PALABRAS
DEL PRESIDENTE URIBE AL INAUGURAR EL PRIMER ENCUENTRO INTERNACIONAL
DE BECAS LÍDER
Julio 10 de 2007
(Cartagena)
“Esta mañana falleció el ex Presidente
Alfonso López Michelsen. Mañana muchísimos
colombianos lo acompañaremos en sus exequias y diré unas
palabras alusivas a su vida y a su obra. Cuatro generaciones
alternaron con él en su intenso ciclo vital. Pero
una vez descansen sus despojos mortales en el sitio final,
muchas generaciones tendrán que analizar su vida y
su obra. Trascenderla. Es algo que se da en el Presidente
López Michelsen, una característica del liderazgo.
Déjenme anticipar por ahora que era un lúcido
discrepante, dinamizador permanente de nuestra democracia.
Quiero agradecer inmensamente a la Fundación Carolina
este sostenido esfuerzo para ayudar a construir liderazgo
en nuestros países. A las entidades patrocinadoras
como el Banco Santander, a los directivos. Y agradecerles
inmensamente que nos reunamos hoy en Colombia, aquí en
Cartagena.
El liderazgo necesita construir agenda, ejecutarla. Hay
dos estadios del liderazgo: uno, cuando lo que impera es
ejecutarlo. Y el otro, cuando lo que impera es analizarlo. ¿Cuál
de los dos es más difícil? No sabría
responderlo, pero sí hay algo claro: si algo ha revaluado
el liderazgo contemporáneo, es que el liderazgo no
es predestinado. Es producto de la formación, del
esfuerzo, del compromiso. Esa sería mi primera aproximación:
la afirmación de la revocatoria del liderazgo predestinado.
El liderazgo tiene que proponer la agenda, ejecutarla. En
nuestra proposición de agenda desde el Gobierno, creemos
que América Latina, en el respeto a su diversidad,
no puede asumir los caminos polarizantes, como aquel de la
división entre izquierda y derecha. Es algo del pasado,
obsoleta. Tenía razón de ser cuando luchadores
democráticos, apoyados en buena forma en las ideas
democráticas de Europa Occidental, combatían
en nuestro continente las dictaduras. Hoy, sometidos todos
a la regla democrática, el gran compromiso es mirar
cómo esa democracia se profundiza, para que cada día
sea más sólida y se proyecte mejor, sosteniblemente,
en el tiempo.
Y esa democracia, a nuestro juicio, debe tener cinco elementos:
la seguridad, el respeto a las libertades democráticas,
la construcción de cohesión social, el respeto
a las instituciones independientes que concurren a la formación
del Estado, con cuyos grados de independencia se evitan los
excesos y desafueros, y la transparencia como razón
de confianza.
Al mirar esos cinco elementos, se puede concluir que la
democracia moderna toma valores que en otros momentos de
la historia reivindicaron izquierdas o derechas. En algún
momento la seguridad podría haberse entendido como
un valor de la derecha. Pero, ¿cómo funciona
el pluralismo sin seguridad? Imposible.
Las libertades pudieron ser reclamadas por unos o por otros.
Las derechas para utilizarlas como categorías formales,
para reproducir condiciones de inequidad de acuerdo con sus
críticos. Las izquierdas para reivindicarlas como
imperativos necesarios para poder ejercer su voz. La cohesión
social, reclamada desde las izquierdas, es la única
que finalmente le da sostenibilidad a la seguridad y a las
libertades. Sin institucionalidad independiente, se rompen
los equilibrios. Y el elemento cohesionante de fundamental,
la confianza, no se consolida en ausencia de transparencia.
Buscando esos objetivos, buscando esos elementos y en la
construcción de agenda, el Gobierno nuestro trabaja
fundamentalmente tres objetivos: la consolidación
de la seguridad democrática, la consolidación
de la confianza en Colombia (confianza para vivir en Colombia,
para estudiar en Colombia, para trabajar en Colombia, confianza
para invertir en Colombia), y las metas sociales, más
exigentes que las metas sociales del Milenio, fijadas en
acuerdo con las Naciones Unidas.
Tres objetivos que van de la mano. Si algún intangible
hemos logrado en estos años, es que para las grandes
mayorías colombianas la seguridad y la política
social hoy no son valores excluyentes. Son imperativos necesarios.
Ejercen implicación cada uno sobre el otro. Sin seguridad
no se dan las razones de confianza para tener una economía
en prosperidad que, con responsabilidad social, permita superar
la pobreza y construir equidad. Y si no se avanza en superación
de pobreza y en construcción de equidad, la seguridad
se deslegitima, se hace insostenible en el largo plazo. La
seguridad da confianza. Pero si la confianza, por ejemplo,
en el plano de inversión, no produce la consecuencia
de la responsabilidad social, entonces esa confianza inversionista
se deteriora porque no se legitima en las mayorías
democráticas. Por eso en la agenda nuestro Gobierno
creemos que hay que llevar de la mano los tres objetivos.
Muchos interlocutores me han preguntado: ¿por qué ustedes
hablan más de confianza inversionista que de crecimiento
económico? Y muchos me han preguntado: ¿cuál
es eje estructurante de la política social? En la
agenda que propone Colombia, el Gobierno colombiano del presente, ¿cuál
ese el eje estructurante de la política social, y
responde la política social a una política
simplemente de apaciguamiento de la inconformidad social
o es una política estructural que abre caminos de
movilidad?
La primera pregunta: ¿por qué hacemos más
esfuerzo en construir confianza inversionista, que el afán
que mostramos en resultados de crecimiento? Porque el crecimiento
puede ser flor de un día. El crecimiento se puede
dar por el descubrimiento de un pozo de petróleo o
por su explotación, por el aumento transitorio del
precio de un producto básico, pero al otro día
se puede estancar. La confianza inversionista es la que finalmente
garantiza crecimiento sostenido en el largo plazo. Y es la
que permite, con responsabilidad social, que ello se traduzca
en bienestar, en superación de la pobreza, en construcción
de equidad.
Entonces se pregunta por el eje estructurante de la política
social. Pero esa pregunta la anteceden con otra: ¿cuál
es la responsabilidad social?
En la agenda de nuestro Gobierno, la responsabilidad social
de la inversión en Colombia se debe traducir en tres áreas:
primero en la transparencia, en la relación entre
los inversionistas y el Estado. En América Latina
muchas insurrecciones se han alimentado en la falta de esa
transparencia. Contratos irregulares, corruptamente adjudicados,
concesiones de extracción de productos no renovables,
también signadas de falta de transparencia. La transparencia
en la contratación, en la adjudicación de concesiones,
en la superación de disputas legales, en la tributación,
es una expresión de responsabilidad social.
Una segunda, la relación entre los inversionistas
y las comunidades a través de la solidaridad. No puede
ser que haya una gran explotación petrolera, carbonera,
en un sitio de Colombia, causándoles a las comunidades
problemas de salud, por falta de responsabilidad social.
Eso lo tienen que enfrentar los gobiernos con toda claridad
todos los días, sin afectar la inversión, pero
con toda la solidaridad del lado de las expectativas de los
justos reclamos de la comunidad. No puede ser, por ejemplo,
que en la ciudad de Santa Marta se embarque carbón,
contaminando el medio ambiente y creándole serias
dificultades al bienestar comunitario. La búsqueda
de solidaridad, el imperativo de solidaridad, en esas relaciones
entre la inversión y la comunidad son una expresión
necesaria de la responsabilidad social.
Y la tercera, en materia de relaciones laborales. Ni el
capitalismo salvaje ni el odio de clases. Extremos que han
hecho inmenso daño en América Latina y en nuestro
país. La propuesta aquí, que no se respondió a
tiempo, con suficiente fortaleza, de la lucha de clases como
factor de movilidad política de la dictadura del proletariado
como modelo de Estado, generó odio. Y por supuesto,
tampoco se respondió con la suficiente solidaridad.
Entonces veíamos allí ese antagonismo entre
el odio de clases y el capitalismo salvaje. La vía
que sustituye ese antagonismo, la única en las relaciones
laborales, es la vía de las relaciones laborales del
emprendimiento, signados, dirigidos, en el marco de la fraternidad
cristiana.
¿Y cuál es el eje estructurante de la política
social? ¿Es esa política social una política
simplemente apaciguadora, en un momento de las necesidades
de las grandes masas excluidas o es esa política social
una política estructural que abra caminos de movilidad
social?
Por supuesto, hay dolencias que exigen una gran atención,
pero que no van a cambiar la estructura de la sociedad con
esa atención: cuando se atiende a los ancianos pobres
de una nación. Pero eso no se opone, eso no justifica
que el punto medular de la política social sea una
búsqueda de caminos de movilidad social que produzcan
un efecto estructural. De ahí que el punto medular
de nuestra política social es la educación.
Hemos venido haciendo un gran esfuerzo en todas sus expresiones.
En educación básica hemos pasado del 87 al
94 por ciento de cobertura y aspiramos en 2010 lograr el
ciento por ciento de cobertura. Aspiramos lograr más
de un 80 por ciento en la cobertura de media, y estamos haciendo
los primeros esfuerzos presupuestales para lograr avanzar
en cobertura educativa para niñitos de menos de cinco
años.
Hemos avanzado en esquemas de calidad. Los profesores de
Colombia hoy no se seleccionan discrecionalmente. Este gobierno
ha aplicado los primeros concursos para la selección
por mérito de los profesores. Avanzan las aplicaciones
normativas para estimular el avance de los profesores en
el escalafón de calidad. Y además, pruebas
en todos los niveles educativos para ir orientando lo que
debe hacerse en materia de calidad.
En educación universitaria teníamos una cobertura
del 22 por ciento. Hemos logrado una cobertura del 29 por
ciento y aspiramos al final de la administración tener
una cobertura del 34 por ciento. Hemos introducido las pruebas
de calidad que miden a los egresados. Y hemos instalado el
observatorio laboral de egresados para darles señales
claras a padres de familia, a estudiantes y a la comunidad
universitaria sobre cómo se va dando la pertinencia,
esa necesaria relación entre la educación y
la comunidad.
Colombia ha dado el mayor avance en la región en
materia de formación vocacional. Formábamos
en la institución oficial un millón 100 mil
estudiantes por año y estamos formando más
de 4 millones. Hemos pasado en formación vocacional
de 5 millones de horas de enseñanza a 16 millones
de horas de enseñanza. Aspiramos que en el 2010 la
sola institución oficial tenga albergados a 250 mil
estudiantes en ciclos técnicos y tecnológicos.
Venimos de 35 mil.
El liderazgo de la Ministra ha introducido la formación
por ciclos. Hoy están debidamente conectados los ciclos
técnicos, tecnológico, y el ciclo superior.
El estudiante colombiano que se gradúe como tecnólogo,
como técnico, puede posteriormente acceder a una universidad,
cumplir con los créditos adicionales y acceder al
grado de educación superior.
Hemos empezado a despertar las competencias laborales en
los bachilleres y también las competencias cívicas
y de investigación científica. Pero en materia
de competencias laborales de bachilleres, nuestro esfuerzo
apenas logra una modesta cobertura en los primeros 500 colegios
oficiales. Aspiramos tener al final de este año un
millón 200 mil estudiantes en formación vocacional,
a través de ambiente virtual.
Colombia, en los cuatro años anteriores, avanzó de
4 millones de teléfonos celulares a 29 millones. El
objetivo en este cuatrienio es lograr todo el desatraso en
conectividad de Internet y en banda ancha. Aspiramos que
el 70 por ciento de la población escolar del país
quede con la mejor conectividad al final de esta administración.
En materia de ciencia y tecnología el país
llegó a tener un 0,66 de inversión en ciencia
y tecnología sobre el PIB. Se redujo al 22 por ciento.
Lo hemos recuperado en 50 por ciento. Pero es muy bajo. Aspiramos
al final de la administración que, al sumar todos
los esfuerzos de los presupuestos públicos, de la
comunidad universitaria, académica, del sector privado,
podamos estar mínimo en el 1 por ciento. Que será todavía
bajo, pero implicará un gran salto.
Estos esfuerzos se hacen en un país que ha vivido
serias limitaciones fiscales y financieras. Llegamos a tener
un endeudamiento del 50 por ciento del PIB. Hoy está en
el 28. Sigue siendo alto. Un déficit consolidado del
4,2. Hoy está en el 0,5. Pero es preocupante el del
Gobierno Nacional Central que, especialmente por la carga
pensional, estuvo en el 7,5. Este año aspiramos que
quede entre el 3,7 y el 4.
Financiar políticas sociales, como una política
educativa, con abundancia de recursos, es muy fácil.
Con estrechez de recursos ha sido muy difícil.
Se tenía la idea de que habíamos aumentado
más los recursos para seguridad que los recursos para
política social. Hemos incrementado muchísimo
la fuerza pública. Es una necesidad nacional, en un
país en el cual el 30 por ciento de la población
estaba presionada directamente por guerrilla o paramilitares.
O por ambos. Y el 70 por ciento restante, recibía
esa presión indirecta permanentemente. A pesar del
gran esfuerzo en política de seguridad, la inversión
en política social ha tenido un mayor crecimiento.
Ya hemos logrado que la educación participe en un
5 por ciento de nuestro producto.
Acabamos de aprobar una reforma constitucional muy controvertida
en el país: la que regula las transferencias a las
regiones. Nos permitirá un buen equilibrio entre la
profundización de la descentralización y el
cuidado de la salud fiscal de la nación. Nos permitirá lograr
las metas expresadas en educación. Metas muy ambiciosas
en salud, en saneamiento básico, componentes de nuestra
política social de lucha contra la exclusión.
Esa polémica reforma constitucional, a mi juicio,
es garantía de la descentralización, porque
nada más importante para la descentralización
que su estabilidad. Poner a riesgo la estabilidad de la descentralización,
afectando la salud fiscal del ente central, puede causar,
podría causar, el regreso a un aberrante centralismo.
Creo que la reforma introducida le da una gran garantía
de estabilidad a las normas de descentralización de
la Constitución del 91. Los excesos de la Constitución
de 1863, en materia de descentralización, crearon
en muchas regiones del país anarquía. Y produjeron
lo que fue ese consenso alrededor de la consigna del Presidente
Núñez: “La Constitución del 63
ha dejado de existir”, y el regreso a un férreo
centralismo que se dio en la primera etapa de la Constitución
del 86.
El ajuste oportuno en materia de transferencias a las regiones
que hemos hecho, garantiza la estabilidad de la descentralización,
garantiza tranquilidad en las finanzas de la nación
y garantiza todavía mayor solidez en las normas de
descentralización de la Constitución del 91.
El Gobierno central orienta, apoya, es subsidiario de la
educación descentralizada en esta Colombia.
Algunos países de la región, los más
descentralizados, muestran que sus regiones gastan el 30
por ciento del total de gasto del Estado y el Estado central
el 70. En Colombia el Estado central gasta el 48 y las regiones
el 52.
Ilustres visitantes internacionales: visitan ustedes un
país de regiones, con una rica diversidad y que se
ha descentralizado muchísimo. Con el buen cuidado
de evitar que los aplausos inmediatos se conviertan en las
decisiones demagógicas que maltraten esa descentralización,
que se requiere como respeto a la diversidad.
Visitan un país que hace grandes esfuerzos por eliminar
la violencia. Aquí asesinaban a 35 mil ciudadanos.
Todavía asesinan a 17 mil. No podemos estar conformes.
Pero amplias regiones del país han sentido el beneficio
de la seguridad democrática. Aquí asesinaban
a 15 periodistas al año. Nuestra seguridad democrática
es para defender por igual a todas las voces, de todas las
ideas. Para defender las libertades, el pluralismo. Hemos
visto un descenso año tras año. Este año
no ha sido asesinado uno solo.
Teníamos 400 alcaldes, de los 1.098, que no podían
ejercer en sus municipios. Hoy, protegidos todos por la seguridad
democrática, sin consideración al origen político
de su elección, todos ejercen en sus municipios. Todavía
los grupos terroristas nos asesinan la democracia. Ayer fueron
asesinados unos concejales del Caquetá, por la razón
de tener ideas afines con el Gobierno.
Aquí asesinaban a 256 líderes sindicales al
año. El Gobierno ha hecho un inmenso esfuerzo para
protegerlos. Hoy hay 6 mil colombianos con protección
individual directa. Eso nos cuesta 40 millones de dólares
al año. De los 6 mil, 1.500 son líderes sindicales.
El Gobierno hace todos los esfuerzos para superar la impunidad,
para avanzar hacia la meta de que algún día
le podamos decir al mundo que aquí no asesinan la
democracia.
Aquí tuvimos semestres de 1.700 secuestros extorsivos.
El semestre que terminó el 30 de junio, fue de 100
secuestros extorsivos. Quisiéramos no tener uno solo,
pero estamos trabajando con todo el compromiso para lograr
superar ese flagelo.
En Colombia no son los empresarios los que han asesinado
a los trabajadores, ni son los trabajadores los que han secuestrado
a los empresarios. Aquí primero las guerrillas marxistas
impusieron la norma de combinar todas las formas de lucha:
asesinaban y penetraban sectores del movimiento obrero, del
movimiento estudiantil, de la prensa, de la política,
ante la debilidad general del Estado.
Los paramilitares llegaron a competir en atrocidad e hicieron
lo mismo. Y entonces asesinaban líderes sindicales,
acusándolos de ser colaboradores de la guerrilla,
y la guerrilla asesinaba a líderes sindicales, acusándolos
de ser colaboradores del paramilitarismo.
Hemos desmantelado el paramilitarismo. Quienes persisten
o reinciden, están siendo perseguidos con toda la
severidad de la fuerza pública. Y dedicados simplemente
al negocio criminal de la droga. Avanzamos en la debilitación
de la guerrilla y tenemos un generoso programa de reinserción.
Cuando se hizo el acuerdo de paz de Irlanda del Norte, el
Viernes Santo del 98, al mundo se le dijo que los terroristas
eran 118. Aquí, sumados todos los grupos, teníamos
60 mil. Se han desmovilizado 43 mil. Un proceso muy difícil.
De ellos, 33 mil de los paramilitares y 10 mil de la guerrilla.
Un proceso costoso y complejo.
Hemos practicado la política de toda la fortaleza
para enfrentar la acción de los terroristas, y toda
la generosidad para adelantar los programas de reinserción,
de desmovilización. Cuarenta y tres mil desmovilizados
implican un gran esfuerzo. Un alto costo. Lo estamos asumiendo.
Al agradecer la presencia de todos ustedes en Colombia,
de estos esfuerzos de la Fundación Carolina, permítanme
decir que, además de proponer la agenda para ejecutarla,
hay que hacer la pregunta que aquí hiciera el presidente
Felipe González: ¿Con qué se ejecuta? ¿Con
poder o con autoridad? ¿Cuál es el elemento
sustancial del poder y cuál es el elemento sustancial
de la autoridad?
El elemento sustancial del poder es la coerción o
la capacidad de aplicar la fuerza para hacer cumplir las
decisiones que se toman. No todo poder tiene liderato, pero
en el liderazgo se necesita poder. Y lo que distingue el
ejercicio del poder del ejercicio del liderazgo, es que no
todo ejercicio de poder conlleva autoridad. Todo de liderazgo,
necesita autoridad.
Esa autoridad hay que cimentarla en cuatro valores. A ello
refiere ampliamente Rosabeth M. Kanter: competencia, estudio
permanente, la actualización permanente, consistencia,
la capacidad de responder por las convicciones no importa
la diferencia de los auditorios, congruencia, la capacidad
de tener esa relación lógica entre lo que se
predica y lo que se hace. El otro valor, el difícil
mundo de las relaciones humanas. Y para ejecutarse necesita
compromiso.
Fundamental es que los líderes piensen que no tienen
derecho a descanso, que tienen que recorrer todos los días,
en cualquier circunstancia, la milla adicional.
Para quienes han tenido el privilegio de ser becarios, un
bellísimo pasaje en un libro sobre la vida de El Libertador, “El
diario de Bucaramanga”. El Libertador Bolívar
no pudo acudir a la Convención de Ocaña. Permaneció en
Bucaramanga. Y quien escribió el diario de esa permanencia,
relata que una vez le preguntaron a El Libertador cómo
calificaba él a los generales, lo que sería
una buena manera para pensar en cómo calificar a los
líderes de hoy.
Y El Libertador dijo: “El mejor es Sucre”. El
diario lo escribió Luis Perú de la Croix, primero
coronel y después ascendido a general. Y a El Libertador
le preguntaron: “Bueno, pero, ¿cuáles
son las virtudes de Sucre?”. Y dijo El Libertador: “La
principal virtud de Sucre es que es muy competente en el
campo de batalla y en la oficina”. “¿Y
cual es su defecto?”. Y El Libertador dijo: “La
virtud de los políticos: hablar en exceso mal de sus
contradictores”.
Y entonces le preguntó Luis Perú de la Croix: “Libertador, ¿qué es
eso de que Sucre era mejor por ser el mejor en la oficina
y en el campo de batalla?”. Y dijo El Libertador: “Sí,
es que hay tres categorías de generales”. A
los becarios les relato eso para que lo miren en ese libro,
bellísimo, “El Diario del Libertador en Bucaramanga” y
lo apliquen al liderazgo moderno. “El mejor general –decía
El Libertador–, es el mejor en el campo de batalla
y en la oficina. Después siguen los que son buenos
en el campo de batalla y malos en la oficina. Y definitivamente
peores, malos, son aquellos que son buenos en la oficina
y malos en el campo de batalla”.
Para ser un buen líder hay que estar a toda hora
en el campo de batalla.
Muchas gracias, Fundación Carolina. Muchas gracias,
apreciados visitantes”. |