en su excesiva generosidad al concederme este doctorado), ayer me reunía con los comunicadores que atienden los diferentes despachos ministeriales. Me decían: “Presidente, hagamos un recuento de lo que cree usted que ha sido la praxis del Gobierno en materia periodística y de comunicación”.

Y empezamos a hacer un recuento al desgaire. Les dije: algo que me ha importado mucho es que el gobierno procure decir la verdad y a tiempo. Que cuando tengamos fracasos, cuando haya dificultades, corrupción, no esperemos que vengan con ganzúa los medios de comunicación a descubrirlo y a denunciarlo. Que seamos nosotros mismos los que lo descubramos y lo denunciemos, sin cálculo alguno, contándoselo con absoluta buena fe a la opinión pública. Lo hemos logrado y no lo hemos logrado.

El año pasado, días antes de la elección presidencial, en la cual esperaba la reelección, se presentaron problema de la índole en algunos institutos del estado. El Ministro de esa cartera me dijo: “Presidente, he conocido estos problemas, ¿los denuncio? Estamos a 20 días de elecciones”. Y le dije: “Denúncialos”. Hay que cumplir el principio de construir confianza en la democracia, atreviéndonos nosotros a denunciar aquello mismo que nosotros hemos hallado, así pueda contribuir a hacerle daño al gobierno. Y hay que hacerlo sin cálculo electoral alguno. En muchos casos lo hemos hecho.

Otros casos donde nos han sorprendido a través de los medios de comunicación, como en el caso de las grabaciones ilegales. Me duele que el Gobierno no las hubiera conocido. Que no hubiéramos sido nosotros los que hubiéramos descubierto esa ilegalidad, para haberla descubierto por propia iniciativa. Que la hubiéramos tenido que conocer a través de los medios de comunicación.

Es fundamental en los gobiernos democráticos para construir confianza, reconocer sus errores y vicisitudes. Hacer esfuerzos por hallar los problemas que se presentan en el interior de la administración y denunciarlos por propia iniciativa, sin cálculo alguno. En lo público, el único camino es decir la verdad.

Estábamos en los Farallones de Cali la mañana cuando en un intento de rescate por parte de las Fuerzas Militares, las Farc asesinaron al ex Ministro Gilberto Echeverri y al gobernador de Antioquia Guillermo Gaviria, en compañía de otros compatriotas.

Tomamos un helicóptero a la ciudad de Cali, un avión al aeropuerto al aeropuerto José María Córdova. Cuando empezaba el vuelo, oí que se iniciaba esta discusión entre la Ministra de la Defensa y los Altos Mandos: “¿Qué vamos a decir?”. Yo salí del silencio, del dolor en que me encontraba, y les dije: “No se preocupen, la verdad”.

Ese día aprendimos otro principio de las comunicaciones: no dejarse apremiar por la presión periodística. Tener toda la paciencia para recoger los hechos, documentarlos, y hablar solamente cuando se pueda contar la verdad.
Los hechos se sucedieron a las 9 de la mañana aproximadamente. Llegamos al aeropuerto José María Córdova, de ahí en helicóptero a la localidad Urrao, otro vuelo en helicóptero a la selva del Murrí, al sitio donde se había producido el asesinato. Terrible. Una selva tupida, como la amazónica, pero quebrada como la Cordillera de los Andes. Del helicóptero no se veía más abajo del follaje de los árboles. Y del suelo, no se veía más arriba de los copos de los árboles.

Después, resistiendo el asedio periodístico, sin hablar, acudimos a un hospital de Medellín, a conversar con el sargento del Ejército, que fue sobreviviente, para que él nos dijera su versión. Y solamente a las 9 de la noche, cuando se había hecho todo ese recorrido, nos habíamos informado de los hechos, el señor General Ospina, entonces comandante del Ejército, la Ministra y mi persona nos propusimos informarle al país.

Hemos tenido circunstancias en las cuales no hemos podido contar con la verdad para decírsela al país.

A mí me duele no haber sabido la verdad en los enfrentamientos que por razones de narcotráfico se dieron entre miembros de la Fuerza Pública en Guaitarilla, Nariño. Hice todos los esfuerzos para conocer esa verdad y decírsela por propia iniciativa al país.

Me duele haber llegado al final de una Semana Santa a Cajamarca, en la cordillera tolimense, y haber recibido la información de un integrante de la Fuerza Pública, que finalmente no resultó ser verdadera.

Llegué esa mañana allí, conmovido por los hechos, al Cañón de Anaime, arriba de Ibagué, a buscar la verdad, con el propósito de contársela al país. Me dijeron una mentira. Inicialmente por esa buena fe de creerles a los interlocutores, asumí que era la verdad, transmití eso al país y las investigaciones posteriormente demostraron que era mentira.

La vida pública necesita construir confianza. El camino es la comunicación recta y veraz sobre lo público.

Al amanecer del 28 de junio, me llamó el señor Vicepresidente desde Turquía, muy alarmado, y me dijo que acababa de conocer el comunicado de que las Farc estaban liberando desde Europa, en el cual daban cuenta del asesinato de los diputados vallecaucanos.

Hablé con el Ministro de la Defensa. Lina Moreno, mi señora y mis hijos, caminaban muy preocupados. Cundía la alarma, el desasosiego. Y dije a todo el mundo: “Tranquilos, esto es motivo de dolor, pero podemos estar tranquilos porque hemos procedido con toda la buena fe y le diremos al país totalmente la verdad”.

Con dolor y con tranquilidad de conciencia, nos dimos a la tarea, de cinco de la mañana a doce del día, de recaudar información, de documentarnos, de registrar las fuentes. Y sólo se le habló al país a las doce y media, cuando ya teníamos claridad sobre esa información. Con el mismo ánimo: decirle la verdad.

En la vida pública es preferible la verdad que el acuerdo artificial. Puede que una verdad reciba un gran rechazo de opinión, pero finalmente la misma opinión que se opone a esta verdad puede confiar.

Si le digo al país con sinceridad por qué estoy de acuerdo con un canje humanitario sin zona de despeje, muchas personas que quieren zona de despeje, entran en desacuerdo conmigo, rechazan mi tesis. Pero finalmente, si he sido sincero, ellos pueden saber que no obstante al desacuerdo se puede confiar en la palabra oficial.

Algo que nos ha enseñado este proceso es que es mejor para construir confianza el desacuerdo derivado de la sinceridad, que el acuerdo artificial producido por el engaño. Qué difícil esa tarea, pero qué importante para la democracia.

Les he expresado mucho a los periodistas que trabajan con el Gobierno, que el periodista hoy tiene que ser el ingeniero más versado si quiere cubrir los temas de infraestructura y el abogado más agudo si quiere informar sobre temas judiciales o legales.

El periodista tiene que ser el economista más actualizado si está en el área de las finanzas. El periodista hoy no puede limitarse al reporterismo. Tiene que profundizar. Todos los días se ve más en el horizonte la exigencia del profundo análisis periodístico, que deja atrás el simple reporterismo.

Y se advierte un problema en la relación de la política y del periodista. Ambos se dedican a un juego temático, que generalmente ignora la opinión.

Pude mirar un libro de la Universidad de California sobre propaganda política, que ilustra bastante el tema. Muchas veces el periodista y el político se traban en una polémica sobre temas que no interesan a la comunidad.

El periodista le pregunta al político sobre un pleito con otro político, creyendo que es el gran tema de actualidad, y el político le responde con todo el entusiasmo, creyendo que es primer tema de interés. Y a la comunidad eso no le importa.

Mientras la agenda entre el periodista y el político está en unos temas, la comunidad esta en otros. La comunidad está dependiendo de qué va a pasar con sus necesidades y con sus anhelos. Y en ese error incurrimos ambos, el periodista y el político.

La única manera de superar ese error es tratar de conectarse más con la comunidad. Y por eso muchas veces la intensa vida política no se refleja en intenso apoyo comunitario, porque se le dedica la intensidad de la política a una agenda que propone el periodista, y generalmente esa agenda se desconecta de las aspiraciones de la comunidad.

En el periodismo moderno y en la política moderna hay que conectarse más con la comunidad, que simplemente con los pequeños ghettos que se van creando alrededor de la política y alrededor del periodismo.

En fin, tantas cosas, rectora Silvia, para contar de esta experiencia. Vamos a ver en los años que nos quedan, en estos tres años, como Nuestro Señor nos da todas las energías para servirle mejor a Colombia, ahora con más experiencia.

Muchas gracias por esta distinción. La llevaré toda la vida.

Tenemos los políticos comunicadores modernos el atrevimiento a improvisar. El mejor de todos, Alberto Lleras, siempre escribió. No se recuerda de él una sola declaración de prensa que no hubiera sido resultado de una profunda meditación. De haberse dedicado previamente a escribir con todo rigor. Pero las cámaras y los micrófonos no dejan.

No sé que decir, si colegas periodistas, o aplazarlo para el 2010 y en ese entonces saludarlos como periodistas.

A la Universidad muchas gracias y muchas felicitaciones”.

 
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